03 octubre 2022

La llalli


 
Este fin de semana ha muerto la abuela de ZaraJota. No me pude despedir de ella, no puedo ir al entierro, pero hay algo que sí puedo hacer y es contar una de mis anécdotas favoritas. 
La cosa fue que el día de mi boda, cuando llegué toda emperifollada para casarme, un señor de la organización me dijo que no podía entrar porque les faltaban dos viej... ancianas.
La cosa no habría tenido más importancia si me hubiera casado en un sitio normal, pero es que me casé en Faunia y las dos viej... ancianas podían acabar devoradas por una rata topo desnuda o algo peor.
Así que esperé pacientemente hasta que las encontraron y hasta más tarde no me enteré de qué había ocurrido. 
A saber: 
Los invitados llegaron en autobús, todos juntos, a Faunia, donde les recibió un señor que les condujo hasta el lugar del enlace. Y la llalli María y su hija, ambas de tierna edad, llegaron sin problemas al lugar del enlace. El problema fue que no era nuestro enlace, sino el de otra pareja que se había casado el mismo día.
La llalli María no se dejó intimidar por un detalle tan insignificante. No reconocía a nadie, pero dio por hecho que serían todos de mi familia. No veía a ZaraJota, pero podía ser cualquiera de los chicos de traje que andaba bailando por allí. Y la novia le pareció guapísima, pero claro, es que todas las novias están guapísimas el día de su boda. Aparte de medio metro más altas y unos veinte kilos más delgadas, al parecer.
La otra boda había empezado a las doce de la mañana, eran las siete y los invitados ya llevaba encima las bebidas del cóctel, el vino de la comida y las copas, así que les pareció perfectamente normal que dos viej...ancianas con cardado aparecidas de la nada llegaran de pronto, se sentaran donde les pareció mejor y empezaran a dar vivas a los novios mientras se les humedecían los ojos de la emoción, y cito textualmente, de verme tan guapa.
Por si la situación no fuera lo bastante absurda, en mitad de la fiesta apareció un empleado del parque, desalojó a las dos viej...ancianas y se las llevó a toda velocidad en un carrito de golf porque, vuelvo a citar textualmente, llegaban tarde a otra boda.
Por supuesto yo de esto me enteré después, y la llalli me lo recontó varias veces porque era una gamberra encantadora. Siempre terminaba la historia igual:
-Ay, niña, pero qué guapa estabas.
-Si no era yo.
-Bueno, reina, pero eso es lo de menos.



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Escribo libros. Algunos te dejan en cuerpo regular. Con otros te ríes. Encuentra el tuyo aquí.
El 5 de octubre estaré presentando el último, Los caminos del engaño, en Vino a por letras (Getafe).