17 junio 2024

La tos felina


Pues resulta que un día empecé a toser y no le di mucha importancia porque me pasa como a Sabina, que siempre me dan ataques de tos en los momentos más inoportunos.

Lo que pasa es que era una tos muy rara. Como de perro pulgoso. O, puestos ya a compararme con un animal, como un gato cuando intenta expulsar una bola de pelo. "Tos felina", decían mis hijos. Tos de gato.
Y luego dejó de ser en momentos inoportunos a ser todo el rato y además con tanta fuerza que vomitaba y me hacía pis encima y ya me empecé a preocupar y pensé, voy a ir al médico, porque en Madrid es una cosa que tenemos. Agua, libertad y médicos.
Bueno, médicos a lo mejor no tanto, porque cuando intenté pedir cita me la daban para dos semanas y pensé: como tenga que esperar lo mismo voy y me muero. Con lo mal que me viene ahora mismo.
Iba a tener que ir a urgencias, que como todo el mundo sabe es algo que no se puede hacer porque luego va el médico a las redes sociales a quejarse en plan "pues no me ha venido una gilipollas a urgencias por un poco de tos".
Eso, si llegaba a ver al médico, porque las chicas del mostrador del ambulatorio son, a ver cómo lo digo suavemente, BORDES QUE TE CAGAS. Es como si pensaran que la gente se pusiera enferma para molestar. O como si creyeran que los enfermos tienen la culpa de todos sus problemas que, llamadme loca, a lo mejor se solventaban no votando a psicópatas mataviejos o, yo qué sé, sindicándose para luchar por sus derechos, cosas más raras se han visto.
El caso es que iba para el ambulatorio más acojonada por tener que pasar por el mostrador que por la tontería esa de estar tosiendo hasta la muerte.
Por lo que sea.
Crucé la puerta del ambulatorio con el culo más apretao que el hueso de un melocotón y las chicas del mostrador me recibieron con la amabilidad habitual.
-QUE TIENES QUE COGER NÚMERO.
-Vale -dije. Y empecé a toser. Tosí tanto que me doblé sobre mi misma, se me escapó el pis (gracias Tena Lady por tanto), vomité en la mascarilla y se me empañaron las gafas, con lo molesto que es eso.
-BUENO NO COJAS NÚMERO EH.
-Vale.
-PERO TAMPOCO TE ACERQUES.
La chica del mostrador estiró el brazo todo lo que pudo para que le dejara la tarjeta sanitaria en una de esas bacinillas de cartón que usan desde el covid para evitar el contacto con las personas humanas.
No vaya a ser que se les pegue algo.
Como la humanidad, por ejemplo.
Aproveché ese momento de atención al paciente inesperada y conseguí decir entre toses:
-Contacto... tos... ferina. 
-¿HAS ESTADO EN CONTACTO CON ALGUIEN CON TOS FERINA?
En realidad había sido un contacto indirecto, y la persona intermedia no había mostrado el menor síntoma y sigue sin mostrarlo hasta la fecha, pero estaba yo como para entrar en detalles.
Asentí con la cabeza.
Lo que, bien pensado, quizá no fuera la mejor ideas cuando tienes vómito embolsado en la mascarilla.
-SIÉNTATE LO MÁS LEJOS POSIBLE Y MANTENTE APARTADA DE TODO EL MUNDO.
-Pero...
-AHORA VIENE ALGUIEN.
Me senté lo más lejos posible y me las apañé para hacer el cambio de mascarilla porque me da a mí que una vez que la has potado de arriba a abajo pierden un poco de eficacia. 
Mientras tanto, en el mostrador se había formado tremendo revuelo. Una de las chicas preguntaba a gritos dónde estaba la caja con sus mascarillas. Otra hablaba por teléfono con no sé quién haciendo aspavientos. La tercera intentaba darle cita a un señor que no le hacía ni caso porque estaba más ocupado en mirarme de reojo y mantener una saludable distancia. Los viejos que hasta hace un minuto antes estaban peleándose por colarse en las analísticas habían hecho piña y me observaban con recelo desde la pared más alejada a mí.
Yo seguía tosiendo mientras me maravillaba por la capacidad de absorción de la braga de incontinencia Tena Lady, que no ha patrocinado este post pero puede empezar cuando quiera.
-AQUÍ ESTÁ LA DOCTORA -me gritaron desde el mostrador.
Y, efectivamente, se me acercó una doctora.
Pero se me acercó poco. Como a dos o tres metros.
-¿Que tienes tos?
No contesté porque no hizo falta, es lo que tiene la tos, que como que se contesta sola.
-AHORA ESCÚCHAME CON MUCHA ATENCIÓN -me dijo-, TÚ MEDICO DE CABECERA EMPIEZA SU JORNADA EN DIEZ MINUTOS. SUBE A LA SALA DE ESPERA SIN ACERCARTE A NADIE Y SIÉNTATE LO MÁS LEJOS POSIBLE DEL RESTO DE LA GENTE. ¿ME HAS ENTENDIDO?
Asentí otra vez. Con la mascarilla limpia me salió mucho mejor. 
-PERFECTO. 
Y salió corriendo.
Estaba absolutamente maravillada por que no me hubieran salido con "eso no es una urgenciaaaa", "por qué no has pedido citaaaa" y todas las lindezas que te suelen decir cuando tienes la osadía de pasar por el ambulatorio, y eché a correr para la consulta de mi médico como si me fuera la vida en ello.
Bueno, estaba tosiendo como si la vida me fuera en ello, así que normal, supongo. 
Me senté lo más lejos que pude del resto de los pacientes, que tampoco fue difícil porque según me iban oyendo toser se apartaban de mí como las aguas del Mar Rojo. 
Y me puse a toser.
Y a toser. 
Y a toser.
Y a toser.
Y a toser. 
Con algo me tenía que entretener, porque se me había olvidado descargarme los Bridgerton. 
Tampoco me hubiera dado tiempo, porque el médico me llamó a una velocidad inaudita que para mí que no habían pasado los diez minutos y ni había empezado su jornada laboral ni nada pero tampoco seré yo quien me queje cuando francamente me estaba ahogando.
-Así que tienes tos.
-¿Tos... ferina?
-Podría ser porque hay un brote y esa tos es muy característica -"Muy felina", pensé para mis adentros-, lo que pasa es que es imposible saberlo.
-¿No... existen... test?
-A ver, existir existen, lo que pasa es que en los ambulatorios ya no hay.
Son como las meigas, los test.
-Si te pusieras muy mal podrías ir al hospital y que te lo hagan.
-¿Cómo... de... mal?
O sea, que yo en ese momento me sentía bastante mal. Por supuesto tenía la tos, los vómitos, la incontinencia, el dolor de cabeza y muscular y las agujetas de tanto toser. Pero sobre todo es que había salido de casa sin desayunar y a mí estar en ayunas me pone un cuerpo horroroso.
-Si te pones tan mal que no puedes ni hablar.
-Entonces... no... hará... falta...
Porque yo puedo estar sin comer, sin contener, sin dormir y sin respirar si hace falta, pero antes de dejar de hablar REVIENTO. 

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03 junio 2024

A la hora en punto


 
Vosotros no lo sabéis porque no os lo he dicho nunca, pero mi gato está gordo fuertecito.
Cuando llegó a mi casa pesaba, según su cartilla, 13,5 kilos, que es un peso muy razonable si eres, pongamos por caso, un tigre, pero empieza a ser un poco demasiado para un gato.
El veterinario me echó la bronca como si lo hubiera cebado yo, pero claro, supongo que me vio gorda y la gordura es como el mariconismo, que se pega por contacto, así que dio por hecho que la culpable era yo.
Esto me sentó regular tirando a mal y me tomé como un reto personal que el gato recuperara su peso ideal.
Bueno, su peso ideal no, porque según el veterinario su peso ideal son 7 kilos y a mí me parece que un gato con esta envergadura (jajajaja, en verga dura, jajajaja) si se queda en 7 kilos va a ir desmayándose por las esquinas. 
Así fue como llegó a nuestras vidas el dispensador automático o, como lo llama Patch, el dispiensador.
Al gato, que le retiráramos el comedero y le pusiéramos aquello no le hizo ninguna gracia.
Podría decirse que se cagó en mis muertos pero en realidad donde se cagó fue en mis zapatos. 
Dentro, en todo el medio.
Jamás una mierda de gato había sido depositada con tanta precisión.
Al menos, pensé, el gato sabe quién manda en esta casa.
Los zapatos salieron de nuestras vidas pero el dispensador se quedó.
Más o menos.
Porque el primero vino con un pequeño defecto de fábrica y se adelantaba más o menos un minuto en cada toma, y como eran seis tomas (muy pequeñas, eh) al día se adelantaba seis minutos al día, y a los diez días ya era una hora, y al más ya estaba tomando siete tomas en vez de seis, y a los dos meses ha eran ocho.
Que no es que el gato se quejara.
Él lo llevaba con resignación. O sea, se estaba poniendo gocho, como para quejarse.
Pero a nosotros nos pareció que aquello estaba empeorando el problema, reclamamos al fabricante y nos devolvieron el dinero, que no la paz.
Entonces fue cuando nos regalaron otro dispiensador.
Este funciona perfectamente y además el depósito es tan grande que podemos olvidar de rellenarlo durante semanas.
A veces demasiado.
Hace unos días me desperté a las seis de la mañana con muchísimas ganas de hacer pis.
Esto es raro, porque una de las tomas del dispiensador es a las dos de la mañana, y después de comer el gato siempre necesita desalojar, y cuando necesita desalojar siempre me despierta para que le abra la puerta de la terraza, y yo todas las noches a las dos de la mañana me levanto, voy a la cocina, le explico al gato que la puerta de la terraza está abierta, que es corredera, el gato me dice "ah, sí", y yo ya aprovecho que estoy de pie aprovecho para hacer pis.
Por eso era raro que me despertara a las seis de la mañana con ganas de hacer pis, porque normalmente ya lo tengo hecho de las dos.
Pero ese día el gato no me había despertado.
Pensé que por fin había aprendido a distinguir los estados "abierto" y "cerrado" de la puerta de la terraza y me regocijé en todas las noches de dormir del tirón que me esperaban por delante. El gato, mientras tanto, maullaba delante del comedero.
-No toca hasta las ocho.
-Miau.
-Quedan dos horas.
-Miau.
-Ni miau ni miou, Comes cuando te toque.
A las ocho, el gato se puso pesadísimo pero yo llegaba tarde a trabajar y no le hice ni caso.
A las dos, el gato se puso pesadísimo pero ZaraJota llegaba tarde a recoger a los niños y no le hizo ni caso.
A las ocho (de la tarde) el gato se puso pesadísimo de nuevo.
-Acabas de comer.
-MIAU.
-Hasta las dos no vuelve a tocar.
-MIAU.
-No es culpa mía, es el dispiensador. El malo, el dispiensador, es maaalooo.
Al gato no le convencieron mis argumentos de peso y siguió dando la turra. Como nunca. Se frotaba contra mí, maullaba como un descosido, agredía al dispiensador (le hacía el medievo, que diría también Patch)...
-Tu gato está tontísimo. 
ZaraJota Vino a Ver. 
Cuando ZaraJota Viene a Ver pasan cosas.
-Lorz, el dispiensador está vacío.
-Uy...
-Con razón está tan pesado, se ha debido saltar una toma.
Sí, sí, una.


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El problema de escribir libros es que luego pretendes venderlos. pretendes venderlos.