Previously in Lorz...
¡Que sí! ¡Que sí! Que me queda poquito, c*ñ*!
Llegamos al síndrome del nido.
Esta es la descripción del síndrome del nido que más me ha gustado de todas las que he leído.
Ahora voy a intentar explicarlo con mis palabras:
Cuando llegas al último mes de embarazo te vuelves loca.
En mi caso, pasé todo el mes de agosto de la cama al sofá, del sofá a la cama, porque todo me dolía, estaba muy cansada, me mareaba, devolvía...
En septiembre, tres semanas antes de salir de cuentas, me levanté un día de pronto con tanta energía que si llego a tener a mano una cuchara y permiso municipal habría cavado otro lago en la Casa de Campo.
Lo primero que hice fue una limpieza general de toda la casa, de arriba a abajo.
La limpieza general es como la limpieza semanal a lo bestia: incluye lo que se hace de manera cotidiana y además lavar todas las cortinas, las fundas de los sofás y los cojines, las colchas, vaciar, limpiar y ordenar cajones y armarios...
Luego puse patas arriba la habitación de Bebé-chan, que parece perfectamente limpia y ordenada, pero ya se sabe que las que tienen cara de buena son las peores.
Después saqué todos los álbumes de fotos, saqué todas las fotos, la reordené y puse pegatinas con los nombres y las fechas.
Más tarde, decidí que el blog estaba muy desarreglado, y lo miré de arriba a abajo poniendo etiquetas a los post. De paso guardé en un archivo aparte todas las entradas, ordenadas por fecha.
Y así.
En la última semana de embarazo, el síndrome del nido alcanzó su máximo esplendor.
Un día hice venir a casa Hermano Pequeño DE MANERA URGENTE porque necesitaba que me acompañara al supermercado a comprar leche.
-¿Y no puedes ir esta tarde con ZaraJota™?
-No, imposible, tiene que ser AHORA.
Hermano Pequeño aguantó estoicamente una hora en el supermercado mientras me veía llenar el carro con botes de conservas y leche, mucha leche.
Cuando ZaraJota™ llegó a casa esa tarde intentó sin éxito comprender por qué era tan necesario comprar leche cuando teníamos tres botellas de litro y medio en casa.
Esa noche ya no pude dormir.
Bueno, no es que no pudiera dormir. Habría podido, de haber querido.
Pero lo que realmente me apetecía era fregar la cocina. Por dentro y por fuera. Había ordenado los trapos de cocina por orden alfabético la semana anterior, pero no me acababa de convencer, quizá si los ordenaba por metros cuadrados de superficie...
Dejé a ZaraJota™ roncando felizmente en la cama y me levanté para fregar la cocina, aunque cambié de idea cuando me di cuenta de que eran las dos de la mañana y estaba haciendo mucho ruido.
Pensé en qué podía hacer de manera más silenciosa... ¡ordenar (OTRA VEZ) el armario de Bebé-chan!
A eso me puse.
En cuanto acabe me acuesto, me dije a mí misma.
Para cuando acabé con el armario de Bebé-chan me había dado cuenta de que los peluches de la cuna no estaban correctamente colocados. Intenté colocarlos por colores, por tamaños, por orden alfabético...
Al final tuve que parar porque sonó el despertador de ZaraJota™.
¡Bien!, me dije, ¡ya puedo fregar la cocina sin despertarle!
ZaraJota™ se levantó con el ojillo pegao, vino a la cocina, me vio fregando y se pellizcó varias veces. A veces hace cosas así, espero que no sea un síntoma temprano de trastorno obsesivo compulsivo.
Terminé de arreglar la cocina, y me fui al médico de cabecera para que me renovara la baja.
-Tienes contracciones -dijo el médico nada más verme.
-No.
El médico me puso las manos en la tripa.
-Sí que tienes... ¿no notas nada?
-Bueno, sí, como unos calambres... como cuando vas a tener la regla.
-Vale, pues ahora te vas a ir y te vas a dar un buen paseo, ¿vale?
-¿Tengo que volver la semana que viene?
-Jajaja, no, no.
El médico me dejó un poco mosqueada, aunque no le di importancia porque tenía mucho que hacer.
Cogí el autobús hasta la Plaza Mayor, me fui andando hasta Gran Vía, para hacer recaditos, luego bajé andando hasta la Cibeles. Después lo he mirado y son sólo dos kilómetros. Además no andaba todo el rato: de vez en cuando también entraba en tiendas, incluso me compré algunas cositas.
En Cibeles cogí el autobús de vuelta.
Estaba en el autobús cuando me llamó mi madre.
-¿Que tal has dormido?
-¿Dormir? ¡Todavía no me he acostado!
-¡LORZ! ¡No puedes hacer eso! ¡Tienes que dormir!
Gracias por el consejo, mamá, si no me lo dices no me doy cuenta...
Me bajé del autobús, compré el pan y volví a casa con la intención de meterme en la cama.
Pero al entrar me llegó como un tufillo y decidí que la jaula de Arale necesitaba un cambio.
Fregué la jaula, y de paso bañé a Rata-chan, porque me pareció que estaba muy pringosa.
Como llegó agua a todas partes, después de eso no me quedó más remedio que fregar el baño.
Y después de eso, no me costaba nada pasar el mocho por el resto de la casa, ¿no?
Con todo el suelo mojado no podía hacer nada más que quedarme sentadita un rato... y planchar; durante el embarazo es mejor planchar sentada porque si no la tripa empuja la tabla y la tira al suelo.
Estaba planchando y empecé a pensar en la maleta del hospital, que llevaba preparada dos meses y debía estar todo arrugadísimo.
No me quedó más remedio que sacarlo todo, plancharlo y volverlo a colocar.
Para entonces empezaba a ser consciente de que puede que quizá a lo mejor no me estuviera comportando con normallidad, y busqué consejo en twitter.
La granja de pinypon, en cambio...
Continuará...
¡Que sí! ¡Que sí! Que me queda poquito, c*ñ*!
Llegamos al síndrome del nido.
Esta es la descripción del síndrome del nido que más me ha gustado de todas las que he leído.
Ahora voy a intentar explicarlo con mis palabras:
Cuando llegas al último mes de embarazo te vuelves loca.
En mi caso, pasé todo el mes de agosto de la cama al sofá, del sofá a la cama, porque todo me dolía, estaba muy cansada, me mareaba, devolvía...
En septiembre, tres semanas antes de salir de cuentas, me levanté un día de pronto con tanta energía que si llego a tener a mano una cuchara y permiso municipal habría cavado otro lago en la Casa de Campo.
Lo primero que hice fue una limpieza general de toda la casa, de arriba a abajo.
La limpieza general es como la limpieza semanal a lo bestia: incluye lo que se hace de manera cotidiana y además lavar todas las cortinas, las fundas de los sofás y los cojines, las colchas, vaciar, limpiar y ordenar cajones y armarios...
Luego puse patas arriba la habitación de Bebé-chan, que parece perfectamente limpia y ordenada, pero ya se sabe que las que tienen cara de buena son las peores.
Después saqué todos los álbumes de fotos, saqué todas las fotos, la reordené y puse pegatinas con los nombres y las fechas.
Más tarde, decidí que el blog estaba muy desarreglado, y lo miré de arriba a abajo poniendo etiquetas a los post. De paso guardé en un archivo aparte todas las entradas, ordenadas por fecha.
Y así.
En la última semana de embarazo, el síndrome del nido alcanzó su máximo esplendor.
Un día hice venir a casa Hermano Pequeño DE MANERA URGENTE porque necesitaba que me acompañara al supermercado a comprar leche.
-¿Y no puedes ir esta tarde con ZaraJota™?
-No, imposible, tiene que ser AHORA.
Hermano Pequeño aguantó estoicamente una hora en el supermercado mientras me veía llenar el carro con botes de conservas y leche, mucha leche.
Cuando ZaraJota™ llegó a casa esa tarde intentó sin éxito comprender por qué era tan necesario comprar leche cuando teníamos tres botellas de litro y medio en casa.
Esa noche ya no pude dormir.
Bueno, no es que no pudiera dormir. Habría podido, de haber querido.
Pero lo que realmente me apetecía era fregar la cocina. Por dentro y por fuera. Había ordenado los trapos de cocina por orden alfabético la semana anterior, pero no me acababa de convencer, quizá si los ordenaba por metros cuadrados de superficie...
Dejé a ZaraJota™ roncando felizmente en la cama y me levanté para fregar la cocina, aunque cambié de idea cuando me di cuenta de que eran las dos de la mañana y estaba haciendo mucho ruido.
Pensé en qué podía hacer de manera más silenciosa... ¡ordenar (OTRA VEZ) el armario de Bebé-chan!
A eso me puse.
En cuanto acabe me acuesto, me dije a mí misma.
Para cuando acabé con el armario de Bebé-chan me había dado cuenta de que los peluches de la cuna no estaban correctamente colocados. Intenté colocarlos por colores, por tamaños, por orden alfabético...
Al final tuve que parar porque sonó el despertador de ZaraJota™.
¡Bien!, me dije, ¡ya puedo fregar la cocina sin despertarle!
ZaraJota™ se levantó con el ojillo pegao, vino a la cocina, me vio fregando y se pellizcó varias veces. A veces hace cosas así, espero que no sea un síntoma temprano de trastorno obsesivo compulsivo.
Terminé de arreglar la cocina, y me fui al médico de cabecera para que me renovara la baja.
-Tienes contracciones -dijo el médico nada más verme.
-No.
El médico me puso las manos en la tripa.
-Sí que tienes... ¿no notas nada?
-Bueno, sí, como unos calambres... como cuando vas a tener la regla.
-Vale, pues ahora te vas a ir y te vas a dar un buen paseo, ¿vale?
-¿Tengo que volver la semana que viene?
-Jajaja, no, no.
El médico me dejó un poco mosqueada, aunque no le di importancia porque tenía mucho que hacer.
Cogí el autobús hasta la Plaza Mayor, me fui andando hasta Gran Vía, para hacer recaditos, luego bajé andando hasta la Cibeles. Después lo he mirado y son sólo dos kilómetros. Además no andaba todo el rato: de vez en cuando también entraba en tiendas, incluso me compré algunas cositas.
En Cibeles cogí el autobús de vuelta.
Estaba en el autobús cuando me llamó mi madre.
-¿Que tal has dormido?
-¿Dormir? ¡Todavía no me he acostado!
-¡LORZ! ¡No puedes hacer eso! ¡Tienes que dormir!
Gracias por el consejo, mamá, si no me lo dices no me doy cuenta...
Me bajé del autobús, compré el pan y volví a casa con la intención de meterme en la cama.
Pero al entrar me llegó como un tufillo y decidí que la jaula de Arale necesitaba un cambio.
Fregué la jaula, y de paso bañé a Rata-chan, porque me pareció que estaba muy pringosa.
Como llegó agua a todas partes, después de eso no me quedó más remedio que fregar el baño.
Y después de eso, no me costaba nada pasar el mocho por el resto de la casa, ¿no?
Con todo el suelo mojado no podía hacer nada más que quedarme sentadita un rato... y planchar; durante el embarazo es mejor planchar sentada porque si no la tripa empuja la tabla y la tira al suelo.
Estaba planchando y empecé a pensar en la maleta del hospital, que llevaba preparada dos meses y debía estar todo arrugadísimo.
No me quedó más remedio que sacarlo todo, plancharlo y volverlo a colocar.
Para entonces empezaba a ser consciente de que puede que quizá a lo mejor no me estuviera comportando con normallidad, y busqué consejo en twitter.
Jajaja...
La mansión de pinypon, dice.
Que exagerá.
¿Cómo voy a montar la mansión de pinypon?
La granja de pinypon, en cambio...
Continuará...
jajajaja, así está mi hermana, le voy a decir que venga a mi casa a ver si me friega el baño y la cocina XD
ResponderEliminarYO creo que ni embarazada. Amos que no. Ahora, que si me da por ponerme a limpiar y ordenar de manera compulsiva, avisaré a mi madre, para que me grabe en video, que seguro que le hace ilusión XD
ResponderEliminar¿A quién quieres engañar? ¡Esa no es la granja de Pin y Pon! ¡Es la granja de Caillou! ¿Sobre qué otras cosas nos has mentido?
ResponderEliminarPues mira lo que son las cosas, de todas las embarazadas con quienes he tenido el placer de convivir, era la única que ha desarrollado el síndrome ese...
ResponderEliminarMadre mía estabas fatal XDDDD
ResponderEliminarJoer leyéndote se me quitan las ganas de quedarme embarazada a los 30...
jajajaja...a mí me dió también 3 semanas antes, pinté la habitación de la pequeña, no te digo más.
ResponderEliminarLuego cuando me dió el supersubidón intenté contenerme y no fregar la cocina entera y agotarme...menos mal, me puse de parto al día siguiente ¡no falla!
Jajajja! Creo que necesito un embarazo urgente!! Mas que nada para una buena limpieza de casa... O invitar a alguna embarazada a la que "le quede poquito"... Voy a repasar la agenda!
ResponderEliminarMenos mal que mi ginecóloga nunca me dejó llegar hasta el final de mis embarazos. Creo que ha sido mi marido el que fue a escondidas a suplicar a la ginecóloga que lo adelantara, para que sólo me fuera un pequeño síndrome del nido.
ResponderEliminarA mí me dió por cocinar sin medida, y eso que no me gusta. Entendí en ese momento a las que dicen que eso les relaja. Cuando recuperé mi vida normal nunca más lo he vuelto a hacer.
ResponderEliminarCuántos juguetes le has comprado ya, me hace mucha gracia lo ilusionada que se te ve. Es un momento muy especial el de la maternidad, trascendental, nos afecta en lo más profundo de nuestro ser, ya para siempre.
Me ha encantado lo que escribes, una vez más. Un saludo.
Juas, juas, juas.
ResponderEliminarJajajajaja..... genial!!!! El mio fue mas light, afortunadamente.....jajaja....
ResponderEliminarLo sabía!! Le montaste la granja, el scalextric y el aeródromo de la polly pocket!!!!
ResponderEliminarCet article sur lorzagirl.blogspot.ru donne la lumière dans laquelle nous pouvons observer la réalité.
ResponderEliminarEn la última entrada me presentaré. Pero es que no me he podido resistir a dejar un comentario en esta entrada: ¿los paños de cocina por orden alfabético? Entiendo que los peluches los ordenes por orden alfabético, pero los paños de cocina. Yo los tengo por colores, pero ya me aburre (antes los tenía por tamaño). ¡Necesito tu ayuda!
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