23 enero 2023

Noches de bohemia


Cuando tuvimos a Nena-chan y hablábamos de colecho la gente nos decía: "como la metáis en vuestra cama no la sacaréis nunca de ahí". 
Diez años más tarde, puedo afirmar con total alegría que no solo hemos sacado de nuestra cama a Nena-chan sino también a Nene-kun.
Y entonces llegó el gato.
Desde el principio, ZaraJota y yo estuvimos de acuerdo: el gato en la cama, no.
El que no estuvo de acuerdo fue Jinmu.
A Jinmu le gusta... ¿cómo decirlo? La castidad. Supongo que piensa que si él está castrado "por su bien", los demás también. Y como no puede ir por la vida cortando huevos, pues apuesta por los anticonceptivos de barrera. 
Y la barrera es él. 
No importa qué hagamos ZaraJota y yo: el gato siempre está en medio. Si nos sentamos a ver la tele se pone en medio. Si estamos cerca mientras trabajamos se pone en medio. Si coincidimos en la cocina por motivos ignotos, se pone en medio, y además maúlla. Por si le cae algo, nunca se sabe.
Resumiendo: el gato siempre está en medio.
Salvo una vez, que estábamos jugando al parchís y se puso encima, y entonces le dije a ZaraJota: "parecemos los músicos de Bremen", y por lo que sea eso a ZaraJota le cortó el rollo.
El caso es que ZaraJota y yo ya nos hemos hecho a la idea de que lo nuestro es imposible y que hemos sido separados por el destino. Salvo que el destino es un gato. Y se llama Jinmu.
La cosa ha llegado a tal punto que, en un intento desesperado por tocarnos de vez en cuando, nos metemos en la cama a toda prisa y nos abrazamos en plan fusión nuclear, que de verdad un día vamos a ponernos carbón en medio a ver si con el apretón que le damos lo convertimos en diamante.
Pero el gato no es tonto. O sea, no hay más que ver la vidorra que se pega para darse cuenta de que es el más listo de la casa, si no del universo. Con el tiempo ha desarrollado una técnica que consiste en ponerse en el punto exacto en el que desea estar, sin importarle que nosotros estemos debajo.
Como ya se demostró con el asunto de los músicos de Bremen.
Y luego, deja que las cosas caigan por su propio peso.
Siendo "las cosas" él, y "su propio peso" unos diez kilos.
Es que ha perdido mucho desde que está a dieta.
Como estamos a bajo cero ahora mismo, quizá penséis: "Bueno, al menos os da calorcito". 
PUES NO. 
Porque a medida que el gato baja y su cuerpo gatuno se incrusta entre nuestros cuerpos humanos, arrastra la manta para abajo con él.
Y según la manta baja por un lado, va subiendo por otro. Y el resultado es que acabo siempre durmiendo con el culo al aire, porque es que encima soy tontísima y yo con pantalones de pijama no puedo dormir y me acuesto en bragas.
Pero eso no es lo peor, porque el gato se posiciona siempre de forma que su cabeza queda entre la de ZaraJota y la mía, perfectamente colocada sobre la almohada. Y ME MIRA. TODA LA NOCHE. Porque los gatos son animales nocturnos y de noche no duermen. Solo cazan. Salvo los gatos domésticos gordos y aburguesados. En ese caso solo se meten en tu cama Y TE MIRAN. 
Imaginad que os despertáis en mitad de la noche porque tenéis el culo destapado y se os ha quedado el chichi como Leo agarrado a la tabla, abrís los ojos y lo primero que veis son dos pelotas brillando en la oscuridad.
Y EL RONRONEO.
Porque tú estás ahí en la postura más incómoda posible, con el chichi helao, sin poder dormir, pero el gato ES FELIZ.
Y claro, qué le dices. Que lo disfrute.
Además, no suele durar mucho, porque entre las dos y las tres de la madrugada pasa el camión de la basura y el gato me despierta para que lo veamos juntos.
Que le gustan al gato los camiones de basura, yo qué sé, todos tenemos nuestros kinks.
A mí en verano no me importa porque en nuestra terraza se está estupendamente, pero en invierno y a bajo cero que hemos estado no sé porqué me cuesta más. Pero como el gato maúlla como un poseído hasta que me salgo con él a la terraza y lo último que necesito en esos momentos es que además me despierte a alguno de los niños, pues me salgo a la terraza y veo el camión de la basura con el gato y además lo comentamos ("pues hoy ha pasado más tarde", "pues ese no es el basurero de todos los días") que tengo yo un control de la gestión de residuos urbanos que la verdad es que el ayuntamiento podía pensarse darme una paguita o algo.
Y es es más o menos la rutina de todas las noches, pero es que encima hace un par de días, cuando salimos a ver el camión de la basura entró en casa un bichito. Un mosquito, parecía. Pero debía ser mutante porque de verdad estábamos bajo cero. Que ahora que lo pienso lo mismo no era un mosquito sino un copito de nieve a motor.
Y, como decía anteriormente, los gatos por la noche cazan. Salvo los gatos caseros gordos y aburguesados, que entienden que cazar es algo así como llorar hasta que a su presa le da pena y se introduce ella misma en la boca del depredador, porque lo que es él no se va a mover.
Así que debían de ser como las cuatro de la mañana, estábamos a bajo cero en general y yo en bragas en particular porque me molesta dormir con pantalones, el gato maullaba como un loco, el bichito no se dejaba cazar, yo corría detrás intentando que al menos volviera a salir por donde había entrado, y hacía frío, y sueño, y yo estaba en bragas y sin embargo llovía, y no sé cómo acabé echando al bichito y me volví a la cama a seguir pasando frío allí porque por supuesto que el gato se había puesto en medio otra vez.
Al día siguiente estaba un poco hecha un moco. Hecha varios mocos, en realidad.
-Ay, qué cara traes -me dijeron al llegar a clase.
-Es que no he dormido nada.
-¿Te han dado mala noche los niños?
-Mira, voy a decir que sí porque si cuento lo que ha pasado de verdad me vas a tomar por loca.
 
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