-Lorz, esta noche es Halloween.
-¡Qué bien! ¿De qué vamos a disfrazar a Bebé-chan?
-No sé... de víctima de una herencia genética desgraciada.
-¿Y eso cómo se hace?
-Con lo que lleva puesto le valdrá.
-Ah... ¡OYE!
-Hoy toca post de Halloween.
-¡¡¡M* C*G*N L* P*T*!!!
-Te lo dije.
En el capítulo anterior...
La vieja y malvada bruja recoge ingredientes para hacer un hechizo. M**d*, todavía no había dicho que era para un hechizo, ¿verdad? Pues era para eso. Ya no hace falta leer el capítulo de este año. Si llego a saberlo ni lo escribo ni nada, que me cuesta mucho pensar.
La vieja y malvada bruja esperó pacientemente a que la hoguera se apagara. Luego esperó un poco más, por si acaso. Entre los círculos más secretos de las brujas más oscuras corría el rumor de que el fuego lo desinfecta todo. La bruja podía permitirse un par de dedos quemados o tres, si la ocasión lo requería, pero, ¿un par de dedos desinfectados o tres? ¡Por favor! ¡La bruja tenía reputación!
Cuando estuvo segura de que en la chimenea no quedaban más que cenizas frías las recogió con mucho cuidado y las echó al caldero. Después empezó a echar el resto de los ingredientes: las pasas, la zanahoria, las lágrimas, la canela... Lo removió todo bien hasta formar un mejunje repugnante, y lo metió en el microondas, que a esas horas no le apetecía volver a encender la chimenea y además tenía prisa.
Sólo cuando el microondas empezó a chisporrotear se dio cuenta la bruja de que había usado el caldero metálico otra vez. Un día de estos el microondas le iba a dar un disgusto. Mientras tanto, el chisporroteo le daba al hechizo un toque de espectacularidad muy interesante. Era una pena que en ese momento no tuviera a una princesa o a un huerfanito secuestrados, para completar el cuadro...
Pasados los cinco minutos de rigor, el microondas dejó de girar y se apagó. La bruja lo abrió con cuidado, y sacó el caldero en medio de una espesa nube de vapor. Lo soltó encima de la mesa, esperó a que el vapor se disipara y... allí estaba, reposando en el fondo del caldero como un huevo en un nido, una bola de cristal perfectamente esférica, perfectamente transparente y perfectamente mágica.
La bruja sacó la bola y la sostuvo con la mano izquierda mientras hacía complicados gestos con la derecha, como si espantara moscas imaginarias, hasta que la bola empezó a brillar.
¿Habría funcionado?
La bruja acercó la nariz a la bola. Sí, allí estaba, su cabaña en mitad del bosque. Hizo otro gesto, y la vista se desplazó hasta el pueblo. Era de noche y el pueblo dormía, con la luna de testigo.
Que aburrido.
La bruja hizo un gesto y en la esfera la luna se puso rápidamente para dar paso al sol. Las puertas de las casas empezaron a abrirse a medida que la gente salía para trabajar en el campo. Luego se abrieron las tiendas, y las señoras del pueblo empezaron su ir y venir con enormes cestos de esparto colgados de los brazos.
La bruja resopló. Para ver eso no tenía más que andar al pueblo. Hizo otro gesto y las figuritas empezaron a andar más deprisa, hasta convertirse en un borrón. La luna y el sol empezaron a sucederse a toda velocidad, y a medida que pasaron los minutos, el mismo pueblo empezó a moverse. Las casas cambiaban de color a medida que con los años la pintura envejecía y era sustituida por una capa nueva. Un ejército lo quemó todo a su paso, y nuevos edificios se levantaron en su lugar. Algunas casas de madera dejaron paso a casas con un zócalo de piedra, luego toda la planta baja, luego toda la casa. Las fachadas se combaron y los tejados se hundieron cuando una enfermedad asoló a la población y no quedó nadie para hacer reparaciones. Muy pronto, sin embargo, las figuritas de los aldeanos volvieron a llenar la plaza con un mercado, uno enorme, con tenderetes que vendían mercancías traídas de todo el mundo. Las casas crecieron en altura, el pueblo se extendió, comiendo poco a poco terreno al bosque. Nuevas guerras, nuevas enfermedades, nuevas hambres... y el pueblo remontaba otra vez. El bosque desapareció del todo, dejando paso a unos edificios enormes de ladrillo, con chimeneas altísimas de las que salía un humo negro y espeso. Los aldeanos pasaban allí el día, el lugar de en el campo. La vida parecía más fácil trabajando a cubierto, sin embargo la bruja no tardó en darse cuenta de que todo seguía igual: hambre, enfermedades, y encima ese humo negro tan feo.
La bruja arrugó la nariz. Aquello no le gustaba, y empezaba a enfadarse con los diminutos aldeanos del futuro que veía en su bola de cristal. Otro gesto, para avanzar más deprisa. Los aldeanos, enfadados por las mismas cosas que disgustaban a la bruja, se organizaban y conseguían cambios poco a poco. La aldea seguía cambiando, sin darse cuenta ya era una ciudad. Las calles eran anchas y el suelo estaba cubierto de baldosas, los árboles habían irrumpido de nuevo, y las casas, tan altas que tocaban el cielo, tenían un exterior de cristal.
La bruja sonrió satisfecha. Hoy no, ni mañana, pero parecía que a la larga los aldeanos conseguirían ser muy felices. Y a la bruja le gustaba que los aldeanos fueran felices: le daba mejor sabor a la carne.
Para asegurarse, hizo un gesto y la bola le enseñó la aldea más de cerca. La bruja paseó la mirada entre los edificios de cristal y vio...
Vio aldeanos rebuscando en la basura para encontrar comida.
Vio aldeanos que se ponían enfermos y no tenían a nadie que les cuidara.
Vio aldeanos enfadados, que querían arreglar las cosas y no lo conseguían.
La bruja no entendía nada. Después de todo por lo que había pasado la aldea, después de todas las luchas, después de haber creado un lugar tan bonito para vivir, las cosas seguían igual.
¿Cómo era posible?
La bruja miró la bola y sólo encontró una explicación:
el estúpido cacharro estaba estropeado.
¿Continuará?
-Lorz...
-No te preocupes, ¡esta vez lo tengo todo previsto!
-¿Ya sabes cómo será el capítulo del año que viene?
-No, aún mejor. ¡El gobierno dice que no hay dinero para el 2013!
-Pero... ¿y eso que tiene que ver?
-¡Que no podrán comprar un año nuevo! ¡Será 2012 para siempre!
-No creo que hayas entendido muy bien la noticia, Lorz.
-Claro, claro, siempre soy yo la que no se entera.
31 octubre 2012
29 octubre 2012
Poner a parir X (jijijiji, poner a parir porno)
Previously
in Lorz...
Las
enfermeras son #violencia estructural.
El
total de la operación no fue de más de media hora, confirmando la
teoría de la matrona: cuantas más guarrerías maritales se hagan
durante el embarazo más rápido es el parto.
Bebé-chan
recién salida del envoltorio.
-¿Por qué la han sacado? -preguntó ZaraJota™, -¡ahora ya no es objeto de coleccionista!
y
un montón de gente mirándola con cara de tonto.
Mi
cara no estaba mucho mejor, porque además de la epidural y un
calmante me habían metido un ansiolítico, y después de nueve meses
sin tomar ni una mísera aspirina la mezcla de los tres me estaba
haciendo un efecto espectacular.
-¿Cómo
te sientes? -preguntó la enfermera mientras me colocaba en la cama y
ajustaba todos los cables.
-Shoooooy
muy felisssssssss, jijiji...
-Vale,
en cuanto te empiece a doler me avisas.
-Claaaaaaro...
-En
el momento en que notes el más mínimo dolor, ¿eh? No te hagas la
valiente y no te esperes, que el efecto de esto se pasa de golpe y
luego es peor. ¿Entendido?
-Sssshiiii...
Pero
no me dolía nada. En mi estado, me resultaba difícil creer que el
dolor existiera en el mundo. Es más: apenas recordaba el significado
de la palabra dolor.
Viendo
que todo estaba tranquilo, ZaraJota™ se fue a comer y me dejó con mi
familia para que me vigilara. Como si yo necesitara vigilancia. A
ver, que a mí me conocen de toda la vida: para mí que de la que
deberíamos desconfiar es de Bebé-chan, que la acabábamos de
conocer.
Cuando
pasó un rato me empezó a doler un poco la tripa.
-Mamá,
¿puedes llamar a la enfermera? -le dije, porque yo estaba todavía
llena de cables y con las patitas dormidas y no me podía mover.
-Claro,
¿cómo?
-Hay
un cable por ahí, con un botón rojo... aprieta el botón.
-Ya
está, apretado.
O
eso dijo ella. En la investigación posterior ZaraJota™ demostró que
mi madre no apretó el botón, sino la pegatina que había al lado
explicando su uso.
-¿No
se tendría que encender una luz, o sonar un timbre o algo?
-pregunté.
Entonces
mi padre, todo voluntarioso, se asomó al pasillo.
-Hay
una luz encendida encima de la puerta. Debe ser eso.
En
la investigación posterior ZaraJota™ demostró que la luz no es para
avisar de que el paciente llama, es para avisar que hay un paciente.
Hay una luz encendida encima de TODAS las puertas SIEMPRE. Con lo
cual era muy difícil que las enfermeras se dieran por aludidas.
-Vamos
a esperar a ver -dijo mi madre. Y se sentó aproximadamente treinta
segundos-. Bueno, ahora que estás tranquila -(¡¡¡*%&$"!!!)- voy a
aprovechar para llamar por teléfono.
Y
se fue, dejándome sola con mi padre y Hermano Mediano. Para entonces
ya no me dolía, no: era como si me hubieran abierto el útero con un hacha, me
hubieran metido dentro un Gremlin cabreao y me hubieran vuelto a
cerrar.
-Me
duele -le dije a Hermano Mediano.
Hermano
Mediano tiene horror a todo lo relacionado con médicos, agujas y
hospitales, pero para mi sorpresa se levantó con aire decidido y se
acercó a mi cama.
Viene
a salvarme, pensé.
-Me
voy a clase de japonés -me dijo.
-Si
no es hasta mañana.
-Me
gusta llegar con tiempo -y salió corriendo de la habitación
mientras gritaba y agitaba los bracitos.
C*br*n...
Ya
sólo me quedaba mi padre.
-Me
duele -le dije.
Mi
padre le tiene horror a todo lo relacionado con médicos, agujas y
hospitales, pero para mi sorpresa se levantó con aire decidido y se
acercó a mi cama.
Viene
a salvarme, pensé.
-¿Has
visto mi mochila? -preguntó.
-Eh...
no.
-Es
que tengo que cambiar el ticket del coche.
-Ya...
es que me duele un poco y tal. ¿No puedes avisar a la enfermera?
-No,
que ya me he pasado de la hora por cinco minutos y ya sabes como son.
-Si
te pilla de camino según sales...
-¿Dónde
habré metido las monedillas? Seguro que las ha cogido tu madre... ¡siempre me hace lo mismo!
-Me
duele...
-Le dije que no las tocara, que las estaba guardando para el ticket del coche, pero nada, seguro que las ha cogido para el café...
-Mu...e...ro...
-Es que tu madre no escucha nunca...
-Aggggggg...
-Ah, no, están aquí.
-Es que tu madre no escucha nunca...
-Aggggggg...
-Ah, no, están aquí.
Y
se fue.
Así,
con todo el morro.
Al
menos mi madre no estaba lejos, la estaba oyendo hablar por teléfono
a través de la puerta. Que digo yo que con los gritos que pega no le
hace falta teléfono, si asomara la cabeza por la ventana y gritara
desde allí le saldría más barato.
El
caso es que me dolía mogollón y se me estaban empezando a saltar
las lagrimitas y todo cuando entró ZaraJota™.
-¿Qué
te pasa? -preguntó.
-Que
me duele.
-¿Y
por qué no habéis llamado a la enfermera?
Ya
salió el listo que todo lo sabe.
Continuará...
Editado por alusiones:
Sí, la foto se la hicimos con un par de horas de vida. La mayoría de los recién nacidos se parecen a Winston Churchill porque su cráneo se deforma para poder salir y porque el parto es muy traumático. Los niños que nacen por cesárea, en general, tienen mejor aspecto. Es lo único bueno de la cesárea, que por lo demás es una Caca de la Vaca Paca.
Aparte de eso, Bebé-chan es monísima. Y no lo digo sólo yo: lo dicen también su padre y sus abuelos, que son completamente imparciales, por supuesto.
Editado por alusiones:
Sí, la foto se la hicimos con un par de horas de vida. La mayoría de los recién nacidos se parecen a Winston Churchill porque su cráneo se deforma para poder salir y porque el parto es muy traumático. Los niños que nacen por cesárea, en general, tienen mejor aspecto. Es lo único bueno de la cesárea, que por lo demás es una Caca de la Vaca Paca.
Aparte de eso, Bebé-chan es monísima. Y no lo digo sólo yo: lo dicen también su padre y sus abuelos, que son completamente imparciales, por supuesto.
25 octubre 2012
Poner a parir IX
Previously
in Lorz...
Bebé-chan
se ha atascado.
El
obstetra me tuvo toda la mañana de prueba en prueba y luego me
volvió a ver en la consulta.
-Bueno
chavales -dijo el obstetra-, voy a ser totalmente sincero: Lorz no se
va a poner de parto nunca. Y aunque se pusiera, Bebé-chan no podría
salir por ella sola, y al final tendríamos que recurrir a la cesárea
de todas maneras. Por eso creo que lo mejor es que te hagamos la
cesárea directamente.
-Está
bien, ¿cuándo sería?
-AHORA.
-Jajaja,
que gracioso.
-¿Has
venido en ayunas?
-Sí,
pero...
-Pues
nada, vete desnudando que esto lo apañamos en dos patadas.
Antes
de que me diera cuenta estaba en pelota picá. Peor: estaba con una
de esas batas de hospital abiertas por detrás. Muy, muy abierta,
porque no hay batas de hospital para embarazadas.
-¿Se
me ve el piticlín? -le pregunté a ZaraJota™.
-No, se te ve todo el culo.
Entonces
llegó una enfermera y me dijo que la acompañara a quirófano.
-¡Y
una mierda! ¡Yo no salgo de aquí hasta que no me tapen el culo!
La
enfermera se fue y volvió con una bata.
-Vamos.
Y
nos fuimos a quirófano, donde tuvo lugar la experiencia más subrealista de toda
mi vida.
En
la puerta del quirófano estaba todo el equipo.
-Hola,
soy tu médico, voy a practicar la intervención -me dijo, y me dio
dos besos.
-Yo
soy otro médico -beso, beso.
-Hola
cariño, soy la enfermera -beso, beso.
-Otra
enfermera -beso,beso.
-Hola,
yo soy el anestesista -beso, beso.
-Yo
el pediatra -beso, beso.
-Y
yo la matrona.
-¿Hace
falta matrona para una cesárea? -pregunté.
-No,
yo estoy atendiendo a la chica del paritorio de al lado, he venido
sólo a saludarte -beso, beso.
-¿Pero
ustedes van a operarme o a darme el premio Miss España?
Pronto
me di cuenta de que todo el besuqueo era una maniobra de distracción:
no sé cómo me vi de nuevo en pelota picá, subida a una camilla y
llena de cables y vías por todas partes.
Estaba
a punto de protestar cuando me taparon de cuello para abajo con una
tienda de campaña verde. Todo lo que veía era verde. Y, al otro
lado, oía hablar a los médicos.
-Pues
nada, que me pido zuecos blancos del 38, y me traen zuecos verdes del
40, y voy al tío y le digo...
En
serio.
Probablemente
el momento más importante de mi vida y allí estaba, oyendo hablar
de zapatos. Y ni siquiera eran zapatos bonitos. Es más: por no ser
no eran ni de mi número. En fin, si al menos me dejaran participar
en la conversación...
-Oigan...
-Hola, gordita.
-Hola, gordita.
Esto ya es el colmo, me dije. Vale que me despeloten. Vale que hablen de
zapatos. Vale que me ignoren. Ahora, ¡lo de gordita ya es pasarse!
-¿Gordita?
-Sí,
mira.
Y
de pronto, por encima de la tienda de campaña verde, apareció una
cabecita muy calva, una carita muy cabreada, y un cuerpecillo muy
pequeño.
Bebé-chan.
Una
enfermera la envolvió en una mantita y me la dejó caer en el
cuello, que era la única parte del cuerpo que me quedaba al aire.
-Nos
la vamos a llevar un segundo, ¿vale? -me dijeron al poco.
-No.
-Te
la traemos ya mismo.
Bebé-chan
desapareció detrás de la tienda de campaña.
-Mientras
te vamos a poner un tranquilizante para que descanses un poco.
-BUUUUUUAAAAAAA...
-Eh...
¿ha nacido ya el otro niño?
-BUUUUUUAAAAAAA...
-No,
eso que llora es tu hija.
-BUUUUUUAAAAAAA...
-Que
mona, ¿no?
-BUUUUUUAAAAAAA...
-Ahora
vamos a coserte. No te preocupes, que ya queda poco.
-BUUUUUUAAAAAAA...
-¿Sigue
siendo mi hija?
-BUUUUUUAAAAAAA...
-Me
temo que sí.
Un
poco más tarde apareció dentro de mi campo de visión el pediatra.
-BUUUUUUAAAAAAA...
-He
revisado a la niña y está estupenda. Enhorabuena.
-BUUUUUUAAAAAAA...
-Entonces,
¿no es ella la que llora?
-BUUUUUUAAAAAAA...
-Sí
que lo es.
-BUUUUUUAAAAAAA...
-Ah.
-BUU.
-Anda,
se ha callado.
-No,
es que la hemos subido a planta a que conozca a su papá.
-Jijiji, ZaraJota™ la ha pringao...
Sabiendo
que la operación estaba a punto de terminar y Bebé-chan se
encontraba a salvo con su papá empecé a relajarme un poco. Además,
el tranquilizante me estaba haciendo mogollón de efecto.
-Voy
a sherrraaaaar los ojossssssh un shegunditoooooo -me dije a mí
misma-, para meditaaaaaaar shobre eshte momento trashendenteeeee...
Cerré
los ojos y me quedé dormida.
No
debía haber pasado ni un segundo cuando se acercó una enfermera y
empezó a darme bofetadas.
-No,
no, no, cariño -plaf, plaf-, quédate con nosotros -plaf, plaf-, despierta
-plaf, plaf-, quédate con nosotros... -plaf, plaf.
Al
final no me quedó más remedio que abrir los ojos.
-Hagaaamosh
un traaato -le dije-: usssssted deeeja de pegaaaarme y yo me queeedo donde
ushted me diiiiga.
Continuará...
Continuará...
22 octubre 2012
Poner a parir VIII
Previously in Lorz...
"Contracciones durante horas" se dice "calambrito" en klingon.
"Contracciones durante horas" se dice "calambrito" en klingon.
Dadas
las circunstancias, tres días antes de salir de cuentas decidí que
no estaba para nada conforme con el hospital que me tocaba y cambié
de hospital, de obstetra, de matrona, de anestesista y de todo.
El
nuevo equipo no puso ningún problema.
-Lo
único que necesitamos es que vengas a consulta antes de ponerte de
parto para familiarizarnos con tus antecedentes.
El
mismo día que salí de cuentas me fui a ver a mi nuevo médico para
que me conociera.
-¡¡¡Eso
es enorme!!! -gritó nada más verme entrar.
-Se
llama Zarajota y tiene sentimientos, ¿sabe?
-Pero...
pero... ¿tú de cuánto estás?
-De
40 semanas.
-¿SÓLO?
-No
son “solo”, son “con leche”. Por lo menos.
-Sube
a la camilla, que eso tengo que verlo.
El
obstetra me hizo una ecografía, y ya que estaba me exploró los
bajos. Que para mí que no hacía falta ni nada, ¿eh? Lo que pasa es
que los obstetras son así: les va el vicio.
Después
de mucho toqueteo, el obstetra emitió su veredicto:
Que
la niña era muy grande y yo muy pequeña.
Que
quizá mi lesión de pompis no permitía a mis huesos separarse lo
suficiente.
Que
la niña no encontraba hueco.
Puede
que también repitiera "que cabezón" un par de veces...
-Ahora
voy a hacerte un par de pruebas más para asegurarnos, pero creo que
lo mejor va a ser que practiquemos una cesárea.
La
palabra “cesárea” hizo que saltara una alarma en mi diminuto
cerebrito.
Entre
la falta de sueño, los nervios acumulados, el dolor corporal y el
descontrol de las hormonas puede que no estuviera pensando con
claridad. Quizá se podría decir, incluso, que quizá puede que a lo
mejor mi reacción fuera un poco excesiva.
Sólo
un poco.
Lo
primero que pensé es que yo estaba haciendo algo mal.
Luego,
que no le estaba dando a Bebé-chan lo que necesitaba.
Y
después, que Bebé-chan todavía no había nacido y ya le estaba
fallando.
Por
supuesto, de ahí a pensar que soy una mala madre y que Bebé-chan
estaría mejor si la criara una manada de lobos salvajes de la India
sólo había un paso.
Estaba
en pleno berrinche, pensando en comprar los billetes de avión para
la India cuando intervino ZaraJota™.
Con mucha paciencia consiguió hacerme entender que no soy una mala
madre hasta que no se demuestre lo contrario.
-Al
contrario, si Bebé-chan no quiere salir es porque está muy a gusto
dentro de ti.
-Eso
tú no lo sabes.
-Al
contrario, Lorz, si alguien lo sabe, soy yo.
Si es
que es mono hasta cuando dice burradas.
Continuará...
18 octubre 2012
Poner a parir VII
Previously in Lorz...
Pin y Pon, Pin y Pon
Pequeñitos.
Pin y Pon, Pin y Pon
Amiguitos.
Pin y Pon, Pin y Pon
¡PIN Y PON!
Decía en el post anterior que el mismo día que me dio por limpiar había tenido que ir al médico de cabecera para renovar la baja.
Veamos ese flashback:
-Tienes contracciones -dijo el médico nada más verme.
-No.
El médico me puso las manos en la tripa.
-Sí que tienes...¿no notas nada?
-Bueno, sí, como unos calambres... como cuando vas a tener la regla.
-Vale, pues ahora te vas a ir y vas a dar un buen paseo, ¿vale?
-¿Tengo que volver la semana que viene?
-Jajaja, no, no.
Aquello me mosqueó un poco, aunque no le di importancia porque estaba demasiado obsesionada con limpiar, y porque tampoco me parecía para tanto.
Quiero decir, he visto muchas películas, he visto Babyboom, y en general tengo una idea de cómo se comportan las señoras cuando tienen contracciones... desde luego yo no me sentía como para comportarme así. Al contrario: hice mis recados, limpié, ordené... sin ningún problema ni gritar ni insultar a nadie más que a una viej... anciana que se me coló en el autobús.
De todas formas, ZaraJota™ insistió en que le mantuviera informado.
ZaraJota™ y yo teníamos un sistema para llevar un control de las contracciones: cada vez que tenía una, le mandaba un simbolito por guasap. Es muy práctico porque además de estar informado te queda un registro de a qué hora ha sido cada una y puedes ver si van a más, a menos...
Esa tarde, cuando llegó a casa, ZaraJota™ me enseñó su móvil.
-¿Te das cuenta de que has tenido contracciones cada cuarto de hora durante todo el día?
-¿Sí? No me ha parecido que fuera para tanto.
Incluso había podido dormir la siesta. Bueno, mejor dicho, unas seis minisiestas de 10 minutos cada una, así entre contracción y contracción. Y me habían sentado estupendamente, además.
Estaba de tan buen humor que incluso me apetecía salir a dar un paseo.
Quizá no fue la mejor idea del mundo.
Nada más salir a la calle, algo así como a las ocho de la tarde, las contracciones aumentaron a una cada siete minutos.
A las nueve eran cada cinco.
-¿Vamos al médico?
-No, no, seguro que en cuanto me eche un rato se me pasan.
A las doce, eran cada tres minutos.
A la una ya no podía distinguir unas de otras.
A las dos nos vestimos, salimos a la calle y nos subimos a un taxi.
-Anda -dijo el taxista- no estarás de parto.
-Pues lo mismo sí.
El taxista hizo un cambio de dirección cruzando tres carriles en medio del tráfico, con derrape incluido.
-Había oído que estas cosas pasaban, pero nunca me habían pasado a mí... ¿Estás bien? ¿Abro la ventana? ¿Pongo el aire más fuerte? ¿Qué camino crees que será más rápido? Dios... creo que me he perdido... ¿Me puedes decir cómo se llega? Espera, que me paro y pregunto... ¡Joder, que me he pasado! Espera, que doy marcha atrás ahora que creo que no viene nadie...
Para entonces las contracciones se estaban espaciando y empezaba a temer que Bebé-chan hubiera tenido un infartito. Entramos a recepción, y nos la encontramos vacía y a oscuras.
-¿Hola?
-Hola -dijo la recepcionista, apareciendo cual fantasma de la Ópera -¿qué te pasa?
-Creo que estoy de parto.
-Pues vete a tu médico.
Mira tú que idea más buena, no se me había ocurrido a mí.
-Es que es sábado y son las tres de la mañana...
-¿Y tu centro de urgencias cuál es?
¿Usted que cree? ¿Eh? ¿Eh? ¿EH?
-Este.
-¿Sí? A ver, ¿tu médico quién es?
Mi médico es un buen hombre que está tan tranquilo en su casa mientras yo estoy aquí acordándome de su madre. Ese es.
-Con... tracción... todo en... papel...
Y le di el papel de ingreso, con todos mis datos y mis cositas.
-Ah, vale, pues espera ahí.
Al rato me llamó la matrona de guardia.
Que quede claro: la matrona daba miedo, mucho miedo.
La consulta daba más miedo todavía.
La camilla daba miedo que te c*g*s.
Tenía la impresión de haber entrado en una de esas clínicas ilegales donde vas a que te saquen una muela, te ponen anestesia general y cuando te das cuenta te han abierto y han vendido todos tus órganos a la mafia rusa.
La matrona me dijo que me quitara los refajos, que me subiera a la camilla y abriera las patitas, para después proceder a una exploración que seguramente ha aprendido a hacer practicando con reses.
Pupita grande en bajos...
-Pues estás nula -me dijo, todavía con la cabeza entre las piernas.
-¿Y eso qué significa?
-Eres primeriza, ¿no?
-Sí...
-Pues significa que no puedes venir aquí cada vez que tengas un calambrito.
Ahora es cuando le meto un zapato en la boca y acabo pariendo en el cuartelillo.
Continuará...
Pin y Pon, Pin y Pon
Pequeñitos.
Pin y Pon, Pin y Pon
Amiguitos.
Pin y Pon, Pin y Pon
¡PIN Y PON!
Decía en el post anterior que el mismo día que me dio por limpiar había tenido que ir al médico de cabecera para renovar la baja.
Veamos ese flashback:
-Tienes contracciones -dijo el médico nada más verme.
-No.
El médico me puso las manos en la tripa.
-Sí que tienes...¿no notas nada?
-Bueno, sí, como unos calambres... como cuando vas a tener la regla.
-Vale, pues ahora te vas a ir y vas a dar un buen paseo, ¿vale?
-¿Tengo que volver la semana que viene?
-Jajaja, no, no.
Aquello me mosqueó un poco, aunque no le di importancia porque estaba demasiado obsesionada con limpiar, y porque tampoco me parecía para tanto.
Quiero decir, he visto muchas películas, he visto Babyboom, y en general tengo una idea de cómo se comportan las señoras cuando tienen contracciones... desde luego yo no me sentía como para comportarme así. Al contrario: hice mis recados, limpié, ordené... sin ningún problema ni gritar ni insultar a nadie más que a una viej... anciana que se me coló en el autobús.
De todas formas, ZaraJota™ insistió en que le mantuviera informado.
ZaraJota™ y yo teníamos un sistema para llevar un control de las contracciones: cada vez que tenía una, le mandaba un simbolito por guasap. Es muy práctico porque además de estar informado te queda un registro de a qué hora ha sido cada una y puedes ver si van a más, a menos...
Esa tarde, cuando llegó a casa, ZaraJota™ me enseñó su móvil.
-¿Te das cuenta de que has tenido contracciones cada cuarto de hora durante todo el día?
-¿Sí? No me ha parecido que fuera para tanto.
Incluso había podido dormir la siesta. Bueno, mejor dicho, unas seis minisiestas de 10 minutos cada una, así entre contracción y contracción. Y me habían sentado estupendamente, además.
Estaba de tan buen humor que incluso me apetecía salir a dar un paseo.
Quizá no fue la mejor idea del mundo.
Nada más salir a la calle, algo así como a las ocho de la tarde, las contracciones aumentaron a una cada siete minutos.
A las nueve eran cada cinco.
-¿Vamos al médico?
-No, no, seguro que en cuanto me eche un rato se me pasan.
A las doce, eran cada tres minutos.
A la una ya no podía distinguir unas de otras.
A las dos nos vestimos, salimos a la calle y nos subimos a un taxi.
-Anda -dijo el taxista- no estarás de parto.
-Pues lo mismo sí.
El taxista hizo un cambio de dirección cruzando tres carriles en medio del tráfico, con derrape incluido.
-Había oído que estas cosas pasaban, pero nunca me habían pasado a mí... ¿Estás bien? ¿Abro la ventana? ¿Pongo el aire más fuerte? ¿Qué camino crees que será más rápido? Dios... creo que me he perdido... ¿Me puedes decir cómo se llega? Espera, que me paro y pregunto... ¡Joder, que me he pasado! Espera, que doy marcha atrás ahora que creo que no viene nadie...
Para entonces las contracciones se estaban espaciando y empezaba a temer que Bebé-chan hubiera tenido un infartito. Entramos a recepción, y nos la encontramos vacía y a oscuras.
-¿Hola?
-Hola -dijo la recepcionista, apareciendo cual fantasma de la Ópera -¿qué te pasa?
-Creo que estoy de parto.
-Pues vete a tu médico.
Mira tú que idea más buena, no se me había ocurrido a mí.
-Es que es sábado y son las tres de la mañana...
-¿Y tu centro de urgencias cuál es?
¿Usted que cree? ¿Eh? ¿Eh? ¿EH?
-Este.
-¿Sí? A ver, ¿tu médico quién es?
Mi médico es un buen hombre que está tan tranquilo en su casa mientras yo estoy aquí acordándome de su madre. Ese es.
-Con... tracción... todo en... papel...
Y le di el papel de ingreso, con todos mis datos y mis cositas.
-Ah, vale, pues espera ahí.
Al rato me llamó la matrona de guardia.
Que quede claro: la matrona daba miedo, mucho miedo.
La consulta daba más miedo todavía.
La camilla daba miedo que te c*g*s.
Tenía la impresión de haber entrado en una de esas clínicas ilegales donde vas a que te saquen una muela, te ponen anestesia general y cuando te das cuenta te han abierto y han vendido todos tus órganos a la mafia rusa.
La matrona me dijo que me quitara los refajos, que me subiera a la camilla y abriera las patitas, para después proceder a una exploración que seguramente ha aprendido a hacer practicando con reses.
Pupita grande en bajos...
-Pues estás nula -me dijo, todavía con la cabeza entre las piernas.
-¿Y eso qué significa?
-Eres primeriza, ¿no?
-Sí...
-Pues significa que no puedes venir aquí cada vez que tengas un calambrito.
Ahora es cuando le meto un zapato en la boca y acabo pariendo en el cuartelillo.
Continuará...
15 octubre 2012
Poner a parir VI
Previously in Lorz...
¡Que sí! ¡Que sí! Que me queda poquito, c*ñ*!
Llegamos al síndrome del nido.
Esta es la descripción del síndrome del nido que más me ha gustado de todas las que he leído.
Ahora voy a intentar explicarlo con mis palabras:
Cuando llegas al último mes de embarazo te vuelves loca.
En mi caso, pasé todo el mes de agosto de la cama al sofá, del sofá a la cama, porque todo me dolía, estaba muy cansada, me mareaba, devolvía...
En septiembre, tres semanas antes de salir de cuentas, me levanté un día de pronto con tanta energía que si llego a tener a mano una cuchara y permiso municipal habría cavado otro lago en la Casa de Campo.
Lo primero que hice fue una limpieza general de toda la casa, de arriba a abajo.
La limpieza general es como la limpieza semanal a lo bestia: incluye lo que se hace de manera cotidiana y además lavar todas las cortinas, las fundas de los sofás y los cojines, las colchas, vaciar, limpiar y ordenar cajones y armarios...
Luego puse patas arriba la habitación de Bebé-chan, que parece perfectamente limpia y ordenada, pero ya se sabe que las que tienen cara de buena son las peores.
Después saqué todos los álbumes de fotos, saqué todas las fotos, la reordené y puse pegatinas con los nombres y las fechas.
Más tarde, decidí que el blog estaba muy desarreglado, y lo miré de arriba a abajo poniendo etiquetas a los post. De paso guardé en un archivo aparte todas las entradas, ordenadas por fecha.
Y así.
En la última semana de embarazo, el síndrome del nido alcanzó su máximo esplendor.
Un día hice venir a casa Hermano Pequeño DE MANERA URGENTE porque necesitaba que me acompañara al supermercado a comprar leche.
-¿Y no puedes ir esta tarde con ZaraJota™?
-No, imposible, tiene que ser AHORA.
Hermano Pequeño aguantó estoicamente una hora en el supermercado mientras me veía llenar el carro con botes de conservas y leche, mucha leche.
Cuando ZaraJota™ llegó a casa esa tarde intentó sin éxito comprender por qué era tan necesario comprar leche cuando teníamos tres botellas de litro y medio en casa.
Esa noche ya no pude dormir.
Bueno, no es que no pudiera dormir. Habría podido, de haber querido.
Pero lo que realmente me apetecía era fregar la cocina. Por dentro y por fuera. Había ordenado los trapos de cocina por orden alfabético la semana anterior, pero no me acababa de convencer, quizá si los ordenaba por metros cuadrados de superficie...
Dejé a ZaraJota™ roncando felizmente en la cama y me levanté para fregar la cocina, aunque cambié de idea cuando me di cuenta de que eran las dos de la mañana y estaba haciendo mucho ruido.
Pensé en qué podía hacer de manera más silenciosa... ¡ordenar (OTRA VEZ) el armario de Bebé-chan!
A eso me puse.
En cuanto acabe me acuesto, me dije a mí misma.
Para cuando acabé con el armario de Bebé-chan me había dado cuenta de que los peluches de la cuna no estaban correctamente colocados. Intenté colocarlos por colores, por tamaños, por orden alfabético...
Al final tuve que parar porque sonó el despertador de ZaraJota™.
¡Bien!, me dije, ¡ya puedo fregar la cocina sin despertarle!
ZaraJota™ se levantó con el ojillo pegao, vino a la cocina, me vio fregando y se pellizcó varias veces. A veces hace cosas así, espero que no sea un síntoma temprano de trastorno obsesivo compulsivo.
Terminé de arreglar la cocina, y me fui al médico de cabecera para que me renovara la baja.
-Tienes contracciones -dijo el médico nada más verme.
-No.
El médico me puso las manos en la tripa.
-Sí que tienes... ¿no notas nada?
-Bueno, sí, como unos calambres... como cuando vas a tener la regla.
-Vale, pues ahora te vas a ir y te vas a dar un buen paseo, ¿vale?
-¿Tengo que volver la semana que viene?
-Jajaja, no, no.
El médico me dejó un poco mosqueada, aunque no le di importancia porque tenía mucho que hacer.
Cogí el autobús hasta la Plaza Mayor, me fui andando hasta Gran Vía, para hacer recaditos, luego bajé andando hasta la Cibeles. Después lo he mirado y son sólo dos kilómetros. Además no andaba todo el rato: de vez en cuando también entraba en tiendas, incluso me compré algunas cositas.
En Cibeles cogí el autobús de vuelta.
Estaba en el autobús cuando me llamó mi madre.
-¿Que tal has dormido?
-¿Dormir? ¡Todavía no me he acostado!
-¡LORZ! ¡No puedes hacer eso! ¡Tienes que dormir!
Gracias por el consejo, mamá, si no me lo dices no me doy cuenta...
Me bajé del autobús, compré el pan y volví a casa con la intención de meterme en la cama.
Pero al entrar me llegó como un tufillo y decidí que la jaula de Arale necesitaba un cambio.
Fregué la jaula, y de paso bañé a Rata-chan, porque me pareció que estaba muy pringosa.
Como llegó agua a todas partes, después de eso no me quedó más remedio que fregar el baño.
Y después de eso, no me costaba nada pasar el mocho por el resto de la casa, ¿no?
Con todo el suelo mojado no podía hacer nada más que quedarme sentadita un rato... y planchar; durante el embarazo es mejor planchar sentada porque si no la tripa empuja la tabla y la tira al suelo.
Estaba planchando y empecé a pensar en la maleta del hospital, que llevaba preparada dos meses y debía estar todo arrugadísimo.
No me quedó más remedio que sacarlo todo, plancharlo y volverlo a colocar.
Para entonces empezaba a ser consciente de que puede que quizá a lo mejor no me estuviera comportando con normallidad, y busqué consejo en twitter.
La granja de pinypon, en cambio...
Continuará...
¡Que sí! ¡Que sí! Que me queda poquito, c*ñ*!
Llegamos al síndrome del nido.
Esta es la descripción del síndrome del nido que más me ha gustado de todas las que he leído.
Ahora voy a intentar explicarlo con mis palabras:
Cuando llegas al último mes de embarazo te vuelves loca.
En mi caso, pasé todo el mes de agosto de la cama al sofá, del sofá a la cama, porque todo me dolía, estaba muy cansada, me mareaba, devolvía...
En septiembre, tres semanas antes de salir de cuentas, me levanté un día de pronto con tanta energía que si llego a tener a mano una cuchara y permiso municipal habría cavado otro lago en la Casa de Campo.
Lo primero que hice fue una limpieza general de toda la casa, de arriba a abajo.
La limpieza general es como la limpieza semanal a lo bestia: incluye lo que se hace de manera cotidiana y además lavar todas las cortinas, las fundas de los sofás y los cojines, las colchas, vaciar, limpiar y ordenar cajones y armarios...
Luego puse patas arriba la habitación de Bebé-chan, que parece perfectamente limpia y ordenada, pero ya se sabe que las que tienen cara de buena son las peores.
Después saqué todos los álbumes de fotos, saqué todas las fotos, la reordené y puse pegatinas con los nombres y las fechas.
Más tarde, decidí que el blog estaba muy desarreglado, y lo miré de arriba a abajo poniendo etiquetas a los post. De paso guardé en un archivo aparte todas las entradas, ordenadas por fecha.
Y así.
En la última semana de embarazo, el síndrome del nido alcanzó su máximo esplendor.
Un día hice venir a casa Hermano Pequeño DE MANERA URGENTE porque necesitaba que me acompañara al supermercado a comprar leche.
-¿Y no puedes ir esta tarde con ZaraJota™?
-No, imposible, tiene que ser AHORA.
Hermano Pequeño aguantó estoicamente una hora en el supermercado mientras me veía llenar el carro con botes de conservas y leche, mucha leche.
Cuando ZaraJota™ llegó a casa esa tarde intentó sin éxito comprender por qué era tan necesario comprar leche cuando teníamos tres botellas de litro y medio en casa.
Esa noche ya no pude dormir.
Bueno, no es que no pudiera dormir. Habría podido, de haber querido.
Pero lo que realmente me apetecía era fregar la cocina. Por dentro y por fuera. Había ordenado los trapos de cocina por orden alfabético la semana anterior, pero no me acababa de convencer, quizá si los ordenaba por metros cuadrados de superficie...
Dejé a ZaraJota™ roncando felizmente en la cama y me levanté para fregar la cocina, aunque cambié de idea cuando me di cuenta de que eran las dos de la mañana y estaba haciendo mucho ruido.
Pensé en qué podía hacer de manera más silenciosa... ¡ordenar (OTRA VEZ) el armario de Bebé-chan!
A eso me puse.
En cuanto acabe me acuesto, me dije a mí misma.
Para cuando acabé con el armario de Bebé-chan me había dado cuenta de que los peluches de la cuna no estaban correctamente colocados. Intenté colocarlos por colores, por tamaños, por orden alfabético...
Al final tuve que parar porque sonó el despertador de ZaraJota™.
¡Bien!, me dije, ¡ya puedo fregar la cocina sin despertarle!
ZaraJota™ se levantó con el ojillo pegao, vino a la cocina, me vio fregando y se pellizcó varias veces. A veces hace cosas así, espero que no sea un síntoma temprano de trastorno obsesivo compulsivo.
Terminé de arreglar la cocina, y me fui al médico de cabecera para que me renovara la baja.
-Tienes contracciones -dijo el médico nada más verme.
-No.
El médico me puso las manos en la tripa.
-Sí que tienes... ¿no notas nada?
-Bueno, sí, como unos calambres... como cuando vas a tener la regla.
-Vale, pues ahora te vas a ir y te vas a dar un buen paseo, ¿vale?
-¿Tengo que volver la semana que viene?
-Jajaja, no, no.
El médico me dejó un poco mosqueada, aunque no le di importancia porque tenía mucho que hacer.
Cogí el autobús hasta la Plaza Mayor, me fui andando hasta Gran Vía, para hacer recaditos, luego bajé andando hasta la Cibeles. Después lo he mirado y son sólo dos kilómetros. Además no andaba todo el rato: de vez en cuando también entraba en tiendas, incluso me compré algunas cositas.
En Cibeles cogí el autobús de vuelta.
Estaba en el autobús cuando me llamó mi madre.
-¿Que tal has dormido?
-¿Dormir? ¡Todavía no me he acostado!
-¡LORZ! ¡No puedes hacer eso! ¡Tienes que dormir!
Gracias por el consejo, mamá, si no me lo dices no me doy cuenta...
Me bajé del autobús, compré el pan y volví a casa con la intención de meterme en la cama.
Pero al entrar me llegó como un tufillo y decidí que la jaula de Arale necesitaba un cambio.
Fregué la jaula, y de paso bañé a Rata-chan, porque me pareció que estaba muy pringosa.
Como llegó agua a todas partes, después de eso no me quedó más remedio que fregar el baño.
Y después de eso, no me costaba nada pasar el mocho por el resto de la casa, ¿no?
Con todo el suelo mojado no podía hacer nada más que quedarme sentadita un rato... y planchar; durante el embarazo es mejor planchar sentada porque si no la tripa empuja la tabla y la tira al suelo.
Estaba planchando y empecé a pensar en la maleta del hospital, que llevaba preparada dos meses y debía estar todo arrugadísimo.
No me quedó más remedio que sacarlo todo, plancharlo y volverlo a colocar.
Para entonces empezaba a ser consciente de que puede que quizá a lo mejor no me estuviera comportando con normallidad, y busqué consejo en twitter.
Jajaja...
La mansión de pinypon, dice.
Que exagerá.
¿Cómo voy a montar la mansión de pinypon?
La granja de pinypon, en cambio...
Continuará...
11 octubre 2012
Poner a parir V, (lo-del-culo!)
Previously in Lorz...
Son gases.
Todas las mujeres, al llegar al octavo mes de embarazo, adquieren un aspecto característico.
Primero, la boca. A las menos afortunadas se les hincha toda la cara. A las más, sólo la boca. Se pone de una forma especial que mi madre define como "labios onliyú".
Segundo, el pecho. Crece, y se pone de corbata, aunque a estas alturas estás tan gorda que en conjunto no se percibe. Los pezones también se desmelenan hasta el doble de su tamaño, y si te pilla en verano se te notan te pongas lo que te pongas.
Tercero, el ombligo. Ese huequito tan mono en el que tu pareja, cuando se pone juguetón, le gusta meter la lengua. Pues ya no, porque ahora en vez de un agujerito es un interruptor. A veces dan ganas de pulsarlo para ver si apretando por ahí sale el piojillo.
Cuarto, la tripa. Esa tripita monísima de la que has estado presumiendo todo el embarazo se transforma de pronto en un bulto monstruoso que te impide hacer cosas tan simples como acercarte a la mesa cuando comes. Por el mismo motivo, todas las manchas van ahí.
Quinto, los tobillos. Mejor dicho, la ausencia de los mismos. Las piernas se convierten en una columna recta de arriba a abajo. En el peor de los casos, la columna está veteada con varices/estrías/sarpullidos de embarazada. El mejor de los casos es el mío: mis tobillos no se hincharon en ningún momento. Lo único que se me hinchó fue el pie derecho y la mano izquierda, y sólo los días de mucho calor.
Con todo, el aspecto característico de la embarazada a punto de reventar lo da la forma de andar:
Las piernas ligeramente abiertas, como de vaquero, porque la cabeza del bebé ya se ha encajado y no te deja juntarlas... y el balanceo. Las embarazadas, en la recta final, andan oscilando de un lado a otro de la acera. Yo no me veía andar, pero me di cuenta de que también me balanceaba porque de pronto empecé a ver la calle en cinemascope: de izquieeeeeda a dereeeeecha, de izquieeeeeerda a dereeeeeeecha...
Cualquiera que haya estado embarazada o haya convivido con una reconoce los síntomas.
Según los ve, asume que te queda poquito.
Y en cuanto lo asume, siente el incontrolable deseo de hacértelo saber.
Una mujer embarazada, en cuanto supera los ocho meses, no puede salir a la calle sin que algún listo le diga "ya te queda poquito, no?".
-Ya te queda poquito, ¿no? -me decían las viej... ancianas en la parada del autobús.
-Ya te queda poquito, ¿no? -me decían otras embarazadas en la sala de espera del obstetra.
-Ya te queda poquito, ¿no? -me decía el médico de cabecera cada vez que iba a por la baja.
-Ya te queda poquito, ¿no? -me decían las vecinas cuando se cruzaban conmigo en el portal.
-Ya te queda poquito, ¿no? -me decía la cajera del supermercado.
-Ya te queda poquito, ¿no? -me decía la camarera del bar de abajo.
-Ya te queda poquito, ¿no? -me decía el fontanero, y de paso además de arreglarme la cisterna me fregaba el baño, no fuera a ser que con el esfuerzo explotara allí mismo.
-Ya te queda poquito, ¿no? -me decía el panadero, y este era el que más me tocaba la moral, porque es que era todos los días, hombreyá, que sí, que me queda poquito, y menos que me va a quedar si me hace esperar aquí con el calor que hace al lado del horno.
-La gente lo hace con buena intención -me decía mi madre.
Sí, pero es que lo hacían ochenta veces al día. Y sí, quedaba poquito, pero quedaba, y con la tontería no veas lo largo que se me estaba haciendo...
Al final, la tensión del queda poquito llegó a su punto máximo.
-Ya queda poquit... -empezó a decir ZaraJota™, un día mientras desayunábamos.
-¡Y una m**rd* queda poquito! ¡Ya estoy hasta el piticlín! ¡Todo el mundo me dice que queda poquito! ¡Me lo dicen todos los días! ¡Todos los días queda poquito y todos los días pasan y la niña no sale! ¡Te parecerá poquito a ti, no te j*d*, que no has tenido que pedir ayuda a la vecina porque has ido a hacer pis, se te han encajado las bragas en las rodillas y no llegas a subírtelas! ¡A mí no me parece que quede poquito! ¡Esto no se acaba nunca!
-Colacao, Lorz, queda poquito colacao.
Eso, ahora disimula.
Continuará...
Son gases.
Todas las mujeres, al llegar al octavo mes de embarazo, adquieren un aspecto característico.
Primero, la boca. A las menos afortunadas se les hincha toda la cara. A las más, sólo la boca. Se pone de una forma especial que mi madre define como "labios onliyú".
Segundo, el pecho. Crece, y se pone de corbata, aunque a estas alturas estás tan gorda que en conjunto no se percibe. Los pezones también se desmelenan hasta el doble de su tamaño, y si te pilla en verano se te notan te pongas lo que te pongas.
Tercero, el ombligo. Ese huequito tan mono en el que tu pareja, cuando se pone juguetón, le gusta meter la lengua. Pues ya no, porque ahora en vez de un agujerito es un interruptor. A veces dan ganas de pulsarlo para ver si apretando por ahí sale el piojillo.
Cuarto, la tripa. Esa tripita monísima de la que has estado presumiendo todo el embarazo se transforma de pronto en un bulto monstruoso que te impide hacer cosas tan simples como acercarte a la mesa cuando comes. Por el mismo motivo, todas las manchas van ahí.
Quinto, los tobillos. Mejor dicho, la ausencia de los mismos. Las piernas se convierten en una columna recta de arriba a abajo. En el peor de los casos, la columna está veteada con varices/estrías/sarpullidos de embarazada. El mejor de los casos es el mío: mis tobillos no se hincharon en ningún momento. Lo único que se me hinchó fue el pie derecho y la mano izquierda, y sólo los días de mucho calor.
Con todo, el aspecto característico de la embarazada a punto de reventar lo da la forma de andar:
Las piernas ligeramente abiertas, como de vaquero, porque la cabeza del bebé ya se ha encajado y no te deja juntarlas... y el balanceo. Las embarazadas, en la recta final, andan oscilando de un lado a otro de la acera. Yo no me veía andar, pero me di cuenta de que también me balanceaba porque de pronto empecé a ver la calle en cinemascope: de izquieeeeeda a dereeeeecha, de izquieeeeeerda a dereeeeeeecha...
Cualquiera que haya estado embarazada o haya convivido con una reconoce los síntomas.
Según los ve, asume que te queda poquito.
Y en cuanto lo asume, siente el incontrolable deseo de hacértelo saber.
Una mujer embarazada, en cuanto supera los ocho meses, no puede salir a la calle sin que algún listo le diga "ya te queda poquito, no?".
-Ya te queda poquito, ¿no? -me decían las viej... ancianas en la parada del autobús.
-Ya te queda poquito, ¿no? -me decían otras embarazadas en la sala de espera del obstetra.
-Ya te queda poquito, ¿no? -me decía el médico de cabecera cada vez que iba a por la baja.
-Ya te queda poquito, ¿no? -me decían las vecinas cuando se cruzaban conmigo en el portal.
-Ya te queda poquito, ¿no? -me decía la cajera del supermercado.
-Ya te queda poquito, ¿no? -me decía la camarera del bar de abajo.
-Ya te queda poquito, ¿no? -me decía el fontanero, y de paso además de arreglarme la cisterna me fregaba el baño, no fuera a ser que con el esfuerzo explotara allí mismo.
-Ya te queda poquito, ¿no? -me decía el panadero, y este era el que más me tocaba la moral, porque es que era todos los días, hombreyá, que sí, que me queda poquito, y menos que me va a quedar si me hace esperar aquí con el calor que hace al lado del horno.
-La gente lo hace con buena intención -me decía mi madre.
Sí, pero es que lo hacían ochenta veces al día. Y sí, quedaba poquito, pero quedaba, y con la tontería no veas lo largo que se me estaba haciendo...
Al final, la tensión del queda poquito llegó a su punto máximo.
-Ya queda poquit... -empezó a decir ZaraJota™, un día mientras desayunábamos.
-¡Y una m**rd* queda poquito! ¡Ya estoy hasta el piticlín! ¡Todo el mundo me dice que queda poquito! ¡Me lo dicen todos los días! ¡Todos los días queda poquito y todos los días pasan y la niña no sale! ¡Te parecerá poquito a ti, no te j*d*, que no has tenido que pedir ayuda a la vecina porque has ido a hacer pis, se te han encajado las bragas en las rodillas y no llegas a subírtelas! ¡A mí no me parece que quede poquito! ¡Esto no se acaba nunca!
-Colacao, Lorz, queda poquito colacao.
Eso, ahora disimula.
Continuará...
08 octubre 2012
Poner a parir IV
Previously in Lorz...
Mi padre no tiene respeto por su integridad física.
En la semana 37 de embarazo fui a que me hicieran mi primer monitor.
Bueno, en realidad el monitor no te lo hacen, el aparato ya lo tienen ahí de antes. Lo que hacen es ponértelo para medir las constantes vitales del bebé.
Después, con los resultados, fui a la consulta del obstetra.
-A ver... Los análisis están bien, el informe de anestesista es favorable, el bebé está bien, tú estás obesa...
-Ya estamos...
-Bueno, pues la pequeña puede venir ya cuando quiera.
-¿Cuándo quiera?
-Eso es. Hoy, mañana, la semana que viene... Cualquier día de estos. Mientras se decide, cada semana tienes que repetir el monitor, ¿lo has entendido?
-No.
-Espera, que te lo apunto. Y no me pierdas el post-it, que te veo venir.
Entretanto el médico de cabecera ya me había dado la baja.
-Te la doy para una semana, y luego que venga tu marido y arreglamos la baja por maternidad.
-¿Y si pasa la semana y no he parido?
-Te vuelves, pero ya te digo yo que no. Tú a la semana no llegas, no hay más que verte.
Pero llegué. Y a la otra, y a la otra... Pero esa historia ya es para otro día.
Después tuve que llevar mi baja al INEM.
Anda, diréis, ¿y eso por qué?
Pues uno de los requisitos para cobrar la prestación, cualquiera de ellas, es mantener una búsqueda activa de empleo.
Si por cualquier circunstancia no estás en condiciones de mantener una búsqueda activa de empleo o, peor aún, no estás en condiciones de trabajar, tienes que informar al INEM y presentar documentación que lo acredite.
Y allí me fui yo con mis papelitos de la baja, a acreditarlo.
Cuando me llegó el turno, y, esto merece la pena mencionarlo, me llegó a la hora prevista, entregué mis papelitos a un joven muy amable, que los miró y remiró como si pensara que los había falsificado, que no es culpa mía que las impresoras del centro de salud sean una m**rd* y mi médico en vez de firmar haga una cruz, pero bueno.
Al final se quedó más o menos convencido, levantó la vista de los papeles y me dijo...
-¿Y cuál es el motivo de la baja?
Bien, dos cosas.
Primero: el motivo de la baja es SIEMPRE confidencial. Ni tu jefe, ni tu madre, ni tu pareja, ni tus hijos tienen derecho a saberlo si tú no quieres, siempre que seas mayor de edad y estés en pleno uso de tus facultades mentales (o eso les hayas hecho creer a los señores de la bata blanca).
Segundo:
No sé, así a ojo... ¿cuál diría usted que es el motivo de la baja?
Continuará...
Mi padre no tiene respeto por su integridad física.
En la semana 37 de embarazo fui a que me hicieran mi primer monitor.
Bueno, en realidad el monitor no te lo hacen, el aparato ya lo tienen ahí de antes. Lo que hacen es ponértelo para medir las constantes vitales del bebé.
Después, con los resultados, fui a la consulta del obstetra.
-A ver... Los análisis están bien, el informe de anestesista es favorable, el bebé está bien, tú estás obesa...
-Ya estamos...
-Bueno, pues la pequeña puede venir ya cuando quiera.
-¿Cuándo quiera?
-Eso es. Hoy, mañana, la semana que viene... Cualquier día de estos. Mientras se decide, cada semana tienes que repetir el monitor, ¿lo has entendido?
-No.
-Espera, que te lo apunto. Y no me pierdas el post-it, que te veo venir.
Entretanto el médico de cabecera ya me había dado la baja.
-Te la doy para una semana, y luego que venga tu marido y arreglamos la baja por maternidad.
-¿Y si pasa la semana y no he parido?
-Te vuelves, pero ya te digo yo que no. Tú a la semana no llegas, no hay más que verte.
Pero llegué. Y a la otra, y a la otra... Pero esa historia ya es para otro día.
Después tuve que llevar mi baja al INEM.
Anda, diréis, ¿y eso por qué?
Pues uno de los requisitos para cobrar la prestación, cualquiera de ellas, es mantener una búsqueda activa de empleo.
Si por cualquier circunstancia no estás en condiciones de mantener una búsqueda activa de empleo o, peor aún, no estás en condiciones de trabajar, tienes que informar al INEM y presentar documentación que lo acredite.
Y allí me fui yo con mis papelitos de la baja, a acreditarlo.
Cuando me llegó el turno, y, esto merece la pena mencionarlo, me llegó a la hora prevista, entregué mis papelitos a un joven muy amable, que los miró y remiró como si pensara que los había falsificado, que no es culpa mía que las impresoras del centro de salud sean una m**rd* y mi médico en vez de firmar haga una cruz, pero bueno.
Al final se quedó más o menos convencido, levantó la vista de los papeles y me dijo...
-¿Y cuál es el motivo de la baja?
Bien, dos cosas.
Primero: el motivo de la baja es SIEMPRE confidencial. Ni tu jefe, ni tu madre, ni tu pareja, ni tus hijos tienen derecho a saberlo si tú no quieres, siempre que seas mayor de edad y estés en pleno uso de tus facultades mentales (o eso les hayas hecho creer a los señores de la bata blanca).
Segundo:
No sé, así a ojo... ¿cuál diría usted que es el motivo de la baja?
Continuará...
04 octubre 2012
Poner a parir III
Previusly in Lorz...
Una imagen vale más que mil palabras.
Cuando estaba de 34 semanas, el obstetra me revisó de arriba a abajo otra vez.
-Bien, esto está estupendo. Ahora sólo quedan por hacer un par de pruebas más, toma nota:
en la semana 35 te hacemos análisis y un exudado vaginal,
en la semana 36 tienes que llevarle los resultados de los análisis al anestesista para que te haga la prueba de la epidural,
en la semana 37, con los resultados de los análisis y del anestesista, te vienes de nuevo,
¿lo has entendido?
-No.
-Espera, que te lo apunto. Y no pierdas el post-it, que te veo venir.
Siguiendo las instrucciones del post-it, al llegar la semana 36, me fui a hacer los análisis.
Una vez que tuve los resultados llamé al hospital para pedir cita con el anestesista.
-Recuerda que tienes que venir en ayunas -me dijo la señorita de recepción.
-¿Por qué?
-Para hacerte los análisis.
-¡Pero yo ya me he hecho los análisis!
-Tú vente en ayunas y ya.
El día de cita, en ayunas otra vez, mi padre me llevó al hospital en coche. Debió notarme más callada de lo normal y decidió compensar suministrando la conversación él mismo.
-Pues no va tu madre y dice que no compre jamón de sobre, que se reseca... Si hombre, se va a resecar, ¡si no da tiempo! ¿Tú sabes lo que come tu hermano? Pero nada, ya sabes cómo es tu madre, que se empeña en una cosa y no hay quien la saque de ahí... así que ahora tenemos que ir un día a comprar un jamón, para que ella vaya cogiendo según necesite y esté siempre recién cortadito, tierno, jugoso...
-Padre, tengamos la fiesta en paz, que llevo ocho meses sin probar el jamón y encima hoy voy en ayunas.
Después de mi sutil indirecta mi padre decidió dejar el tema del jamón en paz.
Dicho sea de paso, un par de semanas más tarde compraron el susodicho jamón, ¡y les salió malo! Eso es justicia divina y lo demás son tonterías.
-Bueno, ¿qué te van a hacer hoy?
-Pues ni idea, en el volante sólo pone "prueba de la anestesia".
-Que raro...
-No sé, ¿me pincharán un poco como en la prueba de la alergia?
-Y luego, ¿qué hacen? ¿Te mandan a casa toda endrogá?
-Ni idea, a lo mejor me tengo que quedar hasta que se me pase, ¿no? Oye, igual tienes que entrar conmigo, por si me mareo.
A mi padre se le cambió la color, porque las cosas de médicos le dan mucho repelús. Me lleva a todas las revisiones, pero no entra nunca conmigo, no mira las ecografías con la carita de su nieta, y nunca, nunca, me toca la tripa. Es más, desde que me quedé embarazada sólo me mira de cuello para arriba, por si acaso ve algo que le de repelús.
Total, que llegamos al hospital, nos sentamos a esperar y mi padre se puso a leer un libro.
-¿No te has traído tu ebook? -preguntó.
-No.
-¿Y eso?
Pues porque me parecía feo pedirte que me acompañaras y luego ponerme a leer, padre.
-Se me ha olvidado.
Mejor no se lo digas, pensé, que se sentirá obligado a dejar su libro, con lo entretenido que está leyendo, que ni tiene ganas de hablar de jamón ni nada.
-Ah.
Mi padre estuvo leyendo hasta que casi era mi turno de entrar.
-La siguiente soy yo.
-Ah... pues... creo que me voy a la cafetería.
-¿No podemos ir luego?
-Sí, sí, luego te llevo a desayunar... voy ahora para... eh... para ver donde está.
-Sabes que lo de entrar conmigo a la prueba era broma, ¿verdad?
-Claro, claro... ahora vengo.
Y salió corriendo. Bueno, más o menos. Mi padre tiene artritis en las rodillas. Cuando digo "correr" quiero decir "arrastrarse agónicamente ayudado por un bastón".
En cuanto se fue me llamaron para entrar a la prueba.
-Hola Lorz -me dijo el anestesista- ¿Has traído los análisis?
-Sí, tenga.
-Muy bien, esto está muy bien. Quítate la camiseta y túmbate en la camilla.
Y eso hice, porque soy muy obediente.
-Ahora te voy a poner unas ventositas para hacer un electrocardiograma.
-¿A mí o al bebé?
-A ti. Hoy la importante eres tú.
-Vaaaaaaya... ¡hace al menos ocho meses que no oía eso!
-Mientras sale, te voy a hacer algunas preguntas, ¿vale?
-¿Ese "vale" cuenta como una?
-Eh... no. ¿Alergia a algún medicamento?
Las primeras preguntas eran más o menos lo que se puede esperar. Alergias, operaciones, antecedentes... Luego empezaron las raras:
-¿Has usado corsé alguna vez?
-¿Has usado algún aparato?
Que para mí eran sólo por cotillear, porque ya me dirás que tiene que ver mi vida sexual con la anestesia.
Después de un montón de preguntas el médico me dijo que ya me podía ir.
-¿No me van a hacer análisis? -pregunté.
El anestesista me miró como si fuera una loca peligrosa.
-No, eh... ya los tienes hechos... eh... me los has dado tú, ¿te acuerdas, verdad?
-Ya lo sé, es que la chica del teléfono me dijo que tenía que venir en ayunas de todas formas.
-Sí, bueno, es porque hay gente que se olvida de traer los análisis y hay que hacérselos aquí, así que os decimos que vengáis en ayunas por si acaso.
-¿Y no sería más práctico recordarnos que trajéramos los resultados?
-Eh...
Cuando salí de la consulta mi padre me llevó a desayunar.
Estábamos saliendo de la cafetería cuando tuve una contracción y me quedé doblada en mitad del pasillo.
-Espera... un... momento -le dije a mi padre.
-¿Qué te pasa?
-Contracción...
-Mujer, eso no es nada.
Lorzconsejo: Por tu propia seguridad NUNCA le digas a una mujer embarazada de ocho meses que una contracción "no es nada". Especialmente si eres hombre.
-Y una... m**rd* no es nada...
-Que no, mujer, que eso son los dolores de encajamiento.
Lorzconsejo: Cuando algo duele, es que duele, y da igual que lo llames "contracción", "dolores de encajamiento" o "pepino metido por el culo". Duele y punto. En cualquier caso, si una embarazada de ocho meses te dice que tiene una contracción, es que tiene una contracción. Te tienes que fiar, porque para un observador externo es imposible saber qué pasa dentro de ese cuerpo sólo mirando. Otra cosa sería que el observador externo tuviera visión de rayos-X, entonces podría decir "no hija, no son contracciones, es que tienes un pepino metido por el culo" y le tendría que dar la razón.
-Que... dolores de encajamiento... ni que p*ll*s...
-Que sí, que sí, si lo sabré yo que he pasado por tres embarazos.
Lorzconsejo: Padre, vamos a ceñirnos al jamón como tema de conversación, que va a ser más seguro para tu integridad física.
Continuará....
Una imagen vale más que mil palabras.
Cuando estaba de 34 semanas, el obstetra me revisó de arriba a abajo otra vez.
-Bien, esto está estupendo. Ahora sólo quedan por hacer un par de pruebas más, toma nota:
en la semana 35 te hacemos análisis y un exudado vaginal,
en la semana 36 tienes que llevarle los resultados de los análisis al anestesista para que te haga la prueba de la epidural,
en la semana 37, con los resultados de los análisis y del anestesista, te vienes de nuevo,
¿lo has entendido?
-No.
-Espera, que te lo apunto. Y no pierdas el post-it, que te veo venir.
Siguiendo las instrucciones del post-it, al llegar la semana 36, me fui a hacer los análisis.
Una vez que tuve los resultados llamé al hospital para pedir cita con el anestesista.
-Recuerda que tienes que venir en ayunas -me dijo la señorita de recepción.
-¿Por qué?
-Para hacerte los análisis.
-¡Pero yo ya me he hecho los análisis!
-Tú vente en ayunas y ya.
El día de cita, en ayunas otra vez, mi padre me llevó al hospital en coche. Debió notarme más callada de lo normal y decidió compensar suministrando la conversación él mismo.
-Pues no va tu madre y dice que no compre jamón de sobre, que se reseca... Si hombre, se va a resecar, ¡si no da tiempo! ¿Tú sabes lo que come tu hermano? Pero nada, ya sabes cómo es tu madre, que se empeña en una cosa y no hay quien la saque de ahí... así que ahora tenemos que ir un día a comprar un jamón, para que ella vaya cogiendo según necesite y esté siempre recién cortadito, tierno, jugoso...
-Padre, tengamos la fiesta en paz, que llevo ocho meses sin probar el jamón y encima hoy voy en ayunas.
Después de mi sutil indirecta mi padre decidió dejar el tema del jamón en paz.
Dicho sea de paso, un par de semanas más tarde compraron el susodicho jamón, ¡y les salió malo! Eso es justicia divina y lo demás son tonterías.
-Bueno, ¿qué te van a hacer hoy?
-Pues ni idea, en el volante sólo pone "prueba de la anestesia".
-Que raro...
-No sé, ¿me pincharán un poco como en la prueba de la alergia?
-Y luego, ¿qué hacen? ¿Te mandan a casa toda endrogá?
-Ni idea, a lo mejor me tengo que quedar hasta que se me pase, ¿no? Oye, igual tienes que entrar conmigo, por si me mareo.
A mi padre se le cambió la color, porque las cosas de médicos le dan mucho repelús. Me lleva a todas las revisiones, pero no entra nunca conmigo, no mira las ecografías con la carita de su nieta, y nunca, nunca, me toca la tripa. Es más, desde que me quedé embarazada sólo me mira de cuello para arriba, por si acaso ve algo que le de repelús.
Total, que llegamos al hospital, nos sentamos a esperar y mi padre se puso a leer un libro.
-¿No te has traído tu ebook? -preguntó.
-No.
-¿Y eso?
Pues porque me parecía feo pedirte que me acompañaras y luego ponerme a leer, padre.
-Se me ha olvidado.
Mejor no se lo digas, pensé, que se sentirá obligado a dejar su libro, con lo entretenido que está leyendo, que ni tiene ganas de hablar de jamón ni nada.
-Ah.
Mi padre estuvo leyendo hasta que casi era mi turno de entrar.
-La siguiente soy yo.
-Ah... pues... creo que me voy a la cafetería.
-¿No podemos ir luego?
-Sí, sí, luego te llevo a desayunar... voy ahora para... eh... para ver donde está.
-Sabes que lo de entrar conmigo a la prueba era broma, ¿verdad?
-Claro, claro... ahora vengo.
Y salió corriendo. Bueno, más o menos. Mi padre tiene artritis en las rodillas. Cuando digo "correr" quiero decir "arrastrarse agónicamente ayudado por un bastón".
En cuanto se fue me llamaron para entrar a la prueba.
-Hola Lorz -me dijo el anestesista- ¿Has traído los análisis?
-Sí, tenga.
-Muy bien, esto está muy bien. Quítate la camiseta y túmbate en la camilla.
Y eso hice, porque soy muy obediente.
-Ahora te voy a poner unas ventositas para hacer un electrocardiograma.
-¿A mí o al bebé?
-A ti. Hoy la importante eres tú.
-Vaaaaaaya... ¡hace al menos ocho meses que no oía eso!
-Mientras sale, te voy a hacer algunas preguntas, ¿vale?
-¿Ese "vale" cuenta como una?
-Eh... no. ¿Alergia a algún medicamento?
Las primeras preguntas eran más o menos lo que se puede esperar. Alergias, operaciones, antecedentes... Luego empezaron las raras:
-¿Has usado corsé alguna vez?
-¿Has usado algún aparato?
Que para mí eran sólo por cotillear, porque ya me dirás que tiene que ver mi vida sexual con la anestesia.
Después de un montón de preguntas el médico me dijo que ya me podía ir.
-¿No me van a hacer análisis? -pregunté.
El anestesista me miró como si fuera una loca peligrosa.
-No, eh... ya los tienes hechos... eh... me los has dado tú, ¿te acuerdas, verdad?
-Ya lo sé, es que la chica del teléfono me dijo que tenía que venir en ayunas de todas formas.
-Sí, bueno, es porque hay gente que se olvida de traer los análisis y hay que hacérselos aquí, así que os decimos que vengáis en ayunas por si acaso.
-¿Y no sería más práctico recordarnos que trajéramos los resultados?
-Eh...
Cuando salí de la consulta mi padre me llevó a desayunar.
Estábamos saliendo de la cafetería cuando tuve una contracción y me quedé doblada en mitad del pasillo.
-Espera... un... momento -le dije a mi padre.
-¿Qué te pasa?
-Contracción...
-Mujer, eso no es nada.
Lorzconsejo: Por tu propia seguridad NUNCA le digas a una mujer embarazada de ocho meses que una contracción "no es nada". Especialmente si eres hombre.
-Y una... m**rd* no es nada...
-Que no, mujer, que eso son los dolores de encajamiento.
Lorzconsejo: Cuando algo duele, es que duele, y da igual que lo llames "contracción", "dolores de encajamiento" o "pepino metido por el culo". Duele y punto. En cualquier caso, si una embarazada de ocho meses te dice que tiene una contracción, es que tiene una contracción. Te tienes que fiar, porque para un observador externo es imposible saber qué pasa dentro de ese cuerpo sólo mirando. Otra cosa sería que el observador externo tuviera visión de rayos-X, entonces podría decir "no hija, no son contracciones, es que tienes un pepino metido por el culo" y le tendría que dar la razón.
-Que... dolores de encajamiento... ni que p*ll*s...
-Que sí, que sí, si lo sabré yo que he pasado por tres embarazos.
Lorzconsejo: Padre, vamos a ceñirnos al jamón como tema de conversación, que va a ser más seguro para tu integridad física.
Continuará....
01 octubre 2012
Poner a parir II
Previously in Lorz...
Tenía que haber comprado el azul. Era más bonito.
En este post hay al menos una imagen que puede herir la sensibilidad de los lectores.
Avisados quedáis, que luego vienen las quejas.
Tenía que haber comprado el azul. Era más bonito.
En este post hay al menos una imagen que puede herir la sensibilidad de los lectores.
Avisados quedáis, que luego vienen las quejas.
De todo el embarazo lo peor, lo peor, lo peor, han sido las clases de preparación al parto.
P*t* c*ñ*z*.
La mejor anécdota de las clases la protagonizó mi suegra, una tarde que nos llamó por teléfono.
-Hoy hemos empezado con las clases de preparación al parto -le dijo ZaraJota™.
-Que bien, ¿ya está Lorz haciendo ejercicio en pelotas?
-Mamá, que cosas tienes, ¿cómo va a hacer ejercicio en pelotas? Que son un montón de chicas, que no se conocen, y con todos los maridos mirando...
-Hijo, no te pongas así... que lo he visto en la tele y es muy normal.
-¡Que va a ser normal! ¡Además es un edificio moderno, con las paredes de cristal! ¡Las detendrían por escándalo público!
-Anda ya, si están muy graciosas, todas tan gorditas, con sus pantalones de deporte, sentadas en esas pelotas de colores tan grandes.
Ahí se demostró que ZaraJota™ tiene la mente sucia.
Volviendo a las clases, la primera fue muy bien.
La mejor anécdota de las clases la protagonizó mi suegra, una tarde que nos llamó por teléfono.
-Hoy hemos empezado con las clases de preparación al parto -le dijo ZaraJota™.
-Que bien, ¿ya está Lorz haciendo ejercicio en pelotas?
-Mamá, que cosas tienes, ¿cómo va a hacer ejercicio en pelotas? Que son un montón de chicas, que no se conocen, y con todos los maridos mirando...
-Hijo, no te pongas así... que lo he visto en la tele y es muy normal.
-¡Que va a ser normal! ¡Además es un edificio moderno, con las paredes de cristal! ¡Las detendrían por escándalo público!
-Anda ya, si están muy graciosas, todas tan gorditas, con sus pantalones de deporte, sentadas en esas pelotas de colores tan grandes.
Ahí se demostró que ZaraJota™ tiene la mente sucia.
Volviendo a las clases, la primera fue muy bien.
Nos presentamos, y luego la monitora empezó a preguntarnos por las molestias o dificultades que nos estábamos encontrando.
-Yo me mareo cuando plancho -decía una.
-Intenta planchar poniendo el pie contrario a la mano con la que sujetas la plancha sobre un cajón o un libro gordo -recomendaba la fisioterapeuta..
Y oye, funciona.
-A mí se me hincha el tobillo derecho -decía otra.
-Intenta dormir del lado izquierdo. Si así te molesta la ciática, ponte una almohada entre las rodillas.
Y oye, también funciona.
-Estoy estreñida.
-Siéntate en la taza, abre las piernas y sube las rodillas por encima del nivel del culete. Apoya los pies en un libro gordo o en un cajón si es necesario.
Y oye, también funciona, o eso dicen: yo esta en concreto no la he probado, porque a mí con tomar el suplemento de hierro se me acababa el estreñimiento a toda velocidad.
Luego hicimos un ratito de pilates y a casa, felices como perdices por todo lo que habíamos aprendido.
A la siguiente clase fui entusiasmada. Error.
La monitora era otra, y la clase consistió en una hora y media de presentación de powerpoint.
Lorzconsejo: como profesora doy fe de que los powerpoint son muy útiles. Somos la generación de lo audiovisual y cuando nos explican algo necesitamos ver para entender. Sin embargo, los powerpoint deben ser siempre un apoyo: un esquema con los puntos más importantes, gráficas o imágenes que ilustren, amplíen o ejemplifiquen la explicación. Si vas a poner un powerpoint lleno de texto de arriba a abajo y la clase va a consistir en leer el texto palabra por palabra, mira, bonita, ya lo leo yo, y nos ahorramos tu puesto de trabajo, ¿me explico?
Para empeorarlo, el contenido de las diapositivas era, como poco, especial.
O eran cosas tan generales que todo el mundo sabe (recuerdo con horror la de "alimentos que contienen vitamina B") o tan específicas que no aportaban nada (no necesito saberme el nombre de todos los músculos que hay en mis bajos, con saber que el bebé sale por ahí ya me vale).
La peor fue la dedicada a las molestias "mecánicas" del embarazo, que son los dolores musculares o de huesos. En esa clase se alternaba la molestia y la solución. Por ejemplo:
Molestia: Dolor lumbar.
Solución: El dolor lumbar puede aliviarse con ejercicios adecuados de pilates, dirigidos por una profesional especializada en el tema. Consulte en recepción los horarios y precios de nuestros grupos especiales".
Y así durante una hora y media.
Embarazada de siete meses.
En una silla de madera.
En pleno julio y sin aire acondicionado.
Eso, señores, no es preparación al parto. Es el entrenamiento que hacían los marines antes de ir a Vietnam para prepararlos por si les capturaban y torturaban los charlies.
Después de varias sesiones igual de fascinantes acabamos con la monitora y vino una matrona a hablarnos de lo realmente importante: el parto.
Creo que ya lo he dicho antes: el parto no me preocupaba demasiado. Es decir, una vez que asumes que va a ser largo, difícil y doloroso no queda mucho margen para la preocupación. Aunque eso fue antes de ver un programa en la tele que... bueno, de eso mejor hablo otro día.
La matrona lo primero que hizo fue preguntarnos qué hospital habíamos elegido. Cuando yo dije el nombre del mío, torció el gesto.
-¿Qué pasa? ¿Van a robarme a mí bebé? -desde que me enteré de que era un hospital de monjas empecé a temer que me robaran el bebé, no sé de dónde habré sacado la idea...
-No, es que en ese hospital tienen la costumbre de poner un espejo.
-¿En el baño?
-No, entre tus piernas. Un espejo de cuerpo entero, para que veas bien como nace tu bebé.
-Ah, no, ah, no, ni hablar...
-Dicen que es muy bonito...
Vamos a aclarar las cosas:
Bonito es sentir a tu bebé moverse en tu tripa cuando le cantas.
Bonito es abrazar a tu bebé y olerle la cabecita.
Bonito es que tu bebé cierre sus deditos alrededor de tu pulgar.
Bonito es ver la cara de felicidad que pone cuando le das el pecho.
Ver un bulto sanguinolento salir con dificultad por una vagina sobredimensionada y palpitante...
Eso no es bonito.
Eso se llama gore, y está muy bien para verlo en la tele, con los ojos tapados y ZaraJota™ avisándote de cuando puedes mirar.
-En ese hospital también tienen otra costumbre, con el padre.
ZaraJota™ puso cara de terror.
-¿Me van a obligar a comerme la placenta? -preguntó. A esas alturas ya nos esperábamos cualquier cosa.
-No... seguramente te van a preguntar si quieres cortar el cordón umbilical.
-¡ARG!
Y se fue a potar.
La monitora torció el gesto otra vez, no sé por qué.
-Es que sois tontos -nos explicó Sark más tarde-. La respuesta correcta era "no queremos cortarlo, preferimos dejarlo largo".
Jo, para haberlo sabido.
Bueno, pues la clase continuó con una explicación sobre el proceso interno del parto.
-Os voy a poner unas imágenes ilustrativas -dijo la matrona.
-Por favor, un vídeo del parto no, un vídeo del parto no.
A ver, si ya he dicho que no quiero ver mi vagina durante mi parto, ¿qué te hace pensar que querré ver la vagina de otra mujer durante el suyo?
Por suerte, no era un vídeo sino, ¿adivináis qué? ¡Un powerpoint!
Y qué powerpoint...
Me hubiera gustado hacerle fotos, porque ahora nadie me va a creer.
La explicación del parto era más o menos así:
Diapositiva 1: la dilatación.
Diapositiva 2: el parto.
Diapositiva 3: el nacimiento.
-¿Y a esto lo llaman ilustrativo? -rezongué por lo bajo.
-Calla -me dijo ZaraJota™-. Mejor esto que un vídeo del parto.
-Y una vez el bebé haya nacido -continuó la matrona- sale la placenta.
Pulsó el mando y en la pantalla apareció la siguiente imagen...
(y que conste que he tenido suerte y he encontrado en google exactamente la misma foto):
Diapositiva 4: la placenta.
Ves, esto sí que se puede definir como ilustrativo.
Continuará...
Gracias ZaraJota™ por los dibujos!
Eso no es bonito.
Eso se llama gore, y está muy bien para verlo en la tele, con los ojos tapados y ZaraJota™ avisándote de cuando puedes mirar.
-En ese hospital también tienen otra costumbre, con el padre.
ZaraJota™ puso cara de terror.
-¿Me van a obligar a comerme la placenta? -preguntó. A esas alturas ya nos esperábamos cualquier cosa.
-No... seguramente te van a preguntar si quieres cortar el cordón umbilical.
-¡ARG!
Y se fue a potar.
La monitora torció el gesto otra vez, no sé por qué.
-Es que sois tontos -nos explicó Sark más tarde-. La respuesta correcta era "no queremos cortarlo, preferimos dejarlo largo".
Jo, para haberlo sabido.
Bueno, pues la clase continuó con una explicación sobre el proceso interno del parto.
-Os voy a poner unas imágenes ilustrativas -dijo la matrona.
-Por favor, un vídeo del parto no, un vídeo del parto no.
A ver, si ya he dicho que no quiero ver mi vagina durante mi parto, ¿qué te hace pensar que querré ver la vagina de otra mujer durante el suyo?
Por suerte, no era un vídeo sino, ¿adivináis qué? ¡Un powerpoint!
Y qué powerpoint...
Me hubiera gustado hacerle fotos, porque ahora nadie me va a creer.
La explicación del parto era más o menos así:
Diapositiva 1: la dilatación.
Diapositiva 2: el parto.
Diapositiva 3: el nacimiento.
-¿Y a esto lo llaman ilustrativo? -rezongué por lo bajo.
-Calla -me dijo ZaraJota™-. Mejor esto que un vídeo del parto.
-Y una vez el bebé haya nacido -continuó la matrona- sale la placenta.
Pulsó el mando y en la pantalla apareció la siguiente imagen...
(y que conste que he tenido suerte y he encontrado en google exactamente la misma foto):
Diapositiva 4: la placenta.
Ves, esto sí que se puede definir como ilustrativo.
Continuará...
Gracias ZaraJota™ por los dibujos!