Cuando nos dijeron que los niños podrían salir a pasear una hora al día se me saltaron las lágrimas de la emoción.
Han estado 46 días encerrados en casa, cosa que de por sí ya es bastante chunga para cualquier persona humana en general, pero para un niño que necesita saltar y correr y que le dé el aire, estar en un sitio pequeño, cerrado y en el que continuamente le recuerdan que hay vecinos en el piso de abajo POR FAVOR es una tortura.
Además no se cansan, pierden el apetito, nunca tienen ganas de dormir y cuando duermen, tienen pesadillas. Hace algunas noches, a Nene-kun se le escapó el pis. Nena-chan llora entre sueños. Yo no recuerdo cuando dormí más de tres horas seguidas. En 2012, probablemente.
En fin.
Luego empezaron don los matices.
Los niños pueden salir una hora al día, manteniendo todas las medidas de seguridad, pero deben quedarse en un radio de un kilómetro de su domicilio.
Venga, vale.
Para Madrid, un kilómetro es poquísimo. Por ejemplo, el colegio está a exactamente un kilómetro, y se considera "cerca".
Que lo he mirado en Google Maps.
La casa de los abuelos también está "cerca", a 1,2 kilómetros, pero no lo bastante como para "pasear" casualmente hasta allí y dejarnos a los niños olvidados en la puerta. Que no lo digo por mí, que lo digo por una amiga que pensó hacerlo.
Pero no lo ha hecho.
Todavía.
-Bueno -le dije a ZaraJota-, de todas formas nadie sabe si estás a un kilómetro de tu casa o a dos.
-La policía puede pedirte el dni, y en el dni viene tu dirección.
-Jajaja, noooo, porque todavía tengo la antigua. ¡Chúpate esa, estado policial!
-Lorz...
-¿Qué?
-Que entonces solo puedes moverte en un radio de un kilómetro con respecto a la antigua.
-Jo.
Volví a Google Maps. La casa antigua está a exactamente un kilómetro en línea recta de la nueva.
Por los pelos.
O sea, que puedo pasear con los niños en dirección a mi casa antigua y de vuelta.
Al principio estaba muy ilusionada por lo de salir con ellos y eso, pero luego pensé jo, qué pereza. Es cuesta arriba, da el sol, es una calle feísima... Para sacar a lo niños por ahí, casi mejor los ponemos a dar vueltas por el parking, que por lo menos no se queman, no sé.
Así que le dije a ZaraJota:
-Creo que es mejor que seas tú quien salga con los niños.
-¿Y eso?
-Bueno, como tengo la dirección antigua y esa calle es feísima, casi que no compensa. Además tú puedes apañarte solo con los dos, solo tienes que asegurarte de que no corran, que no se separen de ti, que se porten bien, que no toquen nada, que estornuden o tosan en el codo, que no se limpien los mocos en la manga, que usen bien el desinfectante, que no se toquen la cara, que no se quiten la mascarilla, que se queden en la acera, que no monten el pollo cuando les digas que no pueden ir al parque; asegúrate de que no pasan frío ni calor y que no les dé mucho el sol y que el niño no pase sed, que ya sabes que se le resecan mucho los labios, y mándame una foto cada treinta segundos y un mensaje cada treinta y tres y...
-¿Sabes qué, Lorz?
-Qué.
-Que lo estoy pensando, y me parece que yo también voy a tener la dirección antigua.
Pues también es mala suerte.
27 abril 2020
20 abril 2020
Prioridades
Querida Nena-chan.
Desde que empezó el confinamiento,
hemos hecho:
un cartel de ánimo para ponerlo en el balcón,
flores para convertir el salón en un jardín,
un taller de estampación,
un castillo con material reciclado,
búsqueda de huevos de pascua,
una mona,
un vídeo para celebrar el cumpleaños de Amiga-chan
(este me lo guardo para la posteridad),
conejos,
dos fiestas de cumpleaños vía Skype,
pan, tarta y pizza casera;
hemos aprendido:
a tocar el Himno de la Alegría, La cucaracha y Feliz cumpleaños con el pianot,
a hacer las camas,
la tabla del 6, en proceso la del 7;
hemos visto unas ochocientas películas y leído unos ocho mil libros,
hemos hecho guerras de cosquillas,
has escrito tu propio animalario y estamos escribiendo a cuatro manos un libro de superhéroes...
Así que me gustaría saber, si no es mucha indiscreción, por qué cuándo le profe te pide que anotes qué has hecho estos días, tú respondes:
DESAYUNAR Y LAVARME LOS DIENTES.
Pd: no es broma.
Desde que empezó el confinamiento,
hemos hecho:
un cartel de ánimo para ponerlo en el balcón,
flores para convertir el salón en un jardín,
un taller de estampación,
un castillo con material reciclado,
búsqueda de huevos de pascua,
una mona,
un vídeo para celebrar el cumpleaños de Amiga-chan
(este me lo guardo para la posteridad),
conejos,
dos fiestas de cumpleaños vía Skype,
pan, tarta y pizza casera;
hemos aprendido:
a tocar el Himno de la Alegría, La cucaracha y Feliz cumpleaños con el pianot,
a hacer las camas,
la tabla del 6, en proceso la del 7;
hemos visto unas ochocientas películas y leído unos ocho mil libros,
hemos hecho guerras de cosquillas,
has escrito tu propio animalario y estamos escribiendo a cuatro manos un libro de superhéroes...
Así que me gustaría saber, si no es mucha indiscreción, por qué cuándo le profe te pide que anotes qué has hecho estos días, tú respondes:
DESAYUNAR Y LAVARME LOS DIENTES.
Pd: no es broma.
13 abril 2020
La mascarilla
Hace unos días, en el supermercado, una viej... anciana me llamó inconsciente por no llevar mascarilla. Aquello me sentó muy mal porque es verdad que soy una inconsciente, pero de toda la vida, mucho antes de que llevar mascarilla se pusiera de moda.
Además, lo de no llevar mascarilla no era culpa mía: no se encuentran ni por todo el oro del mundo, y se supone que debemos reservarlas para las personas que realmente las necesitan, como, yo qué sé, la viej... anciana que se encaró conmigo.
El caso es que entonces me di cuenta de que yo era la única clienta del supermercado que no llevaba una mascarilla puesta. En serio. Las había de todo tipo: de chichinabo, de runner, de pintor, profesionales, hechas con retales o incluso de ganchillo. DE GANCHILLO. Que si no sirve para hacer preservativos ya me diréis para parar un virus mortal, pero bueno.
Me quedé en plan: o sois todos enfermos y/o grupos de riesgo, que entonces tendríais que estar en vuestra casa, o tenéis encima más tontería que la sonaja de una pandereta, pero bueno.
El problema es que se estaba produciendo el efecto playa nudista: cuando todos van desnudos, el que más llama la atención es el que va vestido. En mi caso, cuando todos van con mascarillas ridículas, el que más llama la atención es el que no la lleva. O lo que es lo mismo, yo.
Por primera vez desde que empezó toda la movida, pasé miedo en la calle. Pero no por el virus, sino por la gente. Que el confinamiento es muy malo para las cabezas y un día te gritan por no llevar mascarilla y al siguiente te llevan a la plaza del pueblo y te tiran al pilón.
Con el frío que está haciendo esta semana santa.
Entonces vino en mi rescate Ca_ín, que me recomendó este tutorial.
Lo que pasa es que ¿para qué seguir un tutorial cuando puedesquemar crear tu propia mascarilla?
Pensé que podía hacer mi propia mascarilla basándome en una que tenemos por casa:
Seguramente estáis pensando: ¿y por qué no usas directamente esa mascarilla?
Bueno, el dentista se la regaló a los niños la primera vez que fueron a consulta, hará como tres años, y la han estado usando para jugar desde entonces. No solo no protege del coronavirus sino que, probablemente, sea el origen.
El caso es que después de relativamente poco esfuerzo tenía mi propia mascarilla.
Lo que es proteger no protege ni del polvo, pero me queda monísima y me realza mucho los ojos, que es lo importante.
Entonces intervino mi madre, que ya ha hecho unas cuantas mascarillas para que le peguen con todo:
-Le puedes poner algo por dentro.
-Ay, qué bien, pues voy a meter el móvil.
-No, Lorz, para que te haga de filtro.
-Ah. ¿Cómo una artesa?
-...quizá algo más pequeño y, bueno, cómodo y... ¿cómo diría? Realista. Hay gente que está usando compresas.
Vaya.
La verdad es que la idea era buenísima, porque las compresas tienen una capa de plástico, muchas de celulosa, se quedan fijas con el pegatrón y se pueden cambiar cada vez que se quiera.
El problema es que no tengo compresas en casa porque yo soy más de copa menstrual.
Pero bueno... supongo que al final lo mismo da una cosa que otra.
Además, lo de no llevar mascarilla no era culpa mía: no se encuentran ni por todo el oro del mundo, y se supone que debemos reservarlas para las personas que realmente las necesitan, como, yo qué sé, la viej... anciana que se encaró conmigo.
El caso es que entonces me di cuenta de que yo era la única clienta del supermercado que no llevaba una mascarilla puesta. En serio. Las había de todo tipo: de chichinabo, de runner, de pintor, profesionales, hechas con retales o incluso de ganchillo. DE GANCHILLO. Que si no sirve para hacer preservativos ya me diréis para parar un virus mortal, pero bueno.
Me quedé en plan: o sois todos enfermos y/o grupos de riesgo, que entonces tendríais que estar en vuestra casa, o tenéis encima más tontería que la sonaja de una pandereta, pero bueno.
El problema es que se estaba produciendo el efecto playa nudista: cuando todos van desnudos, el que más llama la atención es el que va vestido. En mi caso, cuando todos van con mascarillas ridículas, el que más llama la atención es el que no la lleva. O lo que es lo mismo, yo.
Por primera vez desde que empezó toda la movida, pasé miedo en la calle. Pero no por el virus, sino por la gente. Que el confinamiento es muy malo para las cabezas y un día te gritan por no llevar mascarilla y al siguiente te llevan a la plaza del pueblo y te tiran al pilón.
Con el frío que está haciendo esta semana santa.
Entonces vino en mi rescate Ca_ín, que me recomendó este tutorial.
Lo que pasa es que ¿para qué seguir un tutorial cuando puedes
Pensé que podía hacer mi propia mascarilla basándome en una que tenemos por casa:
Seguramente estáis pensando: ¿y por qué no usas directamente esa mascarilla?
Bueno, el dentista se la regaló a los niños la primera vez que fueron a consulta, hará como tres años, y la han estado usando para jugar desde entonces. No solo no protege del coronavirus sino que, probablemente, sea el origen.
El caso es que después de relativamente poco esfuerzo tenía mi propia mascarilla.
Lo que es proteger no protege ni del polvo, pero me queda monísima y me realza mucho los ojos, que es lo importante.
Entonces intervino mi madre, que ya ha hecho unas cuantas mascarillas para que le peguen con todo:
-Le puedes poner algo por dentro.
-Ay, qué bien, pues voy a meter el móvil.
-No, Lorz, para que te haga de filtro.
-Ah. ¿Cómo una artesa?
-...quizá algo más pequeño y, bueno, cómodo y... ¿cómo diría? Realista. Hay gente que está usando compresas.
Vaya.
La verdad es que la idea era buenísima, porque las compresas tienen una capa de plástico, muchas de celulosa, se quedan fijas con el pegatrón y se pueden cambiar cada vez que se quiera.
El problema es que no tengo compresas en casa porque yo soy más de copa menstrual.
Pero bueno... supongo que al final lo mismo da una cosa que otra.
06 abril 2020
El aprovisionamiento
Me he hecho una experta en aprovisionamiento durante la plaga.
Es más: estoy haciendo un estudio de qué se agota antes y por qué, para legárselo a las generaciones futuras.
Pensaba que, una vez declarado el estado de emergencia, lo primero que se agotaría en los supermercados serían las latas de fabada litoral y de melocotón en almíbar.
Es que soy de pueblo.
Sin embargo, la realidad ha superado una vez más a la ficción y hemos vivido escasez de los productos más absurdos que uno imaginarse pueda.
Como todos sabemos, lo primero que se agotó fue el papel higiénico.
La prima de ZaraJota tenía una teoría al respecto:
¿Por qué necesitamos tanto papel higiénico? Pues porque uno estornuda y diez se hacen caca.
Vale, no es una teoría. Es un chiste. Presuntamente. Nos lo mandó mientras estaba ingresada por COVID, así que no se lo vamos a tener en cuenta.
Mi madre tenía otra:
El papel higiénico es más grande, y caben menos unidades por palé. Seguramente se han vendido menos paquetes de papel higiénico que de cervezas, por ejemplo, pero en el papel higiénico se nota más. Y claro, una vez que se empieza a ver que no hay papel, la gente entra en pánico y acapara.
Otra teoría, que leí en algún artículo y no recuerdo cuál:
En las películas, cuando hay un apocalipsis la gente llena los carros de papel higiénico (es grande, barato, no pesa, y no hace ruido ni daño si se cae durante el rodaje) y esa imagen se ha quedado grabada en el imaginario colectivo de tal forma que, en cuanto nos anuncian el apocalipsis, llenamos el carro de papel higiénico.
Yo tengo otra teoría:
Se hace mucha caca cuando no tienes nada que hacer más que ver la tele y comer. Pero mucha, mucha.
Ahora el papel higiénico ya no falta, pero sigue estando rodeado de una especie de aura de artículo de lujo: en algunos supermercados lo ponen en los frontales, al lado de las cajas, para que se vea que hay.
Lo siguiente que eché en falta fue la leche, al menos durante los primeros días: llegamos al extremo que solo se encontraba leche marca Día. Saquen sus propias conclusiones.
Lo de la leche tiene su lógica: la leche en brick dura mucho y con los niños en casa se consume a una velocidad cercana a la de la luz: en mi casa caen cerca de dos litros al día, catorce a la semana, y si la intención es no salir a la compra en dos semanas necesitamos... bueno, no tengo la calculadora a mano pero yo diría que muchos.
Luego empezó a faltar la harina.
Desde mi punto de vista tardamos mucho en llegar a este punto, o sea, ¿dónde está la generación de la posguerra cuando se necesita? Con harina y un par de cosas más se pueden hacer un montón de cenas de pobre. Quizá no tengan la aprobación de los mejores nutricionistas, pero el virus tampoco y mira lo bien que le va.
Sin embargo, la harina no se agotó para hacer buñuelos, sino para hacer pan.
Científicos de todo el mundo han estudiado este fenómeno y todavía no saben si es una muestra de compromiso con la política de salir de casa lo menos posible o que somos todos tontos del culo, pero esperan llegar a una conclusión en breve.
Lógicamente, si nos ponemos a hacer pan como locos, lo siguiente que falta es la levadura. Pero a lo bestia. En estos momentos es imposible encontrar levadura de ningún tipo y el FMI se plantea eliminar el patrón oro y crear un nuevo sistema monetario basado en los sobrecitos de Royal.
Pero cuando Dios te quita la levadura, Youtube te da tutoriales de masa madre. Y ¿con qué se hace la masa madre? Con harina integral.
La harina integral desapareció de nuestras vidas, y ahora mismo es tan difícil de encontrar como el vellocino de oro, la ciudad perdida de Atlantis o la levadura.
También han desaparecido algunos tipos de pasta, pero no todos. Algunos días hay solo espaguetis y al siguiente puede haber solo caracolas, es un misterio. Curiosamente, no ha habido escasez de tomate frito y/o triturado. ¿Con qué os estáis haciendo los macarrones, so degenerados?
Hasta aquí las cosas a las que les veo una cierta lógica. Ahora entramos en Villa Maracas.
Es imposible encontrar jabón de manos en gel. El normal de toda la vida. PERO VAMOS A VER. Que sí, que nos han dicho que nos lavemos mucho las manos, y me alegra ver que todos os las estáis lavando mucho, pero con un poco de lógica.
Vaya, que si estás en casa todo el día rascándote los huevos y sin contacto ninguno con el mundo exterior para qué te vas a lavar las manos cada media hora, que se te va a caer la piel. Sobre todo teniendo en cuenta que, hasta donde sabemos, los testículos no son transmisores de coronavirus.
Otra cosa que ha desaparecido sin motivo aparente son las natillas de fresa, probablemente porque es una guarrería que no le gusta a nadie salvo a ZaraJota (no descarto que sea gay). El caso es que hay de todos los sabores menos de fresa.
La lejía y el sanitol. A no ser que estéis aprovechando el confinamiento para hacer limpieza y/o asesinar discretamente a vuestras familias, es totalmente inexplicable.
Las palomitas de maíz. Espero que tarde o temprano alguien exija responsabilidades a Netflix, HBO y Disney+.
El maíz en lata. Vosotros sabéis que con eso no se pueden hacer palomitas, ¿verdad? Que os veo capaces.
Por último, y para mi total desconcierto, han desaparecido los calabacines.
Pero a ver. Que yo entiendo que estamos en una situación muy difícil, que hay que liberar tensiones y todo eso... pero usad un satisfyer, que es mucho más higiénico, por favor.
Pd: Mis libros siguen disponibles en Lektu.