09 septiembre 2019

Linneo

Después de pasar un mes en el pueblo correteando salvajes y prácticamente desnudos, la vuelta al piso en Madrid fue un poco el infierno, sobre todo porque además había que hacer gestiones y papeleos y limpieza y cambio de armarios y compra de libros y cosas.
Aún así me propuse que todas las mañanas me llevaría a los niños de excursión; solo les puse una condición: que consiguiéramos salir de casa razonablemente limpios y vestidos antes de las once de la mañana.
El resultado de esta política es que un día, UNO, nos fuimos de excursión al Jardín Botánico. Y porque a los niños se les cruzaron los cables y se despertaron ambos a las seis de la mañana. Y porque les informé, muy diplomática y pedagógicamente, de que nos iríamos a hacer una p*t* excursión aunque tuviera que agarrarles de las p*t*s orejas y arrastrar sus p*t*s cuerpos inanes por el suelo. Con un palo.
Así fue como, de manera voluntaria y sin mediar presión externa, los niños y yo acabamos en el Jardín Botánico, que es un sitio maravilloso para ir llueva, nueve o brille el sol, a cualquier hora del día y en cualquier momento del año.
Y así fue como, no sé muy bien cómo, una cosa llevó a la otra y acabé explicándole a Nena-chan el sistema de clasificación de Linneo.
Nena-chan me miraba a mí y miraba las etiquetas de las flores con la boca abierta y alternativamente como si no se acabara de creer las extensiones a las que puede llegar la estupidez humana.
–¿Y por qué no llaman a las plantas por su nombre y ya está? Por ejemplo, una rosa es una rosa.
–Es una rosa es una rosa es una rosa es una rosa es una rosa es una rosa es una rosa es una rosa es una... –Nena-chan me dio un par de golpecitos. Es que sabe que a veces me atasco–. Bueno, es que hay muchos tipos de rosa, necesitan nombres distintos para distinguirlas.
–Pues que las distingan por el colooooor.
Nena-chan puso los ojos en blanco. Desde luego es que los adultos no nos enteramos de nada.
–Es que hay que tener en cuenta otras cosas.
–¿Qué cosas?
–Pues otras cosas, no sé.
–¿Por qué no lo sabes?
–Porque no soy científica.
–¿Por qué?
–Porque a mí me iban más las letras.
–¿Por qué? ¿No preferías hacer algo interesante con tu vida?
Me quedé mirando la niña con la boca abierta mientras pensaba en vidas interesantes como, por ejemplo, la de Herodes.
–Bueno –conseguí articular–, las letras también son interesantes.
–¿Para quién?
Para Herodes.
–Bueno, pues... para mí, por ejemplo.
–Ya, yo decía gente importante.
Como Herodes.
–Bu-bueno. Los científicos necesitan las letras para contar sus descubrimientos.
–Pero pueden pedirle a otros que lo hagan.
Anda, mira: como Herodes.

6 comentarios:

Viñu dijo...

¡Viva Herodes!

Condesadedia dijo...

Pobre Herodes, el personaje más injustamente desprestigiado de la historia :(

Necio Hutopo dijo...

Yo sigo creyendo que la niña lo hace a propósito.

Genín dijo...

Claro tia, es que no te enteras, "Gente importante" :)
Besos y salud

Nymeria Solo dijo...

No he podido evitar acordarme de aquello de "te ..... como Herodes" ��

lorzagirl dijo...

Viñu, ¡que viva!

Condesadedia, tiene mala fama y solo por matar a varios cientos de niños, yo es que no me lo explico.

Hutopo, pues claro. Va para troll.

Genín, le falta decir "no como tú".

Nymeria, y a ratos como Pilatos.