Ya está aquí.
Y con aquí, me refiero a todas partes. Doquiera que se posen mis ojos, no hay más que cajas y cajas de libros que se extienden hasta el horizonte.
Y con aquí, me refiero a todas partes. Doquiera que se posen mis ojos, no hay más que cajas y cajas de libros que se extienden hasta el horizonte.
Salvo que no hay horizonte, sólo cajas.
Crónicas Funestas llegó a casa la semana pasada. De hecho, llegó varias veces, porque el señor repartidor no conseguía aparcar ni en doble fila (mi calle es complicada), así que durante un buen rato estuve sentada en el portal viendo cómo la furgoneta pasaba hacia arriba y hacia abajo hasta que se quedó libre un carga y descarga.
Para entonces yo empezaba a estar un poco nerviosa, porque llevaba como media hora en el portal con un cúter en la mano y llorando a todo llorar porque Nene-kun está a punto de graduarse de infantil y cada vez que me llega un mensaje del grupo de whatsapp de padres me pongo a echar el moco y la verdad es que no os lo recomiendo, porque cuando las mascarillas se mojan de pronto todo huele como a perro mojado y además que para mí como que pierden eficacia.
Que a mí me daba todo igual, pero había un señor de una inmobiliaria enseñando un piso, y las visitas iban llegando puntualmente cada quince minutos, y se encontraban a una loca gritando en plan Spanish drama con un cúter (rosa) en la mano, y por lo que sea no se llevaban una buena impresión.
Y eso que me había puesto pantalones y todo.
Total, que repartidor consiguió aparcar en un vado al final de la calle y llegar a la puerta de casa con una carretilla en la que había apilado unas cinco cajas, y le dije así toda sobrada:
-Déjalas aquí mismo, que ya las subo yo.
Porque justo ese día estaba con las cervicales jodidas y mogollón de vértigos y náuseas pero cuándo nos ha frenado eso. Además, estaba deseando quedarme sola para abrir las cajas, que para eso me había traído el cúter. Aparte de para espantar posibles compradores, claro.
-¿Segura?
-Pues claro. Sólo son cinco cajas.
-En este viaje.
-¿Cómo que en este viaje? ¿Hay más cajas?
-Claro, tengo un montón más en la furgoneta. Es un tochaco, sólo caben seis libros en cada caja.
-¿Y cuántas cajas hay?
-¿Cuántos libros eran?
-...
-...
-Pensándolo mejor, creo que deberías subirlos tú -le dije. Pero por no herir sus sentimientos, ¿eh? Que yo habría podido perfectamente.
El señor repartidor subió los libros (¿alguna vez he dicho que mi casa tiene ascensor, pero que está en entreplanta y que vayas donde vayas te comes un mínimo de seis escalones) y volvió a bajar al portal, donde estaba yo todavía porque no había querido ocupar el ascensor.
Vale, y porque después de subir unos treinta tochacos no estaba segura de si seguiría funcionando y me apetecía cero quedarme encerrada.
-Voy a hacer otro viaje -me dijo.
-Claro. ¿Quieres que me quedé aquí para sujetarte la puerta o algo?
El señor repartidor me miró de arriba abajo, con mi pañuelito de colores, mi mascarillas de unicornios y mi cúter rosa antes de contestar.
-Anda, sube a ver los libros, que se nota que tienes ganas.
Creo que es lo más bonito que me han dicho jamás.
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Os recuerdo que si queréis un algo extra podéis escribir a foscanetworks@gmail.com.
¡Los envíos ya están en proceso, atentos a los buzones!
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