25 noviembre 2024

En bragas y camiseta



Lo de tener una hija que va al instituto está siendo todo un viaje lleno de descubrimientos. 
El mayor y principal de todos es que de pronto Todo Es Culpa Mía Siempre. 
Esto me ha pillado por sorpresa, porque yo pensaba que al llegar al instituto tendría más autonomía y por tanto yo tendría menos responsabilidades, pero de alguna forma hemos pasado a Algo Ha Salido Mal Le Puede Pasar A Cualquiera Vamos a Arreglarlo Juntas a Todo Es Culpa Mía Siempre.
Esto va a ser por la LOMLOE, seguro. 
Puto Perro Sanxe.
Como si se levanta tarde es culpa mía y si no desayuna es culpa mía y si no lleva chándal en día de educación física es culpa mía y si se le olvida la merienda es culpa mía y si no se peina es culpa mía, el resultado natural de las cosas es que, aunque entro a trabajar nueve horas más tarde, todos los días me levanto a las siete a asegurarme de que no hago nada mal que pueda ser culpa mía luego. 
No voy a entrar en el tema de si esto es mentalmente sano o no.
O tienes una hija adolescente o estás cuerda, pero las dos cosas no se puede. 
Irónicamente, esto es algo que no hacía cuando el año pasado iban al colegio, y que no hago con su hermano pequeño, que sigue yendo al colegio. 
Como decía, esto va a ser por la LOMLOE.
De vez en cuando tengo momentos de lucidez en los que me doy cuenta de que esto no puede ser.
Me levanto a las siete aunque entre a trabajar nueve horas más tarde, me aseguro de que desayune, se ponga el chándal, que se lleve la merienda, se peine... o sea, como todos los días, pero sin parar de soltarle la chapa durante todo el proceso:
-Es que no puede ser, yo tendría que estar durmiendo, donde vas con vaqueros que es martes, ya eres lo bastante mayor para hacer esto sola, coge la merienda, no sé dónde tienes la cabeza, el abrigo...
Lo sé, soy la peor madre del mundo.
Ya lo deduje yo sola cuando me di cuenta de que Todo Es Culpa Mía Siempre.
Una mañana, me vine arribísima y le dije: 
-Vas tardísimo. Cualquier día Amiga-chan se va a ir sin ti.
Porque queda con Amiga-chan para irse juntas, eh. A ver si os penséis que le doy la patada en la puerta y espero que llegue el instituto sola. No: le doy la patada en la puerta y espero que llegue al instituto acompañada.
Total, que le dije: 
-Vas tardísimo. Cualquier día Amiga-chan se va a ir sin ti -y añadí- y te vas a tener que ir tú sola.
Y Nena-chan se fue.
Lo siguiente que sé es que empezó a sonar un pitido.
El pitido resultó ser el móvil de Nena-chan, en concreto, una llamada entrante en el móvil de Nena-chan.
Que no se había llevado, porque yo estaba tan ocupada echándole la peta que no le había recordado que lo cogiera, como hago todos los días.
ZaraJota atinó a contestar la llamada. 
Era Amiga-chan.
-Que estoy esperando a Nena-chan y no viene.
-Pero si bajó hace un rato...
A partir de ahí todo está un poco borroso. 
Puede que entrara en shock.
No era la primera vez que Nena-chan desaparecía, las cosas como son. Puede que la vez anterior me dejara traumita.
Estuve meses con miedo a dormir porque soñaba que Nena-chan era un bebé y se perdía.
Por lo que sea.
El caso es que recuerdo vagamente decirle a Amiga-chan que no esperara, que tirara para el instituto ella sola, y que ya nos encargábamos del tema.
Ni siquiera se me ocurrió pensar en que la niña no podía tirar sola porque no lo había hecho nunca.
Estaba en shock.
También estaba en bragas y camiseta.
¿Por qué estas cosas siempre me pillan así?
Ni idea.
Me fui a la habitación e intenté vestirme pero era incapaz.
Estaba en shock, ¿vale? 
Amiga-chan tiró para el instituto con su padre, que no tenía previsto para nada darse ese paseo pero no iba a dejar la chiquilla sola y además se ofreció a mirar si veía a Nena-chan por el camino.
ZaraJota salió a ver si la encontraba por el barrio. Cero pruebas cero dudas de que lo hizo corriendo en círculos mientras agitaba los bracitos.
Yo seguía en bragas y camiseta.
Lo único que se me ocurría era esperar a las ocho y llamar al instituto a ver si había llegado.
El padre de Amiga-chan no la había visto en la puerta, así que...
Esperé a que empezaran las clases y llamé al instituto.
Seguía en bragas y camiseta.
-Hola, jeje, soy la madre de Nena-chan, jeje, es que ha habido un malentendido y, jeje, no sabemos si ha llegado a clase hoy, jeje, jeje, ¿me lo podrías confirmar? Es de primero...
-Voy a mirar -fue la respuesta. Por el tono, estoy razonablemente segura de que puso los ojos en blanco y pensó "todos los años hay una". Pero fue a mirar, y me confirmó que Nena-chan había llegado a clase y estaba perfectamente bien.
Bueno, al menos lo había estado hasta que la celadora apareció en clase y le dijo delante de todo el mundo que su madre estaba llamando por teléfono en plan loca de la colina.
Alabado sea el señor. 
Cuando la niña salió de clase, tuvimos una charla con ella. 
Ante todo, le dejamos claro que estábamos muy orgullosos de que hubiera sido capaz de llegar sola. Lo único, le dijimos, era que había que pulir algunos detalles porque, bueno, básicamente casi nos morimos del susto. Nosotros, la amiga, la familia de la amiga...
Otro día os hablo de mi úlcera.
-Es que no entiendo por qué te fuiste sola -le dijo Zarajota.
-Bueno, llegué a donde siempre y Amiga-chan no estaba, así que pensé que se había ido sin mí.
-¡Amiga-chan nunca se iría sin ti! ¿De donde has sacado semejante idea?

[Voz en off]: 
Vas tardísimo. Cualquier día Amiga-chan se va a ir sin ti...
se va a ir sin ti...
sin ti...
sin ti...
sin ti...

Vale, Todo Es Culpa Mía Siempre, lo admito.



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Se acerca la navidad y seguro que tenéis que hacer regalos de compromiso a gente que os cae mal.
Elegid libros de editoriales independientes y os aseguraréis de que hacéis feliz al menos a una persona: a la editora.






















 

11 noviembre 2024

La morfina está sobrevalorada


 Vamos a poner las cartas sobre la mesa: durante los últimos meses, he estado total y absolutamente convencida de que me iba a morir. 
No porque tuviera nada grave, qué va. Estaba bastante segura de que no lo era. El problema era que cuando eres una mujer gordita de mediana edad y no tienes ningún síntoma visible, solo dolor, lo más probable es que te lo estés inventando.
-Vete a casa y si te sigue doliendo tómate un ibuprofeno -te dicen. 
-¿Solo eso?
-Bueno, podrías ir pensando en perder peso.
Que no digo yo que no, pero cuando tienes sientes mucho dolor ahora, lo de "ve perdiendo peso ya si eso" suena un poco como a largo plazo. Y a gordofobia. Pero ese melón no lo vamos a abrir. 
El problema viene cuando después de tomar ibuprofeno sientes más dolor y vuelves a urgencias.
Que quizá os estáis preguntando que por qué no fui a mi médico de cabecera: pues porque fue él quien me derivó a urgencias. para que me hicieran una ecografía urgente. Como su propio nombre indica.
Pero no.
-Pues toma paracetamol -fue la respuesta del médico de urgencias.
-¿Solo eso?
-Bueno, podrías ir pensando en perder peso.
-Ajá.
El dolor empeoró considerablemente con el paracetamol.
El dolor llegaba lo era todo. Vivía con dolor, dormía con dolor, iba a trabajar con dolor y, cuando no podía más, me arrastraba con dolor a urgencias con la esperanza de que se dignaran a, cómo mínimo, hacerme la ecografía que el médico de cabecera había pedido. Pero nada. A lo largo de semanas, el dolor no se fue ni con paracetamol, ni con el diclofenaco, la buscapina, algo llamado odolonta y morfina. Por favor, no me hagáis hablar de la morfina. Está sobrevaloradísima.
Los médicos seguían pensando que mi problema era totalmente imaginario, o postural, o gases, o ansiedad o... espera un momento... espera que estoy viendo que tienes antecedentes de salud mental así que... ¿no lo estarás haciendo por llamar la atención? ¿No? Pueeeeees... ¿has pensado en perder peso?
Yo les pedía que por favor me hicieran una ecografía, que para eso me había mandado mi médico de cabecera, pero no.
-Es que aquí no estamos para diagnosticar.
Que yo eso lo entiendo, de verdad, pero si una persona va a urgencias porque el médico de cabecera considera que necesita una ecografía urgente, le recetas cualquier mierda, y luego sigue teniendo que ir corriendo día tras día porque el tratamiento que le estás poniendo solo sirve para empeorar la situación a lo mejor, a lo mejor, eh, llega un momento de dejar de jugar a la ruleta rusa y hacer una puñetera ecografía. O derivar al servicio normal para que te la hagan. O decirte claramente que estás gorda y ojalá te mueras, y al menos te ahorras los viajes a urgencias, yo qué sé, que están los taxis muy caros.
Durante días, días y días, solo tuve media hora de paz y fue gracias a la morfina (so-bre-va-lo-ra-da, que no os engañen) que me pusieron única y exclusivamente porque intentaron pincharme paracetamol, entré en pánico porque era de las cosas que peor me sentaban y entonces mi marido se vio obligado a intervenir. Entró en boxes, miró al médico a los ojos y le dijo: 
-De verdad le duele mucho. 
Como lo había dicho un hombre, y además estaba delgado, supongo que no les quedó más remedio que hacerle caso.
-Vamos a ponerte morfina. 
-No quiero que me pinchen más al tuntún, quiero que me hagan una ecografía para ver qué pasa.
-No podemos hacerte la ecografía si te duele tanto, te pinchamos morfina y cuando te haga efecto te hacemos la ecografía.
Aquello me pareció bastante razonable. Luego pensé en si le dirán lo mismo a la gente con apendicitis o una pierna partida en ocho trozos, y me pareció menos razonable, pero era lo que había.
-Bueno, vale. 
La morfina, que está sobrevaloradísima, me metió un viaje que la niña del Exorcista lo intenta y se queda corta. Mientras me veía convulsionar como si estuviera fuera de mi cuerpo, solo pensaba que me daba igual con tal de que me hicieran la puta ecografía. Mi marido me sujetaba a la cama y le preguntaba a los médicos si eso era normal y los médicos le decían que sí y se reían pero no me importaba, porque por fin me iban a hacer la puta ecografía. Y creo que se me fue el pis. Lo que fuera por la ecografía, ya casi estaba...
Así me dormí, pensando en la ecografía. 
Cuando el dolor volvió a despertarme, estaba sola otra vez; los niños llevaban muchas horas en casa y el algún momento del subidón le dije a mi marido que se fuera con ellos. Ya no necesitaba la validación de un hombre para que me creyeran. O eso pensaba yo.
El médico se acercó a la cama, todavía riéndose. 
-Qué sueño has echado, ¿eh? ¿Ya no te duele?
Literalmente me había despertado el dolor, pero no estaba yo en posición de llevarle la contraria a nadie.
-Ahora estoy mejor, ¿ya me pueden hacer la ecografía?
-¡Pero si estabas durmiendo tan ricamente hace un segundo! Eso es que ya no te hace falta. Vete para casa y si te duele toma paracetamol.
-¿...solo eso?
-Bueno, perder peso no te iría mal.
 Ah, bueno, pues haberlo dicho antes.



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