Dicen por ahí que el año 2019 ha sido malo. No sé si puedo decir tanto.
Ha sido un año muy loco, eso sí.
Mi propósito de año nuevo había sido irme del trabajo.Estaba bastante decidida pero entonces nos pasó la cosa más loca: nos compraron el piso.
Así como de repente.
Entonces tuvimos que meter todas nuestras posesiones mundanas en un trastero (y los libros en otro) y nos fuimos a vivir con mis padres. Bueno, a vivir. En la agencia nos dijeron que la firma del piso nuevo tardaría unas dos semanas, así que como es lógico fueron tres meses.
Tres meses de auténtica locura, dicho sea de paso.
De nervios; de incomodidad; de estrecheces; de ir a buscar eso que necesitas urgentemente y recordar que está en algún punto indeterminado de uno de los trasteros, probablemente debajo del sofá; de hacer papeleos, este sí que es el último, pero ahora que lo pienso para hacer este necesitas otros cuatro más; de dormir en una cama de ochenta con un niño (o dos) y un gato (o dos), de llegar al piso nuevo con toda la ilusión y descubrir que no se han llevado los muebles, que no hay luz, que el calentador no funciona; y luego las cajas, los miles de millones de cajas...
Ahora bien: las risas que nos hemos echado.
Será porque he tenido una infancia... eh... diferente, pero me vengo arriba en el caos. Porque donde hay caos hay posibilidad de poner orden, y el orden es lo mío, maderfacas. No hay nada que me resulte más estimulante que tener delante un problema que se puede resolver con organización y esfuerzo, ponerme a ello y resolverlo.
Por eso, durante los tres meses del caos, me sentí maravillosamente bien. Activa, resolutiva, viva. Y, por supuesto, totalmente distraída de los problemas “de verdad”.
Hubo otras cosas, claro.
Por ejemplo, llevé a Nena-chan a su primera manifestación del 8 de marzo.
También me decidí por fin a abandonar del anonimato y participé en una charla Ignite:
Fue una experiencia muy loca y alucinante pero una cosa os voy a decir: a mí eso de que me dejen hablar solo cinco minutos, como que no. O sea, que en condiciones normales con cinco minutos no tengo ni para los buenos días. Además, la cámara engorda mogollón, que os diga ZaraJota, que yo en directo no aparento más allá de ochenta o noventa kilos. Cien, como mucho.
Como decía, la experiencia estuvo bien, pero mejor está limitarse a escribir guiones y que los nervios los pasen otros. Como Malva Disco. Por decir algo.
Una vez pasó la locura, tuve que tomar una decisión con respecto al tema del trabajo.
Y la decisión implicó un abogado.
Y no fue fácil, porque estoy y siempre estaré agradecida por la oportunidad que me dio esa empresa, y porque hay gente maravillosa trabajando en ella y, sobre todo, porque el mundo es pequeño, el mundillo más pequeño aún y, bueno, la gente que hace cosas con abogados se gana mala fama.
Cuando di el paso, sabía que era posible que no volviera a trabajar en el mundillo nunca más.
Por otra parte, si de verdad el mundillo es así, quizá sea yo la que no quiera volver a trabajar en él, no sé si me explico.
Los meses de verano fueron durísimos pero al fin pude entonar el libre soy y disfrutar de las probablemente mejores vacaciones de mi vida. Hasta ahora.
Luego... bueno, pasaron otras cosas.
Los niños volvieron al colegio. ZaraJota volvió al AMPA.
Yo empecé a hacer un curso que me está dando la vida.
La nena se partió los dientes y el nene se abrió la cabeza y hubo que ponerle grapas.
Se hacen mayores.
Vale, no muy mayores.
Son lo bastante mayores para ser relativamente autónomos. He vuelto a leer. He vuelto a ver series. He vuelto a escribir. He vuelto a pintarme la raya del ojo y he empezado a hacer cosas para sentirme bien conmigo misma, como apuntarme al gimnasio (queda pendiente la parte de ir) o depilarme el ciertositio.
Y, he vuelto al #lorzfunding, claro.
Que ya llevaba mucho tiempo sin hacer publicidad y eso.
Sin duda, una de las cosas de 2019 de las que más me orgullosa me siento es de formar parte de Mocedades, en la librería La Sombra.
Mocedades es uno de los peores clubs de lectura de la historia: rara vez nos acordamos de inscribirnos, casi nunca nos compramos el libro en cuestión, no siempre nos lo leemos y solo a veces consideramos necesario hablar de él durante la sesión.
Sin embargo, una vez al mes nos reunimos en el sótano de la librería, merendamos cosas ricas, nos reímos muchísimo y salimos cargadas de libros. ¡Y algunos hasta los pagamos!
Lo más importante, nos lo pasamos fenomenal, porque una empieza a tener una edad las cosas o se hacen por las risas o no se hacen.
Quizá sea por eso, por la edad, que me siento optimista con respecto al 2020.
Que sí, que el mundo se ha vuelto loco, que se viene otra crisis, que voy a cumplir cuarenta y la vida ya no tendrá sentido para mí...
Pero me siento optimista.
Y eso es lo que os deseo a todos: que, pase lo que pase, en 2020 podáis seguir siendo optimistas.
30 diciembre 2019
23 diciembre 2019
El tronco de navidad
Seguimos de #lorzfunding pero hoy os voy a contar otra cosa, por variar.
Pues esto os va a sorprender, pero hay gente que todavía no ha oído hablar del Caga Tió.
Y eso que hará como diez años o así lo expliqué perfectamente aquí.
Venga, que os lo resumo: el Tió es una tradición navideña catalana que consiste en que a principio de diciembre en las casas ponen un Tió, un tronco gordote con una cara sonriente pintada y una barretina, que cubren parcialmente con una manta. Todas las noches se le da de comer, y el Tió va engordando debajo de la manta hasta que llega navidad. Entonces los niños de la casa golpean al Tió con un palo mientras cantan una bonita canción que viene a decir algo así como “Caga, tronco, caramelos y turrón, y si no cagas pronto te daré con el bastón”, que si me preguntas a mí no solo es extorsión con violencia, es que además hay que ser muy cínico para amenazar al pobre Tió con que “le darás" cuando le estás curtiendo a palos en directo, pero bueno.
Total, que se termina la canción, se retira la manta y el Tió ha cagado regalitos.
No es broma.
Si no me creéis a mí, creed a Viggo Mortensen, que lo explica mucho mejor porque es Viggo Mortensen y todo lo hace bien:
Pues el caso es que lo del Tió será muy tradiciónal y muy bonito pero si te paras a pensarlo fríamente lo mismo no es para todos los públicos. Es decir, fomenta el maltrato al a flora local, el comportamiento violento, el uso indiscriminado de un palo, la escatología (esto, para los catalanes, no es necesariamente malo porque están OBSESIONADOS con la caca, de verdad os lo digo) y las amenazas, todo ello premiado con regalos.
No sé yo.
A decir verdad, lo que más me preocupaba era lo del palo. Vaya, que mis hijos ya van a urgencias lo suficiente sin que haya palos de por medio. Y yo también.
Por eso cuando ZaraJota me dijo que había apuntado a los niños para hacer el Tió en una librería decidí que alguien tenía que poner un poco de sensatez en el asunto.
–¡Me pido no ir! –dije. Porque yo sensatez no tengo mucha, pero de instinto de conservación voy sobradita.
–Pero Lorz, seguro que a los niños les encanta.
–Pues por eso, mejor que vayas tú y lo disfrutes.
–Pero...
–Lleva casco.
–...
–Y coquilla.
Y así fue como ZaraJota se fue a hacer el Tió con los niños y, sorprendentemente, volvió de una pieza.
–¿Qué tal ha ido?
–Bueno, al principio regular porque cuando le dije a Nena-chan que íbamos a hacer el Caga Tió pensó que los íbamos a hacer de verdad, ya sabes, en plan manualidades.
–Ya veo.
–Pero en cuanto vio que iba de dar palos y recibir regalos se animó. ¡Se lo han pasado genial! Me han dicho que querían hacer el Tió en casa también.
En aquel momento nos llegaron las vocecitas de los niños desde su habitación.
–Nena-chan, ¿jugamos a hacer el Tió?
–Síííí.
–¡Me pido ser el que pega!
–¡Pues yo me pido ser el que caga!
De pronto lo del palo es lo que menos me preocupa.
Feliz navidad, personas y personos.
15 diciembre 2019
Sugus no...
Seguimos con la campaña del #lorzfunding o, como dicen ahora los modernos, #relorzfunding.
La tentación de incluir sugus entre las recompensas es cada día más fuerte...
La tentación de incluir sugus entre las recompensas es cada día más fuerte...
09 diciembre 2019
Qué cosas hacen...
Ya está disponible el #lorzfunding edición 2020.
Pero, por favor, no dejéis que eso os distraiga de lo verdaderamente importante: el pelazo que tengo en este vídeo.
No me lo creo ni yo.
02 diciembre 2019
25 noviembre 2019
Segundas opiniones
Revisiones pediátricas de Nene-kun
Recién nacido
–Este niño parece tener fimosis, pero habrá que esperar unos meses para verlo bien.
Un mes
–¿Fimosis? No, en absoluto.
Tres meses
–Quizá tenga fimosis. Cuando le bañéis, acordaos de retirarle el pellejito hacia atrás.
Seis meses
–¿Qué le estáis haciendo qué? Eso es una barbaridad. Hay que dejarlo a ver si se corrige solo.
Nueve meses
–No, no, no, este niño no tiene fimosis. ¿De dónde habéis sacado esa idea?
Doce meses
–Tenemos que observar cómo evoluciona, podría necesitar operación de fimosis.
Dos años
–Yo creo que podemos descartar la fimosis definitivamente.
Cuatro años
–Esto es fimosis. ¿Que edad tiene?
–Cuatro.
–¿Y cómo habéis esperado tanto para que le operen?
Uy, yo qué sé.
Editado 03/12/2019
Cuatro años y tres meses
–No entiendo por qué os han derivado aquí, este niño no tiene fimosis.
–¿No?
–Un poco, pero se puede corregir. ¿Le estáis echando el pellejito para atrás?
–Eh... ¿no?
–Pues muy mal, así no se le va a corregir nunca.
18 noviembre 2019
Los marcapáginas
Hace algún tiempo, en ese lugar donde hoy los montes se visten de espino, trabajé en un sitio donde los ordenadores eran tan viejos, tan, tan viejos, que en la pegatina del servicio técnico el teléfono no llevaba prefijo.
En serio.
Mi ordenador en concreto era tan viejo, tan, tan viejo, que si tecleaba a mi velocidad normal el word se bloqueaba porque no podía procesarlo.
Tan, tan viejo, que trataba las imágenes con paint, porque no podía soportar nada más potente.
Tan, tan viejo, que cuando tenía que buscar algo en google usaba mi propio móvil, porque tardaba menos.
Así de viejo.
Y, por supuesto, la pantalla estaba hecha polvo. Tenía un arañazo que iba de lado a lado, perdía el color en algunas partes y a veces la imagen se veía combada, pero no pasa nada porque total, solo me dedicaba a corregir, no es que necesitara ver bien los textos ni nada por el estilo.
Para mí lo más irritante era que se bamboleaba.
Parece una tontería, pero pasarte diez horas diarias mirando una pantalla arañada, combada, decolorada y oscilante a veces puede llegar a provocarte dolor de cabeza. Si lo combinas con una silla que tienes que mantener apoyada contra la pared porque si no se le cae el respaldo, puede llegar a provocarte problemas de espalda y cervicales.
O eso me han dicho.
Bueno, el caso es que después de mucho investigar y trastear, llegué a la conclusión de que el problema era el brazo que sostenía la pantalla. Era un brazo articulado y estaba tan dado de sí que no se sostenía. No tenía remedio, y lo único que se me ocurrió para no acabar mareada todos los días era apuntocar la pantalla con algo: tenía que ser lo bastante fuerte como para que aguantara el peso, pero lo bastante blando como para que acolchara la pantalla. Por suerte, dadas las características del trabajo, la respuesta estaba por todas partes: papel. Cartulina, a ser posible.
Usé tacos de papel usado, tarjetas de presentación y marcapáginas, aunque me daba una pena terrible porque el peso de la pantalla los acababa destrozando y cada poco tiempo los tenía que cambiar. Pero el caso es que así mantenía el brazo de la pantalla, y eso hacía mi vida considerablemente más fácil.
En esas estaba cuando, debido a una serie de circunstancias, la empresa en la que trabajaba hizo algo así como, yo qué sé, unos 5000 marcapáginas con simbología nazi.
Bueno, a ver, tampoco exageremos.
Quien dice simbología nazi dice una esvástica, ya sabéis, la típica esvástica negra que pones sobre un fondo rojo y blanco y que no es nazi en absoluto. Y solo eran unas 5000.
Y además, ¿a quién no le ha pasado alguna vez que ha mandado a imprimir unas 5000 esvásticas por error?
El caso es que, por motivos que no acabo de entender, los lectores no querían esos marcapáginas. Y mira que eran gratis y a los lectores todo lo que es gratis se les antoja, ¿eh? Pues no.
Y los libreros tampoco los querían, y eso que siempre están pidiendo cosas para repartir a los clientes. Pues nada. Por qué se negaban a repartir esvásticas entre sus clientes es todavía un misterio para mí.
Así que las podres, rechazadas esvásticas estuvieron circulando por la oficina durante un año o así, hasta que se tomó la decisión de tirarlas. Tal cual: bajar al contenedor de papel de la calle y dejar la caja allí.
Lo que pasa es que, no sé por qué, pero no me acababa de parecer una buena idea abandonar en la calle una caja con el logo de la empresa y llena a rebosar de esvásticas.
Manías que tiene una.
Además, a mí me venían muy bien los marcapáginas para sostener el brazo de mi pantalla, que cada vez estaba más vencido. Así que pedí que me dejaran quedarme con los marcapáginas.
–Pero Lorz –me dijeron–, no queremos tener la caja con las esvásticas rondando con la oficina.
–No pasa nada, en mi cajonera caben.
Y las metí todas en mi cajonera.
Apenas un par de meses después me fui de la empresa. Y cuando digo que me fui, es que me fui: un buen día me levanté, recogí todas mis cosas y salí por la puerta sin decir ni adiós.
Lo único que dejé atrás fueron los marcapáginas con las esvásticas, porque pensé que a quien me sustituyera le harían más falta que a mí.
Por lo de la pantalla y eso.
Pasado un tiempo, alguien abrió mi cajonera por fin y se encontró toda aquella simbología nazi perfectamente colocada en formación.
–Lorz –me preguntó esa persona más tarde–, ¿se puede saber por qué tenías el escritorio lleno de esvásticas?
–Ah, sí, es que me hacían falta.
–¿Para qué?
–Pues para tener el brazo en alto, por supuesto.
¿Para qué si no?
En serio.
Mi ordenador en concreto era tan viejo, tan, tan viejo, que si tecleaba a mi velocidad normal el word se bloqueaba porque no podía procesarlo.
Tan, tan viejo, que trataba las imágenes con paint, porque no podía soportar nada más potente.
Tan, tan viejo, que cuando tenía que buscar algo en google usaba mi propio móvil, porque tardaba menos.
Así de viejo.
Y, por supuesto, la pantalla estaba hecha polvo. Tenía un arañazo que iba de lado a lado, perdía el color en algunas partes y a veces la imagen se veía combada, pero no pasa nada porque total, solo me dedicaba a corregir, no es que necesitara ver bien los textos ni nada por el estilo.
Para mí lo más irritante era que se bamboleaba.
Parece una tontería, pero pasarte diez horas diarias mirando una pantalla arañada, combada, decolorada y oscilante a veces puede llegar a provocarte dolor de cabeza. Si lo combinas con una silla que tienes que mantener apoyada contra la pared porque si no se le cae el respaldo, puede llegar a provocarte problemas de espalda y cervicales.
O eso me han dicho.
Bueno, el caso es que después de mucho investigar y trastear, llegué a la conclusión de que el problema era el brazo que sostenía la pantalla. Era un brazo articulado y estaba tan dado de sí que no se sostenía. No tenía remedio, y lo único que se me ocurrió para no acabar mareada todos los días era apuntocar la pantalla con algo: tenía que ser lo bastante fuerte como para que aguantara el peso, pero lo bastante blando como para que acolchara la pantalla. Por suerte, dadas las características del trabajo, la respuesta estaba por todas partes: papel. Cartulina, a ser posible.
Usé tacos de papel usado, tarjetas de presentación y marcapáginas, aunque me daba una pena terrible porque el peso de la pantalla los acababa destrozando y cada poco tiempo los tenía que cambiar. Pero el caso es que así mantenía el brazo de la pantalla, y eso hacía mi vida considerablemente más fácil.
En esas estaba cuando, debido a una serie de circunstancias, la empresa en la que trabajaba hizo algo así como, yo qué sé, unos 5000 marcapáginas con simbología nazi.
Bueno, a ver, tampoco exageremos.
Quien dice simbología nazi dice una esvástica, ya sabéis, la típica esvástica negra que pones sobre un fondo rojo y blanco y que no es nazi en absoluto. Y solo eran unas 5000.
Y además, ¿a quién no le ha pasado alguna vez que ha mandado a imprimir unas 5000 esvásticas por error?
El caso es que, por motivos que no acabo de entender, los lectores no querían esos marcapáginas. Y mira que eran gratis y a los lectores todo lo que es gratis se les antoja, ¿eh? Pues no.
Y los libreros tampoco los querían, y eso que siempre están pidiendo cosas para repartir a los clientes. Pues nada. Por qué se negaban a repartir esvásticas entre sus clientes es todavía un misterio para mí.
Así que las podres, rechazadas esvásticas estuvieron circulando por la oficina durante un año o así, hasta que se tomó la decisión de tirarlas. Tal cual: bajar al contenedor de papel de la calle y dejar la caja allí.
Lo que pasa es que, no sé por qué, pero no me acababa de parecer una buena idea abandonar en la calle una caja con el logo de la empresa y llena a rebosar de esvásticas.
Manías que tiene una.
Además, a mí me venían muy bien los marcapáginas para sostener el brazo de mi pantalla, que cada vez estaba más vencido. Así que pedí que me dejaran quedarme con los marcapáginas.
–Pero Lorz –me dijeron–, no queremos tener la caja con las esvásticas rondando con la oficina.
–No pasa nada, en mi cajonera caben.
Y las metí todas en mi cajonera.
Apenas un par de meses después me fui de la empresa. Y cuando digo que me fui, es que me fui: un buen día me levanté, recogí todas mis cosas y salí por la puerta sin decir ni adiós.
Lo único que dejé atrás fueron los marcapáginas con las esvásticas, porque pensé que a quien me sustituyera le harían más falta que a mí.
Por lo de la pantalla y eso.
Pasado un tiempo, alguien abrió mi cajonera por fin y se encontró toda aquella simbología nazi perfectamente colocada en formación.
–Lorz –me preguntó esa persona más tarde–, ¿se puede saber por qué tenías el escritorio lleno de esvásticas?
–Ah, sí, es que me hacían falta.
–¿Para qué?
–Pues para tener el brazo en alto, por supuesto.
¿Para qué si no?
11 noviembre 2019
Entrevista de trabajo
Durante los últimos meses he sido muy afortunada porque en vez de buscar trabajo ha sido el trabajo el que me ha ido buscando a mí.
Otra cosa es que luego llegáramos a consumar, pero bueno.
El caso es que hace ya bastante tiempo hice una entrevista para trabajar en una cosa que me molaba mogollón y no solo porque ofrecieran el triple de salario que en mi trabajo anterior por desempeñar aproximadamente un tercio de las funciones, sino porque consistía en hacer cosas buenas por la humanidad.
Y, seamos sinceros, eso rara vez pasa en un trabajo.
Estaba segura de que eso me daría como chorrocientos puntos de karma, y en aquel momento me habrían venido muy bien porque se me había roto el iPad.
El trabajo en cuestión solo tenía una pequeña pega: habría tenido que dejar de escribir. Pero, me dije a mí misma mientras dibujaba corazones alrededor de la cifra del sueldo, estoy a punto de cumplir cuarenta años. Quizá haya llegado el momento de reconocer que aunque nunca dejaré de ser una lorzas, ya no tengo edad de ser una Lorzagirl.
Así que dejé de lado mis tonterías por una vez y me preparé a fondo la entrevista, como corresponde a una personaobsesiva y con la autoestima de una cucaracha adulta. Como la entrevista era en inglés me pasé días hablando inglés con un lápiz atravesao en la boca. Como era para community manager me repasé todas las tendencias del momento (provocándome, probablemente, serias secuelas mentales de paso). Como era para... bueno, os hacéis a la idea.
Pero cuando llegué a la entrevista nada fue exactamente como había previsto.
En primer lugar, no querían saber nada de mi experiencia o de mi formación.
–No hace falta: te vamos a investigar.
–Eh...
–Debido a las peculiares características de nuestra organización tenemos que asegurarnos de que eres de fiar.
ESTOY J*D*D*, pensé. Pero en vez de eso dije:
–Claro, claro.
–De hecho, también vamos a investigar a tu familia, por supuesto.
ESTOY MUY J*D*D*.
–Claro, claro.
–Y nos gustaría que nos facilitaras tu redes sociales, para hacer una comprobación de rutina.
ESTOY SÚPER J*D*D*.
–Claro, aquí están.
Y les di mis redes sociales profesionales, ya sabéis. Esas en las que finjo ser normal.
–¿No tienes más?
Me mordí la lengua.
Decían que me iban a investigar, y de hecho yo había firmado una autorización para que me investigaran. Además, también había firmado una declaración en la que me comprometía a decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
¿Era mejor callarme y cruzar los dedos para que no me descubrieran?
¿O era mejor ser sincera y cruzar los dedos para que valoraran la honestidad por encima de... bueno, por encima de Lorzagirl?
–Sí. Tengo otra. Lorzagirl.
A los entrevistadores se les escapó una risita.
ESTOY REALMENTE J*D*D*, pensé.
–¿Y cuánta gente puede relacionar esa cuenta contigo?
Hice cuentas mentalmente. Bueno, las hice con los dedos. Está bien, puede que usara la calculadora del móvil.
–Alguna –respondí finalmente, pensando en la gente que vio la charla, en los mecenas del Lorzfunding y en todas las personas a la que me he ido encontrando por la vida, muchas de las cuales tienen la costumbre de llamarme Lorz a gritos.
–Ya veo. ¿Y crees que en esa cuenta has podido decir algo inapropiado alguna vez?
Alguna vez, dice...
–Define "inapropiado" –respondí, intentando ganar tiempo, mientras me repetía a mí misma J*D*D*, J*D*D*, J*D*D*, J*D*D*, J*D*D*.
–Pues si alguna vez has dicho algo vergonzoso, humillante o políticamente incorrecto que haya podido perjudicar tu imagen y que, de entrar a trabajar con nosotros, pudiera perjudicar la nuestra.
–Pues... llevo quince años en redes sociales. No creo que haya dicho algo inapropiado solo alguna vez.
J*D*D* PERO SINCERA, OJO.
Otra cosa es que luego llegáramos a consumar, pero bueno.
El caso es que hace ya bastante tiempo hice una entrevista para trabajar en una cosa que me molaba mogollón y no solo porque ofrecieran el triple de salario que en mi trabajo anterior por desempeñar aproximadamente un tercio de las funciones, sino porque consistía en hacer cosas buenas por la humanidad.
Y, seamos sinceros, eso rara vez pasa en un trabajo.
Estaba segura de que eso me daría como chorrocientos puntos de karma, y en aquel momento me habrían venido muy bien porque se me había roto el iPad.
El trabajo en cuestión solo tenía una pequeña pega: habría tenido que dejar de escribir. Pero, me dije a mí misma mientras dibujaba corazones alrededor de la cifra del sueldo, estoy a punto de cumplir cuarenta años. Quizá haya llegado el momento de reconocer que aunque nunca dejaré de ser una lorzas, ya no tengo edad de ser una Lorzagirl.
Así que dejé de lado mis tonterías por una vez y me preparé a fondo la entrevista, como corresponde a una persona
Pero cuando llegué a la entrevista nada fue exactamente como había previsto.
En primer lugar, no querían saber nada de mi experiencia o de mi formación.
–No hace falta: te vamos a investigar.
–Eh...
–Debido a las peculiares características de nuestra organización tenemos que asegurarnos de que eres de fiar.
ESTOY J*D*D*, pensé. Pero en vez de eso dije:
–Claro, claro.
–De hecho, también vamos a investigar a tu familia, por supuesto.
ESTOY MUY J*D*D*.
–Claro, claro.
–Y nos gustaría que nos facilitaras tu redes sociales, para hacer una comprobación de rutina.
ESTOY SÚPER J*D*D*.
–Claro, aquí están.
Y les di mis redes sociales profesionales, ya sabéis. Esas en las que finjo ser normal.
–¿No tienes más?
Me mordí la lengua.
Decían que me iban a investigar, y de hecho yo había firmado una autorización para que me investigaran. Además, también había firmado una declaración en la que me comprometía a decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
¿Era mejor callarme y cruzar los dedos para que no me descubrieran?
¿O era mejor ser sincera y cruzar los dedos para que valoraran la honestidad por encima de... bueno, por encima de Lorzagirl?
–Sí. Tengo otra. Lorzagirl.
A los entrevistadores se les escapó una risita.
ESTOY REALMENTE J*D*D*, pensé.
–¿Y cuánta gente puede relacionar esa cuenta contigo?
Hice cuentas mentalmente. Bueno, las hice con los dedos. Está bien, puede que usara la calculadora del móvil.
–Alguna –respondí finalmente, pensando en la gente que vio la charla, en los mecenas del Lorzfunding y en todas las personas a la que me he ido encontrando por la vida, muchas de las cuales tienen la costumbre de llamarme Lorz a gritos.
–Ya veo. ¿Y crees que en esa cuenta has podido decir algo inapropiado alguna vez?
Alguna vez, dice...
–Define "inapropiado" –respondí, intentando ganar tiempo, mientras me repetía a mí misma J*D*D*, J*D*D*, J*D*D*, J*D*D*, J*D*D*.
–Pues si alguna vez has dicho algo vergonzoso, humillante o políticamente incorrecto que haya podido perjudicar tu imagen y que, de entrar a trabajar con nosotros, pudiera perjudicar la nuestra.
–Pues... llevo quince años en redes sociales. No creo que haya dicho algo inapropiado solo alguna vez.
J*D*D* PERO SINCERA, OJO.
04 noviembre 2019
Nada que hacer
Tengo (casi) cuarenta años, dos hijos (relativamente) pequeños y una (casi dos) carrera de letras, así que cuando tomé la decisión de tomar acciones legales contra mi entonces empleador sabía que me arriesgaba a no encontrar trabajo nunca más.
Por eso tardé más de un año en decidirme, supongo, y solo lo hice cuando había acumulado pruebas suficientes para convencer no a un juez, sino a mí misma.
Pero me estoy poniendo seria.
El caso es que pensé que bueno, ya que probablemente no iba a encontrar trabajo nunca más en la vida ever, pensé que podía descansar un poco, ya que no tenía nada que hacer.
A ver, descansar... Quien dice descansar dice ofrecerse como voluntaria en el AMPA, apuntarse a inglés, hacer otro curso de social media, revisar los apuntes de mi oposiciones para ver si me presento, ir al gimnasio, preparar el segundo #Lorzfunding y por supuesto ocuparme de la casa y de los niños porque yo estoy a favor de repartir las tareas de la casa según el tiempo libre de cada uno, y por supuesto en aquel momento yo no tenía nada que hacer.
También fui al SEPE, claro, y me apunté a un curso que me hacía una ilusión loca, pero en la oficina me dijeron que era prácticamente imposible que me cogieran.
–Es un curso del plan de mejora de empleo, para personas en activo, y está muy solicitado. Es posible que tarde un poco.
–No pasa nada, puedo esperar.
Pero bueno, en algo me tenía que entretener porque aparte del AMPA, el inglés, el curso de social media, las oposiciones, el gimnasio, el #Lorzfunding, la casa y los niños no tenía nada que hacer. Así que me puse a mirar todas las cosas que se hacen para emprendedores y, a pesar de que ninguna tenía nada que ver con quemar cosas, encontré varios cursos interesantes, así que me apunté a uno. Por semana.
Nada del otro mundo.
Estaba contemplando mi agenda para noviembre y empezando a plantearme seriamente adquirir un giratiempos cuando me avisaron de que quedaban plazas libres para el curso del SEPE.
–¿Podrías incorporarte mañana?
–Claro que sí –respondí–. ¡Si no tengo nada que hacer!
Por eso tardé más de un año en decidirme, supongo, y solo lo hice cuando había acumulado pruebas suficientes para convencer no a un juez, sino a mí misma.
Pero me estoy poniendo seria.
El caso es que pensé que bueno, ya que probablemente no iba a encontrar trabajo nunca más en la vida ever, pensé que podía descansar un poco, ya que no tenía nada que hacer.
A ver, descansar... Quien dice descansar dice ofrecerse como voluntaria en el AMPA, apuntarse a inglés, hacer otro curso de social media, revisar los apuntes de mi oposiciones para ver si me presento, ir al gimnasio, preparar el segundo #Lorzfunding y por supuesto ocuparme de la casa y de los niños porque yo estoy a favor de repartir las tareas de la casa según el tiempo libre de cada uno, y por supuesto en aquel momento yo no tenía nada que hacer.
También fui al SEPE, claro, y me apunté a un curso que me hacía una ilusión loca, pero en la oficina me dijeron que era prácticamente imposible que me cogieran.
–Es un curso del plan de mejora de empleo, para personas en activo, y está muy solicitado. Es posible que tarde un poco.
–No pasa nada, puedo esperar.
Pero bueno, en algo me tenía que entretener porque aparte del AMPA, el inglés, el curso de social media, las oposiciones, el gimnasio, el #Lorzfunding, la casa y los niños no tenía nada que hacer. Así que me puse a mirar todas las cosas que se hacen para emprendedores y, a pesar de que ninguna tenía nada que ver con quemar cosas, encontré varios cursos interesantes, así que me apunté a uno. Por semana.
Nada del otro mundo.
Estaba contemplando mi agenda para noviembre y empezando a plantearme seriamente adquirir un giratiempos cuando me avisaron de que quedaban plazas libres para el curso del SEPE.
–¿Podrías incorporarte mañana?
–Claro que sí –respondí–. ¡Si no tengo nada que hacer!
28 octubre 2019
Halloween 2019
Una mañana, la vieja y malvada bruja abrió los ojos, salió de la cama y se rascó el culo, como siempre.
Solo que algo no estaba como siempre.
La vieja y malvada bruja miró a su alrededor, preguntándose qué podía ser.
Todo parecía estar exactamente como lo había dejado la noche anterior, antes de irse a la cama.
Todo salvo...
Con un escalofrío, la bruja se dio cuenta de qué pasaba: se sentía... bien.
Simplemente bien.
¿Cómo podía haberle ocurrido precisamente a ella?
La vieja y malvada bruja no recordaba haberse sentido nunca así.
Hasta donde ella podía recordar (y la vieja y malvada bruja era capaz de recordar mucho, cuando se ponía) siempre había vivido bajo el peso de una angustia profunda, negra, insondable y eterna; un peso que lo mismo la aplastaba contra el suelo que le oprimía el pecho hasta dejarla sin respiración; una carga que la hacía sentir exhausta, drenada, vacía.
O quizá fueran gases.
Fuera lo que fuera aquello, la vieja y malvada bruja estaba tan acostumbrada a ello que apenas lo percibía ya, y solo su repentina ausencia se lo había hecho notar, igual que en verano no era consciente del tronar de las cigarras hasta que todas paraban de pronto.
La vieja y malvada bruja se recolocó las bragas de esparto. Siempre empezaban a ceder por los lados cuando las llevaba puestas más de cinco años seguidos, y hacía al menos diez que no se las cambiaba. Lo haría hoy. Quizá se pusiera unas nuevas. Quizá hasta se mudara de ropa.
La vieja y malvada bruja sacudió la cabeza.
¿Mudarse de ropa? ¿Bragas nuevas? ¿Qué sería lo próximo? ¿Bañarse?
La vieja y malvada bruja estaba perpleja. Cerró los ojos y se pellizcó.
El pellizco le dolió horrores: quizá había llegado el momento de cortarse las uñas.
¿Cortarse las uñas?
¿En serio?
¿Pero qué le estaba pasando?
Y todo porque de pronto sentía... bien.
Simplemente bien.
La vieja y malvada bruja se preguntó si así era como se sentía la gente normal. Últimamente había comido mucha de esa, y su abuela siempre decía que somos lo que comemos. ¿O era "somos los que comemos"? No estaba segura. Se sentía bien. Ya no podía estar segura de nada.
De pronto le asaltó un pensamiento terrorífico: ¿seguía siendo ella misma si se sentía como nunca antes se había sentido? ¿Y si era la angustia profunda, negra, insondable y eterna la que la hacía ser quién era? ¿Y si al sentirse bien, simplemente bien, se había convertido en otra cosa? ¿Otra cosa... sin poderes?
La vieja y malvada bruja entró en pánico.
O no.
Sorprendida, se dio cuenta de que no entraba en pánico en absoluto.
Se sentía bien, y eso era un logro, una hazaña, un récord mundial, trending topic en su ciudad ahora.
Cualquiera, incluso una vieja y malvada bruja, puede ser feliz en un momento dado.
Pero sentirse bien, simplemente bien... eso no está al alcance de cualquiera.
La vieja y malvada bruja decidió que sus poderes eran un precio muy pequeño a cambio de sentirse bien.
Simplemente bien.
Se quitó el vestido, las bragas se esparto y los calcetines y salió de su cabaña corriendo, desnuda, riéndose sola y lanzando alaridos de felicidad.
Iba a bañarse.
Ya tendría tiempo para descubrir si seguía siendo vieja, malvada y bruja.
En ese momento se sentía bien, simplemente bien, y con eso le bastaba.
Solo que algo no estaba como siempre.
La vieja y malvada bruja miró a su alrededor, preguntándose qué podía ser.
Todo parecía estar exactamente como lo había dejado la noche anterior, antes de irse a la cama.
Todo salvo...
Con un escalofrío, la bruja se dio cuenta de qué pasaba: se sentía... bien.
Simplemente bien.
¿Cómo podía haberle ocurrido precisamente a ella?
La vieja y malvada bruja no recordaba haberse sentido nunca así.
Hasta donde ella podía recordar (y la vieja y malvada bruja era capaz de recordar mucho, cuando se ponía) siempre había vivido bajo el peso de una angustia profunda, negra, insondable y eterna; un peso que lo mismo la aplastaba contra el suelo que le oprimía el pecho hasta dejarla sin respiración; una carga que la hacía sentir exhausta, drenada, vacía.
O quizá fueran gases.
Fuera lo que fuera aquello, la vieja y malvada bruja estaba tan acostumbrada a ello que apenas lo percibía ya, y solo su repentina ausencia se lo había hecho notar, igual que en verano no era consciente del tronar de las cigarras hasta que todas paraban de pronto.
La vieja y malvada bruja se recolocó las bragas de esparto. Siempre empezaban a ceder por los lados cuando las llevaba puestas más de cinco años seguidos, y hacía al menos diez que no se las cambiaba. Lo haría hoy. Quizá se pusiera unas nuevas. Quizá hasta se mudara de ropa.
La vieja y malvada bruja sacudió la cabeza.
¿Mudarse de ropa? ¿Bragas nuevas? ¿Qué sería lo próximo? ¿Bañarse?
La vieja y malvada bruja estaba perpleja. Cerró los ojos y se pellizcó.
El pellizco le dolió horrores: quizá había llegado el momento de cortarse las uñas.
¿Cortarse las uñas?
¿En serio?
¿Pero qué le estaba pasando?
Y todo porque de pronto sentía... bien.
Simplemente bien.
La vieja y malvada bruja se preguntó si así era como se sentía la gente normal. Últimamente había comido mucha de esa, y su abuela siempre decía que somos lo que comemos. ¿O era "somos los que comemos"? No estaba segura. Se sentía bien. Ya no podía estar segura de nada.
De pronto le asaltó un pensamiento terrorífico: ¿seguía siendo ella misma si se sentía como nunca antes se había sentido? ¿Y si era la angustia profunda, negra, insondable y eterna la que la hacía ser quién era? ¿Y si al sentirse bien, simplemente bien, se había convertido en otra cosa? ¿Otra cosa... sin poderes?
La vieja y malvada bruja entró en pánico.
O no.
Sorprendida, se dio cuenta de que no entraba en pánico en absoluto.
Se sentía bien, y eso era un logro, una hazaña, un récord mundial, trending topic en su ciudad ahora.
Cualquiera, incluso una vieja y malvada bruja, puede ser feliz en un momento dado.
Pero sentirse bien, simplemente bien... eso no está al alcance de cualquiera.
La vieja y malvada bruja decidió que sus poderes eran un precio muy pequeño a cambio de sentirse bien.
Simplemente bien.
Se quitó el vestido, las bragas se esparto y los calcetines y salió de su cabaña corriendo, desnuda, riéndose sola y lanzando alaridos de felicidad.
Iba a bañarse.
Ya tendría tiempo para descubrir si seguía siendo vieja, malvada y bruja.
En ese momento se sentía bien, simplemente bien, y con eso le bastaba.
21 octubre 2019
Los pelos del culo abrigan
El sueño de mi vida era depilarme las ingles con láser.
Bueno, no.
En realidad el sueño de mi vida era que me dieran un Oscar, me da igual en qué categoría (siempre que sea una de las chulas, no de las que dan durante los anuncios), subirme al escenario, decir que no me lo esperaba, que no tengo nada preparado... y sacarme del escote un taco de papel continuo con el guion de unas seis horas de discurso.
Pero, a falta de Oscar, lo de depilarme las ingles con láser podía valer.
Así que me fui a uno de esos sitios de aspecto inocente donde te prometen librarte del pelo de las ingles para siempre y dije:
–Hola, quiero depilarme las ingles con láser.
–Muy bien, muy bien, pero no hacía falta que se bajara los pantalones todavía.
–Ah.
–Mire, la depilación de las ingles sale a treinta euros la sesión, pero ahora mismo tenemos una oferta para zona íntima que sale muchísimo más barato y que te incluye el pubis y la zona perianal.
–¿La zona periQUÉ?
–Perianal.
–...
–El culo.
–Ah... pero yo no tengo pelos en el culo.
–Créeme: todas tenemos pelos en la zona perianal.
Le dije que me lo pensaría y me fui a casaa mirarme el culo con un espejo a darle vueltas al asunto.
No estaba segura de querer hacerme la depilación definitiva de la zona perianal.
Primero, todavía no estaba convencida de tener pelos en el culoporque por más que me retorcí espejo en mano no vi ninguno.
Segundo, me daba la impresión de que quemarse los pelos del culo con láser tenía que doler infinito.
Y tercero, pero no por ello menos importante, no me quitaba de la cabeza las sabias enseñanzas del refranero español: Digan lo que digan, los pelos del culo abrigan.
Por supuesto, y como seguramente la señora de la clínica había previsto, al final pesó más el argumento de la oferta, y un maravilloso día me fui a que me depilaran tó lo de abajo con láser.
La verdad es que iba muy tranquila. Es cierto que para cualquier persona normal, desnudarse de cintura para abajo, subirse a una camilla y que una desconocida te haga cosas (dolorosas) en los bajos puede resultar un poco violento, pero claro, yo no soy una persona normal: soy una madre. Cuando has pasado por dos embarazos, lo de subirse a una camilla y despatarrarse con el matojo al viento ya es que ni te altera.
¿Y las descargas del láser?
Por favor. Por ahí ha pasado una cabeza. Y QUÉ CABEZA.
Así que la depilación frontal la llevé razonablemente bien y ya estaba dispuesta a levantarme de la camilla cuando la depiladora me dijo:
–Espera, que falta la zona perianal.
–No, no, si no hace falta.
–Mujer, ya que la has pagado.
–PUES SI LA HE PAGADO LA QUIERO.
Que no se vive una década con un catalán sin que se te pegue algo.
–Muy bien, pues ponte boca abajo.
Yo me puse boca abajo con muy buena disposición porque nunca hay que llevarle la contraria a una persona que está a punto de achicharrarte el ojete con un láser.
–Separa las piernas...
Y las separé, lo que pasa es que yo soy así como de carnes abundantes y culo prieto (la zumba es muy mala para eso) y claro, allí no se veía el fondo, así que la pobre criatura tuvo que apartar los cachetes con gran dificultad y, sospecho, mantenderlos separados apuntocándolos con un palo.
Entonces tuvo que rasurar con maquinilla porque a ver, aquello debía ser como la selva virgen, jamás tocada por cera, maquinilla o pinza de depilar alguna. De ahí salió pelo como para rellenar una almohada, creo, y digo creo porque yo no lo vi, porque seguía boca abajo con el culo en pompa, pero me hago una idea aproximada porque de pronto vi a la esteticista enchufando una aspiradora de mano y dirigiéndose hacia mi trasero con cara de determinación.
Y después de eso vino el láser.
Cuando la buena mujer terminó y mis cachetes volvieron a reunirse, me senté en la camilla y me puse a mirar el vacío mientras me replanteaba mi vida.
O sea, ¿quienes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿De verdad era tan necesario que me depilara el ojete?
Entonces la esteticista me dijo:
–Bueno, te dejo sola para que te vistas.
Claro, no vaya a ser que sienta mi intimidad invadida o algo así.
Bueno, no.
En realidad el sueño de mi vida era que me dieran un Oscar, me da igual en qué categoría (siempre que sea una de las chulas, no de las que dan durante los anuncios), subirme al escenario, decir que no me lo esperaba, que no tengo nada preparado... y sacarme del escote un taco de papel continuo con el guion de unas seis horas de discurso.
Pero, a falta de Oscar, lo de depilarme las ingles con láser podía valer.
Así que me fui a uno de esos sitios de aspecto inocente donde te prometen librarte del pelo de las ingles para siempre y dije:
–Hola, quiero depilarme las ingles con láser.
–Muy bien, muy bien, pero no hacía falta que se bajara los pantalones todavía.
–Ah.
–Mire, la depilación de las ingles sale a treinta euros la sesión, pero ahora mismo tenemos una oferta para zona íntima que sale muchísimo más barato y que te incluye el pubis y la zona perianal.
–¿La zona periQUÉ?
–Perianal.
–...
–El culo.
–Ah... pero yo no tengo pelos en el culo.
–Créeme: todas tenemos pelos en la zona perianal.
Le dije que me lo pensaría y me fui a casa
No estaba segura de querer hacerme la depilación definitiva de la zona perianal.
Primero, todavía no estaba convencida de tener pelos en el culo
Segundo, me daba la impresión de que quemarse los pelos del culo con láser tenía que doler infinito.
Y tercero, pero no por ello menos importante, no me quitaba de la cabeza las sabias enseñanzas del refranero español: Digan lo que digan, los pelos del culo abrigan.
Por supuesto, y como seguramente la señora de la clínica había previsto, al final pesó más el argumento de la oferta, y un maravilloso día me fui a que me depilaran tó lo de abajo con láser.
La verdad es que iba muy tranquila. Es cierto que para cualquier persona normal, desnudarse de cintura para abajo, subirse a una camilla y que una desconocida te haga cosas (dolorosas) en los bajos puede resultar un poco violento, pero claro, yo no soy una persona normal: soy una madre. Cuando has pasado por dos embarazos, lo de subirse a una camilla y despatarrarse con el matojo al viento ya es que ni te altera.
¿Y las descargas del láser?
Por favor. Por ahí ha pasado una cabeza. Y QUÉ CABEZA.
Así que la depilación frontal la llevé razonablemente bien y ya estaba dispuesta a levantarme de la camilla cuando la depiladora me dijo:
–Espera, que falta la zona perianal.
–No, no, si no hace falta.
–Mujer, ya que la has pagado.
–PUES SI LA HE PAGADO LA QUIERO.
Que no se vive una década con un catalán sin que se te pegue algo.
–Muy bien, pues ponte boca abajo.
Yo me puse boca abajo con muy buena disposición porque nunca hay que llevarle la contraria a una persona que está a punto de achicharrarte el ojete con un láser.
–Separa las piernas...
Y las separé, lo que pasa es que yo soy así como de carnes abundantes y culo prieto (la zumba es muy mala para eso) y claro, allí no se veía el fondo, así que la pobre criatura tuvo que apartar los cachetes con gran dificultad y, sospecho, mantenderlos separados apuntocándolos con un palo.
Entonces tuvo que rasurar con maquinilla porque a ver, aquello debía ser como la selva virgen, jamás tocada por cera, maquinilla o pinza de depilar alguna. De ahí salió pelo como para rellenar una almohada, creo, y digo creo porque yo no lo vi, porque seguía boca abajo con el culo en pompa, pero me hago una idea aproximada porque de pronto vi a la esteticista enchufando una aspiradora de mano y dirigiéndose hacia mi trasero con cara de determinación.
Y después de eso vino el láser.
Cuando la buena mujer terminó y mis cachetes volvieron a reunirse, me senté en la camilla y me puse a mirar el vacío mientras me replanteaba mi vida.
O sea, ¿quienes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿De verdad era tan necesario que me depilara el ojete?
Entonces la esteticista me dijo:
–Bueno, te dejo sola para que te vistas.
Claro, no vaya a ser que sienta mi intimidad invadida o algo así.
14 octubre 2019
Todo el tiempo del mundo
–Hola, Lorz, ¡cuánto tiempo!
–Sí, tenemos que quedar más.
–Cuando tú quieras, ¡yo ahora estoy en paro y tengo todo el tiempo del mundo!
–Pues podemos quedar alguna mañana a tomar un café.
–No, por las mañanas imposible, estoy haciendo un curso de cosas.
–Pues por las tardes.
–Por las tardes cuando quieras.
–Genial, podíamos quedar el lunes que viene.
–¡Claro! Ay, espera, no, los niños tienen piscina.
–Oh, vaya. Pues el martes.
–Música.
–¿Miércoles?
–Catalán. No preguntes.
–¿Jueves?
–Zumba.
–No voy ni a preguntar por el viernes.
–Música.
–¿Y los findes?
–¡Totalmente libres!
–¡Genial! ¡Quedamos el finde!
–...
–Acabas de decir que totalmente libres...
–Este sábado tengo una cena con mi familia. ¡Pero el domingo lo tenemos libre!
–¿En serio?
–¡En serio!
–¡Quedemos el domingo!
–...espera, que justo este domingo tenemos un taller.
–Ah.
–Pero tenemos que quedar.
–Claro que sí, cuando te venga bien.
–Cuando tú quieras, ¡yo ahora estoy en paro y tengo todo el tiempo del mundo!
–Sí, tenemos que quedar más.
–Cuando tú quieras, ¡yo ahora estoy en paro y tengo todo el tiempo del mundo!
–Pues podemos quedar alguna mañana a tomar un café.
–No, por las mañanas imposible, estoy haciendo un curso de cosas.
–Pues por las tardes.
–Por las tardes cuando quieras.
–Genial, podíamos quedar el lunes que viene.
–¡Claro! Ay, espera, no, los niños tienen piscina.
–Oh, vaya. Pues el martes.
–Música.
–¿Miércoles?
–Catalán. No preguntes.
–¿Jueves?
–Zumba.
–No voy ni a preguntar por el viernes.
–Música.
–¿Y los findes?
–¡Totalmente libres!
–¡Genial! ¡Quedamos el finde!
–...
–Acabas de decir que totalmente libres...
–Este sábado tengo una cena con mi familia. ¡Pero el domingo lo tenemos libre!
–¿En serio?
–¡En serio!
–¡Quedemos el domingo!
–...espera, que justo este domingo tenemos un taller.
–Ah.
–Pero tenemos que quedar.
–Claro que sí, cuando te venga bien.
–Cuando tú quieras, ¡yo ahora estoy en paro y tengo todo el tiempo del mundo!
07 octubre 2019
La mascota
Enero
–Mamá, ¿cuándo podré tener una mascota?
–Cuando tengamos una casa más grande.
A principios de año la posibilidad de mudarnos me parecía tan lejana que cada vez que Nena-chan me pedía algo le decía que cuando nos mudáramos. ¿Una mascota? Cuando nos mudemos. ¿Patines? Cuando nos mudemos. ¿La cura del cáncer? Cuando nos mudemos.
A ZaraJota ese método pedagógico sin fisuras no le acababa de convencer.
–¡Lorz! –me decía–. ¡No le digas eso a la niña cuando sabes perfectamente que NO quiero que tengan una mascota porque odio a todos los seres vivos sobre la faz de la tierra incluyendo, sobre todo en estos momentos, a ti!
–Tranquilo, ZaraJota. ¡Jamás podremos mudarnos a una casa más grande!
Mayo
[Se mudan a una casa más grande]
–Mamá, me dijiste que cuando tuviéramos una casa más grande podría tener una mascota y ya nos hemos mudado a una casa más grande y todavía no tengo una mascota, ¿cuándo voy a tener una mascota? ¿Eh? ¿Mamá? ¿Eh? ¿EEEEH?
ZaraJota me miró con cara de "Te lo dije". Pero está claro que ZaraJota me subestima.
–Cuando terminemos de colocar las cosas de todas las cajas.
–¡Lorz!
–Tranquilo, ZaraJota: jamás terminaremos de colocar las cosas de todas las cajas.
Junio
[Terminan de colocar las cosas de todas las cajas. Sí, lo sé, tengo un problema con el orden, debería hacérmelo mirar]
–Mamá, me dijiste que cuando terminaras de colorar las cosas de todas las cajas podría tener una mascota y ya hemos terminado de colocar las cosas de todas las cajas y todavía no tengo una mascota, ¿cuándo voy a tener una mascota? ¿Eh? ¿Mamá? ¿Eh? ¿EEEEH?
–Mira, Nena-chan, ahora nos vamos a ir de vacaciones y no tiene sentido que compremos una mascota para luego dejarla solita un mes. Pero en cuanto termine el verano tendrás tu mascota.
–¡Lorz!
–Tranquilo, ZaraJota, ¿no has oído hablar del calentamiento global? El verano no se va a acabar nunca. ¡¡¡NUNCA!!!
Septiembre
[Temporal de lluvia y viento en toda la península, se inunda hasta Murcia. MURCIA. Empiezo a sospechar que el universo está contra mí]
–Mamá, me dijiste que cuando terminara el verano podría tener una mascota y ya ha terminado el verano y todavía no tengo una mascota, ¿cuándo voy a tener una mascota? ¿Eh? ¿Mamá? ¿Eh? ¿EEEEH?
–Mira, Nena-chan, se acerca tu cumpleaños y va a venir la llalli. Y ya sabes que a la llalli no le gustan los semovientes. Pero en cuanto se vaya la llalli...
–Lorz...
–YO QUÉ SÉ YA, ZARAJOTA.
Octubre
–Mamá, me dijiste que cuando se fuera la llalli podría tener una mascota y ya se ha ido la llalli y todavía no tengo una mascota, ¿cuándo voy a tener una mascota? ¿Eh? ¿Mamá? ¿Eh? ¿EEEEH?
Había llegado el momento de confesar la verdad.
–Mira, Nena-chan, no creo que puedas tener nunca una mascota.
–¿Qué? ¿Por qué?
Miré a ZaraJota. ZaraJota me miró y me mandó un mensaje telepático: "Te dije que no le prometieras cosas que no ibas a cumplir. Ahora sé un adulto y asume tu responsabilidad".
–Pues verás, Nena-chan... lo que pasa es que... yo... eh... lo que pasa es que... ¡¡¡TU PADRE ES MALO Y NO TE QUIERE!!!
Ya está, solucionado.
Pd: por supuesto, la niña acabó teniendo su mascota.
30 septiembre 2019
Mira, mamá, sin dientes
Esta es la leyenda
de Nena-chan la bella
que de la litera saltó
y los dientes se rompió.
CANTO PRIMERO
Era Nena-chan la bella
la más hermosa doncella
que tenía un hermanito
y también una litera.
Tenía también una amiga
que un día vino a jugar.
La amiguita estaba triste
y la querían animar.
Nena-chan, amiga y hermanito
hicieron plasti un ratito,
jugaron a las muñecas
y pintaron acuarelas.
Luego se fueron riendo
a subirse en la litera.
Empezaron a saltar.
Los padres dicen: "¡PAFUERA!".
"Que ya no saltamos más.
Haremos guerra de almohadas".
Pero solo había dos,
así que cogieron el respaldo del sillón, que era más grande que ellos me da igual que no rime yo los mat*SE LA LLEVAN ENTRE CUATRO*
"Dejad eso en su sitio
y quedaos tranquilitos"
Dijeron "Vale" los tres.
Y acto seguido, un grito.
CANTO SEGUNDO
Acudieron con premura
los padres de la criatura.
Estaba tirada en el suelo,
sangraba por las costuras.
Bueno, sangraba por la boca, es que no se me ocurre una rima mejor.
La cogieron en volandas,
le pusieron los zapatos,
le dieron una toalla
para parar el sangrado...
y le miraron la boca
para valorar el daño:
se temieron lo peor,
que no hubiera un diente sano.
Raudo fue el padre a urgencias
con la niña berreando
su madre se quedó en casa
en pleno shock postraumático.
Llamó a la abuela y este vino
a cuidar a amiga y hermano
y rauda partió la madre
con el móvil del marido en la mano.
Que ya le vale dejarse el teléfono en casa en semejantes circunstancias, digo yo, pero con el berrinche que llevaba suerte tuvo de no olvidarse a la niña.
Llegó al hospital en pánico
sin saber qué encontraría
fue a recepción y temblando
le dijo al recepcionista:
"¿Han atendido a una niña
con la boquita sangrando?"
"Está dentro y está bien,
SEÑORA, SUÉLTEME EL BRAZO"
CANTO TERCERO
Así fue como Nena-chan
perdió dos dientes de leche...
De la leche que se dio,
pues los dientes de leche hace mucho los mudó.
"Ha sido culpa de mi amiga
porque ella me empujó".
Su madre se puso muy seria
y muy seriamente le habló.
"Los niños no tienen culpa
de nada de lo que pase;
si hay que buscar un culpable,
el adulto es responsable".
"¿Entonces la culpa es tuya
porque me estabas mirando?"
"Mía y de tu papá...
vayamos relativizando"
A la mañana siguiente
cuando volvieron a verse
la abuela le preguntó
"¿Qué te pasado en los dientes?"
[Toma aire]
"Se me han roto por culpa de mi papá y de mi mamá"
Y a los servicios sociales se sentaron a esperar.
Fin.
de Nena-chan la bella
que de la litera saltó
y los dientes se rompió.
CANTO PRIMERO
Era Nena-chan la bella
la más hermosa doncella
que tenía un hermanito
y también una litera.
Tenía también una amiga
que un día vino a jugar.
La amiguita estaba triste
y la querían animar.
Nena-chan, amiga y hermanito
hicieron plasti un ratito,
jugaron a las muñecas
y pintaron acuarelas.
Luego se fueron riendo
a subirse en la litera.
Empezaron a saltar.
Los padres dicen: "¡PAFUERA!".
"Que ya no saltamos más.
Haremos guerra de almohadas".
Pero solo había dos,
así que cogieron el respaldo del sillón, que era más grande que ellos me da igual que no rime yo los mat*SE LA LLEVAN ENTRE CUATRO*
"Dejad eso en su sitio
y quedaos tranquilitos"
Dijeron "Vale" los tres.
Y acto seguido, un grito.
CANTO SEGUNDO
Acudieron con premura
los padres de la criatura.
Estaba tirada en el suelo,
sangraba por las costuras.
Bueno, sangraba por la boca, es que no se me ocurre una rima mejor.
La cogieron en volandas,
le pusieron los zapatos,
le dieron una toalla
para parar el sangrado...
y le miraron la boca
para valorar el daño:
se temieron lo peor,
que no hubiera un diente sano.
Raudo fue el padre a urgencias
con la niña berreando
su madre se quedó en casa
en pleno shock postraumático.
Llamó a la abuela y este vino
a cuidar a amiga y hermano
y rauda partió la madre
con el móvil del marido en la mano.
Que ya le vale dejarse el teléfono en casa en semejantes circunstancias, digo yo, pero con el berrinche que llevaba suerte tuvo de no olvidarse a la niña.
Llegó al hospital en pánico
sin saber qué encontraría
fue a recepción y temblando
le dijo al recepcionista:
"¿Han atendido a una niña
con la boquita sangrando?"
"Está dentro y está bien,
SEÑORA, SUÉLTEME EL BRAZO"
CANTO TERCERO
Así fue como Nena-chan
perdió dos dientes de leche...
De la leche que se dio,
pues los dientes de leche hace mucho los mudó.
"Ha sido culpa de mi amiga
porque ella me empujó".
Su madre se puso muy seria
y muy seriamente le habló.
"Los niños no tienen culpa
de nada de lo que pase;
si hay que buscar un culpable,
el adulto es responsable".
"¿Entonces la culpa es tuya
porque me estabas mirando?"
"Mía y de tu papá...
vayamos relativizando"
A la mañana siguiente
cuando volvieron a verse
la abuela le preguntó
"¿Qué te pasado en los dientes?"
[Toma aire]
"Se me han roto por culpa de mi papá y de mi mamá"
Y a los servicios sociales se sentaron a esperar.
Fin.
21 septiembre 2019
La youtuber
Adelantamos un par de días la actualización porque hoy es un día muy importante: Nena-chan cumple siete años.
Me resulta muy difícil explicar lo especial que es esta personita. A ella misma le resulta difícil de entender. A veces, cuando le digo que es guapa o lista o buena o genial, ella misma me dice: "Pero mamá, ¿de verdad lo soy o solo lo crees porque eres mi madre?".
Siete años tiene.
Es amable, simpática y alegre, aunque a veces se deja llevar por angustias que no son propias de su edad.
Quiere ser científica y está preocupada porque ya está todo inventado y a ella no se le ocurre nada nuevo. De vez en cuando pregunta si ella podrá inventar tal o cual cosa. O me hace preguntas tan difíciles que le tengo que contestar: "No lo sé, pero quizá tú lo descubras cuando seas científica". Otras veces no se conforma con eso. Después de "mamá", "¿por qué?" y "¿cómo?" son las palabras que más veces escucho al día.
Su padre y yo le hemos explicado que para ser científica hay que leer mucho y eso hace. Nunca tiene suficiente y si algún día le digo que he estado con el tío Sark lo primero que pregunta es qué libro le he traído. Ciertamente, lo de Nena-chan con los libros ya venía de antes: los tiene desparramados por toda la casa y cuando le decimos que solo se puede llevar uno a la cama, mete dos o tres más de contrabando. ¿Qué le vamos a hacer? No puedo criticarle justo eso.
Lo de la música también le viene de familia. Cuando creces con un micrófono y una caja de mezclas en casa, escapar resulta difícil. Le gusta disfrazarse e inventarse sus propias canciones, tocar el piano o maltratar mi ukelele, por no hablar de mis tímpanos. Reconozco que no siempre tengo la paciencia necesaria para esos recitales, ni para muchas otras cosas. Pero aunque en el momento me saque de mis casillas porque por favor, tenemos que ir al cole, quítate eso, bájate de ahí, presta atención, has vuelto a ponerte los dos calcetines en el mismo pie..., lo cierto es que me parto de risa por dentro. Casi todo el tiempo, vaya.
Últimamente, a Nena-chan le da dado porque quiere grabar "capítulos" (a.k.a. "vídeos de youtube") y que los vea "todo el mundo". Quiere tener un canal y ser famosa, quiere que la conozcan todos los niños porque con los niños que no conoce no puede jugar. Lo de ser tan sociable no sé de dónde le viene, debe ser un fallo genético o algo. Supongo que es un misterio que también tendrá que resolver ella cuando sea científica.
Su padre y yo, después de darle muchas vueltas, accedimos a que tuviera un canal. Lo de que lo vea todo el mundo lo llevamos un poco peor. Vaya, que le dijimos que no.
Pero hoy es su cumpleaños y, cito textualmente a la señorita, "en tu cumpleaños nadie puede decirte que no".
Así que hoy y solo hoy, vamos a desbloquear uno de los vídeos de Nena-chan... y de su hermanito.
Lo grabamos entre el verano de 2016 y el de 2017 para ponerlo en la fiesta de su 5º y 2º cumpleaños, respectivamente. Ni que decir tiene que se convirtió en un éxito inmediato de crítica y público.
El vídeo estará en abierto solo hoy y no tiene habilitados los comentarios, pero si dejáis alguno por aquí me aseguraré de que Nena-chan lo lea.
Espero que disfrutéis de esta obra maestra.
Editado: 22/09/2019
Retiro el vídeo, gracias a todos por vuestros comentarios, Nena-chan está muy contenta : )
Me resulta muy difícil explicar lo especial que es esta personita. A ella misma le resulta difícil de entender. A veces, cuando le digo que es guapa o lista o buena o genial, ella misma me dice: "Pero mamá, ¿de verdad lo soy o solo lo crees porque eres mi madre?".
Siete años tiene.
Es amable, simpática y alegre, aunque a veces se deja llevar por angustias que no son propias de su edad.
Quiere ser científica y está preocupada porque ya está todo inventado y a ella no se le ocurre nada nuevo. De vez en cuando pregunta si ella podrá inventar tal o cual cosa. O me hace preguntas tan difíciles que le tengo que contestar: "No lo sé, pero quizá tú lo descubras cuando seas científica". Otras veces no se conforma con eso. Después de "mamá", "¿por qué?" y "¿cómo?" son las palabras que más veces escucho al día.
Su padre y yo le hemos explicado que para ser científica hay que leer mucho y eso hace. Nunca tiene suficiente y si algún día le digo que he estado con el tío Sark lo primero que pregunta es qué libro le he traído. Ciertamente, lo de Nena-chan con los libros ya venía de antes: los tiene desparramados por toda la casa y cuando le decimos que solo se puede llevar uno a la cama, mete dos o tres más de contrabando. ¿Qué le vamos a hacer? No puedo criticarle justo eso.
Lo de la música también le viene de familia. Cuando creces con un micrófono y una caja de mezclas en casa, escapar resulta difícil. Le gusta disfrazarse e inventarse sus propias canciones, tocar el piano o maltratar mi ukelele, por no hablar de mis tímpanos. Reconozco que no siempre tengo la paciencia necesaria para esos recitales, ni para muchas otras cosas. Pero aunque en el momento me saque de mis casillas porque por favor, tenemos que ir al cole, quítate eso, bájate de ahí, presta atención, has vuelto a ponerte los dos calcetines en el mismo pie..., lo cierto es que me parto de risa por dentro. Casi todo el tiempo, vaya.
Últimamente, a Nena-chan le da dado porque quiere grabar "capítulos" (a.k.a. "vídeos de youtube") y que los vea "todo el mundo". Quiere tener un canal y ser famosa, quiere que la conozcan todos los niños porque con los niños que no conoce no puede jugar. Lo de ser tan sociable no sé de dónde le viene, debe ser un fallo genético o algo. Supongo que es un misterio que también tendrá que resolver ella cuando sea científica.
Su padre y yo, después de darle muchas vueltas, accedimos a que tuviera un canal. Lo de que lo vea todo el mundo lo llevamos un poco peor. Vaya, que le dijimos que no.
Pero hoy es su cumpleaños y, cito textualmente a la señorita, "en tu cumpleaños nadie puede decirte que no".
Así que hoy y solo hoy, vamos a desbloquear uno de los vídeos de Nena-chan... y de su hermanito.
Lo grabamos entre el verano de 2016 y el de 2017 para ponerlo en la fiesta de su 5º y 2º cumpleaños, respectivamente. Ni que decir tiene que se convirtió en un éxito inmediato de crítica y público.
El vídeo estará en abierto solo hoy y no tiene habilitados los comentarios, pero si dejáis alguno por aquí me aseguraré de que Nena-chan lo lea.
Espero que disfrutéis de esta obra maestra.
Editado: 22/09/2019
Retiro el vídeo, gracias a todos por vuestros comentarios, Nena-chan está muy contenta : )
16 septiembre 2019
Zumbando
Desde que nos mudamos a la casa nueva no han parado de ocurrirnos desgracias: sin ir más lejos, la semana pasada nos apuntamos al gimnasio.
La decisión tiene una cierta lógica, porque resulta que apuntar solo a los niños a la piscina costaba más o menos lo mismo que apuntarnos los cuatro a todo, pero, como le dije a ZaraJota, a veces en la vida hay cosas más importantes que el dinero. Como, por ejemplo, pasar la tarde en el sofá viendo Netflix, por decir lo primero que se me ha venido a la cabeza. Pero todos mis argumentos cayeron en saco roto y, contra mi expresa voluntad, ZaraJota, los niños y yo acabamos apuntados al gimnasio.
–No pienso ir –declaré.
–Pero Lorz –dijo la recepcionista, que para mí que las entrenan en la CIA o algo así–, ya que estás pagando aprovecha y vente a alguna actividad. Mira, tenemos yoga, pilates...
–No, no, no y NO.
–También tenemos actividades en familia –insistió la recepcionista, que es que huelen la debilidad porque si no es que no me lo explico–, podrías venir con los niños.
–¡¡¡Sí, mamá, yo quiero ir contigo!!!
–Pero Nena-chan, si no sabes ni a qué...
–Pero yo QUIEROOOO...
Así fue como, sin haberle hecho yo nada malo a nadie en la vida, acabé en una clase de zumba en familia.
Bueno, acabamos.
Se ve que ZaraJota no se atrevía a dejarme sola zumbando.
–Que conste que solo he venido para hacer control de daños –me dijo–. Sabes perfectamente que no me gusta bailar, ni la gimnasia, ni estar con otras personas, ni que me vean en público contigo. Y a la primera broma que hagas con el nombre de la clase aquí te quedas porque lo que es yo me voy.
–¿Pero te irías... zumbando?
–¡¡¡LORZ!!!
–Vale, vale, ya paro.
Lo cierto es que ZaraJota no se tendría que haber preocupado porque yo hiciera chistes: en el momento en el que empezó la clase se me quitaron las ganas de bromear. Y de hablar. Y de seguir viviendo. Lo único que me preocupaba era no sufrir un triple infarto coronario-cerebral mientras intentaba seguir los pasos de la profesora.
Cuando terminó la primera canción me dolían hasta los dientes de leche, que se me debieron caer allá por 1986.
Y no exagero: de verdad se me empezaron a caer en 1986.
Me dolían las piernas.
Me dolían los brazos.
Me dolían los párpados.
Pero lo que más me dolía era la traición de ZaraJota, que estaba dándolo absolutamente todo en la clase.
–¡Me dijiste que no te gustaba bailar! –le dije.
–Y no me gusta.
–¿ENTONCES QUÉ C*Ñ* ESTÁS HACIENDO?
–¿Esto? No lo puedo evitar: llevo el ritmo en el cuerpo.
–¿Se podría decir que estás... zumbado?
Y encima va y se enfada.
La decisión tiene una cierta lógica, porque resulta que apuntar solo a los niños a la piscina costaba más o menos lo mismo que apuntarnos los cuatro a todo, pero, como le dije a ZaraJota, a veces en la vida hay cosas más importantes que el dinero. Como, por ejemplo, pasar la tarde en el sofá viendo Netflix, por decir lo primero que se me ha venido a la cabeza. Pero todos mis argumentos cayeron en saco roto y, contra mi expresa voluntad, ZaraJota, los niños y yo acabamos apuntados al gimnasio.
–No pienso ir –declaré.
–Pero Lorz –dijo la recepcionista, que para mí que las entrenan en la CIA o algo así–, ya que estás pagando aprovecha y vente a alguna actividad. Mira, tenemos yoga, pilates...
–No, no, no y NO.
–También tenemos actividades en familia –insistió la recepcionista, que es que huelen la debilidad porque si no es que no me lo explico–, podrías venir con los niños.
–¡¡¡Sí, mamá, yo quiero ir contigo!!!
–Pero Nena-chan, si no sabes ni a qué...
–Pero yo QUIEROOOO...
Así fue como, sin haberle hecho yo nada malo a nadie en la vida, acabé en una clase de zumba en familia.
Bueno, acabamos.
Se ve que ZaraJota no se atrevía a dejarme sola zumbando.
–Que conste que solo he venido para hacer control de daños –me dijo–. Sabes perfectamente que no me gusta bailar, ni la gimnasia, ni estar con otras personas, ni que me vean en público contigo. Y a la primera broma que hagas con el nombre de la clase aquí te quedas porque lo que es yo me voy.
–¿Pero te irías... zumbando?
–¡¡¡LORZ!!!
–Vale, vale, ya paro.
Lo cierto es que ZaraJota no se tendría que haber preocupado porque yo hiciera chistes: en el momento en el que empezó la clase se me quitaron las ganas de bromear. Y de hablar. Y de seguir viviendo. Lo único que me preocupaba era no sufrir un triple infarto coronario-cerebral mientras intentaba seguir los pasos de la profesora.
Cuando terminó la primera canción me dolían hasta los dientes de leche, que se me debieron caer allá por 1986.
Y no exagero: de verdad se me empezaron a caer en 1986.
Me dolían las piernas.
Me dolían los brazos.
Me dolían los párpados.
Pero lo que más me dolía era la traición de ZaraJota, que estaba dándolo absolutamente todo en la clase.
ZaraJota haciendo zumba. Dramatización.
–¡Me dijiste que no te gustaba bailar! –le dije.
–Y no me gusta.
–¿ENTONCES QUÉ C*Ñ* ESTÁS HACIENDO?
–¿Esto? No lo puedo evitar: llevo el ritmo en el cuerpo.
–¿Se podría decir que estás... zumbado?
Y encima va y se enfada.
09 septiembre 2019
Linneo
Después de pasar un mes en el pueblo correteando salvajes y prácticamente desnudos, la vuelta al piso en Madrid fue un poco el infierno, sobre todo porque además había que hacer gestiones y papeleos y limpieza y cambio de armarios y compra de libros y cosas.
Aún así me propuse que todas las mañanas me llevaría a los niños de excursión; solo les puse una condición: que consiguiéramos salir de casa razonablemente limpios y vestidos antes de las once de la mañana.
El resultado de esta política es que un día, UNO, nos fuimos de excursión al Jardín Botánico. Y porque a los niños se les cruzaron los cables y se despertaron ambos a las seis de la mañana. Y porque les informé, muy diplomática y pedagógicamente, de que nos iríamos a hacer una p*t* excursión aunque tuviera que agarrarles de las p*t*s orejas y arrastrar sus p*t*s cuerpos inanes por el suelo. Con un palo.
Así fue como, de manera voluntaria y sin mediar presión externa, los niños y yo acabamos en el Jardín Botánico, que es un sitio maravilloso para ir llueva, nueve o brille el sol, a cualquier hora del día y en cualquier momento del año.
Y así fue como, no sé muy bien cómo, una cosa llevó a la otra y acabé explicándole a Nena-chan el sistema de clasificación de Linneo.
Nena-chan me miraba a mí y miraba las etiquetas de las flores con la boca abierta y alternativamente como si no se acabara de creer las extensiones a las que puede llegar la estupidez humana.
–¿Y por qué no llaman a las plantas por su nombre y ya está? Por ejemplo, una rosa es una rosa.
–Es una rosa es una rosa es una rosa es una rosa es una rosa es una rosa es una rosa es una rosa es una... –Nena-chan me dio un par de golpecitos. Es que sabe que a veces me atasco–. Bueno, es que hay muchos tipos de rosa, necesitan nombres distintos para distinguirlas.
–Pues que las distingan por el colooooor.
Nena-chan puso los ojos en blanco. Desde luego es que los adultos no nos enteramos de nada.
–Es que hay que tener en cuenta otras cosas.
–¿Qué cosas?
–Pues otras cosas, no sé.
–¿Por qué no lo sabes?
–Porque no soy científica.
–¿Por qué?
–Porque a mí me iban más las letras.
–¿Por qué? ¿No preferías hacer algo interesante con tu vida?
Me quedé mirando la niña con la boca abierta mientras pensaba en vidas interesantes como, por ejemplo, la de Herodes.
–Bueno –conseguí articular–, las letras también son interesantes.
–¿Para quién?
Para Herodes.
–Bueno, pues... para mí, por ejemplo.
–Ya, yo decía gente importante.
Como Herodes.
–Bu-bueno. Los científicos necesitan las letras para contar sus descubrimientos.
–Pero pueden pedirle a otros que lo hagan.
Anda, mira: como Herodes.
Aún así me propuse que todas las mañanas me llevaría a los niños de excursión; solo les puse una condición: que consiguiéramos salir de casa razonablemente limpios y vestidos antes de las once de la mañana.
El resultado de esta política es que un día, UNO, nos fuimos de excursión al Jardín Botánico. Y porque a los niños se les cruzaron los cables y se despertaron ambos a las seis de la mañana. Y porque les informé, muy diplomática y pedagógicamente, de que nos iríamos a hacer una p*t* excursión aunque tuviera que agarrarles de las p*t*s orejas y arrastrar sus p*t*s cuerpos inanes por el suelo. Con un palo.
Así fue como, de manera voluntaria y sin mediar presión externa, los niños y yo acabamos en el Jardín Botánico, que es un sitio maravilloso para ir llueva, nueve o brille el sol, a cualquier hora del día y en cualquier momento del año.
Y así fue como, no sé muy bien cómo, una cosa llevó a la otra y acabé explicándole a Nena-chan el sistema de clasificación de Linneo.
Nena-chan me miraba a mí y miraba las etiquetas de las flores con la boca abierta y alternativamente como si no se acabara de creer las extensiones a las que puede llegar la estupidez humana.
–¿Y por qué no llaman a las plantas por su nombre y ya está? Por ejemplo, una rosa es una rosa.
–Es una rosa es una rosa es una rosa es una rosa es una rosa es una rosa es una rosa es una rosa es una... –Nena-chan me dio un par de golpecitos. Es que sabe que a veces me atasco–. Bueno, es que hay muchos tipos de rosa, necesitan nombres distintos para distinguirlas.
–Pues que las distingan por el colooooor.
Nena-chan puso los ojos en blanco. Desde luego es que los adultos no nos enteramos de nada.
–Es que hay que tener en cuenta otras cosas.
–¿Qué cosas?
–Pues otras cosas, no sé.
–¿Por qué no lo sabes?
–Porque no soy científica.
–¿Por qué?
–Porque a mí me iban más las letras.
–¿Por qué? ¿No preferías hacer algo interesante con tu vida?
Me quedé mirando la niña con la boca abierta mientras pensaba en vidas interesantes como, por ejemplo, la de Herodes.
–Bueno –conseguí articular–, las letras también son interesantes.
–¿Para quién?
Para Herodes.
–Bueno, pues... para mí, por ejemplo.
–Ya, yo decía gente importante.
Como Herodes.
–Bu-bueno. Los científicos necesitan las letras para contar sus descubrimientos.
–Pero pueden pedirle a otros que lo hagan.
Anda, mira: como Herodes.
02 septiembre 2019
No te preocupes, Nena-chan
Hay dos verdades inmutables en la vida:
que cuando te quedas sin trabajo tienes que ir al INEM
y
que cuando eres madre tienes que ir a todas partes con los niños colgando.
De la combinación de ambas resulta que la semana pasada tuve que ir al INEM con los niños colgando. Los dos. Íbamos de camino en el metro cuando me di cuenta de que todavía no les había contado nada.
Bueno, alguna cosa sí.
Les había dicho que a partir de ahora mamá iba a pasar más tiempo con ellos y que iba a intentar trabajar más desde casa. Pero no les había dicho por qué.
Así que pensé que era mejor prevenir porque ya me veía en la oficina del INEM diciendo que no tengo trabajo y a Nena-chan replicando que sí tengo trabajo, que le dije que iba a trabajar en casa, que siempre que estoy con el ordenador le digo que estoy trabajando (si se os ocurre otra forma de ver series me lo contáis) y lo mismo en vez de con una prestación acababa con una sanción, qué se yo.
Así que se lo dije claramente.
–Nena-chan, ahora vamos a un sitio muy importante donde me van a hacer muchas preguntas.
–¿Por qué?
–Porque mamá ya no tiene trabajo.
Creo que si le hubiera dicho que es adoptada se lo hubiera tomado mejor.
–¿POR QUÉ YA NO TIENES TRABAJO, MAMÁ?
–Es un poco largo de contar...
–Pero mamá, ¿QUÉ VAMOS A HACER AHORA? ¡¡¡NO TIENES TRABAJO!!!
La nena estaba llorando como una magdalena en mitad del metro y yo la miraba en plan si lo sé no le digo nada, y al mismo tiempo me arrepentía de no llevar gorra porque entre los gritos, los lloros y el "mi mamá no tiene trabajo" lo mismo la pasamos y nos sacamos unas perrillas.
–No pasa nada, Nena-chan, mamá está muy contenta porque así podremos vernos más y además seguro que encuentro otro trabajo en seguida.
–¡Pero ya no verás a tus amigas del trabajo!
–Bueno, seguro que podemos quedar algún día a merendar.
Lemon pie. En Living in London. Sin presiones.
–¡Pero a mí me gustaba mucho ir a tu oficina!
De hecho, Nena-chan apenas iba últimamente a mi oficina, que en poco tiempo ha pasado de "oficina children friendly" a "la conciliación es una enfermedad tropical".
–Bueno, iremos de visita algún día.
–Pero ya no podremos colarnos en la caseta de la feria.
Lo que le gusta a esta niña ser casetera de la Feria del Libro no es ni medio normal.
–Bueno, se me ocurre mucha gente que nos dejaría entrar en la suya.
–¡Pero ya no podrás hacer libros!
–¡¡¡JA!!! De eso nada, en 2020 hay #Lorzfunding sí o sí.
[Busca desesperadamente un sitio para tocar madera].
–Pero, pero... ¡ES QUE YO QUERÍA TRABAJAR CONTIGO CUANDO FUERA MAYOR!
–Bueno, Nena-chan, no te preocupes por eso.
–¿No?
–Claro que no. No se espera que cuando tú seas mayor HAYA trabajo para nadie.
Ya está, arreglado.
que cuando te quedas sin trabajo tienes que ir al INEM
y
que cuando eres madre tienes que ir a todas partes con los niños colgando.
De la combinación de ambas resulta que la semana pasada tuve que ir al INEM con los niños colgando. Los dos. Íbamos de camino en el metro cuando me di cuenta de que todavía no les había contado nada.
Bueno, alguna cosa sí.
Les había dicho que a partir de ahora mamá iba a pasar más tiempo con ellos y que iba a intentar trabajar más desde casa. Pero no les había dicho por qué.
Así que pensé que era mejor prevenir porque ya me veía en la oficina del INEM diciendo que no tengo trabajo y a Nena-chan replicando que sí tengo trabajo, que le dije que iba a trabajar en casa, que siempre que estoy con el ordenador le digo que estoy trabajando (si se os ocurre otra forma de ver series me lo contáis) y lo mismo en vez de con una prestación acababa con una sanción, qué se yo.
Así que se lo dije claramente.
–Nena-chan, ahora vamos a un sitio muy importante donde me van a hacer muchas preguntas.
–¿Por qué?
–Porque mamá ya no tiene trabajo.
Creo que si le hubiera dicho que es adoptada se lo hubiera tomado mejor.
–¿POR QUÉ YA NO TIENES TRABAJO, MAMÁ?
–Es un poco largo de contar...
–Pero mamá, ¿QUÉ VAMOS A HACER AHORA? ¡¡¡NO TIENES TRABAJO!!!
La nena estaba llorando como una magdalena en mitad del metro y yo la miraba en plan si lo sé no le digo nada, y al mismo tiempo me arrepentía de no llevar gorra porque entre los gritos, los lloros y el "mi mamá no tiene trabajo" lo mismo la pasamos y nos sacamos unas perrillas.
–No pasa nada, Nena-chan, mamá está muy contenta porque así podremos vernos más y además seguro que encuentro otro trabajo en seguida.
–¡Pero ya no verás a tus amigas del trabajo!
–Bueno, seguro que podemos quedar algún día a merendar.
Lemon pie. En Living in London. Sin presiones.
–¡Pero a mí me gustaba mucho ir a tu oficina!
De hecho, Nena-chan apenas iba últimamente a mi oficina, que en poco tiempo ha pasado de "oficina children friendly" a "la conciliación es una enfermedad tropical".
–Bueno, iremos de visita algún día.
–Pero ya no podremos colarnos en la caseta de la feria.
Lo que le gusta a esta niña ser casetera de la Feria del Libro no es ni medio normal.
–Bueno, se me ocurre mucha gente que nos dejaría entrar en la suya.
–¡Pero ya no podrás hacer libros!
–¡¡¡JA!!! De eso nada, en 2020 hay #Lorzfunding sí o sí.
[Busca desesperadamente un sitio para tocar madera].
–Pero, pero... ¡ES QUE YO QUERÍA TRABAJAR CONTIGO CUANDO FUERA MAYOR!
–Bueno, Nena-chan, no te preocupes por eso.
–¿No?
–Claro que no. No se espera que cuando tú seas mayor HAYA trabajo para nadie.
Ya está, arreglado.
26 agosto 2019
En mi casa
Nene-kun todavía no ha superado la etapa del gatito (en la que decía que era un gatito, andaba a cuatro patas y maullaba continuamente, para nuestra desesperación) y ya está entrando en la etapa de la casita imaginaria.
No, no un amigo imaginario: una casa imaginaria.
Es que a Nene-kun no le gusta mucho la gente, yo qué sé.
La cosa empezó con un coche.
–¿Sabes qué, mamá? Tengo un coche.
–Muy bien.
–El coche mío es muy bonito.
–¿Sí? ¿Y de qué color es?
–De todos los colores.
–Muy bien.
–Hoy es rojo y mañana verde.
–Ah.
Yo no le dije nada porque me gusta que se sienta apoyado, pero la verdad es que los coches que cambian de color son muy poco prácticos, sobre todo cuando no te acuerdas donde los has aparcado.
Supongo que como vio que le seguía la corriente, Nene-kun se vino arriba y cada día me daba un dato nuevo del coche:
–¿Sabes qué, mamá? Mi coche vuela.
–¿Sabes qué, mamá? Mi coche tiene un paraguas gigante.
–¿Sabes qué, mamá? Mi coche tiene cinco ruedas y ocho puertas.
Yo iba tomando nota mental de todo, lo que, teniendo en cuenta que lo único que soy capaz de recordar del coche familiar es que es gris y en la matrícula hay una Y, tiene muchísimo mérito.
Con el tiempo y de manera natural, pasamos a la casa (supongo que cuando terminó de pagar el crédito imaginario para el coche imaginario y pudo meterse en una hipoteca imaginaria para una casa imaginaria, yo qué sé).
–¿Sabes qué, mamá? Yo tengo una casa.
–Qué bien.
–Tiene un tolobán.
–Muy práctico, sí señor.
Y al día siguiente:
–¿Sabes qué, mamá? Mi casa tiene una pichina de bolas.
Y al otro:
–¿Sabes qué, mamá? En mi casa tengo muchos lelelales y chuches y polatao.
Y al otro... Bueno, os hacéis una idea.
El caso es que a mí me estaba empezando a preocupar el tema, porque todo lo que el niño se imaginaba eran cosas, y hasta donde yo sé los niños suelen imaginarse personas, amigos imaginarios, animales imaginarios, yo qué sé.
Hasta que un día Nene-kun me pilló por banda.
–¿Sabes qué, mamá? En mi casa no tengo bebés.
Nene-kun parecía muy preocupado, así que yo intenté ponerme muy seria también, aunque por dentro estaba dando palmas con las orejas porque el niño por fin estaba pensando en seres humanos imaginarios.
–Vaya...
–¿En mi casa yo puedo tener bebés?
–Claro –estaba tan contenta que incluso se apoderó de mí el espíritu de la madre de Caillou–: no veo por qué no.
–Vale, pues luego papá y tú me hacéis uno.
Si lo sé no digo nada.
No, no un amigo imaginario: una casa imaginaria.
Es que a Nene-kun no le gusta mucho la gente, yo qué sé.
La cosa empezó con un coche.
–¿Sabes qué, mamá? Tengo un coche.
–Muy bien.
–El coche mío es muy bonito.
–¿Sí? ¿Y de qué color es?
–De todos los colores.
–Muy bien.
–Hoy es rojo y mañana verde.
–Ah.
Yo no le dije nada porque me gusta que se sienta apoyado, pero la verdad es que los coches que cambian de color son muy poco prácticos, sobre todo cuando no te acuerdas donde los has aparcado.
Supongo que como vio que le seguía la corriente, Nene-kun se vino arriba y cada día me daba un dato nuevo del coche:
–¿Sabes qué, mamá? Mi coche vuela.
–¿Sabes qué, mamá? Mi coche tiene un paraguas gigante.
–¿Sabes qué, mamá? Mi coche tiene cinco ruedas y ocho puertas.
Yo iba tomando nota mental de todo, lo que, teniendo en cuenta que lo único que soy capaz de recordar del coche familiar es que es gris y en la matrícula hay una Y, tiene muchísimo mérito.
Con el tiempo y de manera natural, pasamos a la casa (supongo que cuando terminó de pagar el crédito imaginario para el coche imaginario y pudo meterse en una hipoteca imaginaria para una casa imaginaria, yo qué sé).
–¿Sabes qué, mamá? Yo tengo una casa.
–Qué bien.
–Tiene un tolobán.
–Muy práctico, sí señor.
Y al día siguiente:
–¿Sabes qué, mamá? Mi casa tiene una pichina de bolas.
Y al otro:
–¿Sabes qué, mamá? En mi casa tengo muchos lelelales y chuches y polatao.
Y al otro... Bueno, os hacéis una idea.
El caso es que a mí me estaba empezando a preocupar el tema, porque todo lo que el niño se imaginaba eran cosas, y hasta donde yo sé los niños suelen imaginarse personas, amigos imaginarios, animales imaginarios, yo qué sé.
Hasta que un día Nene-kun me pilló por banda.
–¿Sabes qué, mamá? En mi casa no tengo bebés.
Nene-kun parecía muy preocupado, así que yo intenté ponerme muy seria también, aunque por dentro estaba dando palmas con las orejas porque el niño por fin estaba pensando en seres humanos imaginarios.
–Vaya...
–¿En mi casa yo puedo tener bebés?
–Claro –estaba tan contenta que incluso se apoderó de mí el espíritu de la madre de Caillou–: no veo por qué no.
–Vale, pues luego papá y tú me hacéis uno.
Si lo sé no digo nada.
05 agosto 2019
Campamentos de verano
1.-La primera norma del campamento de verano es no hablar del campamento de verano.
Todos los días, cuando voy a recoger a los niños:
–Nena-chan, ¿qué habéis hecho hoy en el campamento?
–Nada.
–¿Qué habéis comido?
–No me acuerdo.
–¿Has jugado con tus amigas?
–No lo sé.
Una vez al mes, cuando consigo cinco minutos para sentarme tranquilamente en el baño para hacer cierta función fisiológica:
–¡MAMÁ! –aporrea la puerta–. ¿SABES QUE EN EL CAMPAMENTO DE VERANO HAY UNA NIÑA DE MI COLE Y TENGO MUCHAS AMIGAS Y UN DÍA COMIMOS MACARRONES Y AYER FUIMOS A LA PISCINA Y HOY HEMOS APRENDIDO UNA CANCIÓN QUIERES QUE TE LA CANTE EH MAMÁ TE LA CANTO EH MAMÁ POR QUÉ NO CONTESTAS QUÉ HACES AHÍ DENTRO MAMÁ?
2.-Lo que va al campamento se queda en el campamento.
Ya puedes marcarlo con su nombre o con sangre: cualquier objeto personal que vaya al campamento es susceptible de no volver o de volver irreconocible o de desaparecer durante meses, hasta el momento exacto en que te rindas y compres otro, que entonces aparece mágicamente.
3.-La vida se abre paso.
Solo diré una palabra: piojos. Muchos piojos.
4.-Hay un amigo en mí.
Qué bonito es ir de campamento y hacer amigos que pueden enseñarnos nuevas habilidades como eructar, tocar la lambada con pedos o todo un nuevo surtido de palabras malsonantes. Este año el megahit del recreo ha sido contar historias de miedo sobre Annabelle a los pequeños.
5.-La vida es una caja de bombones.
Hagan lo que hagan, coman los que coman, los niños siempre salen del campamento cubiertos de una mugre pringosa y marrón.
6.-Mi tesoro.
En todos los campamentos hay al menos un taller de manualidades en el que los niños hacen un robot con bricks de zumo, un catalejo con un rollo de papel higiénico, una flor con cápsulas de café... Sea lo que sea e independientemente del estado de integridad e higiene en el que se encuentre, el niño querrá comer con eso en la mesa y dormir con eso en la cama durante los siguientes seis meses... y dios no quiera que se rompa o se pierda.
7.-Hakuna matata.
La primera vez que Nena-chan estuvo en un campamento urbano tenía tres años, y cuando me dijeron que se iban en autobús de excursión a la piscina me hice un poco pipí encima de la impresión.
La monitora me dijo: "La niña se lo va a pasar muy bien".
O lo que es lo mismo: no me seas agonías, hazmelfavor, que ya tienes una edad.
8.-Tócala otra vez, Sam.
Sí, en el campamento aprenden exactamente las mismas canciones que se cantaron en el primer campamento urbano, allá por la prehistoria. Los niños llegan a casa muy contentos porque han aprendido una canción "nueva" y te dicen:
–Mamá, ¿tú te sabes la canción de los tres alpinos que venían de la guerra?
–Claro.
–¿La cantamos?
Y entonces la empiezas a cantar y así como a mitad te das cuenta de que no te acuerdas de la letra porque la última vez que la cantaste fue en el Pleistoceno o así. Milenio arriba, milenio abajo.
9.-Madre de dragones
Si estás esperando para recoger a tus hijos y oyes decir algo como "pues hoy un niño le ha pegado a otro/ha vomitado/se ha metido una canica en la nariz/etc" no te apresures a juzgar: lo más seguro es que haya sido el tuyo.
10.-Luke, yo soy tu padre.
No importa cuánto papeleo rellenes: el único día que vaya su padre a buscarlos resultará que te olvidaste de autorizarlo para las recogidas. Entonces la monitora te llama:
–Oye, que hay aquí un señor que quiere llevarse a tus hijos.
A lo que tú, con toda tranquilidad, le contestas:
–¡QUE SE LOS LLEVE! ¡SEA QUIEN SEA, QUE SE LOS LLEVE!
Todos los días, cuando voy a recoger a los niños:
–Nena-chan, ¿qué habéis hecho hoy en el campamento?
–Nada.
–¿Qué habéis comido?
–No me acuerdo.
–¿Has jugado con tus amigas?
–No lo sé.
Una vez al mes, cuando consigo cinco minutos para sentarme tranquilamente en el baño para hacer cierta función fisiológica:
–¡MAMÁ! –aporrea la puerta–. ¿SABES QUE EN EL CAMPAMENTO DE VERANO HAY UNA NIÑA DE MI COLE Y TENGO MUCHAS AMIGAS Y UN DÍA COMIMOS MACARRONES Y AYER FUIMOS A LA PISCINA Y HOY HEMOS APRENDIDO UNA CANCIÓN QUIERES QUE TE LA CANTE EH MAMÁ TE LA CANTO EH MAMÁ POR QUÉ NO CONTESTAS QUÉ HACES AHÍ DENTRO MAMÁ?
2.-Lo que va al campamento se queda en el campamento.
Ya puedes marcarlo con su nombre o con sangre: cualquier objeto personal que vaya al campamento es susceptible de no volver o de volver irreconocible o de desaparecer durante meses, hasta el momento exacto en que te rindas y compres otro, que entonces aparece mágicamente.
3.-La vida se abre paso.
Solo diré una palabra: piojos. Muchos piojos.
4.-Hay un amigo en mí.
Qué bonito es ir de campamento y hacer amigos que pueden enseñarnos nuevas habilidades como eructar, tocar la lambada con pedos o todo un nuevo surtido de palabras malsonantes. Este año el megahit del recreo ha sido contar historias de miedo sobre Annabelle a los pequeños.
5.-La vida es una caja de bombones.
Hagan lo que hagan, coman los que coman, los niños siempre salen del campamento cubiertos de una mugre pringosa y marrón.
6.-Mi tesoro.
En todos los campamentos hay al menos un taller de manualidades en el que los niños hacen un robot con bricks de zumo, un catalejo con un rollo de papel higiénico, una flor con cápsulas de café... Sea lo que sea e independientemente del estado de integridad e higiene en el que se encuentre, el niño querrá comer con eso en la mesa y dormir con eso en la cama durante los siguientes seis meses... y dios no quiera que se rompa o se pierda.
7.-Hakuna matata.
La primera vez que Nena-chan estuvo en un campamento urbano tenía tres años, y cuando me dijeron que se iban en autobús de excursión a la piscina me hice un poco pipí encima de la impresión.
La monitora me dijo: "La niña se lo va a pasar muy bien".
O lo que es lo mismo: no me seas agonías, hazmelfavor, que ya tienes una edad.
8.-Tócala otra vez, Sam.
Sí, en el campamento aprenden exactamente las mismas canciones que se cantaron en el primer campamento urbano, allá por la prehistoria. Los niños llegan a casa muy contentos porque han aprendido una canción "nueva" y te dicen:
–Mamá, ¿tú te sabes la canción de los tres alpinos que venían de la guerra?
–Claro.
–¿La cantamos?
Y entonces la empiezas a cantar y así como a mitad te das cuenta de que no te acuerdas de la letra porque la última vez que la cantaste fue en el Pleistoceno o así. Milenio arriba, milenio abajo.
9.-Madre de dragones
Si estás esperando para recoger a tus hijos y oyes decir algo como "pues hoy un niño le ha pegado a otro/ha vomitado/se ha metido una canica en la nariz/etc" no te apresures a juzgar: lo más seguro es que haya sido el tuyo.
10.-Luke, yo soy tu padre.
No importa cuánto papeleo rellenes: el único día que vaya su padre a buscarlos resultará que te olvidaste de autorizarlo para las recogidas. Entonces la monitora te llama:
–Oye, que hay aquí un señor que quiere llevarse a tus hijos.
A lo que tú, con toda tranquilidad, le contestas:
–¡QUE SE LOS LLEVE! ¡SEA QUIEN SEA, QUE SE LOS LLEVE!
29 julio 2019
Mi abuela y el calippo
Pues cuando la casa estuvo compuesta invité a cenar a toda mi familia, que aceptó estoicamente a venirse uno de los días más calurosos de este verano, a sabiendas de que no tengo aire acondicionado y de que les iba a poner pizza en platos de plástico, pero es que mi familia es así, inasequible al desaliento.
Total que se comieron las pizzas y después les saqué helado por aquello de bajar la temperatura corporal. Ahí me había estirado mogollón y había comprado unos magnum premium golden whatevers para los adultos y un surtido de polos para los niños, que realmente a mí me da igual lo que se coma cada uno, lo que pasa es que me daba la impresión de que a los niños el salted caramel magnum premium golden whatever no les iba a emocionar demasiado.
El caso es que solté los helados, me fui a la cocina y cuando volví mi abuela se estaba comiendo un minicalippo de cola y partiéndose el culo, y lo siento por usar esta expresión que es muy poco respetuosa para una abuela, pero que conste que ella empezó.
Que se hubiera comido el salted caramel magnum premium golden whatever, que era lo que tenía que hacer.
Como decía, mi abuela estaba comiéndose el minicalippo de cola y riéndose como una loca, que se había puesto colorada y todo, y eso es mucho decir de la persona a la que su marido esposó al cabecero de cama y luego perdió las llaves y tuvo que salir a pedir una sierra a los vecinos. En un cuartel. En los años cincuenta. No sé si me explico.
Por otra parte también es cierto que ella había pedido una clara para beber y, como la fanta de limón estaba caliente, le habíamos acabado poniendo la cerveza tal cual, apostando a que con el calor que hacía lo más seguro es que se bebiera la cerveza fresquita y no se diera ni cuenta.
Viendo las risas que se traía, parece que acertamos.
–Niña, ¿qué es esto? –me preguntó.
–Es un calippo de toda la vida, abuela.
–Uy, yo nunca había visto esto. ¡Verás cuando se lo cuente a mis amigas!
Mi abuela tiene un grupo de amigas. Iba a decir de su edad pero la verdad es que ella es la más viej...anciana, para qué nos vamos a engañar. Mi abuela y sus amigas se van a merendar o quedan en el parque y se sientan en el banco a darle a la sin hueso en plan Sálvame Deluxe pero con más pastill... olvidadlo, no he dicho nada.
–Si llego a saber que te haría tan feliz te habría comprado tres cajas...
–Mujer, ¿cómo no me va a hacer feliz? Es una cosita alargada, que la coges entre las mano y sube y sube y sube, y entonces te la metes en la boca, ¡jajajajaja! ¡Verás cuando se lo cuente a mis amigas!
Bien pensado, quizá lo mejor habría sido que mi abuela no descubriera los calippos jamás. Vaya, que si ha podido vivir sin ellos 85 años seguramente es que no los necesitaba.
–Ay, abuela...
–¿Y dónde dices que se compra esto?
–Pues en los supermercados, no sé... En los quioscos de helado de la calle también.
–¿En los quioscos?
–Sí.
–¡Me voy a llevar a mis amigas a comer calippos al parque!
Verás como al final me las detienen por escándalo púbico.
Total que se comieron las pizzas y después les saqué helado por aquello de bajar la temperatura corporal. Ahí me había estirado mogollón y había comprado unos magnum premium golden whatevers para los adultos y un surtido de polos para los niños, que realmente a mí me da igual lo que se coma cada uno, lo que pasa es que me daba la impresión de que a los niños el salted caramel magnum premium golden whatever no les iba a emocionar demasiado.
El caso es que solté los helados, me fui a la cocina y cuando volví mi abuela se estaba comiendo un minicalippo de cola y partiéndose el culo, y lo siento por usar esta expresión que es muy poco respetuosa para una abuela, pero que conste que ella empezó.
Que se hubiera comido el salted caramel magnum premium golden whatever, que era lo que tenía que hacer.
Como decía, mi abuela estaba comiéndose el minicalippo de cola y riéndose como una loca, que se había puesto colorada y todo, y eso es mucho decir de la persona a la que su marido esposó al cabecero de cama y luego perdió las llaves y tuvo que salir a pedir una sierra a los vecinos. En un cuartel. En los años cincuenta. No sé si me explico.
Por otra parte también es cierto que ella había pedido una clara para beber y, como la fanta de limón estaba caliente, le habíamos acabado poniendo la cerveza tal cual, apostando a que con el calor que hacía lo más seguro es que se bebiera la cerveza fresquita y no se diera ni cuenta.
Viendo las risas que se traía, parece que acertamos.
–Niña, ¿qué es esto? –me preguntó.
–Es un calippo de toda la vida, abuela.
–Uy, yo nunca había visto esto. ¡Verás cuando se lo cuente a mis amigas!
Mi abuela tiene un grupo de amigas. Iba a decir de su edad pero la verdad es que ella es la más viej...anciana, para qué nos vamos a engañar. Mi abuela y sus amigas se van a merendar o quedan en el parque y se sientan en el banco a darle a la sin hueso en plan Sálvame Deluxe pero con más pastill... olvidadlo, no he dicho nada.
–Si llego a saber que te haría tan feliz te habría comprado tres cajas...
–Mujer, ¿cómo no me va a hacer feliz? Es una cosita alargada, que la coges entre las mano y sube y sube y sube, y entonces te la metes en la boca, ¡jajajajaja! ¡Verás cuando se lo cuente a mis amigas!
Bien pensado, quizá lo mejor habría sido que mi abuela no descubriera los calippos jamás. Vaya, que si ha podido vivir sin ellos 85 años seguramente es que no los necesitaba.
–Ay, abuela...
–¿Y dónde dices que se compra esto?
–Pues en los supermercados, no sé... En los quioscos de helado de la calle también.
–¿En los quioscos?
–Sí.
–¡Me voy a llevar a mis amigas a comer calippos al parque!
Verás como al final me las detienen por escándalo púbico.
22 julio 2019
Los sin techo, epílogo
¿Pensabais que se acababa ya?
Pues todavía no estábamos instalados en la casa nueva cuando nos convocaron a la primera reunión de vecinos y allí me fui yo, que es que me va la marcha.
Voy a intentar reconstruir los hechos como buenamente pueda, ordenadamente y con colorines, a ver si puedo daros una idea aproximada de lo que ocurrió.
–Buenas tardes a todos, iniciamos esta reunión de vecinos con el punto número uno, que es el listado de morosos.
–¡ESO, ESO!
–Como ya sabéis, los del piso 1 no pagan la comunidad desde la operación policial contra el narcopiso.
–¿Perdón? –esta soy yo.
–¿Y no les podemos denunciar?
–A ver, por poder... pero están en la cárcel por una operación antidroga a gran escala, no creo yo que la deuda con nuestra comunidad sea la primera de sus preocupaciones.
–Ya.
–Siguiente. Los del piso 2 no pagan porque son okupas.
–¿Perdón? –sigo siendo yo.
–¡Pero si siempre han pagado sin problemas!
–Ya, lo que pasa es que como el propietario les intentó desalojar pues dijeron que entonces pasaban de pagar la comunidad, claro.
–Claro.
–Y el dueño dice que mientras el piso esté okupado pues que no paga.
–Claro.
–Otro. El piso 3...
–¡Presente!
–El piso 3 no paga hasta que no se arregle el problema de la arqueta.
–¡Exacto!
–Pero el problema de la arqueta no se podía resolver porque había que acceder por el piso 1 y los del narcopiso no nos dejaban entrar.
–¡Pero los del narcopiso ya no están!
–Claro, y entonces entró un fontanero, y nos dio presupuesto, pero como no ha habido reunión de vecinos hasta ahora no lo hemos podido aprobar.
–¿Y a qué estamos esperando?
–A acabar con el listado de morosos.
–Ah.
–Los del piso 4...
–¡Presente!
–...no pagan hasta que no se arregle el problema del muro que se desplomó el año pasado.
–¿PERDÓN?
–¿Y por qué no se arregla?
–Pues porque cuando votamos si se arreglaba el piso 3 votó en contra.
–¡Porque primero hay que arreglar lo de la arqueta!
–Pero lo de la arqueta no se podía arreglar porque los del narcopiso no nos dejaban entrar.
–¡PERO LOS DEL NARCOPISO YA NO ESTÁN!
–¡YA LO SABEMOS! ¡EL FONTANERO ESTUVO Y NOS DIO PRESUPUESTO! ¡PERO TODAVÍA NO ESTÁ APROBADO!
–¿Y A QUÉ ESTAMOS ESPERANDO?
–A ACABAR CON EL LISTADO DE MOROSOS.
–¡PUES HASTA QUE NO SE ARREGLE LO DE LA ARQUETA YO NO VOTO A FAVOR DE ARREGLAR EL MURO!
–¡PUES HASTA QUE NO SE ARREGLE EL MURO YO NO VOTO A FAVOR DE ARREGLAR LA ARQUETA!
–¿Y si todos votamos a favor de todo?
–Bueno, vale.
–Venga.
–Los del piso 5... anda los del piso 5 no están... Bueno, mejor. Los del piso 5 no pagan hasta que no se arregle el problema de la fachada.
–¿PERDÓN?
–¿Qué le pasa a la fachada?
–Eso, eso, ¿qué le pasa?
–Nada, no se sí habéis notado que cuando rozas la fachadas aunque sea así con el dedillo los ladrillos se caen a trozos.
–aire, necesito aire...
–Anda, pues ahora que lo dices sí...
–Pues nada, que a los del piso 5 se ve que les están saliendo humedades por eso y claro, hasta que no lo arreglemos...
–¿Pero de verdad es culpa de la comunidad?
–El caso es que averiguarlo cuesta más o menos lo mismo que repararlo.
–¡Pues arreglémoslo también!
–Eso, arreglémoslo todo.
–Habrá que subir la comunidad.
–¡Pues la subimos!
–¡Venga!
–A ver, ¿cuánto la subimos?
–Espera, que calculo los gastos...
–¡No te olvides de contar también con los extintores!
–¿Qué le pasa a los extintores?
–Pues que no hay.
–Anda, pues ahora que lo dices...
–Pero había, ¿no? ¿Qué les ha pasado?
–Nada, que el verano anterior, cuando se incendió la escalera... uy, la nueva está muy pálida.
–¿Estás bien, bonita?
–donde me he metidooooo... dónde me he metidoooooo...
–¿Te estamos asustando?
–Pobrecilla...
–Pero mujer, no te preocupes, si esta es una comunidad muy tranquila... Llevamos aquí toda la vida, nos conocemos muy bien, somos como una familia...
–Sí, no te asustes, somos todos del barrio de siempre.
–Bueno, en el piso 6 hay negros. ¡Pero siempre saludan al entrar!
Visto lo visto, lo sorprendente es que se atrevan a entrar.
Pues todavía no estábamos instalados en la casa nueva cuando nos convocaron a la primera reunión de vecinos y allí me fui yo, que es que me va la marcha.
Voy a intentar reconstruir los hechos como buenamente pueda, ordenadamente y con colorines, a ver si puedo daros una idea aproximada de lo que ocurrió.
–Buenas tardes a todos, iniciamos esta reunión de vecinos con el punto número uno, que es el listado de morosos.
–¡ESO, ESO!
–Como ya sabéis, los del piso 1 no pagan la comunidad desde la operación policial contra el narcopiso.
–¿Perdón? –esta soy yo.
–¿Y no les podemos denunciar?
–A ver, por poder... pero están en la cárcel por una operación antidroga a gran escala, no creo yo que la deuda con nuestra comunidad sea la primera de sus preocupaciones.
–Ya.
–Siguiente. Los del piso 2 no pagan porque son okupas.
–¿Perdón? –sigo siendo yo.
–¡Pero si siempre han pagado sin problemas!
–Ya, lo que pasa es que como el propietario les intentó desalojar pues dijeron que entonces pasaban de pagar la comunidad, claro.
–Claro.
–Y el dueño dice que mientras el piso esté okupado pues que no paga.
–Claro.
–Otro. El piso 3...
–¡Presente!
–El piso 3 no paga hasta que no se arregle el problema de la arqueta.
–¡Exacto!
–Pero el problema de la arqueta no se podía resolver porque había que acceder por el piso 1 y los del narcopiso no nos dejaban entrar.
–¡Pero los del narcopiso ya no están!
–Claro, y entonces entró un fontanero, y nos dio presupuesto, pero como no ha habido reunión de vecinos hasta ahora no lo hemos podido aprobar.
–¿Y a qué estamos esperando?
–A acabar con el listado de morosos.
–Ah.
–Los del piso 4...
–¡Presente!
–...no pagan hasta que no se arregle el problema del muro que se desplomó el año pasado.
–¿PERDÓN?
–¿Y por qué no se arregla?
–Pues porque cuando votamos si se arreglaba el piso 3 votó en contra.
–¡Porque primero hay que arreglar lo de la arqueta!
–Pero lo de la arqueta no se podía arreglar porque los del narcopiso no nos dejaban entrar.
–¡PERO LOS DEL NARCOPISO YA NO ESTÁN!
–¡YA LO SABEMOS! ¡EL FONTANERO ESTUVO Y NOS DIO PRESUPUESTO! ¡PERO TODAVÍA NO ESTÁ APROBADO!
–¿Y A QUÉ ESTAMOS ESPERANDO?
–A ACABAR CON EL LISTADO DE MOROSOS.
–¡PUES HASTA QUE NO SE ARREGLE LO DE LA ARQUETA YO NO VOTO A FAVOR DE ARREGLAR EL MURO!
–¡PUES HASTA QUE NO SE ARREGLE EL MURO YO NO VOTO A FAVOR DE ARREGLAR LA ARQUETA!
–¿Y si todos votamos a favor de todo?
–Bueno, vale.
–Venga.
–Los del piso 5... anda los del piso 5 no están... Bueno, mejor. Los del piso 5 no pagan hasta que no se arregle el problema de la fachada.
–¿PERDÓN?
–¿Qué le pasa a la fachada?
–Eso, eso, ¿qué le pasa?
–Nada, no se sí habéis notado que cuando rozas la fachadas aunque sea así con el dedillo los ladrillos se caen a trozos.
–aire, necesito aire...
–Anda, pues ahora que lo dices sí...
–Pues nada, que a los del piso 5 se ve que les están saliendo humedades por eso y claro, hasta que no lo arreglemos...
–¿Pero de verdad es culpa de la comunidad?
–El caso es que averiguarlo cuesta más o menos lo mismo que repararlo.
–¡Pues arreglémoslo también!
–Eso, arreglémoslo todo.
–Habrá que subir la comunidad.
–¡Pues la subimos!
–¡Venga!
–A ver, ¿cuánto la subimos?
–Espera, que calculo los gastos...
–¡No te olvides de contar también con los extintores!
–¿Qué le pasa a los extintores?
–Pues que no hay.
–Anda, pues ahora que lo dices...
–Pero había, ¿no? ¿Qué les ha pasado?
–Nada, que el verano anterior, cuando se incendió la escalera... uy, la nueva está muy pálida.
–¿Estás bien, bonita?
–donde me he metidooooo... dónde me he metidoooooo...
–¿Te estamos asustando?
–Pobrecilla...
–Pero mujer, no te preocupes, si esta es una comunidad muy tranquila... Llevamos aquí toda la vida, nos conocemos muy bien, somos como una familia...
–Sí, no te asustes, somos todos del barrio de siempre.
–Bueno, en el piso 6 hay negros. ¡Pero siempre saludan al entrar!
Visto lo visto, lo sorprendente es que se atrevan a entrar.
15 julio 2019
Los sin techo, 12 y ya
Previously in Lorz...
Que se ocupe mi yo del futuro
Que se ocupe mi yo del futuro
ZaraJota y yo, con la ayuda de un par de chavales que nos envió la agencia, tardamos tres días en sacar las posesiones del antiguo propietario.
Tres días.
Luego tocó pintar, limpiar, traerse las cosas del trastero y colocarlas, comprar los muebles y los electrodomésticos que nos faltaban, en fin, os hacéis una idea.
Y cuando por fin estaba todo terminado, llamé a la agencia.
–Hola, es que hace un mes nos dijisteis que nos ibais a tramitar el alta del gas y seguimos sin gas, y es que llevamos tres meses en la casa de mis padres, ¿sabes? Y yo a mis padres los aprecio como si fueran de la familia, pero si te digo la verdad los aprecio mucho más cuando solo los veo una vez a la semana.
–Entiendo.
–Entonces, ¿qué? ¿Cómo va lo del gas?
–Bueno, pues íbamos a ponernos con eso justo ahora.
–Mira, déjalo, ya nos ocupamos nosotros si eso.
ZaraJota se enganchó al teléfono y después de hablar solo veinte o treinta veces con la compañía del gas y la compañía suministradora del gas (¡¡¡que no son lo mismo!!!) consiguió por fin desenredar el caos administrativo y que viniera un técnico a revisarnos la instalación.
La visita empezó bien porque nada más ver el calentador al técnico le entró la risa.
–Señora, ¿de qué año es esto?
–¿Por qué? ¿Está mal?
–No, no, seguro que es perfectamente adecuado para la normativa de la época. Ya sabe, cuando vivía Franco. Lo que pasa es que esa normativa cambió cuando España entró en la Comunidad Económica Europea.
–Bueno, tampoco hace tanto de eso, ¿no?
–La CEE ya ni siquiera existe, señora.
–...
–El manual de instrucciones está en latín.
–...
–Detrás del calentador me he encontrado una inscripción en sumerio. Dice que el calentador ya era viejo para entonces.
–...
–Cuando lo instalaron el fuego no se había inventado todavía, señora. La gente los tomó por locos. "¡BRUJA, BRUJA!", les gritaban por la calle.
–¿Intenta decirme que hay que cambiarlo?
–Sí.
–Al menos es solo el calentador, ¿eh?
–Sí, solo el calentador y toda la instalación de gas. Y probablemente la cocina.
–Ah. ¿Y lo puede cambiar así en plan como hoy?
Al técnico le volvió a entrar la risa, lo que pasa es que para entonces yo ya estaba como resabiá y no me lo tomé como una buena señal.
–No.
Caca.
Por suerte yo... ¿cómo decirlo? Yo... YO SOY DE PUEBLO.
Ya está, ya lo he dicho.
Y como soy de pueblo yo... yo... ¡NO NECESITO DUCHARME!
Es broma.
Lo que no necesito es una ducha. Ni una cocina. Ni una casa. De hecho, puedo sobrevivir en la jungla con un palillo de dientes y un chicle. Siempre y cuando tenga internet, claro.
El que me ha salido como más blandito es ZaraJota, que de verdad yo no sé para qué hizo la mili si ni se hizo un tatuaje, ni aprendió a jugar al mus ni se acostumbró a ducharse con agua fría ni nada.
Lo que pasa es que yo estaba hasta el potorro de estar en casa de mis padres porque, como he dicho, yo los aprecio mucho pero francamente, hay un límite al zumo de naranja recién exprimido que puede beber una persona. Por no hablar de lo de dormir en una cama de ochenta, en habitaciones separadas, cada uno con un niño, claro. TRES PUÑETEROS MESES.
Así que nos mudamos, ¡con dos c*j*n*s! Y cada mañana, antes de irme a trabajar, me calentaba tres litros de agua en el microondas (si la calientas al máximo y luego la mezclas con fría, tres litros dan hasta para lavarse el pelo), y luego por la noche repetía el proceso para que se duchara ZaraJota. Y de vez en cuando hasta bañábamos a los niños. Y aprendimos a cocinar usando solo el horno (es chachi). Y colocamos todas las cajas (para ser sinceros, todavía quedan tres). Y no faltamos a ni una extraescolar. Ni al trabajo. Y encima los niños sacaron unas notas estupendas.
Porque así somos nosotros: NOS VENIMOS ARRIBA EN EL CAOS.
Y un día, por fin, nos instalaron un calentador de última generación y un técnico superamable nos dio suministro de gas.
En cuanto se fue me metí en el baño para darme una ducha calentita. Que estábamos como a treinta y cinco grados, pero ahora que por fin tenía calentador pensaba usarlo aunque se me cayera la piel a tiras. Estaba yo tan ricamente debajo del agua calentita cuando de pronto el agua calentita se acabó y empezó a salir agua fría en plan si se choca con el Titanic me lo desgracia.
–¡¡¡AAAAAAAAAAAAAHHHHHH!!!
El calentador estaba fallando. Llamé al técnico, el técnico vino, lo revisó y determinó:
–Es que tiene un sistema de seguridad para detectar que el extractor de humos funciona correctamente y evitar accidentes; es un sistema de última generación tan sensible que detecta hasta la más mínima alteración en el sistema de evacuación de gases residuales.
–¿Perdón?
–Que el calentador no funciona cuando le da el viento de cara.
¿Sabéis lo que os digo? Que esto con Franco no pasaba.
Fin.
08 julio 2019
Los sin techo, 11
Previously...
¿A quién vas a llamar?
Hace unos meses, yo diría que en febrero o así, Maiko tuiteó algo como: "Shiquillo-oh, apuntarse-e a ehto del Ignite, que eh mu grassio-so".
Bueno, puede que no fuera exactamente así, pero como no encuentro el tuit exacto pues me lo invento y ya está.
El caso es que mandé un mail a la cosa esa y ZaraJota, que es como de pensar mucho, me advirtió:
–Mira, Lorz, piénsate muy bien lo que haces, que esto va de hablar en público y ya sabes que tú y lo de hablar en público como que no.
–No pasa nada –le contesté–. Ya lo resolverá mi yo del futuro.
–Tú verás, pero luego no me vengas con quejas.
Bien.
Os presento a mi yo del futuro.
Bueno, en realidad ahora es mi yo del pasado, lo que pasa es que el día del Ignite era mi yo del presente.
¿Se entiende?
Aprovecho la ocasión para presentaros también las cajas del futuro, en las que presuntamente había ropa limpia para cambiarme.
Presuntamente también andaba por ahí la plancha, por si la ropa no estaba planchada como por arte de magia cuando saliera de la caja:
Bien pensado, el tema de hablar en público quizá fuera lo de menos.
Continuará...
¿A quién vas a llamar?
Hace unos meses, yo diría que en febrero o así, Maiko tuiteó algo como: "Shiquillo-oh, apuntarse-e a ehto del Ignite, que eh mu grassio-so".
Bueno, puede que no fuera exactamente así, pero como no encuentro el tuit exacto pues me lo invento y ya está.
El caso es que mandé un mail a la cosa esa y ZaraJota, que es como de pensar mucho, me advirtió:
–Mira, Lorz, piénsate muy bien lo que haces, que esto va de hablar en público y ya sabes que tú y lo de hablar en público como que no.
–No pasa nada –le contesté–. Ya lo resolverá mi yo del futuro.
–Tú verás, pero luego no me vengas con quejas.
Bien.
Os presento a mi yo del futuro.
Bueno, en realidad ahora es mi yo del pasado, lo que pasa es que el día del Ignite era mi yo del presente.
¿Se entiende?
Aprovecho la ocasión para presentaros también las cajas del futuro, en las que presuntamente había ropa limpia para cambiarme.
Presuntamente también andaba por ahí la plancha, por si la ropa no estaba planchada como por arte de magia cuando saliera de la caja:
Os presento también a mi rotulación del futuro, porque mi yo del pasado pensó que averiguar qué había dentro de cada caja sería... ¿lo adivináis? Un problema para mi yo del futuro.
Y ya que estamos con las presentaciones, os presento a mi mano del futuro, que mi yo del futuro se desgració abriendo una caja del futuro.
Obsérvense mis uñas del futuro con restos de color naranja mandarina número seis incrustados.
Y no por último menos importante, os presento mi charla Ignite del futuro.
Bien pensado, el tema de hablar en público quizá fuera lo de menos.
Continuará...
01 julio 2019
Los sin techo, 10
Previously in Lorz...
Entrevistamos a la nueva promesa del fútbol, Diego Armando Maradona.
Pues ZaraJota se fue a trabajar porque es un cobarde.
Así que allí estaba yo, tan tranquila, mirando el caos y sufriendo microinfartos recurrentes cuando llamaron al timbre.
¡Mi primera visita en la casa nueva!
Abrí la puerta superemocionada y me encontré a una viej... anciana con su cardadito y todo.
–Hola, soy la vecina de abajo.
–Hola –dije, mientras pensaba que qué maravilla de edificio, que los vecinos venían a darte la bienvenida y todo según llegabas.
–Que vengo a decirte que hacéis mucho ruido todas las noches.
–¿Perdón?
–Que hacéis mucho ruido todas las noches. Y a mí no me gusta quejarme, lo que pasa es mi madre está enferma, mi marido madruga, mi nieto tiene el sueño ligero, mi hámster...
–¡Señora, señora! Voy a pedirle que se detenga justo ahí. El piso lleva diez años vacío. La señora que vivía aquí murió en una residencia hace muchísimo tiempo. Yo me lo acabo de comprar en plan hoy mismo y acabo de cruzar la puerta, ¿ve? Todavía tengo las llaves en la mano, no les he puesto ni el llavero.
–Ah.
–...
–Bueno, pues nada, encantada de conocerte.
La señora se fue y yo, todavía en shock, llamé a ZaraJota.
–Oye, que ha venido a vernos la vecina de abajo.
–¿Y qué quería?
–Avisarnos de que en la casa hay fantasmas, creo.
Continuará...
Entrevistamos a la nueva promesa del fútbol, Diego Armando Maradona.
Pues ZaraJota se fue a trabajar porque es un cobarde.
Así que allí estaba yo, tan tranquila, mirando el caos y sufriendo microinfartos recurrentes cuando llamaron al timbre.
¡Mi primera visita en la casa nueva!
Abrí la puerta superemocionada y me encontré a una viej... anciana con su cardadito y todo.
–Hola, soy la vecina de abajo.
–Hola –dije, mientras pensaba que qué maravilla de edificio, que los vecinos venían a darte la bienvenida y todo según llegabas.
–Que vengo a decirte que hacéis mucho ruido todas las noches.
–¿Perdón?
–Que hacéis mucho ruido todas las noches. Y a mí no me gusta quejarme, lo que pasa es mi madre está enferma, mi marido madruga, mi nieto tiene el sueño ligero, mi hámster...
–¡Señora, señora! Voy a pedirle que se detenga justo ahí. El piso lleva diez años vacío. La señora que vivía aquí murió en una residencia hace muchísimo tiempo. Yo me lo acabo de comprar en plan hoy mismo y acabo de cruzar la puerta, ¿ve? Todavía tengo las llaves en la mano, no les he puesto ni el llavero.
–Ah.
–...
–Bueno, pues nada, encantada de conocerte.
La señora se fue y yo, todavía en shock, llamé a ZaraJota.
–Oye, que ha venido a vernos la vecina de abajo.
–¿Y qué quería?
–Avisarnos de que en la casa hay fantasmas, creo.
Continuará...
24 junio 2019
Los sin techo, 9
Parece que esta mañana ha habido algún problema técnico: por favor, que no cunda el pánico.
Y si cunde que sea en dirección a la panadería, que se me ha olvidado comprar el pan.
Previously in Lorz...
Tal y como le dijimos al de la agencia.
Cuando por fin conseguimos entrar en nuestro piso recién comprado era de día y sin embargo llovía.
Y, por supuesto, todas las cosas del antiguo propietario (excepto el sofá, los muebles del dormitorio, la lavadora y la nevera).
Seguían allí.
De verdad.
Este es el aspecto que tenía el piso cuando llegamos:
La entrada. La planta es de plástico. Lo otro, también.
El salón. Donde, por supuesto, faltaba el sofá. El mueble bar, para mi desgracia, estaba vacío.
El futuro dormitorio de Nene-kun. Con orla incluida para que no tengamos ni que pagar la universidad.
Aspiradora de mano y mesa con lámpara integrada pero poco porque se caía.
El futuro dormitorio de Nena-chan. Lo del fondo parece ser aquello en tiempos llamado "televisión de tubo".
Mi futuro despacho.
El dormitorio principal. Sin los muebles, claro.
En la mayoría de las habitaciones no había luz.
No teníamos gas... y por supuesto la cocina era de gas.
La mitad de las llaves de paso goteaban / no se abrían / no se cerraban /ambas.
ZaraJota y yo miramos aquel estropicio con total control sobre nosotros mismos, es decir, que se nos caían unos lagrimones como puños.
–Todo mal, todo mal... –decía yo por lo bajini mientras recogía periódicos del suelo.
Por suerte ZaraJota es un optimista de la vida.
–No, Lorz, todo mal no. Mira: a Maradona parece irle perfectamente.
Continuará...
PD: Para los ansiosos, fotos del antes y el después.