17 diciembre 2018

Solo sé que no sé nada, 2

Previously in Lorz...
Yo qué sé.

Llegó un punto en que la única que no sabía el secreto de la sorpresa era Nena-chan, precisamente la persona que iba a darla.
Eso sí, ella estaba emocionadísima.
El día D a la hora H, mi madre y yo nos subimos al tren con los dos niños, los abrigos, dos maletas, su bolso, mi mochila, la mochila de los juguetes, la bolsa de la merienda, la bolsa con los sándwiches de Rodilla que un niño más grande y más fuerte que ella le había obligado a comprar, un ramo de flores y una caja con pasteles.
-Lo bueno de ir a casa de tu tía -me dijo mi madre-, es que tiene de todo y no hace falta que llevemos mucho equipaje.
Yo no hice ningún comentario, pero la verdad es que si eso le parecía poco equipaje me gustaría saber exactamente qué llevaba cuando se fue con mi padre a recorrer Italia, y si alquilaron un remolque o directamente un camión de dos cuerpos.
Mientras nosotras colocábamos la impedimenta, Nena-chan y Nene-kun habían localizado sus asientos, habían bajado las bandejas y dispuesto los juguetes en lo más parecido posible a un bazar.
Mi madre se quedó boquiabierta.
-Estos niños, ¿es que no se extrañan de nada?
Que una vez más me tuve que callar, pero cómo se van a extrañar de nada estos niños, si les hacemos cada cosa que ya están curados de espanto con todo.
Entre nuestros grandes hits vacacionales: tomar un tren, un cercanías y un autobús que nos dejó en mitad de un descampado, desde donde tuvimos que cargar con los dos niños y toda la parafernalia hasta un cámping; alquilar un coche automático que ZaraJota claramente no sabía manejar, y del que nuestras costillas todavía se acuerdan; equivocarnos de parada y bajarnos dos antes, y tener que andar dos kilómetros por un polígono desierto y bajo cero; perdernos en mitad del bosque, por supuesto a pie y con un jabalí acechando; y por favor no olvidemos aquella vez que me pareció una idea grandiosa ir con Nena-chan, entonces un Bebé-chan de un año, y equipaje para un mes a Barcelona, en metro y vuelta hasta la Boquería para ver a la familia de ZaraJota, después en cercanías hasta Blanes, luego en autobús hasta la casa del Tito, autobús y cercanías de vuelta para Barcelona y tren hasta Valencia, donde nos estaba esperando ZaraJota. Y luego que por qué me duele la espalda. 
En cualquier caso, los niños estaban encantados con el viaje, la sorpresa, los juguetes y las chuches que les había comprado con la esperanza de comérmelas yo.
Vana esperanza, diría. 
Además yo empecé en plan telonero a caldear el ambiente.
-¿Dónde vamos?
-¡Al Cuerto de Santa María!
-¿A quién vamos a ver?
-A la tita del Cuerto y del Sur.
Y de Todos los Santos, amén. 
-¿Y ella lo sabe?
-Nooooooo, es una SORPRESA.
-Anda, ¿y cómo vamos a hacer para que nos abra el portal sin enterarse?
-...
-Ya sé, podemos decir que somos un cartero comercial.
-¿Cartero comercial?
-Es el señor que deja en el buzón los folletos de juguetes.
Entre otras muchas mierdas que no voy a entrar a describir. 
-Ahhhh.
-A ver, Nena-chan, cómo lo dices.
-Cartero comercial.
-No, no. La voz más grave.
-Cartero comercial. 
-Perfecto. Sigue practicando hasta que lleguemos, que mamá se va echar una siesta.
Pues como diez mil horas más tarde, porque los viajes con los niños siempre son eternos, llegamos a la puerta de la Tita del Cuerto, del Sur y de Todos los Santos. Le endosamos el ramo de flores a la niña, los pasteles al niño, y llamamos al telefonillo.
-Holaaaaa, ¿quién es?
-Cartero comercial. 
-Ah, sí, pase, pase.
La verdad sea dicha: Dios no llamó a mi tía para el mundo de la actuación. Pero la niña estaba tan emocionada que le dio lo mismo.
Subimos a casa de mi tía, plantamos a la niña, al niño, el ramo de flores y los pasteles delante de la puerta, llamamos al timbre y mi madre y yo nos escondimos en el hueco de la escalera, riéndonos discretamente a todo volumen.
Dios tampoco nos ha llamado para ser actrices, para qué nos vamos a engañar.
Mi tía abrió la puerta y se encontró el panorama niña, niño, flores, pastel.
-Ay, qué sorpresa más grandeeeeee.
Lo siento, Tita, este año el Oscar tampoco.
Mi madre y yo salimos del escondite y entramos todos a la casa, donde mi tía estaba explicándoles a los niños que ella no se lo esperaba PARA NADA.
-Ay, ay, como no habéis avisado no tengo juguetes para vosotros.
-Bueno, no pasa nada -dije.
-¿Qué tal el viaje?
-Mátame -mi madre me dio un codazo. Es que está en contra de la violencia en general, pero no contra mí en concreto.
-Ay, pobres. ¿Queréis tomar algo? Tengo zumos, colacao, franfurkechu, chocolate y galletas. Pero de casualidad, ¿eh? Porque yo no tenía ni idea de que veníais. 
Menos mal que era un viaje sorpresa, porque si llegamos a estar encubriendo un asesinato lo llevábamos claro.

4 comentarios:

viñu dijo...

Si hubiera sido un crimen, Nena-Chan habría dicho quien era el autor... el cartero comercial, así que lo habríais encubierto perfectamente.

Fonsoelegido dijo...

Lo importante es que el público se creyó la actuación

Genín dijo...

Está mejor así, a lo peor, de haber sido sorpresa de verdad, puede que le diera un patatús al abrir la puerta...jajaja
Besos y salud

Necio Hutopo dijo...

Y bueno, la niña no ha llamado dos veces, así que al menos esa parte de su papel la ha hecho bien.
(Sí, vale, aquello ha sido un poco una referencia cinematográfica demasiado oscura)