Después de años de leal servicio la bombilla del baño ha optado por fundirse.
A mí realmente me da igual porque hace años (4) que no me miro en el espejo de casa más que para hacerme selfies, pero a Nena-chan lo de hacer pipí a oscuras como que no le parecía lo mismo.
Que tiene 4 años. Mea más tranquila si no tiene que poner el culete en un agujero negro.
ZaraJota cambió la bombilla y por una vez no rompió el plafón y yo se lo agradezco mucho, porque estoy engordando y no me viene bien ir a Ikea a comer perritos.
Al día siguiente Nena-chan descubrió que la bombilla volvía a funcionar.
-Yo creo -me dijo muy seria- que ayer estaba rompida porque me disiste muchas veses "lávate los dieeeeentes, veeeeeenga, lávate los dieeeeentes, que nos tenemos que ir al cooooole".
Me dio mucha penita. Es que jo, desde pequeñitos los culpabilizamos y los responsabilizamos se todo. Si no haces esto, tal. Si no haces eso, cual. Al final, los pobres acaban cargando el peso del mundo sobre sus hombros.
-¿Crees que la luz se ha roto porque no me hiciste caso? -le pregunté, con la lagrimilla colgando.
-Nooo -contestó-: se ha rompido porque eres muy pesada.
Gracias, ya me siento mejor.
26 mayo 2017
La bombilla del baño
21 mayo 2017
La autorización
Una de las cosas que más me gustan en la vida es hacer la declaración de la renta, porque por lo general siempre me sale a devolver, salvo un año que me salió a pagar y me acordé de su fruta madre mogollón.
Pero este año lo tenía todo supercontrolado y pedí la cita superpronto y me fui a la oficina de hacienda supercontenta.
Todo súper.
Era una oficina de hacienda en la que no había estado nunca, y eso ya es una novedad porque lo mío con hacienda es un poco como lo mío con urgencias, o sea, frecuente.
Yo es que soy muy de ganar dinero, declararlo y gastármelo todo en impuestos.
Total, que entré a la oficina aquella y me quedé esperando junto al control de seguridad de la entrada a que viniera alguien o algo, pero nadie vino, y al final me asomé por el arco y vi a un señor.
-Pase, pase -me dijo. Y pasé, pero un poco como asustada porque oye, lo mismo soy peligrosa, y estoy pasando sin que me miren el bolso ni nada, que por otra parte me alegro porque llevo medio plátano y lo mismo lo ve por el escáner y se piensa que es un consolador, y vaya, que a mí me da igual lo que piense de mí la gente, pero es que hacienda no es gente, y lo que piense hacienda de uno es superimportante, que luego pasa lo que pasa.
El señor apuntó mi nombre en una lista.
-Suba, suba -me dijo, y yo subí.
Al final de la escalera había otro señor con otra lista.
-Siéntese que yo la llamo cuando le toque.
Y me senté.
Estaba un poco mosca porque si hay algo que les gusta en hacienda es que pidas número. Varias veces, a ser posible. Y luego poner pantallas gigantes en las que llaman a los números aleatoriamente, en plan ahora el A123, luego el B80000, luego el A45, y, cuando crees que ya lo has visto todo, el ABA123/8000/45. Pero en vez de eso teníamos a un señor que se levantaba, gritaba un nombre y al afortunado que le tocaba le decía "pase, pase".
"Creo que estoy haciendo la renta en 1986", tuiteé.
En aquel momento me pareció supergracioso.
Es que estaba teniendo un día super, ya lo que dicho antes, por favor estad atentos que si no yo no puedo.
Cuando por fin me tocó el turno, me metí en el cubículo agraciado con el "pase, pase" y le dije al señor que lo habitaba:
-Hola, vengo a hacer la declaración.
Y le puse delante mi dni y encima la fotocopia del dni de ZaraJota. El señor me miró muy serio.
-Para hacer la declaración necesito la autorización de su marido.
-Jajajaja, qué gracioso -dije, pensando, estúpidamente, que el señor había leído mi tuit.
-No es broma.
-Jajaja, claro, jajaja, autorización de mi marido...
-Eh... sí.
-Jajaja, pero usted sabe que Franco ha muerto, ¿verdad? Jajajaja, y que las mujeres tenemos derecho a voto y todo. Jajaja... ¡con lo que me gusta a mí el topless!
El señor estaba cada vez más serio.
-Señora, entienda usted que necesito la autorización de su marido.
-Pues no lo entiendo -admito que empezaba a estar un poco acojonada porque oye, primero el Brexit y luego Trump y además me acabo de leer 'El cuento de la criada" y es que ya me lo creo todo, pero lo que más me preocupaba era que lo mismo durante el ratito que me había atocinado en el metro había viajado en el tiempo.
Saqué el móvil del bolso y le eché un vistazo a la cobertura. 100%. O el 4G iba genial en los 70, o seguía en 2017. O en 2015, por lo menos.
-Hace siete años que estoy casada, y nunca me ha hecho falta la autorización de mi marido para nada -insistí, tan indignada con el heteropatriarcado falocéntrico opresor recaudatorio que se me olvidó que ZaraJota no me deja usar el microondas, las cerillas o cualquier instrumento afilado sin su autorización previa. Y nunca me la da.
-Señora -insistió el señor con paciencia infinita-; entienda usted que no puede hacer la declaración de su marido si él no lo autoriza.
-Ah... -uy uy uy uy uy-. Es que... Eh... yo solo quería hacer la mía.
-¿Y por qué me da el dni de su marido?
Por que soy superidiota, oiga usted.
Pd: Qué vergüenza. Me pongo colorada solo con acordarme. "Franco ha muerto". No sé como no me lanzó la grapadora a la cara...
16 mayo 2017
Día Internacional de la Lavadora 2017
Lavadora, lavadora
eres mi mejor amiga.
Me lavas los uniformes
y les despegas las migas.
Te tragas el edredón
cuando la niña vomita,
resucitas esos bodys
hasta arriba de caquita.
Y cuando llega el invierno
y todo el mundo se abriga
también eres secadora:
todo seco enseguidita.
Lavadora, lavadora
eres mi mejor amiga,
ojalá dures mil años,
que el Gran A'Tuin te bendiga.
M**rd*, odio la app de blogger para móvil. El Día Internacional de la Lavadora no es hasta mañana.
Bueno, qué más da ya.
12 mayo 2017
Eurodisney, parte 5 (lo del culo)
Previously in Lorz...
Mierdaseca me llaman.
Es una expresión que usan en mi pueblo. Ni idea de lo que significa, pero me gusta porque tiene un aire como de haiku.
A ZaraJota le gusta mucho la peli de Aladdin, verbigracia, y total, como estábamos en Eurodisney y Nena-chan ya se había montado en todo lo montable y vimos que había un Meet Aladdin and Friends y pensamos pues venga, vamos.
Luego llegamos allí y resultó que el que estaba era Jafar, que ni es Aladdin ni es Friends, pero mola mucho también, y además había muy poca cola, y nos quedamos.
Lo que pasa es que cuando estaba a punto de tocarnos, el asistente de Jafar nos dijo que iban a hacer un descanso para tomar el té, que perdonadme que os diga que el té será muy de Arabia y lo que tú quieras, pero para un malo queda un poco como de blandurrio, no sé si me explico.
-Jafar volverá en cinco minutos -dijo el asistente. Y pensamos pues venga, esperamos. Y esperamos. Y esperamos. Y esperamos. Más de cinco minutos y más de diez y más de quince y si os digo la verdad yo me había ido, pero teníamos detrás a un grupito de preadolescentes que no paraban de empujarnos, intentar colarse, gritar palabrotas y arrancar plantas, y, francamente, irnos era un poco como ceder ante el chantaje terrorista.
En fin.
Llevábamos como una hora o así cuando volvió el asistente y nos dijo que Jafar se había tenido que quedar peleando con Aladdin, y que no sabían cuándo iba a volver.
-Vaya, que al tío del disfraz le ha dao un chungo -dijo una de las madres de los adolescentes, que llevaban todo el rato ahí, pero no habían podido controlar a sus retoños porque estaban muy ocupadas poniendo verde a otra mamá de su grupo que en ese momento no estaba presente.
-Pues que me traigan el disfraz, que para una mierda de foto lo mismo da.
Ahí ya no pude más y les lancé una mirada furibunda, porque vaya, los adolescentes son adolescentes y no lo pueden evitar los pobres, pero cuando ya tienes una edad se supone que eres capaz de comportarte en público, sobre todo si hay niños delante, en concreto los míos, que no creen que Jafar sea un tío disfrazado sino... bueno, Jafar.
El asistente las ignoró por completo y se fue derecho a Nena-chan.
-Jafar no puede venir -le dijo.
-Pero es que yo quería verlo -pucherito.
-Bueno, ¿qué te parece si en vez de esperar a Jafar te vas a tomar un helado?
Y le dio un cheque regalo de 25 euros.
Nos quedamos mirando aquello con cara de pasmo mientras las señoras de los adolescentes recordaban de pronto que a ellas les hacía muchísima ilusión hacerse una foto con el auténtico Jafar y saltaban sobre el asistente (y su chequera) en plan Walking Dead.
-Darle un cheque a un niño para que no llore -le dije a ZaraJota-: esto es lo más estadounidense que me ha pasado jamás.
Pues nada, que ese día estábamos a 5 ºC y en vez canjear el cheque por helados lo canjeamos por una figurita de acción.
Vale, no, era una muñeca de Frozen. Pero una monísima.
Bien, pues al día siguiente sí que hacía calor y nos animamos a tomarnos el helado.
O, más bien, ZaraJota y yo nos animamos a tomarnos el helado, porque Nena-chan decidió tropezar con absolutamente nada, flotar grácilmente durante unos segundos y caer en toda su longitud, desparramando el helado intacto por las aceras impolutas de Main Street.
-¡¡¡BUAAAAAAAAA!!!
De pronto se materializó a nuestro lado un señor con uniforme de Eurodisney.
-¿Te has hecho daño, bonita?
-¡¡¡BUAAAAAAAAA!!!
-Se te ha caído el helado, pobrecita... Espera, que te doy un cheque para que te den otro.
ZaraJota y yo rechazamos el cheque.
Teníamos nuestros motivos.
Por ejemplo, que somos rematadamente idiotas.
Pero de camino al hotel ZaraJota iba aún más callado de lo habitual.
-Lorz -me dijo al final-, si alguna vez volvemos a Eurodisney... ¿te importaría mucho si empujo a Nena-chan cada vez que nos crucemos con algún empleado?
-Pues a 25 euros el empujón, probablemente no.
Mierdaseca me llaman.
Es una expresión que usan en mi pueblo. Ni idea de lo que significa, pero me gusta porque tiene un aire como de haiku.
A ZaraJota le gusta mucho la peli de Aladdin, verbigracia, y total, como estábamos en Eurodisney y Nena-chan ya se había montado en todo lo montable y vimos que había un Meet Aladdin and Friends y pensamos pues venga, vamos.
Luego llegamos allí y resultó que el que estaba era Jafar, que ni es Aladdin ni es Friends, pero mola mucho también, y además había muy poca cola, y nos quedamos.
Lo que pasa es que cuando estaba a punto de tocarnos, el asistente de Jafar nos dijo que iban a hacer un descanso para tomar el té, que perdonadme que os diga que el té será muy de Arabia y lo que tú quieras, pero para un malo queda un poco como de blandurrio, no sé si me explico.
-Jafar volverá en cinco minutos -dijo el asistente. Y pensamos pues venga, esperamos. Y esperamos. Y esperamos. Y esperamos. Más de cinco minutos y más de diez y más de quince y si os digo la verdad yo me había ido, pero teníamos detrás a un grupito de preadolescentes que no paraban de empujarnos, intentar colarse, gritar palabrotas y arrancar plantas, y, francamente, irnos era un poco como ceder ante el chantaje terrorista.
En fin.
Llevábamos como una hora o así cuando volvió el asistente y nos dijo que Jafar se había tenido que quedar peleando con Aladdin, y que no sabían cuándo iba a volver.
-Vaya, que al tío del disfraz le ha dao un chungo -dijo una de las madres de los adolescentes, que llevaban todo el rato ahí, pero no habían podido controlar a sus retoños porque estaban muy ocupadas poniendo verde a otra mamá de su grupo que en ese momento no estaba presente.
-Pues que me traigan el disfraz, que para una mierda de foto lo mismo da.
Ahí ya no pude más y les lancé una mirada furibunda, porque vaya, los adolescentes son adolescentes y no lo pueden evitar los pobres, pero cuando ya tienes una edad se supone que eres capaz de comportarte en público, sobre todo si hay niños delante, en concreto los míos, que no creen que Jafar sea un tío disfrazado sino... bueno, Jafar.
El asistente las ignoró por completo y se fue derecho a Nena-chan.
-Jafar no puede venir -le dijo.
-Pero es que yo quería verlo -pucherito.
-Bueno, ¿qué te parece si en vez de esperar a Jafar te vas a tomar un helado?
Y le dio un cheque regalo de 25 euros.
Nos quedamos mirando aquello con cara de pasmo mientras las señoras de los adolescentes recordaban de pronto que a ellas les hacía muchísima ilusión hacerse una foto con el auténtico Jafar y saltaban sobre el asistente (y su chequera) en plan Walking Dead.
-Darle un cheque a un niño para que no llore -le dije a ZaraJota-: esto es lo más estadounidense que me ha pasado jamás.
Pues nada, que ese día estábamos a 5 ºC y en vez canjear el cheque por helados lo canjeamos por una figurita de acción.
Vale, no, era una muñeca de Frozen. Pero una monísima.
Bien, pues al día siguiente sí que hacía calor y nos animamos a tomarnos el helado.
O, más bien, ZaraJota y yo nos animamos a tomarnos el helado, porque Nena-chan decidió tropezar con absolutamente nada, flotar grácilmente durante unos segundos y caer en toda su longitud, desparramando el helado intacto por las aceras impolutas de Main Street.
-¡¡¡BUAAAAAAAAA!!!
De pronto se materializó a nuestro lado un señor con uniforme de Eurodisney.
-¿Te has hecho daño, bonita?
-¡¡¡BUAAAAAAAAA!!!
-Se te ha caído el helado, pobrecita... Espera, que te doy un cheque para que te den otro.
ZaraJota y yo rechazamos el cheque.
Teníamos nuestros motivos.
Por ejemplo, que somos rematadamente idiotas.
Pero de camino al hotel ZaraJota iba aún más callado de lo habitual.
-Lorz -me dijo al final-, si alguna vez volvemos a Eurodisney... ¿te importaría mucho si empujo a Nena-chan cada vez que nos crucemos con algún empleado?
-Pues a 25 euros el empujón, probablemente no.
Fin