Dicen por ahí que el año 2019 ha sido malo. No sé si puedo decir tanto.
Ha sido un año muy loco, eso sí.
Mi propósito de año nuevo había sido irme del trabajo.Estaba bastante decidida pero entonces nos pasó la cosa más loca: nos compraron el piso.
Así como de repente.
Entonces tuvimos que meter todas nuestras posesiones mundanas en un trastero (y los libros en otro) y nos fuimos a vivir con mis padres. Bueno, a vivir. En la agencia nos dijeron que la firma del piso nuevo tardaría unas dos semanas, así que como es lógico fueron tres meses.
Tres meses de auténtica locura, dicho sea de paso.
De nervios; de incomodidad; de estrecheces; de ir a buscar eso que necesitas urgentemente y recordar que está en algún punto indeterminado de uno de los trasteros, probablemente debajo del sofá; de hacer papeleos, este sí que es el último, pero ahora que lo pienso para hacer este necesitas otros cuatro más; de dormir en una cama de ochenta con un niño (o dos) y un gato (o dos), de llegar al piso nuevo con toda la ilusión y descubrir que no se han llevado los muebles, que no hay luz, que el calentador no funciona; y luego las cajas, los miles de millones de cajas...
Ahora bien: las risas que nos hemos echado.
Será porque he tenido una infancia... eh... diferente, pero me vengo arriba en el caos. Porque donde hay caos hay posibilidad de poner orden, y el orden es lo mío, maderfacas. No hay nada que me resulte más estimulante que tener delante un problema que se puede resolver con organización y esfuerzo, ponerme a ello y resolverlo.
Por eso, durante los tres meses del caos, me sentí maravillosamente bien. Activa, resolutiva, viva. Y, por supuesto, totalmente distraída de los problemas “de verdad”.
Hubo otras cosas, claro.
Por ejemplo, llevé a Nena-chan a su primera manifestación del 8 de marzo.
También me decidí por fin a abandonar del anonimato y participé en una charla Ignite:
Fue una experiencia muy loca y alucinante pero una cosa os voy a decir: a mí eso de que me dejen hablar solo cinco minutos, como que no. O sea, que en condiciones normales con cinco minutos no tengo ni para los buenos días. Además, la cámara engorda mogollón, que os diga ZaraJota, que yo en directo no aparento más allá de ochenta o noventa kilos. Cien, como mucho.
Como decía, la experiencia estuvo bien, pero mejor está limitarse a escribir guiones y que los nervios los pasen otros. Como Malva Disco. Por decir algo.
Una vez pasó la locura, tuve que tomar una decisión con respecto al tema del trabajo.
Y la decisión implicó un abogado.
Y no fue fácil, porque estoy y siempre estaré agradecida por la oportunidad que me dio esa empresa, y porque hay gente maravillosa trabajando en ella y, sobre todo, porque el mundo es pequeño, el mundillo más pequeño aún y, bueno, la gente que hace cosas con abogados se gana mala fama.
Cuando di el paso, sabía que era posible que no volviera a trabajar en el mundillo nunca más.
Por otra parte, si de verdad el mundillo es así, quizá sea yo la que no quiera volver a trabajar en él, no sé si me explico.
Los meses de verano fueron durísimos pero al fin pude entonar el libre soy y disfrutar de las probablemente mejores vacaciones de mi vida. Hasta ahora.
Luego... bueno, pasaron otras cosas.
Los niños volvieron al colegio. ZaraJota volvió al AMPA.
Yo empecé a hacer un curso que me está dando la vida.
La nena se partió los dientes y el nene se abrió la cabeza y hubo que ponerle grapas.
Se hacen mayores.
Vale, no muy mayores.
Son lo bastante mayores para ser relativamente autónomos. He vuelto a leer. He vuelto a ver series. He vuelto a escribir. He vuelto a pintarme la raya del ojo y he empezado a hacer cosas para sentirme bien conmigo misma, como apuntarme al gimnasio (queda pendiente la parte de ir) o depilarme el ciertositio.
Y, he vuelto al #lorzfunding, claro.
Que ya llevaba mucho tiempo sin hacer publicidad y eso.
Sin duda, una de las cosas de 2019 de las que más me orgullosa me siento es de formar parte de Mocedades, en la librería La Sombra.
Mocedades es uno de los peores clubs de lectura de la historia: rara vez nos acordamos de inscribirnos, casi nunca nos compramos el libro en cuestión, no siempre nos lo leemos y solo a veces consideramos necesario hablar de él durante la sesión.
Sin embargo, una vez al mes nos reunimos en el sótano de la librería, merendamos cosas ricas, nos reímos muchísimo y salimos cargadas de libros. ¡Y algunos hasta los pagamos!
Lo más importante, nos lo pasamos fenomenal, porque una empieza a tener una edad las cosas o se hacen por las risas o no se hacen.
Quizá sea por eso, por la edad, que me siento optimista con respecto al 2020.
Que sí, que el mundo se ha vuelto loco, que se viene otra crisis, que voy a cumplir cuarenta y la vida ya no tendrá sentido para mí...
Pero me siento optimista.
Y eso es lo que os deseo a todos: que, pase lo que pase, en 2020 podáis seguir siendo optimistas.
Feliz día de cortarle el prepucio a Jesús para ti también.
ResponderEliminar(no me mires así, yo no sabría esas cosas de no sre por ti).
¡Feliz salida del 19, y carrerilla para salir disparada de felicidad en el 20, y ya puestos, hasta el 21 sin parar de felicidad!
ResponderEliminarSe entiende que con toda la familia!!!
Besos y salud
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