31 julio 2015

Empieza la cuenta atrás

Miro el calendario y descubro con horror que hoy hace diez años que empecé a escribir en este blog.
En serio.
Diez años.
¿Cómo ha podido ocurrir?
¿Cómo ha pasado tan rápido?
¿Cómo me las he apañado para hablar TANTO?
Y, lo que es peor:
¿Por qué sigo escribiendo si los blogs pasaron de moda hace siglos ya?
No tengo ni idea.
Lo que sí sé es que no puedo parar. Aunque a veces me dan ganas. a veces estoy cansada o triste o poco inspirada o simplemente no tengo nada que contar, y pienso, ya está, lo dejo morir. Pero luego siempre pasa algo, y me digo "esto tengo que contarlo". Y vuelvo a las andadas.
Es un vicio horrible, este que nos une a la Lorz 2005 y a mí. Probablemente, lo único que nos une, porque cada vez me cuesta más reconocerme en aquella chica que pesaba 60 kilos y se veía gorda, que había terminado la carrera pero le faltaba un camino, que tenía un trabajo tan fijo que se sentía atascada en él, y una relación tan estable que no iba a ninguna parte.
La Lorz 2005 sentía que ya había hecho todo lo que tenía que hacer para ser una "buena chica", y que no solo no le había llevado a ningún lado, sino que probablemente no la llevaría nunca. Tampoco es que supiera dónde quería ir, solo sabía que lo que tenía no era lo que quería. Se sentía atrapada, y aunque ella misma no lo supiera, empezó a escribir para dar salida a su frustración.
Lo que Lorz 2005 no sabía es que escribir no era solo una válvula de escape: era la vía de escape en sí misma.
El blog lo cambió todo.
Ahora, a punto de cumplir treinta y cinco años, ya no veo puertas que se cierran sino posibilidades que se abren...
Sé que me quedan muchas cosas por hacer.
Tengo que ver crecer a mis hijos. De hecho, debería empezar por parir al segundo de ellos. Un día de estos. Sin prisas.
Tengo que vigilar a ZaraJota. Si no fuera por mí, comería bocadillo de atún con mayonesa todos los días. Además, estoy haciendo un estudio intensivo y minucioso sobre la consistencia de su trasero a lo largo de los años. Si me habéis visto tocárselo así como quien no quiere la cosa, es por eso. Espero tener conclusiones en breve, ya os contaré.
Tengo que seguir estudiando lo que sea, porque si no me lleno la cabeza con datos nuevos cada día me vuelvo loca.
Tengo que seguir trabajando, aquí o allí, o donde me aguanten y, lo que es más importante, aguante yo, porque no se vive para trabajar, pero no podemos olvidar  que 1/3 de la vida es trabajo.
Tengo que seguir metiéndome en líos porque tengo un don natural para ello.
Y tengo que contarlo.
Como sea.
Por que soy así, y si no lo cuento... si no lo cuento reviento.

Gracias a todos por ayudarme a no reventar durante estos diez años.

¿Alguien se anima a otros diez?





21 julio 2015

Hasta los pelos del piticlín

La culpa fue de la matrona, que es que va provocando.
-Cuando lleguéis al hospital, lo primero que os ofrecerán será un enema y un rasurado.
Que a mí no me gusta criticar, pero cuando la gente viene a mi casa lo que les ofrezco es un café o una cervecita, no les digo "¿os apetece que os meta un chorrito por el culo para que os paséis la próxima media hora patilla abajo full power?". Pero bueno, los médicos son así, y luego se quejan de que la gente le coja manía a los hospitales.
En mi caso, cuando nació Bebé-chan no me "ofrecieron" nada: una enfermera entró en la habitación y me dijo:
-Vengo a ponerte el enema.
Así, de pronto, sin anestesia ni nada. Yo le expliqué muy amablemente dónde se podía meter el enema. Bueno. Es un enema. O sea, que ella ya debía saber más o menos por dónde se mete sin que yo se lo explicara. Pero por si acaso.
Supongo que después de aquello ya no le quedaron ganas de "ofrecerme" un rasurado, así que entré en el quirófano con todos los pelos en el piticlín, pensando que ya me lo harían allí, si eso.
Al día siguiente las enfermeras me dijeron que ya podía quitarme el vendaje de la cesárea para que los puntos "respiraran", aunque la verdad es que si habían aguantado veinticuatro horas sin aire a estas alturas ya debía dar igual.
-¿Cómo? ¿Yo?
-Sí, tú.
Y yo que soy muy obediente me levanté, me fui al baño, y entonces descubrí que me habían pegado todo el vendaje encima de los pelos del piticlín.
Ay...
Después de varios intentos con agua caliente, jabón, alcohol y tirones, ZaraJota salió a buscar una enfermera para que nos prestara unas tijeras.
Volvió al rato, cabizbajo.
-Que dicen que no tienen tijeras.
-¿En toda la planta?
-Nada.
Pues vaya m**rd* de enfermeras, que ni rasuran, ni te hacen las curas, ni te quitan los vendajes, ni tienen tijeras ni nada. Si lo llego a saber hubiera aceptado el enema, para que hicieran algo, las criaturas, que se deben aburrir muchísimo.
Volviendo al tema, quitarme aquel vendaje ha sido la experiencia más dolorosa de mi vida.
Más que la cesárea y su recuperación.
Más que los sucesivos cólicos nefríticos.
Más que cuando me picó la medusa y me dijeron "échate agua del grifo y se te pasa" (no lo hagáis NUNCA, por favor).
Más que cuando me freí el dedo gordo.
Más que cuando me rompí el culo.
LO QUE MÁS.
En fin.
Así que cuando la matrona dijo que me ofrecerían un rasurado, de inmediato supe que diría que sí.
Pero luego me puse a pensar. Es que estoy de baja y me aburro mucho, en algo me tengo que entretener.
Y pensé... rasurarse tiene muchas ventajas. Nadie puede pegarte esparadrapo en los pelos que no tienes. Seguro que a ZaraJota le resulta más cómodo para hacerme curas. Y además, con este calor, cuanto menos pelo tenga encima, mejor.
El problema es que luego el pelo del piticlín vuelve a salir. Y eso tiene pinta de PICAR. Y mucho.
Hice una rápida encuesta por twitter y mis sospechas se vieron confirmadas: que te vuelva a salir el pelo del piticlín pica... bueno, pica un piticlín y medio. Y la verdad, no me apetecía mucho pasarme la primera semana de maternidad rascándome la entrepierna a dos manos cual mandril con el culo irritao, especialmente porque seguro que tengo alguna visita, y hoy en día todo el mundo lleva encima un móvil con cámara. .
-¿Qué hago? -le pregunté a ZaraJota.
-Lo que tú decidas estará bien -respondió.

Inciso:
Durante el último siglo, los avances en los derechos de la mujer han obligado a los hombres a elaborar complicadas estrategias para sobrevivir sin ser acusados de machistas retrógrados falocéntricos imperantes. Después de años de investigaciones secretas en un búnker de máxima seguridad, un grupo de científicos ruso-neozelandeses descubrió la fórmula que garantiza la supervivencia del hombre como especie.
"Lo que tú decidas estará bien", hace pensar al espécimen hembra que su pareja la está apoyando, que está siendo comprensivo, tolerante y respetuoso con sus decisiones...
¡cuando en realidad lo que está haciendo el muy mamón es escaquearse!
Fin del inciso.

Viendo que no podía contar con ZaraJota, seguí dándole vueltas (ya os he dicho que estoy de baja y tengo mucho tiempo libre), y llegué a la conclusión de que lo mejor era hacer una prueba.
De hecho, el razonamiento era bastante lógico:
Todavía me quedan unas seis semanas de embarazo: si me depilo ahora me dará tiempo a que me crezca antes del parto. Y ademas, me paso casi todo el día sola en casa; si me pica puedo rascarme a gusto.
Me pareció una grandísima idea, y al día siguiente, cuando me quedé sola en casa, me metí en el baño en pelotas, armada con una cuchilla. El problema es que cuando miré hacia abajo, lo único que vi fue una enorme tripa sonrosada.
-M**rd****...
Intenté levantar una pierna, intenté doblarme sobre mí misma, intenté contorsionarme... nada. La tripa estaba siempre en medio, y ni siquiera yo estoy tan loca como para acercarme una cuchilla al piticlín cuando no veo lo que estoy haciendo. Ay. Salí del baño, todavía en pelotas y con la cuchilla en la mano, y rebusqué en mi bolso hasta dar con un espejito de mano. Volví al baño. Situé el espejito. Nada: barriga sonrosada por todas partes. Necesitaba un espejo más grande: en nuestro dormitorio hay uno de cuerpo entero. Probé de frente y nada. Probé a levantar una pierna y nada. Qué mal... Quizá si lo descuelgo y me lo llevo al baño...
Esa tarde, cuando llegó ZaraJota, le dije que tenía que hablar con él.
-Verás -le dije- he estado pensando mucho.
-Ay, dios.
Jo, qué fuerte. Si se va a poner así solo porque he estado pensando mejor no le digo lo que he estado haciendo. 
-Y creo que ya he tomado una decisión con respecto a lo de rasurarme.
-¿Si?
-Sí. Lo he estado pensando mucho y creo que la próxima vez... Será mejor que acepte el enema.

Por si acaso.














Aviso a los navegantes:
Porfiplis, si alguien se quedó con ganas de un ejemplar impreso del libro del #Lorzfunding que me envíe un mail a lorzagirl@gmail.com. No un comentario en un post al azar. No un tuit. No un mensaje directo. Un mail a lorzagirl@gmail.com. Cenquius.








15 julio 2015

Bebé-chan vs los minions

¿Os acordáis de esto?

Todos los lunes en la guarde la seño les pregunta a los niños si han hecho algo especial. Y resulta que los niños son algo así como personas de verdad, con sus propios recuerdos y vivencias e interpretaciones de la realidad. Y nunca sabes por dónde te van a salir. A lo mejor ese fin de semana lo has dado todo y la has llevado al zoo, a la piscina y al parque de atracciones, y cuando la seño pregunta si han hecho algo especial le contestan "¡SIIII! ¡HE COMIDO FRANFURKECHU!".

Pues bien.
A Bebé-chan, como a todos los niños del planeta, le chiflan los BANANA, a.k.a. los minions, y cuando vimos que iban a hacer una película pensamos que era la ideal para convertirse en La Primera Película de Bebé-chan en el Cine.
Lo que no pensamos es que para cuando la estrenaran yo iba a estar hecha una caca, pero bueno, no hay nada que una madre no sea capaz de hacer por estar un rato en un local con aire acondicionado por sus hijos.
Ya que íbamos a hacer el esfuerzo, quisimos que la experiencia fuera a lo grande: le dijimos a la taquillera que era su primera película (la chica respondió con el oportuno entusiasmo), compramos la bolsa de palomitas más grande que había, le dejamos beber todo el zumo que se le antojó, le hicimos fotos con todos y cada uno de los pósters...
La nena estaba alucinada. Se pasó los quince minutos de trailers literalmente con la boca abierta, y cuando empezó la película y aparecieron todos esos BANANA ya no cabía en sí de gozo.
Cuando salimos le preguntamos qué había pasado y nos contó que había visto UNA TELE MU GRANE, que había MUCHOS BANANA, que todo era MU GRANE Y MU BONITO y que quería OTRA VES, FAVOR.
Durante todo el fin de semana se lo estuvo contando a todo el que le preguntara (o no). UNA TELE MU GRANE. MUCHOS BANANA. QUERO MÁS.
El lunes, de camino a la guarde, pensé que sería buena idea recordárselo:
-¿Le vas a contar a la seño que has visto muchos banana?
-¡SÍ! ¡MU GRANE Y MU BONITO TODO!
Le dejé en su clase convencida de que esta vez habíamos triunfado.
En fin.
Para los hechos que voy a relatar a continuación cuento con el testimonio de la seño, que me lo contó después.
Al parecer, como todos los lunes, preguntó:
-¿Qué habéis hecho el fin de semana?
A lo que Bebé-chan, con total seriedad, le respondió:
-PIPÍ Y CACA.
Para ser justos, no puedo decir que la niña mintiera.


Pd: Puede, PUEDE, que la historia fuera un poco más complicada...

10 julio 2015

De baja un batán tan tan 2

Previously in lorz...
Irresponsable, peligroso y estúpido. Sí, suena a algo que yo haría.


Así que el ginecólogo me hizo un informe recomendando que me dieran la baja como que ya, y yo que soy muy obediente me fui a mi médico de cabecera con el informe en la mano.
El problema es que el ginecólogo era un médico privado, mientras que el médico de cabecera era de la medicina pública. Y entre los médicos privados y los públicos hay, digamos, una cierta tensión. En concreto, los médicos de la pública parecen creen que los privados se limitan a seguirle la corriente a los pacientes y darles cualquier cosa que les pidan. Por ejemplo, una baja. Así, por decir lo primero que se me viene a la cabeza.
Por dejarlo claro, eso no es así. Si lo fuera, la fruta prueba de la glucosa se la habría hecho su fruta madre. Por poner también el primer ejemplo que se me viene a la cabeza.
Cuando el médico de cabecera vio el informe con su logo de la clínica privada y todo arrugó la nariz.
-¿De cuánto estás?
-De 29 semanas.
-¿Y no es un poco pronto para coger la baja? -me preguntó.
-Las bajas no se cogen pronto, ni tarde. Se cogen cuando uno las necesita -contesté, cruzando los dedos para que el buen hombre no hubiera visto El señor de los anillos. 
-¿Y qué es lo que dices que te pasa?
-Que cuando ando tengo contracciones, cuando me quedo parada de pie me mareo, cuando estoy sentada tengo sofocos y vértigos y tumbada tengo acidez.
Lo que viene a ser que cada minuto de mi vida es una pura agonía. Sin dramatizar.
-En tu historial consta que trabajas sentada -dijo. Lo que no dijo, pero estaba pensando, es que si trabajas sentada no es para tanto. Y eso me tocó la moral. Porque yo entiendo que un jornalero o un minero o los señores que ponen el asfalto de las carreteras piensen que trabajar sentado no supone mucho esfuerzo, pero que lo piense también un médico de cabecera que, en fin, básicamente trabaja sentado, es un poco el colmo.
-Sí, trabajo sentada. Tengo una silla comodísima y un reposapiés que me he fabricado yo misma con una caja de cartón llena de papel para reciclar. Y tengo el chorro de aire acondicionado justo encima de mi cabeza. Pero también tengo un trayecto en metro con cuatro tramos de escaleras a cada extremo, y cualquier día de estos vamos a tener un disgusto.
-Bueno, si tú quieres la baja, yo te la doy.
Eso me terminó de tocar la moral.
-Yo no quiero la baja. Yo quiero ir a trabajar debajo de mi aire acondicionado. Quiero ser una de esas embarazadas maravillosas que trabajan hasta que les asoma la cabeza entre las piernas, y aun así terminan el informe trimestral antes de ponerse a empujar. Quiero poder con todo yo sola. Pero el ginecólogo opina que no debo.
Coño ya.
El médico me dijo entonces que me daba un par de días de reposo, y que después ya veríamos.
Pasados los días de reposo volví al ambulatorio. Estaba en el mostrador y me estaban contando no sé qué cuando empecé a ver puntitos de colores y a oír un zumbido y lo siguiente que sé es que alguien estaba gritando "¡sujetadla! ¡sujetadla!", y yo pensé vagamente que alguien debía estar intentando escaparse y lo siguiente que sé es que estaba en una silla de ruedas y que una de las chicas de recepción me estaba abanicando.
Fresquito...
Me preguntaron si necesitaba algo y pedí si por favor me podían tomar la tensión, para saber si había sido subida o bajada o qué coño. Empujaron mi silla hasta la consulta de la enfermera, pero cuando se abrió la puerta una viej... anciana se levantó corriendo y se coló dentro.
-Espere un momento, ahora tengo que atender a esta chica -dijo la enfermera.
-¡Me ha dicho antes que ahora me tocaba a mí!
-Ya lo sé, pero esto es una urgencia.
-¡Lo mío también es urgente!
-Sí, pero lo de esta chica es urgente de verdad.
Aquello no le sentó bien a la viej... anciana. Nada bien. Mientras la enfermera me tomaba la tensión y me medía el azúcar ("todo por los suelos, todo") podíamos oír el tumulto fuera.
-Ahora voy a llevarte a que te vea un médico.
-Puedo andar, de verdad.
-De eso nada. Tú te quedas en la silla. Y pon cara de estar muy mala, que nos linchan.
Volví a cruzar la sala de espera en silla de ruedas y poniendo cara de estar muy mala, que tampoco es que me costara mucho, y me dejaron en la consulta de un médico de urgencias.
-¿Esto te pasa muy a menudo? -me preguntó.
-Casi todos los días, pero no pasa nada, de verdad. Estoy acostumbrada.
-¿Tu médico lo sabe?
-Sí, sí, le traje un informe de mi ginecólogo y todo.
-Espera un segundo, voy a preguntar si puede verte.
El médico de urgencias se fue y volvió al rato.
-Tu médico de cabecera dice que no hace falta que te vea... y que aquí tienes tu parte de baja.
Eso, y me lo da ahora que no puedo hacer el bailecito de la victoria.

06 julio 2015

De baja un batán tan tan I

Cualquier médico del mundo te dirá que estar embarazada no es estar enferma, y te lo dirá así, como si se lo creyera y todo.
Yo estaba más o menos de acuerdo porque el embarazo de #bebechan, potas y caídas por las escaleras aparte, fue bastante bueno.
Este lo llevo un poco peor. Desde que me quedé embarazada he tenido:
- Gripe. Técnicamente no tenía nada que ver con estar embarazada, pero al estarlo no podía tomar nada y la pasé a pelo.
-Vértigos. Incomprensiblemente, me dan cuando estoy sentada. La parte positiva es que así no me puedo caer.
-Mareos y bajadas de tensión/azúcar.
-Náuseas y vómitos.
-Dolor de boca generalizado, no tengo ni idea de por qué, seguro que el imbécil de Darwin tiene alguna explicación.
-Dolor de espalda mortal.
-Ardor de estómago. En mi pueblo dicen que si tienes ardor de estómago durante el embarazo es porque el bebé va a tener pelito. Al ritmo que vamos, Bebé-kun se va a acabar pareciendo al Primo Eso.
-Infección de orina.
-Pequeñas hemorragias. Es como estar con la regla, solo que no sientes el alivio de pensar eh, mira, al menos no estoy embarazada. Básicamente, porque lo estás.
-Hongos en cierto sitio que mejor no voy a mencionar.
-Ciática. A veces tan fuerte que se me atascaba la pierna derecha, y cuando intentaba correr detrás de bebechan sólo movía la izquierda y lo único que conseguía era dar vueltas sobre mí misma y levantar polvito.
-Calambres en las piernas. Sirven para que te acuerdes de que las tienes, ya que la tripa no te deja verlas.
-Pies y tobillos hinchados. Porque de algo tienen que vivir los fabricantes de sandalias ortopédicas, digo yo.
Con todo, yo he seguido yendo a trabajar.
Que no se diga.
Que mi trabajo consista básicamente en leer sentada debajo de un chorro de aire acondicionado no ha tenido nada que ver con la decisión.
No.
Que va.
Que tenga demasiado orgullo como para admitir que no puedo más tampoco ha influido para nada.
Ni que piense que coger la baja es rendirse y darle la razón al patriarcado falocéntrico imperante que no contrata mujeres porque piensa que se van a preñar a la primera de cambio y van a faltar.
En realidad, el factor determinante ha sido que cuando iba a las revisiones y el médico me preguntaba:
-Hola, Lorz, ¿cómo estás?
Yo contestaba invariablemente:
-Muy bien, gracias, ¿y usted?
En cuanto salía de la consulta, ZaraJota me echaba la bronca.
-¿Pero por qué le has dicho que estás bien?
-¡Pensaba que era una pregunta de cortesía! ¡Como jauduyudú!
-¡Es un médico! ¡Si te pregunta cómo estás quiere saberlo de verdad!
-¡Me he dado cuenta después! ¡Y ya le había dicho que bien, y no podía decirle que no!
Que se va a pensar que estoy loca, jo.
El caso es que el último mes todo ha ido un poco como a peor. Por eso cuando entré a consulta y el médico me preguntó:
-Hola, Lorz, ¿cómo estás?
Y yo contesté:
-Muy bien, gracias, ¿y usted?
ZaraJota me arreó una patada por debajo de la mesa que me dejó la espinilla tonta.
-Ay... bueno, en realidad no tan bien. He tenido algunas contraccioncitas.
-¿Muy a menudo?
-No, no... Solo cuando camino. O subo escaleras. Bueno, en realidad también a veces cuando estoy sentada o tumbada. Pero poca cosa.
-Ya veo... ¿Algo más?
-Pues... ahora que lo pregunta, a veces me mareo.
-¿A veces?
-Muy pocas veces. Solo todos los días, en el metro.
-¿Vas a trabajar EN METRO?
-Sí, pero los mareos no son culpa del metro, ¿eh? También me pasa cuando estoy mucho rato parada de pie.
-¿Cuánto rato?
-No sé, ¿cuánto tarda un semáforo en cambiar de color?
-Lorz, creo que deberías cogerte la baja.
-¡Pero yo no quiero!
-Yo no te puedo obligar. Lo único que puedo hacer es darte un informe para tu médico de cabecera, y tú decides si se lo llevas o no.
-Vale.
Jijijiji. Pringao.
-Pero quiero que sepas que lo que estás haciendo es irresponsable, peligroso, y estúpido.
 Qué fuerte: apenas me conoce y ya es capaz de describirme en tres palabras.

Continuará...