-Lorz, esta noche es Halloween.
-¡Qué bien! ¿De qué vamos a disfrazar a Bebé-chan?
-No sé... de víctima de una herencia genética desgraciada.
-¿Y eso cómo se hace?
-Con lo que lleva puesto le valdrá.
-Ah... ¡OYE!
-Hoy toca post de Halloween.
-¡¡¡M* C*G*N L* P*T*!!!
-Te lo dije.
En el capítulo anterior...
La vieja y malvada bruja recoge ingredientes para hacer un hechizo. M**d*, todavía no había dicho que era para un hechizo, ¿verdad? Pues era para eso. Ya no hace falta leer el capítulo de este año. Si llego a saberlo ni lo escribo ni nada, que me cuesta mucho pensar.
La vieja y malvada bruja esperó pacientemente a que la hoguera se apagara. Luego esperó un poco más, por si acaso. Entre los círculos más secretos de las brujas más oscuras corría el rumor de que el fuego lo desinfecta todo. La bruja podía permitirse un par de dedos quemados o tres, si la ocasión lo requería, pero, ¿un par de dedos desinfectados o tres? ¡Por favor! ¡La bruja tenía reputación!
Cuando estuvo segura de que en la chimenea no quedaban más que cenizas frías las recogió con mucho cuidado y las echó al caldero. Después empezó a echar el resto de los ingredientes: las pasas, la zanahoria, las lágrimas, la canela... Lo removió todo bien hasta formar un mejunje repugnante, y lo metió en el microondas, que a esas horas no le apetecía volver a encender la chimenea y además tenía prisa.
Sólo cuando el microondas empezó a chisporrotear se dio cuenta la bruja de que había usado el caldero metálico otra vez. Un día de estos el microondas le iba a dar un disgusto. Mientras tanto, el chisporroteo le daba al hechizo un toque de espectacularidad muy interesante. Era una pena que en ese momento no tuviera a una princesa o a un huerfanito secuestrados, para completar el cuadro...
Pasados los cinco minutos de rigor, el microondas dejó de girar y se apagó. La bruja lo abrió con cuidado, y sacó el caldero en medio de una espesa nube de vapor. Lo soltó encima de la mesa, esperó a que el vapor se disipara y... allí estaba, reposando en el fondo del caldero como un huevo en un nido, una bola de cristal perfectamente esférica, perfectamente transparente y perfectamente mágica.
La bruja sacó la bola y la sostuvo con la mano izquierda mientras hacía complicados gestos con la derecha, como si espantara moscas imaginarias, hasta que la bola empezó a brillar.
¿Habría funcionado?
La bruja acercó la nariz a la bola. Sí, allí estaba, su cabaña en mitad del bosque. Hizo otro gesto, y la vista se desplazó hasta el pueblo. Era de noche y el pueblo dormía, con la luna de testigo.
Que aburrido.
La bruja hizo un gesto y en la esfera la luna se puso rápidamente para dar paso al sol. Las puertas de las casas empezaron a abrirse a medida que la gente salía para trabajar en el campo. Luego se abrieron las tiendas, y las señoras del pueblo empezaron su ir y venir con enormes cestos de esparto colgados de los brazos.
La bruja resopló. Para ver eso no tenía más que andar al pueblo. Hizo otro gesto y las figuritas empezaron a andar más deprisa, hasta convertirse en un borrón. La luna y el sol empezaron a sucederse a toda velocidad, y a medida que pasaron los minutos, el mismo pueblo empezó a moverse. Las casas cambiaban de color a medida que con los años la pintura envejecía y era sustituida por una capa nueva. Un ejército lo quemó todo a su paso, y nuevos edificios se levantaron en su lugar. Algunas casas de madera dejaron paso a casas con un zócalo de piedra, luego toda la planta baja, luego toda la casa. Las fachadas se combaron y los tejados se hundieron cuando una enfermedad asoló a la población y no quedó nadie para hacer reparaciones. Muy pronto, sin embargo, las figuritas de los aldeanos volvieron a llenar la plaza con un mercado, uno enorme, con tenderetes que vendían mercancías traídas de todo el mundo. Las casas crecieron en altura, el pueblo se extendió, comiendo poco a poco terreno al bosque. Nuevas guerras, nuevas enfermedades, nuevas hambres... y el pueblo remontaba otra vez. El bosque desapareció del todo, dejando paso a unos edificios enormes de ladrillo, con chimeneas altísimas de las que salía un humo negro y espeso. Los aldeanos pasaban allí el día, el lugar de en el campo. La vida parecía más fácil trabajando a cubierto, sin embargo la bruja no tardó en darse cuenta de que todo seguía igual: hambre, enfermedades, y encima ese humo negro tan feo.
La bruja arrugó la nariz. Aquello no le gustaba, y empezaba a enfadarse con los diminutos aldeanos del futuro que veía en su bola de cristal. Otro gesto, para avanzar más deprisa. Los aldeanos, enfadados por las mismas cosas que disgustaban a la bruja, se organizaban y conseguían cambios poco a poco. La aldea seguía cambiando, sin darse cuenta ya era una ciudad. Las calles eran anchas y el suelo estaba cubierto de baldosas, los árboles habían irrumpido de nuevo, y las casas, tan altas que tocaban el cielo, tenían un exterior de cristal.
La bruja sonrió satisfecha. Hoy no, ni mañana, pero parecía que a la larga los aldeanos conseguirían ser muy felices. Y a la bruja le gustaba que los aldeanos fueran felices: le daba mejor sabor a la carne.
Para asegurarse, hizo un gesto y la bola le enseñó la aldea más de cerca. La bruja paseó la mirada entre los edificios de cristal y vio...
Vio aldeanos rebuscando en la basura para encontrar comida.
Vio aldeanos que se ponían enfermos y no tenían a nadie que les cuidara.
Vio aldeanos enfadados, que querían arreglar las cosas y no lo conseguían.
La bruja no entendía nada. Después de todo por lo que había pasado la aldea, después de todas las luchas, después de haber creado un lugar tan bonito para vivir, las cosas seguían igual.
¿Cómo era posible?
La bruja miró la bola y sólo encontró una explicación:
el estúpido cacharro estaba estropeado.
¿Continuará?
-Lorz...
-No te preocupes, ¡esta vez lo tengo todo previsto!
-¿Ya sabes cómo será el capítulo del año que viene?
-No, aún mejor. ¡El gobierno dice que no hay dinero para el 2013!
-Pero... ¿y eso que tiene que ver?
-¡Que no podrán comprar un año nuevo! ¡Será 2012 para siempre!
-No creo que hayas entendido muy bien la noticia, Lorz.
-Claro, claro, siempre soy yo la que no se entera.
7 comentarios:
cada vez me cae mejor la bruja oye, lorz, ¿para cuándo el libro? Un besazo
Yo sólo tengo la duda de cuándo es que va a acabar este relato... En todo caso, el capítulo de este año es de mandarlo enmarcar de lo bueno que te ha quedado...
Me encanta, Lorz...
Me encantan tus cuentos de Halloween. El de hoy, especialmente.
Maldito cacharro estropeado.
Muy bueno como siempre. Aunque tengo una duda... El caldero que aaco del microondas era de plastico???
Mola, un día tocará el libro, ¿no?...eternamente 2012, bueno, depende, ¿no decían que se acababa en noviembre? jajaja
Me encanta.... Te ha quedado precioso :-)
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