Llevamos un mes con los dientes que nos os podéis imaginar, ni falta que os hace porque os lo pienso contar con detalle en cuanto le encuentre la p*t* gracia.
Mientras tanto y para esta historia, solo necesitáis saber que el dentista le echó un vistazo a la boca de Nena-chan y nos dijo:
-A esta niña se le mueven los dientes.
Lo que no se le mueva a esta niña, pensé, porque la nena nos ha salido un poco inquieta y hasta dormida da saltos en la cama, y yo no tengo nada en contra de los saltos en la cama, pero es que duerme en la litera de arriba y cualquier día se va a estampar contra el techo, y lo acabamos de pintar.
-Mira -insistió el dentista.
Y le dio un meneo a los incisivos inferiores que aquello se bamboleaba como palmera agitada por el viento.
-¡ARG!
-No se preocupe -me dijo el dentista, que es que no me conoce todavía-. Esto va para largo. Seis meses o un año, calculo.
Exactamente dos semanas más tarde llegué a casa y Nena-chan se me echó encima.
-¡Miramamásemehacaídoundientemiramamámiramamá!
Y abrió la boca y, cierto es, donde antes había un diente, ahora había un hueco.
-Ay, ay, ¿cómo te lo has hecho? -le pregunté, porque las cosas como son: desde que empezó el colegio hemos tenido labio partido (dos veces), ceja partida (una), lengua hinchada (una), ojos morados (he perdido la cuenta, el último esa misma semana, con derrame incluido), arañazos y moratones (ni siquiera empecé la cuenta, porque para qué), y una piedra en nariz (no preguntéis), que de verdad a veces pienso que en ese colegio la enfermera está porque tiene que estar, pero el hielo solo lo hacen por mi hija.
-Se he me ha caído solo.
-¿Después de darte un trompazo con...?
-Con la mesa, pero el diente no se me ha caído por eso.
Lentamente la verdad penetró en mi cerebro: a Nena-chan se le ha caído un diente por causas naturales.
Se me escapó una lagrimita.
¿Cómo era posible?
En lo que a mí respecta, le salieron prácticamente ayer (¿o eso era a Bebé-kun?). No le han durado nada: debe ser por la obsolescencia programada.
Nena-chan me dio el diente envuelto en una servilleta de papel y yo flipé infinito porque no lo hubiera perdido, teniendo en cuenta que todos los días pierde las gomas para el pelo y las lleva atadas a la cabeza.
Pero claro, si pierdes la goma no pasa nada mientras que el diente lo necesitas para...
-¡Vamos a ponerlo debajo de la almohada para que venga el ratoncito Pérez!
Restos humanos en la cama y un ratón corriendo por la casa mientras dormimos: para que luego digan que la maternidad no es emocionante.
Le busqué a Nena-chan una cajita, metimos el diente dentro y luego la cajita en la funda de la almohada, en la esquina superior derecha, que es un dato que se me quedó grabado sin razón aparente, no es porque pensara utilizarlo luego para nada ni nada de eso, ¿eh? Que vosotros sois mucho de sospechar.
Y después nos metimos en la cama: Nena-chan en la litera de arriba y yo en la de abajo.*
A los cinco minutos Nena-chan estaba durmiendo a pierna suelta.
Qué manera de roncar, oigan.
Ni esperar despierta al ratoncito Pérez ni leches.
Mientras tanto, yo no conseguía conciliar el sueño. No paraba de pensar en el ratón. La litera de abajo está a ras de suelo para que Bebé-kun no se esmorre en el hipotético caso de que algún día se decida a dormir ahí, pero tiene el inconveniente de ser muy ratón friendly, creo.
La verdad es que no tengo mucha experiencia con ratones.
Cuando vivíamos en el pueblo, el gato solía cazar ratones y traérmelos a la cama. Siempre pensé que era porque me quería mucho (cada uno se consuela como puede), pero luego leí en algún lado que cuando un gato hace eso es porque te considera débil y te está enseñando a cazar para que aprendas a valerte por ti mismo.
Encima de guarro, hijoputa, el gato.
Luego me acordé de que tenía otra experiencia con ratones en abundancia: una vez una señora ratona en estado de buena esperanza se hizo el nido en uno de los colchones del cortijo.
Era un colchón de gomaespuma y no se usaba mucho, las cosas como son.
La buena ratona debía estar a sus anchas. Lo que pasa es que entonces a la abuela se le ocurrió que era buen momento para poner en práctica esa bonita costumbre doméstica de darle la vuelta al colchón para que no coja forma, que digo yo que qué más le daría, si alguna forma hay que tener y allí no dormía nunca nadie.
Total, que le dice a mi padre que le ayude a darle la vuelta al colchón y de pronto empezaron a salir ratones por todas partes, y empezaron a correr por todas partes, y nosotras empezamos a correr por todas partes también, y mi padre empezó a decirnos pero qué hacéis, estaros quietas que los vais a pisar y yo con la sangre me mareo.
Resumiendo: se lió parda. O mejor dicho, se lió gris. Gris ratón.
En la litera de abajo, yo no paraba de pensar en la ratona que hizo el nido y en el ratoncito Pérez entrando en casa y lo cerca que estaba yo del suelo y no es que sea aprensiva ni nada pero así como a media noche me abracé a un zapato y tomé la firme resolución de estamparlo contra lo primero que viera moverse cerca de mí, y de quedarme despierta toda la noche si hacía falta.
No pegué ojo.**
No hubo movimiento en toda la noche, pero, al amanecer, empecé a oír ruidos en la litera de arriba.
Crujiditos.
Agarré el zapato con más fuerza y esperé.
-Mamá -oí al poco-, hay algo debajo de mi almohada.
Pues si es gris, blandito y peludo no cuentes conmigo para mirar.
*ZaraJota y yo llevamos un mes durmiendo en camas separadas, incluso en habitaciones separadas: él con Bebé-kun y yo con Nena-chan. Si se os ocurre una forma mejor de destetar al lechoncillo de mi hijo soy toda oídos.
**Por una vez voy a reconocer que todo esto es mentira: en realidad no podía dormir porque estaba emocionadísima y no quería perderme el momento en que Nena-chan descubriera el regalito que el ratoncito Pérez le había puesto debajo de la almohada.
Llévalos a ver la casa de Ratón Pérez en Madrid(si no la han cerrado) y ahí si te emocionarás viéndolos.
ResponderEliminarHola, soy Lorz que como siempre no puedo comentar en mi propio blog. Le tengo una manía a la casa del Ratoncito que no puedo con ella, pero el amor de madre lo puede todo y espero ir en breve.
EliminarAl final nos hemos quedado sin saber qué le había dejado el Ratón a NenaChan
ResponderEliminarUn Playmobil : )
EliminarYo también quiero saber qué le trajo!! Besotes.
ResponderEliminarVéase : )
EliminarJo tia, no nos dejes con este suspense y angustia ratoniles :)
ResponderEliminarBesos y salud
Véase :)
EliminarNecesitamos Ratoncito Pérez para adultos. Echo de menos ser pequeña.
ResponderEliminarNOOOOO!!!
EliminarLo de la piedra en la nariz me suena. O es más común de lo que parece o quizás si la llevaste al centro de salud la atendió un familiar que se quedó flipando.
ResponderEliminarLa atendió la enfermera del colegio, que está a jornada completa por ella : )
EliminarNos dijeron que era muy común en los niños "inteligentes, con curiosidad por su cuerpo". Su propio hijo se metió un garbanzo. BROTÓ.
¡Un playmobil? En mis tiempos dejaba una moneda que alcazaba para chicles y poco más... O será que a mi me tocó ser atendido por la sucursal tercermundista.
ResponderEliminarSoy una ex metepiedras en la nariz. Mi madre me las sacaba con un imperdible. Cuando fui consciente del mal rato que pasaba -ella-, dejé de hacerlo.
ResponderEliminarA mí me traía dinero que iba íntegro a la hucha. A mis hijos también. Ante sus sospechas hubo que cambiar monedas por billetes, porque, además de dejar entreabierta la ventana del salón ( ¿por dónde va a entrar si no le dejamos la puerta abierta?), decían que ¿cómo iba a subir diez pisos cargado con una moneda?...
Esto....y el horno?
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