18 diciembre 2006

Navidad VIII

Una de las costumbres navideñas más extendidas es la de contar anécdotas humillantes de la infancia.
En las familias normales se cuentan las de los demás, avergonzando al protagonista, que se va poniendo colorado progresivamente.
En mi familia cada uno cuenta las suyas, avergonzando a los demás, que se ponen colorados progresivamente mientras se plantean cambiarse de apellido.
Como ejemplo de tan bonita costumbre, he pedido a Latita que escriba una anécdota humillante de SU infancia.
Que la disfruten.


Me pide mi Lorzasobri (pedorra vengativa) que escriba un poni.
Es más, hasta me concreta de cual de mis múltiples ponis quiere que hable.
Es lo que tiene la familiaridad y el haber compartido muchas cenas navideñas, que tus miserias se vuelven obscenamente públicas.
En fin, aunque me duele adentrarme en este trauma infantil complaceré a Lorz básicamente por un tema de sintonía con la temporada navideña que nos acosa.

Corrían los años 60 cuando yo era una niña de ojos grandes y claros que comenzaba a ver las primeras emisiones de televisión en blanco y negro. Debió ser en alguna de ellas cuando descubrí la existencia de un artilugio navideño de nombre rimbombante y pelín ordinario para mi gusto y de apariencia un tanto turbadora.
Era una especie de caja cilíndrica con una cubierta por la parte superior de un extraño material parduzco y avejentado que tenía insertado en su parte central un palo de tamaño no despreciable que colgaba sin caerse del agujero como por arte de birlibirloque.
Hasta ahí, vaya, ni fu ni fa. Pero resultó que aquella cosa por gracia de una hábil y ensayada manipulación emitía unos sonidos que a mí, sencillamente, me fascinaron.
-Mamá, quiero una zambomba.
-¿Una zambomba? ¿Para qué? -he decir en justo desagravio de mi madre que a pesar de la preguntita no tiene un pelo de tonta.
-Pues para darle con la manita al palito, como las de la tele.
-Anda niña, ¿tú sabes lo difícil que es eso? Yo una vez tuve una y nunca aprendí a tocarla...
¡¿...?!
-Y a mi qué... Si esas pueden yo también. Y creo que me va a gustar.
-Que no, que son carísimas y no vas a saber tocarla... Mañana te compro una pandereta en Saldos Arias… -jóvenes generaciones sustituir por “en los chinos”.
-¡Joooooooooooo! ¡Que no! ¡Que no quiero una pandereta! ¡Yo quiero una zambomba! Además a las de saldos Arias se les caen las chapitas enseguida...
-Lorzabuelo -le dijo a mi padre en un aparte-, la niña está muy rara... ¡pues no se ha empeñado en que quiere una zambomba! A mí esto me da muy mala espina…
Desde mi inocencia infantil no conseguía yo ni siquiera entrever por qué a mi madre le producía tanta inquietud la cosa, y mucho menos el porqué de tanta resistencia. Algunos años más tarde (bastantes) mi mente coniderablemente más sucia consiguió enlazar alguna idea.
El caso es que pasaron años y años sin que, a pesar de mi insistencia, yo consiguiera ablandar el corazón (y el monedero) de mi madre y sin poder acceder a la posesión del preciado objeto.
Mis ojos se llenaban de deseo y envidia cada vez que veía en los puestos de la Plaza Mayor, el despliegue zambombero y /o era testigo de lo que unas hábiles manos podían extraer del instrumento.
El episodio de la zambomba era tema de conversación en todas las cenas navideñas familiares hasta que una nochebuena de no hace muchos años mi madre me la regaló.
¡No se lo perdonaré nunca!
No sólo me hizo alimentar mi poni durante toda la infancia sino que cuando empezaba a superarlo, me generaba otro aún peor...
Por más que hice la guarrada de escupirme en la mano, por más que ensayé mil y una maneras de desplazar la mano por el palito, frota que te frota...
Primero lento...
Luego rápido, más rápido, más, más, mucho más rápido…
Y todas las combinaciones posibles…
Lento-rápido, lento-lento-rápido, rápido-rápido-lento...
Por más que sudé, jadeé, saqué la lengua (es mi gesto de concentración máxima)...
No conseguí sacar del artilugio más que una especie de gruñido lastimero.
Todos los componentes de mi deslenguada familia estaban allí...
Mi madre me miró, hizo una mueca falsamente amable y sentenció.
-Te lo dije...
Me fui a llorar y no salí hasta el año siguiente...
Eso sí, a solas, cuando nadie me ve… sigo ensayando.


........
Una zambomba es un instrumento rústico musical, de barro cocido o de madera, hueco, abierto por un extremo y cerrado por el otro con una piel muy tirante, que tiene en el centro, bien sujeto, un carrizo a manera de mástil, el cual, frotado de arriba abajo y de abajo arriba con la mano humedecida, produce un sonido fuerte, ronco y monótono.
O eso dice la RAE.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

>un carrizo a manera de mástil

Un carrizo? Que cachonda es la RAE.
En fin, voy a ensayar para tocar la zambomba estas Navidades...

Anónimo dijo...

Esto no es un post de segundas lecturas. Es todo TAN directo.

Besos.

Anónimo dijo...

Hum... la "piel muy tirante" es vejiga de cerdo. Por si no lo sabíais :D

Un abrazo!!

Anónimo dijo...

Pues yo toco muy bi...eeerhm, Hola, que tal.

Eva Luna dijo...

errrrr....

"dale a la zambomba, dale al cascabel, que mañana es fiesta y al otro también"

si consigo 2 dias de fiesta, me animo a practicar ese subibaja tan XXX

Gato dijo...

Gran tita, grande.

Lorza, qué filón. Te curras las presentaciones... y has quedao como una reina. Me voy a tener que buscar yo algún negro, que ando liadilla yo...

Anónimo dijo...

Yo también pedí zambomba, pero me tuve que conformar con una pandereta del todo-a-1€-y-si-es-más-barato-mejor...

Anónimo dijo...

pero pero pero..."mastil frotado de arriba a abajo,etc etc"??!!!¿¿¿
Según esa definición tendrían que venderlas en los sex-shops y no en los puestos de la Plaza Mayor!!!!

besukis!

Anónimo dijo...

Por esta contribución Latita se merece un premio, por lo menos un enlace en "estrellas invitadas", mujer, que no tienes corazón... o un Nescafé Capuchino Descafeinado. O clases particulares de tocar la zambomba. ¡ALGO!

Anónimo dijo...

Akind, sólo una mente retorcida como la tuya podría distorsionar mis inocentes palabras. Te recuerdo que soy una persona muy mala cuando quiero, deberías medir con quien te metes: recuerda, sé donde vives, y, peor, sé cosas que nade debería saber... jajejijoju