12 julio 2021

¡Vacunada!




Pues nada, ya tengo la vacuna.
Bueno, solo la primera dosis. Que soy joven y eso. 
Vale, la segunda me toca la semana que viene, pero quién lleva la cuenta.
Como decía, ya tengo la vacuna y estoy tan contenta que incluso he empezado a abrazar a algunas personas seleccionadas. Con las mascarilla puesta y sin gozarlo, por si acaso.
Para conseguir cita sólo necesité apuntarme al bot de telegram que te avisa de cuando se abre tu tramo de edad, tener permanentemente abierta la página de autocita y actualizarla cada treinta segundos o así. 
Pero así como de soslayo y eso, fingiendo desinterés. 
Cuando por fin se pudo, además, ZaraJota y yo tuvimos la inmensa suerte de autocitarnos mismo día, mismo sitio, con tan solo media hora de diferencia. 
-¿Y qué hacemos con los niños? -me preguntó.
-¿Ese día o en general desde que nacieron?
-Ese día.
-Ah, porque si es desde que nacieron todavía no tengo la más remota idea... Pues que se queden con mi madre un rato. 
Porque claro, si no contamos a los gatos, mis padres y los niños son cuatro personas, que es lo que está (estaba) permitido en interiores por esas fechas. 
-O toda la tarde -me dijo ZaraJota, poniendo voz sexi. Bueno, la suya normal. 
-Ahora que lo dices, quizá deberían quedarse a dormir. Por si la vacuna nos da reacción y eso.
-Claro, reacción
Porque hay una cosa de la que se habla muy poco, y es el daño que ha hecho la pandemia, y en concreto el confinamiento, a la vida sexual de las parejas con hijos pequeños. 
Así que os lo voy a decir yo: TODO. 
Los niños pandemial no se cansan como antes. Pasan menos tiempo en el parque, hacen las extraescolares por zoom, llegan temprano a casa, si es que llegaron a salir. Los niños pandemial llegan a la noche frescos como una lechuga. Los niños pandemial no se duermen jamás
Y, cuando se duermen, es un sueño ligero, con terrores y pesadillas. Pero no me voy a meter en cómo la pandemia les está jodiendo el cerebro a los niños, que entonces no acabo nunca. 
Por desgracia, los papás pandemial siguen haciendo cosas como trabajar y las tareas domésticas, por lo que llegan a la noche como siempre. 
Y sí, ya sé que en teoría se puede jugar al parchís de día. Pero yo no tengo el cuerpo ya como para hacerlo bajo el mueble del fregadero, qué queréis que os diga.
Volviendo a la vacuna, ZaraJota y yo pensamos que lo mejor era que los niños se fueran a pasar la noche con mis padres. Por si la vacuna nos daba reacción y eso. 
GUIÑO, GUIÑO, CODAZO, CODAZO. 
Voy a confesar aquí y ahora que, en el fondo, yo creía que la vacuna no nos daría reacción ninguna. La mayor parte de la gente que conozco sólo ha tenido dolor en el punto del pinchazo, rigidez en el brazo o, en el peorcísimo de los casos, una noche de febrícula y dolor de cabeza. Así que era optimista al respecto.
ZaraJota y yo nos fuimos al Winzip Center o como se llame, nos pusimos nuestra vacuna y salimos de allí dispuestos a jugar al parchís hasta echar el techo abajo según llegáramos a casa. 
Habíamos esperado los quince minutos de rigor y no habíamos notado absolutamente nada, así que éramos optimistas. Íbamos en el metro tan felices, con nuestros pensamientos sucios y todo eso, cuando de pronto sentí lo que se podría describir como un golpe de remo.
De pronto no tenía energía ni para hablar y eso, viniendo de mí, es mucho. No recuerdo casi nada del trayecto y cuando llegué a casa me metí en la cama con escalofríos, dolor muscular y preciosas alucinaciones en la que me sentaba sobre un tupper y saltaba desde un trampolín para participar en una carrera.
Seguro que Freud tendría mucho que decir al respecto.
El caso es que, tres días más tarde, cuando por fin empecé a reconectar con la realidad (dentro de mis posibilidades) llegué a la conclusión de que si la vacuna le sienta mal a una de cada equismil personas, yo había sido una de las afortunadas. Y a mucha honra, porque si he cubierto el cupo yo, a lo mejor no tiene que cubrirlo una persona de riesgo.
La estadística es así, no me lo estoy inventado yo.
-Espero -me dijo ZaraJota-, que al menos sea efectiva contra el virus.
-Pues contra el virus no sé -le dije-, pero como anticonceptivo es efectivísima. 


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