12 diciembre 2022

El mojón


 
Pues voy a contar aquí la historia de cuando casi nos parten la cara en Barcelona, por si Twitter se cae que no se pierda para siempre como lágrimas en la lluvia.
Todo empezó cuando nos fuimos a Barcelona a pasar un fin de semana largo. Y tan largo. El plan era salir tempranito y llegar a Barcelona sobre la hora de comer pero, por motivos en los que prefiero no entrar porque a lo mejor estáis comiendo, sobre las once de la mañana estábamos en lo que parecía un polígono industrial, con las pistas de Barajas a la izquierda y un edificio en el que ponía Airbus a la derecha, con un niño en pelota picada esperando bajo la lluvia a que los adultos encontraran ropa seca y limpiaran de vómito el asiento trasero. Y parte del delantero. Y del techo. Que es panorámico, de cristal. Ahí dejo el dato para dar color a la narración.
Así que llegamos a Barcelona tarde. Y cansados. Y con un perfume embriagador, eso también.
Entonces fue cuando nos encontramos con que el barrio se está gentrificando a una velocidad loca y todo es zona verde que mira, si hay que pagar se paga, pero es que además aproximadamente el 210% de las plazas de aparcamiento son ahora para moto, según un estudio avalado por la TBU.
A mí me hubiera encantado ir a Barcelona en moto y aparcar a la primera en alguno de los varios cientos de miles de millones de huecos libres, pero por desgracia había ido en un Picasso de siete plazas y eso ya era más complicado de aparcar, al menos según ZaraJota, porque lo que es yo he leído al menos tres tazas de Mr. Wonderful y sé que querer es poder.
-Muy bien, muy bien -me dijo ZaraJota-. Pues a ver si quieres callarte un poquito. 
Que lo dijo así con retintín, así que pensé que seguramente era la típica cosa que dice queriendo decir otra y no le hice caso, y por eso seguí compartiendo con él absolutamente todo lo que se me pasaba por la cabeza mientras él daba vueltas durante horas. Y horas. Y horas. Y HORAS. Hasta que dio con un huequito para aparcar en batería. Complicado pero suficiente.
Con tan mala suerte de que justo delante se quedó libre otro huequito en batería y rápidamente llegó otro coche para ocuparlo, pero no podía porque nuestro coche sobresalía mucho y no dejaba espacio para maniobrar. 
-¡Échalo más para atrás! -nos gritó el conductor.
-¡No puedo! -contestó ZaraJota-. ¡Hay una piedra! 
-¿Que qué?
-¡UNA PIEDRA!
Para mí que el problema aquí fueron los dos motores de los coches, las ventanillas subidas y que "piedra" suena sospechosamente parecido a "mierda". Porque el coche de delante frenó de pronto, se abrió la puerta del copiloto y se bajó un señor directamente venido de los ochentas (no descartemos que llevara desde entonces intentando aparcar): calvete por delante, mullet por detrás, chupa de cuero con chinchetas, piercings y tatuajes en toda la piel visible y la latita de cerveza en la mano.
El susodicho enfiló hacia nuestro coche, momento que yo aproveché para echar el pestillo de mi puerta porque estaba claro que alguien iba a morir y prefería no ser yo, además ZaraJota lleva más años pagando el seguro de entierro y nos compensa más que se muera él. Que yo lo digo por el bien de nuestra economía doméstica, no porque tenga ningún interés personan en seguir viva.
-Que te eches patrás -le dice el señor a Zarajota.
-Que no puedo, que hay una piedra.
-Que piedra ni que piedra.
-Míralo tú, que si me echo más para atrás me como la piedra.
Y lo dijo ahí con todo su tono quinqui de barrio, porque uno puede dejar la Trinidad, pero la Trinidad nunca te deja a ti. Así que el señor se va para la trasera del coche, sin soltar su lata, y dice:
-Pues sí que hay una piedra.
A lo que yo, que viendo que el peligro ya había pasado me había bajado del coche porque dentro olía mucho a vómito para apoyar a mi marido, añadí.
-En realidad es más bien un mojón.
ZaraJota me miró. En concreto, me miró mal, con ese tipo de mirada que dice: calla, que todavía nos raja por bocazas.
Mister Muller seguía mirando el mojón.
-Esto entre tú y yo lo movemos -le dice a ZaraJota.
Y ZaraJota, ya totalmente entregado al quinquismo: 
-Venga.
-Voy llamando a la ambulancia -les dije yo, por aportar mi granito de arena a la situación.
Entonces va el señor va e intenta mover el mojón. Sin soltar la lata, porque debía ser una lata de poder o algo, pero no lo bastante porque el mojón no se mueve.
-Pues nada, jajajaja.
-Jajajaja.
ZaraJota estaba ya quinqui full power, que solo le faltó darse palmadas en la espalda con el señor y hacer el saludo secreto, de verdad, yo estaba totalmente fascinada con el fenómeno. Mientras tanto, la conductora del otro coche había terminado de aparcar y se bajó con su correspondiente lata de cerveza en la mano. Que a lo mejor para circular por Barcelona es obligatoria, no digo yo que no. 
-Que había una piedra -le dice el señor.
-¿Una piedra?
-Jajajaja, una piedra, jajajaja, bueno, adeu, bona nit.
Y ZaraJota:
-Bona nit, merci.
Y yo: 
-Pero a ver, 'merci' por qué.
Y ZaraJota:
-Pues por no rajarnos, ¿no le has visto las pintas?
Y yo: 
-Ah, sí, jajajajaja, gracias, eh, hasta luego. 
Y así fue como llegamos a la casa de la suegra, cansados, empapados y oliendo a vómito, y nos pregunta:
-¿Habéis aparcado bien?
-Sí, sí.
-Pues es raro, que últimamente está muy difícil aparcar.
Difícil no sé, pero peligroso un rato.



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Este fin de semana tengo sesión doble:
El día 17 estaré todo el día en Santa Librada (Madrid), en la mesa de FoscaNetworks casi todo el día, porque a las 17:00 ZaraJota y yo perpetramos una charla.

El domingo 18, estaré en la Fira de Nadal de La Sagrera (Barcelona), también todo el día, en la mesita de FoscaNetworks.