Mi marido tenía muchos cómics de grapa.
Pero muchos, muchos.
Pero muchos, muchos.
Algo así como cuatro armarios a rebosar.
A mí no me importaba porque soy una persona muy comprensiva. Además, los tenía en casa de su madre.
A su madre, por lo que fuera, le importaba un poco más que a mí, pero lo llevaba con resignación.
Hasta que vendió la casa, claro.
A mí me parecía que lo justo era que los cómics se quedaran donde estaban, ya que llevaban tanto tiempo ahí que probablemente eran necesarios para mantener la integridad estructural del edificio, pero al parecer los nuevos propietarios no estaban de acuerdo. Sus oscuros y seguramente muy egoístas motivos tendrían, yo qué sé.
Así que este verano Zarajota tuvo que recoger sus cómics, que pasaron a habitar en nuestro maletero.
Es un maletero muy grande, las cosas como son. Lo que pasaba era que tampoco podían quedarse ahí para siempre, porque estaban empezando a causar daños permanentes en la suspensión y eso.
Entonces Zarajota hizo lo más serio, maduro y responsable: subirlos a Wallapop y cambiarlos por una Nintendo Switch de segunda mano.
Y por casi todos los Asterix, todos los Terry Pratchett, varios mandos, un par de muñequitos y a saber cuántas cosas más. Sospecho que Zarajota es la única persona de España a la que le renta Wallapop.
Da igual, lo importante para esta historia es la Nintendo.
-¿Qué te has agenciado una Nintendo? -le dije cuando la vi.
-¡Es para los niños!
-Pues no pensarás dársela ahora, que acaba de ser su cumpleaños y ya han tenido un montón de regalos, y ahora vas y le das una consola que los vas a malacostumbrar, de eso nada, que luego se creen que las cosas aparecen en casa mágicamente.
-La podemos guardar para Reyes.
Así fue como la Nintendo pasó a habitar en el armario a perpetuidad.
Uy, como los cómics.
Tres meses más tarde, Zarajota estaba de la Nintendo en el armario hasta el mismísimo Switch.
-Yo creo -dijo- que en vez de los Reyes podía traerla Papa Noel.
-Pero Papa Noel solo trae los regalos que le pide tu madre, igual que los Reyes solo traen los regalos que pedimos nosotros. Es la ley.
Zarajota miró al armario una mirada ansiosa.
Torturada, diría yo.
-¿Y cómo van a saber los niños quién le ha pedido quién?
Así fue como el 24 de diciembre, con nocturnidad y alevosía, cambiamos los regalos que la llallí había pedido por una Nintendo Switch de segunda mano comprada en Wallapop.
En perfecto estado, eso sí.
Sospecho que este años los Reyes Magos me van a traer una mierda pinchada en un palo, y lo peor es que me lo mereceré.
El 25 de diciembre por la mañana, los niños se levantaron, abrieron el regalo y, en lugar de quedar ojipláticos de la emoción, preguntaron con evidente desconfianza:
-¿La llalli nos ha pedido una videoconsola?
La llalli es que tiene fama de ser bastante analógica, las cosas como son.
-Pues sí, pues sí -les contesté con toda la calma, mientras mi yo interior corría en círculo agitando los bracitos-. Habrá que llamarla luego a darle las gracias, ¿no, Zarajota?
-¡NO! Estooo... quiero decir, que ahora estará dormida y eso.
Entonces fue cuando mi cuñada decidió enviar un vídeo. Dando a entender, así como quien no quiere la cosa, que la familia estaba despierta.
-Mierda.
-Voy... -dijo Zarajota-, voy a la terraza a hablar por teléfono un segundo.
-¡Voy contigo!
Y nos salimos los dos a la terraza, lo típico un 25 de diciembre a las nueve de la mañana cuando estás a bajo cero.
-¿Pero qué haces?
-Llamar a mi madre para avisarle de que le ha pedido una Nintendo a Papa Noel.
-¡Pero que los niños van a sospechar!
-A ver, Lorz, que tienen doce y nueve años. Yo creo que a estas alturas ya deben saber quién regala qué.
-¡Pues que nos lo expliquen a los demás, que nos hemos perdido hace un rato!
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