06 abril 2020

El aprovisionamiento



Me he hecho una experta en aprovisionamiento durante la plaga.
Es más: estoy haciendo un estudio de qué se agota antes y por qué, para legárselo a las generaciones futuras.
Pensaba que, una vez declarado el estado de emergencia, lo primero que se agotaría en los supermercados serían las latas de fabada litoral y de melocotón en almíbar.
Es que soy de pueblo.
Sin embargo, la realidad ha superado una vez más a la ficción y hemos vivido escasez de los productos más absurdos que uno imaginarse pueda.

Como todos sabemos, lo primero que se agotó fue el papel higiénico.
La prima de ZaraJota tenía una teoría al respecto:
¿Por qué necesitamos tanto papel higiénico? Pues porque uno estornuda y diez se hacen caca.
Vale, no es una teoría. Es un chiste. Presuntamente. Nos lo mandó mientras estaba ingresada por COVID, así que no se lo vamos a tener en cuenta.

Mi madre tenía otra:
El papel higiénico es más grande, y caben menos unidades por palé. Seguramente se han vendido menos paquetes de papel higiénico que de cervezas, por ejemplo, pero en el papel higiénico se nota más. Y claro, una vez que se empieza a ver que no hay papel, la gente entra en pánico y acapara.

Otra teoría, que leí en algún artículo y no recuerdo cuál:
En las películas, cuando hay un apocalipsis la gente llena los carros de papel higiénico (es grande, barato, no pesa, y no hace ruido ni daño si se cae durante el rodaje) y esa imagen se ha quedado grabada en el imaginario colectivo de tal forma que, en cuanto nos anuncian el apocalipsis, llenamos el carro de papel higiénico.

Yo tengo otra teoría:
Se hace mucha caca cuando no tienes nada que hacer más que ver la tele y comer. Pero mucha, mucha.

Ahora el papel higiénico ya no falta, pero sigue estando rodeado de una especie de aura de artículo de lujo: en algunos supermercados lo ponen en los frontales, al lado de las cajas, para que se vea que hay.


Lo siguiente que eché en falta fue la leche, al menos durante los primeros días: llegamos al extremo que solo se encontraba leche marca Día. Saquen sus propias conclusiones.
Lo de la leche tiene su lógica: la leche en brick dura mucho y con los niños en casa se consume a una velocidad cercana a la de la luz: en mi casa caen cerca de dos litros al día, catorce a la semana, y si la intención es no salir a la compra en dos semanas necesitamos... bueno, no tengo la calculadora a mano pero yo diría que muchos.

Luego empezó a faltar la harina.
Desde mi punto de vista tardamos mucho en llegar a este punto, o sea, ¿dónde está la generación de la posguerra cuando se necesita? Con harina y un par de cosas más se pueden hacer un montón de cenas de pobre. Quizá no tengan la aprobación de los mejores nutricionistas, pero el virus tampoco y mira lo bien que le va.
Sin embargo, la harina no se agotó para hacer buñuelos, sino para hacer pan.
Científicos de todo el mundo han estudiado este fenómeno y todavía no saben si es una muestra de compromiso con la política de salir de casa lo menos posible o que somos todos tontos del culo, pero esperan llegar a una conclusión en breve.

Lógicamente, si nos ponemos a hacer pan como locos, lo siguiente que falta es la levadura. Pero a lo bestia. En estos momentos es imposible encontrar levadura de ningún tipo y el FMI se plantea eliminar el patrón oro y crear un nuevo sistema monetario basado en los sobrecitos de Royal.

Pero cuando Dios te quita la levadura, Youtube te da tutoriales de masa madre. Y ¿con qué se hace la masa madre? Con harina integral.
La harina integral desapareció de nuestras vidas, y ahora mismo es tan difícil de encontrar como el vellocino de oro, la ciudad perdida de Atlantis o la levadura.

También han desaparecido algunos tipos de pasta, pero no todos. Algunos días hay solo espaguetis y al siguiente puede haber solo caracolas, es un misterio. Curiosamente, no ha habido escasez de tomate frito y/o triturado. ¿Con qué os estáis haciendo los macarrones, so degenerados?


Hasta aquí las cosas a las que les veo una cierta lógica. Ahora entramos en Villa Maracas.

Es imposible encontrar jabón de manos en gel. El normal de toda la vida. PERO VAMOS A VER. Que sí, que nos han dicho que nos lavemos mucho las manos, y me alegra ver que todos os las estáis lavando mucho, pero con un poco de lógica.
Vaya, que si estás en casa todo el día rascándote los huevos y sin contacto ninguno con el mundo exterior para qué te vas a lavar las manos cada media hora, que se te va a caer la piel. Sobre todo teniendo en cuenta que, hasta donde sabemos, los testículos no son transmisores de coronavirus.

Otra cosa que ha desaparecido sin motivo aparente son las natillas de fresa, probablemente porque es una guarrería que no le gusta a nadie salvo a ZaraJota (no descarto que sea gay). El caso es que hay de todos los sabores menos de fresa.

La lejía y el sanitol. A no ser que estéis aprovechando el confinamiento para hacer limpieza y/o asesinar discretamente a vuestras familias, es totalmente inexplicable.

Las palomitas de maíz. Espero que tarde o temprano alguien exija responsabilidades a Netflix, HBO y Disney+.

El maíz en lata. Vosotros sabéis que con eso no se pueden hacer palomitas, ¿verdad? Que os veo capaces.

Por último, y para mi total desconcierto, han desaparecido los calabacines.
Pero a ver. Que yo entiendo que estamos en una situación muy difícil, que hay que liberar tensiones y todo eso... pero usad un satisfyer, que es mucho más higiénico, por favor.







Pd: Mis libros siguen disponibles en Lektu.