18 junio 2018

Mi infancia son recuerdos

La telenovela era esta.
Gracias.
Ahora ya puedo dormir por las noches. 


Pues el otro día estaba hablando con Hermano Pequeño porque estaba sentado delante de mí y no me quedaba más remedio, y una cosa llevó a la otra y acabamos comentando lo raro que es ser de pueblo y vivir en Madrid, sobre todo cuando oímos a gente de nuestra edad hablando sobre sus infancias y nos damos cuenta de que no tenemos absolutamente nada en común con ellos, y nos sentimos como marcianos por dentro, pero marcianos no en plan Matt Damon, sino en plan Mars Attacks!.
Por ejemplo, hasta que entré en la universidad jamás había oído hablar de Parchís, ni visto ninguna de las películas, aunque sí había escuchado algunas canciones porque el concepto de tortura es universal. Lo mismo me pasaba con Enrique y Ana. No había visto Los Goonies ni El cristal oscuro, aunque sí otras porque teníamos videoclub. La primera vez que entré en un parque de bolas fue con mis hijos, y lo mismo me pasó con un cumpleaños en un Burger King. Y esto os va a flipar, pero el concepto de ir al parque con los niños es totalmente nuevo para mí. Cuando veníamos de visita, mi abuela nos llevaba a la plaza de Peñuelas hasta que la tomaron los yonquis, y luego a Gasómetro hasta que lo tomaron los yonquis. También íbamos a los toboganes del paseo marítimo de Blanes, cuando estábamos ahí. Ese no lo tomaron los yonquis, y sigue en el mismo sitio. Pero el concepto de "llevar a los niños al parque" en el pueblo simplemente no existía. Probablemente porque el parque estaba tomado por los yonquis, ahora que lo pienso. Y los columpios estaban rotos y llenos de óxido y basura y no había ni una puñetera sombra. Y, además, en general los padres no llevaban a los niños a ningún lado: los padres se iban al bar y los niños iban detrás. 
Me estoy yendo por las ramas. 
Pues eso, que estaba hablando con Hermano Pequeño sobre lo raros que somos y lo totalmente incomprensible que nos resulta la infancia de nuestros amigos, y entonces empecé a darle vueltas a cosas y he hecho una lista, y eso está bien, porque ya que no puedo ser una lista al menos puedo hacer una lista, y además a la gente le gustan las listas.
Estas son las cosas que hago diferente por ser de pueblo:
Y por estar loca de atar. 
Imposible saber cuál de las dos cosas pesa más. 


1. Siempre me lavo las manos con agua fría. 
El agua no tenía suficiente presión para hacer saltar el calentador cuando abríamos el grifo del lavabo, así que salía fría de todas formas. Veinte años después de dejar el pueblo, sigo abriendo siempre el agua fría porque para qué. 

2. Los cortes de agua me provocan pánico. 
Viví varios años de sequía en los que solo teníamos suministro de agua durante unas pocas horas al día, o incluso cada varios días. Si llego a casa y han cortado el agua, rápidamente pienso que vamos a morir todos. 

3. Me pone nerviosa oír el agua del grifo correr. 
¿No has leído el punto anterior? No malgastes el agua. Podríamos morir todos. 

4. Creo que la palabra "arroyo" tiene connotaciones negativas. 
La basura se tiraba al arroyo, las aguas fecales iban a parar al arroyo, los cachorritos no deseados se metían en una bolsa y al arroyo, y cuando nos portábamos mal nos decían que nos iban a tirar al arroyo. No entendía, y sigo sin entender, por qué meten tantos arroyos en los cuentos de hadas. Higiene, por favor. 

5. Me encantan las bolsas de basura, porque antes no había. 
La basura se metía en un cubo sin bolsa ni nada y de ahí iba directa a nunca-adivinaréis-dónde. 
Sí, al arroyo.

6. Las bolsas usadas me ponen nerviosa.
Cuando por fin empezamos a poner bolsas en el cubo, eran bolsas de la compra usadas. Ahora veo una bolsa de plástico usada y pienso en basura. No me acerquéis bolsas de plástico usadas. No metáis mi comida en bolsas de plástico usadas. No me la comeré. Pero al menos ya estará metida en una bolsa que podré tirar al arroyo, algo llevamos adelantado. 

7. Ya que estamos hablando de comida, todos los domingos me sorprendo porque se pueda comprar pan. 
Los domingos las panaderías del pueblo cerraban; los sábados se compraba pan doble. Podías ir a la fábrica de pan directamente o podías esperar a que el panadero pasara por tu calle y tocara el claxon; entonces todas las mujeres salían como quiera que estuvieran a comprar pan de una furgoneta que debía violar como media docena de leyes municipales y de sanidad pública, que a ver si os creéis que el panadero cogía el pan con guantes de plástico o algo. 
Volviendo al tema, los domingo no había ni fábrica ni furgoneta. 
Había varías panaderías y se podrían haber turnado para abrir los domingos, pero eso habría implicado diálogo y probablemente el fin de universo tal y como lo conocemos. 
Lo que sí abría los domingos era la pastelería. Con el tiempo, pensaron que ya que estaban podían vender pan. Bueno, pan no. Que lo mismo los panaderos se enfadaban. Vendían baguettes. Eran más pequeñas y finas que una barra normal, costaban más y se vendían como pan caliente. 
¿Lo pilláis? Porque era pan, y estaba recién hecho. EN DOMINGO. Un locurón. 

8. He tardado años en comprender que El País Semanal se publicaba los domingos.
En el pueblo lo comprábamos los sábados porque, una vez más, la papelería cerraba los domingos. 
Pero eso no significa que los domingos no hubiera prensa: el periódico de los domingos se compraba directamente en la casa de la propietaria de la papelería, que estaba justo encima de la tienda. ¿Tiene todo esto algún sentido? Seguramente sí. Pero no me preguntéis cuál. 

9. No entiendo el clima de Madrid. 
En Córdoba puede llegar a hacer mucho frío. MUCHO. Pero si sale el sol, la temperatura sube, aunque sea un poco. Esto de que en Madrid pueda hacer sol y frío intenso al mismo tiempo, os lo digo claramente, NO ME PARECE NORMAL. 
Tampoco entiendo el tema este de la lluvia. Puedo entender una tormenta salvaje que en una hora deje inundado medio pueblo y se lleve por delante yo qué sé, toda la cosecha. Una cosa razonable, cada cuatro o cinco años o así. Esto de que llueva en otoño y primavera, incluso más de un día seguido, ¿es normal? ¿Es sano? ¿Es por eso que todos tenéis botas de agua y paraguas? ¿Por que esperáis, ya sabéis, usarlos de verdad? 

10. Cada vez que llueve cierro las ventanas porque las corrientes de aire atraen a los rayos. 
Estoy razonablemente segura de que en Madrid hay instalados al menos un par de pararrayos. Pues nada, yo sigo cerrando las ventanas. Lo que ya no hago es desenchufar todos los aparatos eléctricos para evitar subidas de tensión porque, francamente, sería un no parar. Y mira, si sube la tensión que suba; de todas formas yo siempre la tengo bajísima.






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10 comentarios:

viñu dijo...

Jope, pues en los pueblos arago-norteños teníamos otras cosas, incluso periódico y pan, pero en la castilla del de mi padre, lo del arroyo, los cubos tal cual. Y los panaderos no es que se organizaran el domingo, directamente hacían pan una semana cada uno.

Belen dijo...

Jajaja, ahora entiendo por qué me siento representada por lo que dices ya que yo soy también soy de Córdoba, aunque de la ciudad.

Yo noté lo mismo cuando dejé Córdoba y me fui a Madrid, el sol no calienta. Es decir, si tienes frío, y te pones al sol, no entras en calor (¿?).

En disculpa del sol de Madrid, te diré, que un conocido madrileño se mudó a Holanda y protestaba por lo mismo. El sol en los Países Bajos no calienta. Al parecer, a los madrileños de pura cepa sí les debe parecer que calienta.

Lo de la furgoneta, lo he vivido. El panadero tocaba todos los porteros del portal y luego pregonaba a voz en grito (que se oía perfectamente sin coger el telefonillo) "Paaaaanaaaaadeeeeeroooooo". Y ahí íbamos todos a comprar pan, salvo los domingos, claro. Y que en Madrid, si pides una telera, te miran regular. Tienes que pedir ¿una hogaza? O algo así que suena antiguo de cuando la gente pasaba hambre.

En fin, que ya no vivo en Madrid, y en serio te digo, que en Dinamarca lo ibas a flipar de verdad.

Necio Hutopo dijo...

Creo que un día de estos me voy a poner a hacer una lista así, que se me ocurre que yo también tengo mis manías.

Mi Álter Ego dijo...

Yo es que siempre he sido de ciudad. Bueno, durante cinco años viví en Guadarrama pero, más allá de la tranquilidad, no hay tanta diferencia. Y de pequeña vivía en Pozuelo pero tampoco era un pueblito de estos entrañables. Creo que me hubiera gustado criarme en un pueblo pequeño, aunque lo de lavarme las manos con agua fría en invierno, como que no (y del arroyo, mejor ni hablemos...). Así que, en definitiva, no estoy segura de que me hubiese gustado tanto. Besotes!!!

remorada dijo...

soy de ciudad, pero de otra ciudad y en Barcelona también me pasa lo del sol... no entiendo que haga un día radiante y tenga que pasar frío! ò.ó

La Clemen dijo...

Vengo del campo en Murcia. También he ido a un parque de bolas por primera vez con mis hijos. Nunca he ido a un cumple en BurgerKing o similar. A casa de mis padres sigue yendo el panadero, la frutera, el recovero que vende ropa y un poco de todo...
Tampoco soporto oir correr el agua del grifo. No corre agua en general, lo del arroyo me suena a algo bucólico. Para todo lo que cuentas usamos la rambla, pero como solo lleva agua si hay riada acumula la basura,aguas fecales, electrodomésticos...y los gatitos no se ahogan, los tiran igual pero matándolos previamente (me duele hasta decirlo).
Ahora vivo en Alemania y el sol no calienta, pero abres el grifo y sale agua caliente con presión inmediatamente.
Me ha encantado el comentario de la hogaza, eso solo se puede usar en una frase con hidalgo, doncella, pardiez y cosas así.

Maribel dijo...

Yo soy de ciudad de toda la vida, pero de casa pobre, así que no supe lo que era un Burguer King (o Pokins en aquella época) o me comí una pizza hasta los 20 años y aún no me cabe en la cabeza lo de lavarse las manos con agua caliente sea la fecha que sea. No he entrado en una piscina de bolas en mi vida.

Em Madrid el pan se pide por pistolas. No es que tengas que ir armado a comprar el pan, si no que la barra típica se llama así. En mi Barcelona natal las barras eras de cuarto o de medio, lo de las baguettes surgió mucho después.

Como curiosidad, mi jefe que es asturiano, guarda las aspirinas en la nevera porque dice que en su casa siempre se ha hecho así. A mi me parece curiosísimo. No sé si tiene algo que ver que sea asturiano o no, pero lo he dicho por si acaso allí es una costumbre.

Y ya.

Besos!!!

Tita dijo...

En mi pueblo no hubo parque con cosas hasta 1988 más o menos, asi que jugabamos en la calle o en el monte, asi que a mi lo de acampar y pasar la noche en el suelo del campo me parece un sufrimiento innecesario.
Los panaderos siguen yendo con su furgo por las calles. Comíamos Viena, más de bocata, o Fabiola, que es un pan más denso, y se rieron de mi en mi pueblo actual (uno de los de Alter Ego) cuando lo pedi asi en vez de pistolas, o Colón, ya ves...y les extrañaban mis nombres.

Si no me lavo las manos con agua fría, ni siquiera me las moto limpias, tal es la costumbre.

Sólo comia una hamburguesa del McDonald's cuando me traía mi madre al oftalmólogo a Madrid. A cambio mis cumples siempre eran guays porque ya había fresas, y era el primer sitio donde mis amigas comían las primeras de la temporada, cuando la fruta tenía temporada.

Comí la primera pizza de pizzería a los 14, la misma edad con la que vi el mar.
Pelis si vimos muchas porque el cine, aunque de pueblo era puntero y tenía mucha variedad y sesiones (y una sola sala) El videoclub también llegó pronto, afortunadamente, pero aún así vivimos sin el los años en que sólo había dibujos los sábados y domingos después del telediario, y a veces un buen rato de Superraton en la Segunda cadena o el Uacheefe, como se decía en casa. La primera vez que vi Grease fue en blanco y negro.

Y si, escuchar la infancia de mis amigos de Madrid me suena a chino. Pero no mejor.

Jackie dijo...

Hombre, lo de la furgoneta lo he vivido yo este mismo 2018 en Asturias. Repartían pan, bizcochos y empanadas, era un pueblecillo cerca de Luarca.

Meg dijo...

Mi madre todavía compra el pan en la puerta de casa, llega el panadero repartiendo todas las mañanas. Dónde yo vivo, no hay pan los domingos (y ni falta que hace, que yo sí compro hogazas de pan de horno de leña). Cuando yo era pequeña no había parque en mi pueblo. Hasta que no tuve 10 años no pusieron uno. Pero teníamos huerta y acequias y limoneros y jugábamos a la guerra de limones y a explorar en la selva (por enmedio de los bancales de patatas). No lo cambio por Murcia capital ni de broma.