07 septiembre 2020

La siesta

 Pues estaba yo tan tranquila sin meterme con nadie un sábado por la tarde, durmiendo la siesta en bragas cuando de pronto mi abuela me llamó por teléfono. 
Al principio no me alarmé demasiado porque mi tía (la que vive con mi abuela) y yo nos llamamos igual y mi abuela se confunde a menudo cuando marca.
Lo que pasa es que cuando respondí a la llamada me encontré con que mi abuela estaba llorando. Eso me alarmó un poco más porque mi abuela sólo llora en navidad cuando se toma una copita de vino blanco y se le sube a la cabeza, y la verdad es que me parecía un poco pronto para empezar a celebrar la navidad pero bueno, los supermercados cada vez traen antes los turrones así que por qué no va mi abuela a celebrar la navidad en pleno agosto si le da la gana.
-Niña -me dijo-, que estoy en el hospital.
Ahí ya sí que me empecé a preocupar un poco, porque mi abuela es la típica que siempre está muy mala pero nunca está muy mal, y al hospital va de visita si eso.
-¿Que te ha pasado?
-Naaa... un mareíllo.
Y tenía que ser justo cuando mi padre está a 700 kilómetros, mi tía está a 700 kilómetros (pero no con mi padre) y yo estoy durmiendo la siesta en bragas, claro.
-Voy.
-No hace falta.
¿Entonces para qué me llamas cuando estoy durmiendo la siesta en bragas?, pensé, pero no lo dije porque no quiero que mi abuela sepa que duermo la siesta en ropa interior, a ver si se va a pensar que soy una pervertida o algo.
-Que voy.
-Niña, si con el coronavirus no te van a dejar pasar.
-Mira, se entera mi padre de que me has llamado desde el hospital y no he ido de inmediato y no tengo campo para correr. Voy ahora mismo y si hace falta espero en un banco en la calle.
Llegado este punto empecé a correr por toda mi casa corriendo y agitando los bracitos porque claro, normalmente la que llama desde el hospital a los demás soy yo y nunca me he encontrado en la situación contraria así que no tenía muy claro qué hacer.
Y luego, claro, estaba el covid. De lo primero que me acordé es de que al principio de los tiempos pandémicos se habían pedido donaciones de cepillos y pasta de dientes, "kits de higiene", para los pacientes. Luego me acordé de David Ramírez, que le hizo a su churrings un paquete con calzoncillos y pensé: eso es, tengo que llevarle a mi abuela bragas limpias.
-Pero vamos a ver -me dijo ZaraJota-. ¿Cuánto rato lleva tu abuela en el hospital?
-Me ha dicho que acaba de llegar.
-Entonces a lo mejor es un poco pronto para empezar a pensar en kits de higiene y bragas limpias, ¿no crees?
A mí me parecía que ZaraJota no estaba entendiendo la gravedad del problema, pero decidí seguirle la corriente porque cuando se pone en plan sensato está supersexi.
En ese momento fue cuando me di cuenta de que a lo mejor la que no tenía bragas limpias era yo.
O sea, tenerlas tenía. Lo que pasaba era que llevaba unas dos semanas sin atender la colada y toda la ropa limpia estaba amontonada de cualquier manera y encontrar unas bragas podía llevarme un buen rato.
-Vamos a ver -volvió a intervenir ZaraJota-, ¿qué tienen de malo las bragas que llevas? ¡Te las has puesto esta misma mañana!
-¡Pues que cuando uno va al hospital tiene que ponerse bragas limpias!
-Estoy razonablemente seguro de que la regla, estrictamente, solo se refiere al paciente.
-Oh.
Así fue como acabé en el hospital donde me aseguraron que, efectivamente, mi abuela estaba bien, que solo había sido un mareo, que le darían el alta enseguida y que, aunque por supuesto no podía pasar a verla por el covid, podía quedarme en la sala de espera hasta que la liberaran.
Rápidamente llamé a ZaraJota para darle la buena nueva.
-De todas formas -le dije- creo que debería quedarme esta noche con ella.
-Claro, no hay problema.
-Hombre, tanto como que no hay problema...
-¿Por qué lo dices? ¿Qué ha pasado?
-Pues nada, que no me he traído bragas limpias.


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Ya podéis encontrar Vayamos por partes 1 y 2 tanto en La Sombra como en Lektu.