El día 13, que será martes, hará un año que me saqué el carnet de conducir en circunstancias poco favorables y ya por fin puedo quitar la L.
Más o menos, porque no la tengo puesta. En el último viaje condujo todo el rato ZaraJota, y ZaraJota quitó la L y la dejó de cualquier modo en el maletero, para cogerla si hacía falta, pero luego paramos a desayunar y abrimos el maletero para sacar los abrigos y justo en ese momento se nos paró al lado un coche de la guardia civil y pensé: estos se van a pensar que estamos conduciendo sin la L, lo que era rigurosamente cierto porque el que conducía ZaraJota y tiene más de veinticinco años de carnet, pero yo entré en pánico de todas maneras y cogí la L y la tiré al fondo del maletero, que estaba a tope de cajas, y se cayó entre dos cajas y desde entonces no la hemos vuelto a ver, lo que de facto me ha impedido conducir durante la última semanapero me ha permitido subir de nivel en Duolingo, que el catalán no se hace solo, hay que hacerlo.
Esta terrible circunstancia me ha impedido cumplir mi sueño de quemar la L en una pira. Bueno, eso y que ZaraJota me dice ni se me ocurra. No sé qué de que el humo puede ser tóxico. Cosas suyas.
En este año de carnet he cogido el coche muy poquito por una sencilla razón: en el autobús me dejan ir mirando el móvil pero mientras conduzco por lo que sea está mal visto. Y yo le tengo mucho aprecio a mi móvil.
Las pocas veces que he conducido he llegado a una sencilla conclusión y es que los madrileños conducen como el culo. Como el puto culo. Y encima, son unos maleducados.
O sea, yo no puedo reiniciar la marcha hasta que el semáforo esté en verde. A mí me da igual que tú pases todos los días por ahí y sepas exactamente cuánto dura el semáforo y arranques medio nanosegundo antes de que se ponga en verde: yo lo tengo que ver en verde.
Luego está lo de pitar. La obsesión de los conductores madrileños por tocar el pito es, como mínimo, psicoanalizable. Yo tengo mis teorías al respecto. Por si os lo estáis preguntando, todas ellas tienen que ver con pollas. Con pollas pequeñas, en concreto. Y de poco aguante.
Más o menos, porque no la tengo puesta. En el último viaje condujo todo el rato ZaraJota, y ZaraJota quitó la L y la dejó de cualquier modo en el maletero, para cogerla si hacía falta, pero luego paramos a desayunar y abrimos el maletero para sacar los abrigos y justo en ese momento se nos paró al lado un coche de la guardia civil y pensé: estos se van a pensar que estamos conduciendo sin la L, lo que era rigurosamente cierto porque el que conducía ZaraJota y tiene más de veinticinco años de carnet, pero yo entré en pánico de todas maneras y cogí la L y la tiré al fondo del maletero, que estaba a tope de cajas, y se cayó entre dos cajas y desde entonces no la hemos vuelto a ver, lo que de facto me ha impedido conducir durante la última semana
Esta terrible circunstancia me ha impedido cumplir mi sueño de quemar la L en una pira. Bueno, eso y que ZaraJota me dice ni se me ocurra. No sé qué de que el humo puede ser tóxico. Cosas suyas.
En este año de carnet he cogido el coche muy poquito por una sencilla razón: en el autobús me dejan ir mirando el móvil pero mientras conduzco por lo que sea está mal visto. Y yo le tengo mucho aprecio a mi móvil.
Las pocas veces que he conducido he llegado a una sencilla conclusión y es que los madrileños conducen como el culo. Como el puto culo. Y encima, son unos maleducados.
O sea, yo no puedo reiniciar la marcha hasta que el semáforo esté en verde. A mí me da igual que tú pases todos los días por ahí y sepas exactamente cuánto dura el semáforo y arranques medio nanosegundo antes de que se ponga en verde: yo lo tengo que ver en verde.
Luego está lo de pitar. La obsesión de los conductores madrileños por tocar el pito es, como mínimo, psicoanalizable. Yo tengo mis teorías al respecto. Por si os lo estáis preguntando, todas ellas tienen que ver con pollas. Con pollas pequeñas, en concreto. Y de poco aguante.
Otra cosa que me tiene fascinada es el complejo de invisibilidad. Señor, si usted me está viendo a mí (por ejemplo, si usted ve que soy una mujer y que llevo una L, lo que claramente justifica que usted me grite o me pite por cualquier motivo real o imaginario), es de suponer que yo también estoy viendo COMO SE METE EL PUTO DEDO EN LA NARIZ, DE VERDAD, LA VISIBILIDAD FUNCIONA HACIA LOS DOS LADOS, POR FAVOR.
Que no sé cómo pretenden algunos que estemos pendientes de que el semáforo se ponga en verde, si a veces estamos absolutamente fascinadas con las exploraciones nasales de los señores de alrededor. O cosas peores.
Pero lo que me tiene absolutamente perpleja es el tema de las rotondas.
ROTONDAS.
Que se llaman así porque tienen forma circular. Y se hacen en forma circular, siguiendo las líneas del suelo, pin, pin, pin...
Salvo en Madrid.
En Madrid, las rotondas se hacen en forma de hashtag: SE CRUZAN EN LÍNEA RECTA Y A TOMAR POR CULO. NI PREFERENCIAS NI HOSTIAS, TODO DERECHO Y TONTO EL ÚLTIMO.
Glorieta en Madrid, dramatización.
Por motivos desconocidos, me dan pánico las rotondas y las glorietas. Sobre todo, la de plaza Elíptica, que no es que quiera yo acusar a nadie de machista ni nada, pero cuando voy yo con la L me empiezan a pitar nada más entrar, mientras que cuando va ZaraJota, haciendo lo mismo, no le chista nadie. Pero es que además vienen coches por todas partes, en línea recta, pasando de las marcas viales, de los semáforos y de la madre que los parió, a toda velocidad, por la izquierda, por la derecha y por la otra derecha, la de verdad.
Yo he intentado superar ese miedo a que la gente sea gilipollas a las rotondas e intento coger el coche aunque haya que pasar por plaza Elíptica, pero algunos días es como: mira, no puedo. Si hay que pasar por plaza Elíptica me voy en autobús.
Así fue como un día le dije a ZaraJota que condujera él, que se me iba a pasar la racha de Duolingo no me veía capaz de pasar por plaza Elíptica. Quitamos la L, la metimos en el maletero, ZaraJota se puso al volante y bueno, una cosa llevó a la otra, lo típico que pasa, y se empotró de culo contra un coche que había aparcado.
-Yo no he sido -dije, por si acaso.
-Pero cómo vas a ser tú si voy conduciendo yo.
-Bueno, yo qué sé.
ZaraJota se quedó en el coche buscando los partes porque es un antiguo y todavía no se ha enterado de que ahora se hacen online. Mientras, yo salí para dejar un papelito en el otro coche con nuestro teléfono o lo que fuera. La cosa no había sido muy grave, y nosotros solo teníamos roto el cristal del faro.
Mientras ZaraJota seguía buscando el parte, me acordé de que llevábamos un rollo de precinto transparente en el maletero y pensé: pues voy a ponerle un poco al faro antes de que esto vaya a más.
Abrí el maletero, cogí el precinto, se cayó la puñetera L que habíamos dejado en el maletero Dios sabe cuándo, la dejé en el maletero, se volvió a caer, la volví a recoger y me la puse bajo el brazo como un barra de pan, cogí el precinto y cuando estaba a punto de reiniciar la reconstrucción del faro, apareció el propietario del coche y me dijo:
-¿Has sido tú la que me ha dado?
Pues a ver ahora cómo le digo yo que no.
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