Esto os va a sorprender pero los libros ya no me caben en casa, en concreto en mi despacho casero de unos 4 metros cuadrados, y me he pillado un trastero, lo que pasa que lo llamo "almacén" porque suena como a más profesional.
Cada dos por tres lo tengo que reordenar porque los libros entran y salen y lo mismo tengo un hueco que media docena de cajas apiladas.
En la última reorganización, le pedí a ZaraJota que subiera a lo más alto de la estantería más alta de la parte más alta del almacén.
-¿Estás segura?
-Sí, sí, esos libros no tienen salida, ya no me van a hacer falta.
-¿No quieres revisar la caja antes de que la suba?
-No, no, si ya sé lo que hay, son libros defectuosos, machacados por correos, cosas así.
-Esto no parecen...
-En serio, sube la dichosa caja.
-Vale, pero si en algún momento la necesitas me avisas para que la baje.
-Sí, sí.
ZaraJota se fue y yo me quedé en el almacén ordenando cajas: Vayamos por partes I, aquí. Vayamos por partes II, allí. Vayamos por partes III...
-Uy.
Vayamos por partes, tercera parte, no aparecía por ninguna parte, valga la redundancia. Abrí todas las cajas una a una, y son muchas cajas. Vaya, que ya llevo unos cuantos libros. No apareció ni un solo ejemplar. Lo que sí apareció, después de revolver todo el almacén y ponerlo patas arriba, fue una caja de libros defectuosos.
-Uy.
Como poseo una inteligencia privilegiada, llegué rápidamente a la conclusión de que la caja que ZaraJota había subido a lo más alto de la más alta estantería no estaba llena de libros defectuosos, sino de ejemplares nuevecitos de Vayamos por partes III.
Caca.
Lo sensato había sido avisar a ZaraJota para que me ayudara a bajar la caja, pero entonces se enteraría de que no estaba llena de libros defectuosos.
Así que hice lo más maduro y sensato posible: intentar bajarla yo.
O sea, ¿cómo de difícil podía ser?
Después de varios intentos subiéndome a diferentes cajas, estanterías y muebles, descubrí que si me subía a un taburete y estiraba los dedos, rozaba con las yemas el borde de la caja. Me pegué a la estantería como si llevara intenciones deshonestas con ella, me estiré todo lo pude, y con las puntitas de los dedos fui atrayendo la caja hacia el borde.
Seguramente ya os habéis dado cuenta de que mi plan tenía un pequeño fallo. Yo también me di cuenta, enseguida. Concretamente, cuando la caja llegó al borde, lo superó, se me escurrió de entre los dedos y fue a parar de canto sobre mi cara.
Eso dolió.
Por suerte reaccioné rápidamente y conseguí sujetarla antes de que cayera al suelo. El problema fue que entre lo que pesaba y la velocidad de 9,8 m/s que había adquirido según bajaba, casi no pude con ella y me tambaleé en el taburete. Aferré con fuerza la caja entre un brazo y mi barbilla (nunca subestimes la utilidad de una barbilla, sobre todo si tiene papada) y usé la mano libre para aferrarme a una estantería que en ese momento estaba vacía y sin fijar a la pared.
Lo que sucedió a continuación les sorprenderá.
Salí del almacén a cuatro patas y examiné los datos. Se me estaba hinchando la frente ahí donde había aterrizado la caja, pero por lo demás parecía estar bien.
¡Y ZaraJota no me creía capaz de coger la caja yo sola!
¡Ja!
¡No necesito su ayuda para nada!
Al día siguiente me dolía la vida, sobre todo el cuello, la espalda y el brazo, aunque no el que se había llevado el golpe sino el otro, por llevar la contraria.
Por suerte, por esos días tenía cita telefónica con mi médico de cabecera, que me tenía que dar los resultados de una citología.
-Ya que me llamas -le dije-, ayer tuve un pequeño accidente con una caja...
-¿Y eso?
Le conté al médico toda la peripecia. Cualquier otra persona no se lo habría creído, lo que pasa es que mi médico me conoce.
-Lo raro es -le dije, como si todo lo demás fuera normalísimo- que lo que más me duele es el lado que no es.
-Eso es porque tu cuerpo instintivamente intenta proteger la cabeza.
-Claro, es donde está el cerebro.
-Sí, normalmente sí.
Eh... ¿normalmente?
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El viernes 15 a las 19:00, Sergio Morán, Diego Núñez y una servidora estaremos en Libros de Arena hablando de cosas.
Entrada libre hasta completar aforo. ¡Venirse!
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