17 febrero 2020

La app del gimnasio

Me he apuntado al gimnasio.
En septiembre.
Lo que pasa es que desde entonces he ido poco.
Tres veces. 
No es por falta de ganas: me instalé la app en el móvil, todas las semanas reservaba las clases a las que me gustaría ir... y todas las semanas las iba anulando a medida que el lunes hay reunión del AMPA, el martes la niña tiene anginas, el miércoles tengo un examen, el jueves me traen un paquete del #lorzfunding, el viernes hay tutoría, el sábado... Bueno, os hacéis una idea.
La semana pasada me vi con la agenda del miércoles vacía y me vine arriba: reservé una clase de zumba por la mañana y otra de boxeo en familia por la tarde. Y por supuesto, cuando amaneció el miércoles Nene-kun tenía gripe.
Intenté anular las clases pero cada vez que entraba en la app me salía un mensaje de "en estos momentos no se pueden realizar reservas" y yo le gritaba al móvil que no quería hacer una reserva sino deshacerla, pero el móvil a lo suyo, y seguramente tenía que haber seguido intentándolo pero la verdad es que a la cuarta vez que entré en la app y leí lo de "en estos momentos no se pueden realizar reservas" solté una palabrota muy gorda y ya no volví a entrar...
hasta varios días más tarde, cuando quise reservar y me encontré que debajo de cada clase en lugar de un botón de RESERVA YA había un cuadrado muy negro y muy acusador con la palabra PENALIZADO.
–El gimnasio me ha baneado –le dije a ZaraJota.
–Estoy muy orgulloso de ti: has conseguido que te echen de un sitio ANTES de que hayas conseguido entrar.
–No creo que sea permanente.
Y, cierto como el sol que me da calor, a los pocos días pude volver a hacer reservas.
Reservé una clase de mantenimiento y me dije a mí misma que esta vez iría, pasara lo que pasara y pasase lo que pasase.
Y fui.
Llegué a los tornos de entrada, pasé mi tarjeta, puse el dedo índice en el lector de huellas dactilares porque en ese gimnasio nunca sabe uno si va a hacer zumba o espionaje internacional, y en el lector salió el mensaje: LA HUELLA DACTILAR NO SE CORRESPONDE CON LA TARJETA DEL USUARIO.
Me miré el dedo. Parecía el mismo de siempre.
Miré la tarjeta. Las tarjetas son todas idénticas y tenemos cuatro, una para cada uno, así que el primer día escribí en cada tarjeta la inicial de su titular con rotulador indeleble. Podía haber escrito el nombre completo pero, ¿para qué?
Con una sola letra parecía suficiente.
Hasta aquel momento, allí parada delante de los tornos con la tarjeta en la mano, no se me había ocurrido que ZaraJota y yo tenemos la misma inicial.
Mierdaaa...
Ya no me daba tiempo a volver a casa a por mi tarjeta. Lo único que podía hacer era anular la reserva en la app del móvil pero por supuesto cuando lo intenté me salió un mensaje de error.
Mierdaaa...
Me fui al mostrador de recepción con la cabeza gacha.
–Es queeee... tengo clase ahora, y me he traído la tarjeta de mi marido en lugar de la mía.
–Deberías ponerles algo con rotulador para distinguirlas.
–GRAN IDEA, SÍ, OJALÁ SE ME HUBIERA OCURRIDO.
–Bueno, te puedo hacer un churruflex en el firlollo del whatever para que hoy, de manera excepcional, puedas entrar con la tarjeta de tu marido, pero eso te supondrá una penalización, por supuesto.
–¿Y si me cancelas la reserva?
–Te la puedo cancelar, pero como quedan menos de quince minutos para que empiece la clase te penalizará igual que si no hubieras venido.
–Entiendo. Pues si me vais a poner una penalización haga lo que haga, prefiero quedarme a clase.
–Estupendo. ¡Recuerda que si acumulas dos penalizaciones te baneamos de la app y no puedes hacer reservas!
–Lo sé. Lo sé.
Me fui a la puerta de clase cabreada por mi penalización (por llevar la tarjeta equivocada) pero dispuesta a que no me penalizaran por nada más.
Que me gustaría ir a más de una clase al mes, jo.
Pero en la puerta de clase hay otro lector de tarjetas y por supuesto cuando fui a pasar la mía daba error.
–Qué raro –dijo el monitor–. Dice que no tienes reserva.
–Si yo he reser... Ay, es que es la tarjeta de mi marido y claro, él no ha reservado.
 –Ya veo. Bueno, no te preocupes, puedes entrar de todas formas.
–¿Y cómo sabrá la app que he venido yo?
–No lo sabrá, supongo que te penalizará como si no hubieras venido.
Y luego dicen que quien no hace deporte es porque no quiere.