09 enero 2023

Noche de paz



Las cosas que hacemos por amor.
Mucha gente no lo sabe, pero en muchos barrios de Madrid la cabalgata de reyes es el 4 de enero. 
La alcaldesa a la que nadie eligió y que llegó al puesto cuando su marido nombró ministro al entonces alcalde, que a su vez la había nombrado a ella vicealcaldesa y por tanto heredó su puesto (todo casualidad, seguro) decidió que esto era necesario para garantizar la seguridad. 
¿La seguridad de quién? Nunca lo sabremos. 
El caso es que en vez de rotar los barrios, o elegirlos cada año por sorteo o lo que fuera, los eligió ya para siempre ella, y qué casualidad que fueron los de rentas bajas, no se podía saber. 
La jugada le salió regulinchi: al no coincidir con la cabalgata "grande", la que se ve por la tele, las cabalgatas de los barrios cada vez atraen a más gente (lo de este año ha sido una locura), son accesibles a más niños de todos los estratos económicos, culturales y sociales. Ya lo comenté en twitter: nunca había visto a tantas mamás con túnica y pañuelo. Sus caras de ilusión y sorpresa están al mismo nivel que las de los niños.
Chúpate esa, dedoalcaldesa.
Bueno, como sin duda sabéis por años anteriores, suelo participar en una de las carrozas de la cabalgata. Por los niños, lo hago por los niños. No es que a mí me haga ilusión ni nada. Que va.
El caso es que al día siguiente siempre estoy al borde de la morición. Pocas horas de sueño, mucho frío, dolor de espalda, agujetas en los brazos de tanto tirar caramelos y en la cara de sonreír (en verdad os digo que si nunca habéis tenido agujetas en la cara de tanto sonreír os está faltando algo en la vida). 
Que no me quejo porque me gusta más que un tonto un lápiz y estoy temiendo el día en que mis hijos digan que ya no quieren subirse porque tendré que poner de excusa al gato o algo, pero es cansado.
El día 5 pensaba remolonear en la cama hasta altas horas de la mañana, como las nueve y media o así, pero en lugar de eso a las ocho de la mañana estaba en correos para recoger un paquete porque al parecer era URGENTÍSIMO que lo recogiera el día 5, no podía esperar a, yo qué sé, el día 9, cuando pase por correos para mis cosas o simplemente por delante cuando llevo a los niños al cole, no sé. 
El paquete era absolutamente gigante. Los brazos no me llegaban de lado a lado. Subía por la calle como una caja con patitas, a las ocho y media de la mañana, bajo cero, cuando me llegó el inconfundible olor a roscón recién hecho y lo seguí hasta una pastelería en la que apenas había una cola de unas veinte o treinta personas.
Bueno, pensé, aprovecho la cola para descansar un rato (la gente de la cola fue súper amable) y de paso me llevo a casa uno de los mejores roscones del barrio. La idea parecía estupenda hasta que la pastelera me dio el roscón y me encontré con que, efectivamente, tenía que llevármelo a casa.
No voy a entrar en detalles de lo que sucedió a continuación; me limitaré a decir que las cajas cuadradas no ruedan grácilmente cuesta arriba por muchas patadas que les des.
Para cuando llegué a casa, mis manos seguían bajo cero pero el resto de mi cuerpo era un bonito exponente del calentamiento global. Las agujetas del día anterior estaban dándolo todo, tenía dolor de cabeza por la falta de sueño y me estaba empezando a pinchar la ciática. De la espalda prefiero no hablar.
Mi plan era llevarme a los niños al mercado de San Isidro, porque nacieron con una tarita mental que les hace adorar ir al mercado y además en el San Isidro siempre tienen animación para niños en estas entrañables fiestas. Pero se me ocurrió abrir la caja y descubrí que no podía porque tenía que hacer horas extra para los Reyes Magos. No voy a negar que me pillé el cabreo del siglo, porque yo ya hice mis horas reglamentarias antes de que los niños empezaran sus vacaciones para poder estar con ellos, y aquello me pareció un abuso real de considerables proporciones. Y luego se me acabó el celo. Y luego, el papel de regalo. Y luego, la paciencia.
Y cuando se me acaba la paciencia discuto con ZaraJota, porque es mi enlace sindical con los Reyes Magos y es la enésima vez que los Reyes Magos nos hacen la misma jugada (aunque debo reconocer que esta no ha sido la peor) y yo pago mi cuota sindical para algo, no sé si me explico. Y nos fuimos a la cama cansados, doloridos y tristes. 
Y NI SIQUIERA NOS PODÍAMOS DORMIR PORQUE ERA DÍA CINCO DE ENERO Y SOMOS PADRES, GUIÑO CODAZO CODAZO.
Los niños estaban nerviosos, claro. Es la noche más importante del año. 
Nene-kun, que se duerme puntualmente a las nueve y media todas las noches, me dijo: 
-Mami, estoy muy nervioso, creo que no voy a poder dorZZZZZZZ...
Y no se supo más.
Nena-chan es más dura de roer. Desde bebé, le cuesta muchísimo dormirse, aunque cuando cae puedes montar muebles a su lado y no se entera (esto ha ocurrido, varias veces). 
Así que nos dispusimos a esperar. Y esperar. Y esperar.
A las diez y media yo, que soy una optimista de la vida, pensé que había ocurrido un milagro: la niña se había dormido. 
ZaraJota cogió el Scalextric y emprendió el camino al salón.
-¿Mami?
Mierda, mierda, mierda...
ZaraJota me lanzó el Scalextric y yo lo oculté tras mi esbelta figura y puse cara de "no llevo un Scalextric escondido a la espalda". Creo que funcionó, porque la niña se volvió a la cama.
Pero despierta, claro.
A las doce seguía despierta.
ZaraJota, ya menos, que hubo un momento que de verdad que pensé mira, le pido a la niña que me ayude y a la mierda todo.
A las doce y media yo ya estaba sujetándome los párpados con palillos. No podía más.
Mira, me dije, me levanto y si la niña me pilla colocando el puñetero Scalextric le digo que todo es un sueño como lo de Resines. 
Y si no cuela, le saco una navaja y le digo que aquí no ha pasado nada y que como lo cuente la rajo, yo qué sé, pero estoy cansadísima, me duele todo y además hace un frío que no es ni medio normal y no encuentro mis zapatillas.
Así que desperté a ZaraJota y colocamos los regalos, que es una de mis cosas favoritas del mundo, colocarlos a escondidas y reírse mucho con cada ruidito que hacemos, y luego volver a la cama calentita a dormir POR FIN.
Entonces el gato empezó a maullar.
Es muy sensible para sus cosas y sus rutinas. Nos avisó cuando se murió Pelotilla. Nos avisó cuando se escapó Nena-chan. Nos avisa todas y cada una de las veces que entra en casa cualquier bichito (lo de cazarlo ya si eso, que se cansa). Y por supuesto nos avisa si de pronto aparecen un montón de cosas en el salón. Repetidas veces. A TODO VOLUMEN. 
-Jinmu, por favor, ven a dormir.
-¡¡¡MIIIIAAAAAAAUUUU!!! ¡¡¡MIIIIAAAAAAAUUUU!!! ¡¡¡MIIIIAAAAAAAUUUU!!! ¡¡¡MIIIIAAAAAAAUUUUUUUUUUU!!! [¡¡¡que me tenéis el salón lleno de mierdaaaaaas!!! ¡¡¡recoged estoooooo!!! ¡¡¡que voy tarde para la siestaaa!!!].
-La madre que te parió, Jinmu.
Nuestra indiferencia obligó a Jinmu a tomar una decisión desesperada: moverse de su sitito. Una vez levantado debió pensar que lo peor ya estaba hecho y la emprendió con todo. 
Desde el dormitorio empezamos a oír golpes, cosas que se caen, cajas arrastradas y maullidos, muchos maullidos.
-Jinmu que me voy a hacer una bufanda contigo, la madre que te parió.
Al fin, y seguramente exhausto por la inacostumbrada actividad, el gato se vino conmigo a la cama y se durmió.
Eran cerca de las tres de la mañana. 
Lo sé porque, apenas unos minutos después, llegó Nena-chan.
-¡Mami, han venido los Reyes!
-...son las tres de la mañana.
-¡El salón está lleno de regalos!
-¿Y están enteros?
-Eh... sí, parece que sí.
-Pues entonces no has visto nada, métete en la cama y a dormir.
-Pero hay...
-NO. HAS. VISTO. NADA.
La niña aprovechó el vacío legal para meterse en mi cama, donde ya estábamos ZaraJota, el gato yo, dormirse y proceder a darnos patadas hasta en el carnet de identidad.
Por suerte, no fue durante mucho tiempo.
Debían ser las siete y media de la mañana cuando se despertó Nene-kun.
-Mami, ¡han venido los Reyes!
-¿Los Reyes? LA REPÚBLICA TENÍA QUE VENIR.

- - - - - - - - - - - - - - - -
Escribo libros de todo tipo y algunos son hasta casi buenos. Puedes encontrarlos todos aquí.

No hay comentarios: