Ay, que no he contado por aquí lo del bichopollo...
Un día de estos en los que me dolía la espalda un horror e iba (tarde) camino al colegio con los dos niños, las dos mochilas, mi bolsaco y dios sabe qué más nos encontramos un bichopollo perdido en Valle de Oro (la calle se llama así, creo que en sentido irónico porque debe de ser una de las calles más sucias de todo Madrid).
El bichopollo iba dando saltitos por el suelo y se acercaba a todo el que pasaba en plan "¿eres mi madre? ¿no? Pues te pareces".
La madre estaba en un árbol y lo llamaba, pero el bichopollo estaba a por uvas totalmente, y supongo que con tanta gente alrededor no se atrevía a bajar a por él.
Me paré con los niños para ver si el pobre bichopollo estaba bien, y entonces se empezó a parar más gente, y una chica consiguió atraparlo, pero el bichopollo debió sospechar que aquello no era su madre y le soltó un picotazo que no veas, de pronto tenía más pico que cuerpo, el j*d** bicho.
Entonces llegó un viej... anciano y nos dijo que lo que había que hacer era lanzarlo al aire y que el bichopollo volaría solo.
Debo decir que en aquel momento nos pareció que aquello tenía todo el sentido del mundo.
La chica, que todavía estaba intentando defenderse de los picotazos, dijo que no se atrevía, así que el viej... anciano le quitó al bichopollo y lo lanzó al aire con tanta energía que si lo ven en Estados Unidos me lo fichan para un equipo de béisbol.
El bichopollo ascendió...
abrió las alas...
y luego cayó a plomo, dando lo que podríamos denominar un buen pollazo.
Por suerte cayó en un parterre y en blando, y digo por suerte porque algún degenerao se ha dedicado a tirar escombros ahí, escondiéndolos entre la vegetación, y a mí no me gusta criticar pero los escombros llevan meses ahí y el servicio de limpieza del ayuntamiento no los retira.
Volviendo al bichopollo, se quedó ahí protegido por la vegetación, y es de esperar que la madre bajara a buscarlo tarde o temprano.
Nos hubiera gustado quedarnos para ver el desenlace pero ya llegábamos tarde al colegio... y no descarto que fueran los gritos de los niños los que estuvieran asustando a la madre, para empezar.
Total, que unos días más tarde volvemos a pasar por el mismo parterre, y Bebé-kun se empieza a meter entre los arbustos (y los escombros).
-¿Qué haces?
-USCANDO ICHOPOLLO.
Verás si al final se convertirá en el nombre oficial de la especie.
Gracias a esta historia y a Otro Ser Humano descubrí qué hacer si te encuentras un bichopollo en el suelo.
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30 julio 2018
23 julio 2018
Frozen Superstar
Esto no lo sabéis porque apenas lo he dicho, pero estoy muy jodida de la espalda.
Hace muchos meses que me duele el pecho, y he ido al médico varias veces (una de ellas, con dolor en pecho y brazo izquierdo, estaba convencida de que me estaba dando un infarto) y siempre me decían que era ansiedad.
-Pero no puede ser -les decía yo-, he tenido ataques de ansiedad antes y no se parecían nada a esto.
-Bueno, es que la ansiedad se manifiesta de muchas formas.
-Y es que además me pongo peor los fines de semana y en vacaciones, cuando estoy con los niños.
-...
-Mis hijos NO me producen ansiedad.
-Bueno, es que la ansiedad es muy puñetera, a veces se manifiesta cuando empiezas a relajarte.
Pues vaya m**rd*.
Al final llegó el día en que no podía andar recto. Ni levantar los brazos. Ni girar el cuello. Era prácticamente un ent. Y el médico reconoció que, efectivamente, tengo la espalda muy j*d*d*.
Llevo desde entonces yendo al fisio y me va fenomenal, calculo que en cien o doscientas sesiones más podré moverme como una persona normal.
Mientras tanto estamos abusando de mis padres más de lo que es habitual, tanto para ocuparse de los niños como para prestarnos el coche.
La última vez fue la semana pasada, cuando tuvimos la ocurrencia de pasar el día en el zoo.
Debo decir que los niños no están acostumbrados al coche y por lo general o se aburren y se ponen tontísimos o, cito a Nena-chan, "gomitan". Los trayectos más o menos largos en coche suelen ser una pesadilla, por eso le dije a ZaraJota que se acordara de coger algo de música para el camino.
-Sí -contestó él con la verborrea que le caracteriza.
Así que llegamos al coche y como es de esos mágicos que funcionan por proximidad nada más subirnos empezó a sonar la música.
-Esto es Jesucristo Superstar.
Y locuaz como siempre, me contesta:
-Sí.
Total, que termina de atar a los niños, se sienta, se pone el cinturón y arranca. Yo estaba esperando que cambiara la música, porque todavía no entiendo cómo funciona el aparato mágico de reproducir cds, pero él seguía conduciendo como si tal cosa, y yo no quería decirle nada porque se pone muy tenso cuando conduce (a veces se crispa tanto que incluso dice palabrotas, como "Em c*g* en sant Pere beneït").
Mientras tanto yo me iba mordiendo la lengua y pensando ya está, mi padre está pitopáusico perdido, ¡pues no se va a trabajar todos los días con un disco de Camilo Sesto!
Total que ahí estamos, mirando al infinito, ZaraJota con cara de concentración y yo pensando que a ver si pone el cd de Frozen antes de que los niños se aburran y/o gomiten, cuando de pronto va María Magdalena y canta "No sé como QUERER-LEEEE".
Y le dijo a ZaraJota:
-Esta no es la versión de Camino Sesto, esta es la que fuimos a ver tú y yo.
Y ZaraJota, impertérrito:
-Sí.
-¿Y cómo ha llegado esto al coche de mi padre?
Que no es que me importe, pero mi padre es de la generación "Yo no sé cómo AMARLO" y cuando escuchó la versión de "No sé cómo QUERERLE" casi le dio una embolia en el mismo teatro, de la impresión.
-Lo he traído yo -me explicó ZaraJota.
-¿Y eso?
-Me dijiste que trajera música.
-¡Para los niños!
-A los niños les gusta.
Efectivamente, los niños estaban ojipláticos en el asiento de atrás.
Y entonces empieza a sonar:
-¡Spoilers!
Y yo:
-MEJOR TE CALLAS QUE YA HABLAREMOS LUEGO TÚ Y YO.
En fin, que cuentan hasta cuarenta. Nenachan se queda un poco plof porque cuarenta es un número como muy tonto, no sé, redondea hasta cincuenta o algo. Y yo me quedo tranquila porque, bueno, lo peor ya ha pasado.
Es que a veces parezco tonta. ¡Será que no he visto procesiones ni nada!
De pronto y sin la menor provocación aquello empieza a todo volumen:
Pero los niños estaban absolutamente ojipláticos, cada uno en su sillita.
Total, que llegamos al zoo, desatamos a las criaturas, nos bajamos del coche, y le digo a ZaraJota:
-Desde luego ya te vale, ¡mira que ponerles Jesucristo Superstar a los niños!
Y me contesta con toda la calma:
-Bueno, han estado tranquilos todo el viaje, ¿no?
Ahora encima tendré que darle la razón.
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Hace muchos meses que me duele el pecho, y he ido al médico varias veces (una de ellas, con dolor en pecho y brazo izquierdo, estaba convencida de que me estaba dando un infarto) y siempre me decían que era ansiedad.
-Pero no puede ser -les decía yo-, he tenido ataques de ansiedad antes y no se parecían nada a esto.
-Bueno, es que la ansiedad se manifiesta de muchas formas.
-Y es que además me pongo peor los fines de semana y en vacaciones, cuando estoy con los niños.
-...
-Mis hijos NO me producen ansiedad.
-Bueno, es que la ansiedad es muy puñetera, a veces se manifiesta cuando empiezas a relajarte.
Pues vaya m**rd*.
Al final llegó el día en que no podía andar recto. Ni levantar los brazos. Ni girar el cuello. Era prácticamente un ent. Y el médico reconoció que, efectivamente, tengo la espalda muy j*d*d*.
Llevo desde entonces yendo al fisio y me va fenomenal, calculo que en cien o doscientas sesiones más podré moverme como una persona normal.
Mientras tanto estamos abusando de mis padres más de lo que es habitual, tanto para ocuparse de los niños como para prestarnos el coche.
La última vez fue la semana pasada, cuando tuvimos la ocurrencia de pasar el día en el zoo.
Debo decir que los niños no están acostumbrados al coche y por lo general o se aburren y se ponen tontísimos o, cito a Nena-chan, "gomitan". Los trayectos más o menos largos en coche suelen ser una pesadilla, por eso le dije a ZaraJota que se acordara de coger algo de música para el camino.
-Sí -contestó él con la verborrea que le caracteriza.
Así que llegamos al coche y como es de esos mágicos que funcionan por proximidad nada más subirnos empezó a sonar la música.
CHA CHA CHAAAA
CHA CHA CHAAAA
CHA CHA CHACHA CHA
CHA CHAA CHA CHAA
Y le digo a ZaraJota:-Esto es Jesucristo Superstar.
Y locuaz como siempre, me contesta:
-Sí.
Total, que termina de atar a los niños, se sienta, se pone el cinturón y arranca. Yo estaba esperando que cambiara la música, porque todavía no entiendo cómo funciona el aparato mágico de reproducir cds, pero él seguía conduciendo como si tal cosa, y yo no quería decirle nada porque se pone muy tenso cuando conduce (a veces se crispa tanto que incluso dice palabrotas, como "Em c*g* en sant Pere beneït").
Mientras tanto yo me iba mordiendo la lengua y pensando ya está, mi padre está pitopáusico perdido, ¡pues no se va a trabajar todos los días con un disco de Camilo Sesto!
Total que ahí estamos, mirando al infinito, ZaraJota con cara de concentración y yo pensando que a ver si pone el cd de Frozen antes de que los niños se aburran y/o gomiten, cuando de pronto va María Magdalena y canta "No sé como QUERER-LEEEE".
Y le dijo a ZaraJota:
-Esta no es la versión de Camino Sesto, esta es la que fuimos a ver tú y yo.
Y ZaraJota, impertérrito:
-Sí.
-¿Y cómo ha llegado esto al coche de mi padre?
Que no es que me importe, pero mi padre es de la generación "Yo no sé cómo AMARLO" y cuando escuchó la versión de "No sé cómo QUERERLE" casi le dio una embolia en el mismo teatro, de la impresión.
-Lo he traído yo -me explicó ZaraJota.
-¿Y eso?
-Me dijiste que trajera música.
-¡Para los niños!
-A los niños les gusta.
Efectivamente, los niños estaban ojipláticos en el asiento de atrás.
Y entonces empieza a sonar:
CHA CHA CHARARÁ
CHA CHA CHARARÁ
Y pienso: verás como ahora se lía.
CHA CHA CHARARÁ
CHA CHA CHARARÁ
UNO
CHA CHA CHARARÁ
CHA CHA CHARARÁ
DOS
CHA CHA CHARARÁ
CHA CHA CHARARÁ
TRES
-Mamá -pregunta Nena-chan-, ¿qué están saciendo?
CHA CHA CHARARÁ
CHA CHA CHARARÁ
CUATRO
-Nada, hija, aprendiendo a contar.
CHA CHA CHARARÁ
CHA CHA CHARARÁ
CINCO
-¿Van a contar hasta ciento cien?
CHA CHA CHARARÁ
CHA CHA CHARARÁ
SEIS
-No, no, solo hasta el cuarenta.
CHA CHA CHARARÁ
CHA CHA CHARARÁ
SIETE
Y entonces salta ZaraJota.-¡Spoilers!
Y yo:
-MEJOR TE CALLAS QUE YA HABLAREMOS LUEGO TÚ Y YO.
En fin, que cuentan hasta cuarenta. Nenachan se queda un poco plof porque cuarenta es un número como muy tonto, no sé, redondea hasta cincuenta o algo. Y yo me quedo tranquila porque, bueno, lo peor ya ha pasado.
Es que a veces parezco tonta. ¡Será que no he visto procesiones ni nada!
De pronto y sin la menor provocación aquello empieza a todo volumen:
CLAVADLO EN UNA CRUZ
CLAVADLO EN UNA CRUZ
CLAVADLO EN UNA CRUZ
Y yo mirando a los niños de reojo, pensando que a lo mejor había suerte y se aburrían y/o gomitaban.Pero los niños estaban absolutamente ojipláticos, cada uno en su sillita.
Total, que llegamos al zoo, desatamos a las criaturas, nos bajamos del coche, y le digo a ZaraJota:
-Desde luego ya te vale, ¡mira que ponerles Jesucristo Superstar a los niños!
Y me contesta con toda la calma:
-Bueno, han estado tranquilos todo el viaje, ¿no?
Ahora encima tendré que darle la razón.
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16 julio 2018
El monstruo de Frankenstein
El otro día me fui al cine a ver Mary Shelley con ZaraJota.
Me gustaría daros mi opinión al respecto pero no puedo porque me fui del cine a la mitad cabreada como una mona.
Y mira que últimamente voy tan poco al cine que todo me parece bien.
Que me gustan hasta los anuncios de restaurantes para bodas que ponen antes de los trailers, no os digo más.
Pero aquello era absolutamente insufrible.
Al principio pensé que el problema era yo, que había leído demasiado sobre Mary madre, Mary hija y el resto de la parentela. Pero entonces miré a ZaraJota y le vi la cara de espanto y me dije mira, esta vez el problema no soy yo, es la película.
Y la película es un horror.
Como dicen en No Submarines, lo que nos están intentando vender como una historia feminista sobre la formación de una escritora es, en realidad, la biografía de Mary Shelley contada por la vieja del visillo. Uy, uy, uy, que la madre era una guarrilla que se murió cuando ella tenía diez días. Uy, uy, uy, que el padre se volvió a casar, y la madrastra no veas el carácter que tiene. Uy, uy, uy, que me han dicho que a la chica le ha dado por leer novelas de misterio. Uy, uy, uy, los acreedores. Uy, uy, uy, que se ha fugado con el novio. Uy, uy, uy, que el novio ya estaba casado. Uy, uy, uy, que tiene una hija y todo. Uy, uy, uy, la hermana. Uy, uy, uy, más acreedores. Uy, uy, uy, BYRON (con el rabillo del ojo pintao).
Y claro, después de todo a la chiquilla no le queda más remedio que escribir Frankenstein.
Porque los lexatines no se habían inventado y eso.
Yo miraba la pantalla con la boca abierta porque a ratos no sabía si estaba viendo Blancanieves o Juana la Loca.
Desde luego, no estaba viendo nada feminista. Al contrario, lo que estaba viendo era como el talento de una mujer excepcional iba quedando en segundo plano porque el cotilleo era más importante que ella.
Los actores parecen estar pensando lo mismo, o, al menos, preguntándose qué hacen allí. Muy fuerte. Todavía no tengo claro qué pinta el personaje de Maisie Williams, aparte de justificar que se trata de una película feminista. Porque ¿cómo no va a ser feminista una película con Maisie Williams?
Pero lo peor es la pobre Elle, que con cada mirada al infinito parece estar viendo un Oscar que se aleja.
Bueno, lo peor no. Lo peor es que está todo mal. Desde el número de hijos de Shelley hasta la línea temporal, pasando por un vestuario en el que parecen haber asaltado el armario de la BBC al grito de "¡cualquier cosa con corte imperio nos vale!".
Ahora bien, lo que me terminó de cabrear es que pintan a Claire de tontita. Tontita guarrilla, eso sí, pero tontita. Porque igual si pones a dos mujeres inteligentes en la misma película el universo implota o algo.
En fin. Que cuando solo le quedaba media hora para acabar decidimos que no podíamos más, nos levantamos y nos fuimos.
Así al menos podremos fingir que mejoraba al final.
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Me gustaría daros mi opinión al respecto pero no puedo porque me fui del cine a la mitad cabreada como una mona.
Y mira que últimamente voy tan poco al cine que todo me parece bien.
Que me gustan hasta los anuncios de restaurantes para bodas que ponen antes de los trailers, no os digo más.
Pero aquello era absolutamente insufrible.
Al principio pensé que el problema era yo, que había leído demasiado sobre Mary madre, Mary hija y el resto de la parentela. Pero entonces miré a ZaraJota y le vi la cara de espanto y me dije mira, esta vez el problema no soy yo, es la película.
Y la película es un horror.
Como dicen en No Submarines, lo que nos están intentando vender como una historia feminista sobre la formación de una escritora es, en realidad, la biografía de Mary Shelley contada por la vieja del visillo. Uy, uy, uy, que la madre era una guarrilla que se murió cuando ella tenía diez días. Uy, uy, uy, que el padre se volvió a casar, y la madrastra no veas el carácter que tiene. Uy, uy, uy, que me han dicho que a la chica le ha dado por leer novelas de misterio. Uy, uy, uy, los acreedores. Uy, uy, uy, que se ha fugado con el novio. Uy, uy, uy, que el novio ya estaba casado. Uy, uy, uy, que tiene una hija y todo. Uy, uy, uy, la hermana. Uy, uy, uy, más acreedores. Uy, uy, uy, BYRON (con el rabillo del ojo pintao).
Y claro, después de todo a la chiquilla no le queda más remedio que escribir Frankenstein.
Porque los lexatines no se habían inventado y eso.
Yo miraba la pantalla con la boca abierta porque a ratos no sabía si estaba viendo Blancanieves o Juana la Loca.
¡¡¡Mi madre ha muertoooooooo!!!
¡¡¡Mi marido me engañaaaaa!!!
Desde luego, no estaba viendo nada feminista. Al contrario, lo que estaba viendo era como el talento de una mujer excepcional iba quedando en segundo plano porque el cotilleo era más importante que ella.
Los actores parecen estar pensando lo mismo, o, al menos, preguntándose qué hacen allí. Muy fuerte. Todavía no tengo claro qué pinta el personaje de Maisie Williams, aparte de justificar que se trata de una película feminista. Porque ¿cómo no va a ser feminista una película con Maisie Williams?
Pero lo peor es la pobre Elle, que con cada mirada al infinito parece estar viendo un Oscar que se aleja.
Bueno, lo peor no. Lo peor es que está todo mal. Desde el número de hijos de Shelley hasta la línea temporal, pasando por un vestuario en el que parecen haber asaltado el armario de la BBC al grito de "¡cualquier cosa con corte imperio nos vale!".
Ahora bien, lo que me terminó de cabrear es que pintan a Claire de tontita. Tontita guarrilla, eso sí, pero tontita. Porque igual si pones a dos mujeres inteligentes en la misma película el universo implota o algo.
En fin. Que cuando solo le quedaba media hora para acabar decidimos que no podíamos más, nos levantamos y nos fuimos.
Así al menos podremos fingir que mejoraba al final.
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09 julio 2018
La vida maternosexual
Lo que nadie te dice cuando vas a ser madre es lo mucho que cambia tu vida sexual..
Sí, se hacen muchas bromas con que "se acabó el sexo y dormir" (cuando nació Nena-chan nos regalaron una caja con chocolates que llevaban exactamente ese texto). Pero eso no es exactamente cierto.
El sexo no se acaba, como demuestran las familias numerosas.
Ciertamente, la cantidad se reduce.
Pero lo que de verdad cambia no es la cantidad, sino la calidad.
Me explico.
1. Cambia la relación con tu cuerpo.
Sobre todo en los primeros meses después del parto, todo era "no aprietes ahí que se me escapa la leche", "no toques ahí que tengo la cicatriz muy sensible", "cuidado con esa postura, que todavía estoy muy chunga de la ciática". Al final ZaraJota le pilló el tranquillo y directamente preguntaba "a ver, ¿dónde puedo tocar hoy?".
2. No puedes hacer ruido.
Que se despiertan los niños.
No os voy a negar que lo del sexo silencioso tiene su morbo las primeras quinientas veces. A partir de ahí uno empieza a echar de menos un gemidito de vez en cuando.
3. Desarrollas superoído.
Deriva del punto anterior: estás con la oreja puesta por si oyes levantarse a algún niño.
Porque crees que vas a oír si se levanta algún niño. La triste realidad es que los niños descalzos hacen poquísimo ruido.
4. De pronto el sexo es como en las películas.
Esto es: tapados hasta las orejas. Porque no sabes cuándo va a aparecer un niño por la puerta. Y la verdad es que yo no soy excesivamente pudorosa y los niños están acostumbrados a verme en pelotas, pero no a verme en pelotas haciendo según que cosas. El resultado es sexo con sábana sobaquera, o sexo con camiseta puesta. Me siento generosa y os dejo elegir.
5. De pronto ya no decides cuándo acaba.
Ya no es solo que te pillen, es que pueden pedir agua, pis, que les enciendas la luz o, horror de los horrores, irse a la cama contigo.
Pero hay algo peor: que uno de los participantes se quede dormido a la mitad.
Las noches sin dormir siempre acaban pasando factura.
6. Le das un nuevo significado a la palabra "juguete sexual".
Cuando eres padres, "juguete sexual" significa que lo mismo estás f*ll*nd* encima de un playmobil, pero no te atreves a parar para quitarlo de ahí porque cada segundo cuenta.
7. Niños aparte, pase lo que pase, no paras.
Me da igual que sea un tirón, que llamen al timbre o que la casa esté en llamas. Otra vez.
Niños aparte, pase lo que pase, sigues.
Me voy a citar a mí misma en un bonito ejemplo ilustrativo.
(Mamá en Bulgaria acuñó el término piojus interruptus para esta ocasión).
8. En realidad no estás a lo que estás
Sorprendente pero cierto. Por si todo lo anterior no os ha dado una idea del nivel de concentración necesario, añado: Bebé-kun nació con un poder mutante inesperado. El nene se echaba a llorar cada vez que su padre me tocaba. No hacía falta ni que nos estuviera mirando, ni que estuviera en la misma habitación, a veces no estaba ni en la misma casa: solo con que nos rozáramos se echaba a llorar. A veces ZaraJota me rozaba una teta solo para ver cómo de sensible era el sentido arácnido de Bebé-kun.
Bueno, puede que también le apeteciera tocarme una teta y eso fuera todo lo que podía conseguir.
"Alarma de castidad", lo llamábamos.
Durante los primeros meses de Bebé-kun, la única forma de que ZaraJota y yo mantuviéramos relaciones sexuales era que uno de los dos meciera la cuna de Bebé-kun durante todo el proceso.
No voy a entrar en detalles pero sí os diré que una vez que te acostumbras no distrae tanto como pudiera parecer.
9. El final siempre es insatisfactorio.
Porque el final tendría que ser dormirse plácidamente en pelotas.
Pero no.
Porque tienes niños y tus niños tienen la costumbre de levantarse de madrugada y meterse en tu cama, además de la costumbre de hablar muy alto y decir cosas como "MAMÁ, ¿PORQUÉ PAPÁ Y TÚ ESTÁIS DESNUDOS EN LA CAMAAAA?".
Así que cuando terminas te levantas, te vistes y, según lo que hayas hecho, te lavas las manos por si hay que atender a un niño durante la noche.
Si eso no es cortar el rollo ya me diréis lo que es.
10. De pronto no importa si te apetece tener sexo o no.
Si habéis prestado atención a los 9 puntos anteriores quizá habréis llegado a la conclusión de que no siempre se puede tener sexo cuando se quiere: hay que tener sexo cuando se puede.
A veces es en plan: llevamos levantados desde las seis de la mañana, hemos pintado todo el piso, tenemos un virus intestinal y nos duele la vida... PERO LOS NIÑOS ESTÁN CON LOS ABUELOS Y HOY SE MOJA SÍ O SÍ.
PD: Ya sabéis que no puedo contestar a vuestros comentarios, pero os agradecería que me contarais si vuestra vida materno-sexual es igual de penosa que la mía, por aquello del mal de muchos...
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Sí, se hacen muchas bromas con que "se acabó el sexo y dormir" (cuando nació Nena-chan nos regalaron una caja con chocolates que llevaban exactamente ese texto). Pero eso no es exactamente cierto.
El sexo no se acaba, como demuestran las familias numerosas.
Ciertamente, la cantidad se reduce.
Pero lo que de verdad cambia no es la cantidad, sino la calidad.
Me explico.
1. Cambia la relación con tu cuerpo.
Sobre todo en los primeros meses después del parto, todo era "no aprietes ahí que se me escapa la leche", "no toques ahí que tengo la cicatriz muy sensible", "cuidado con esa postura, que todavía estoy muy chunga de la ciática". Al final ZaraJota le pilló el tranquillo y directamente preguntaba "a ver, ¿dónde puedo tocar hoy?".
2. No puedes hacer ruido.
Que se despiertan los niños.
No os voy a negar que lo del sexo silencioso tiene su morbo las primeras quinientas veces. A partir de ahí uno empieza a echar de menos un gemidito de vez en cuando.
3. Desarrollas superoído.
Deriva del punto anterior: estás con la oreja puesta por si oyes levantarse a algún niño.
Porque crees que vas a oír si se levanta algún niño. La triste realidad es que los niños descalzos hacen poquísimo ruido.
4. De pronto el sexo es como en las películas.
Esto es: tapados hasta las orejas. Porque no sabes cuándo va a aparecer un niño por la puerta. Y la verdad es que yo no soy excesivamente pudorosa y los niños están acostumbrados a verme en pelotas, pero no a verme en pelotas haciendo según que cosas. El resultado es sexo con sábana sobaquera, o sexo con camiseta puesta. Me siento generosa y os dejo elegir.
5. De pronto ya no decides cuándo acaba.
Ya no es solo que te pillen, es que pueden pedir agua, pis, que les enciendas la luz o, horror de los horrores, irse a la cama contigo.
Pero hay algo peor: que uno de los participantes se quede dormido a la mitad.
Las noches sin dormir siempre acaban pasando factura.
6. Le das un nuevo significado a la palabra "juguete sexual".
Cuando eres padres, "juguete sexual" significa que lo mismo estás f*ll*nd* encima de un playmobil, pero no te atreves a parar para quitarlo de ahí porque cada segundo cuenta.
7. Niños aparte, pase lo que pase, no paras.
Me da igual que sea un tirón, que llamen al timbre o que la casa esté en llamas. Otra vez.
Niños aparte, pase lo que pase, sigues.
Me voy a citar a mí misma en un bonito ejemplo ilustrativo.
Iniciamos la conversación a un ritmo estupendo y antes de darnos cuenta se convirtió en un debate animadísimo, réplica va, contrarréplica viene, y en una de estas de pronto VI UN PIOJO CORRETEANDO POR EL PECHO MUSCULOSO Y PELUDO DE ZARAJOTA.
LO VI CLARAMENTE A PESAR DE QUE TENGO SEIS P*T*S DIOPTRÍAS Y EN ESE MOMENTO NO LLEVABA GAFAS. ASÍ DE GRANDE ERA EL P*T* PIOJO.
Pero, jo, ¡llevábamos tanto tiempo sin conversar! ¡Y estaba resultando una conversaciónMUY interesante! ZaraJota, desde luego, parecía estar, digamos, disfrutando del intercambio de opiniones, y no me parecía educado interrumpir. Además, no había forma de saber cuándo podríamos hablar otra vez. Y estábamos REALMENTE necesitados de conversación.
Por eso en vez de avisar a ZaraJota agarré el piojo entre el pulgar y el índice, lo crují a conciencia y seguí como si no hubiera pasado nada.
El problema era que sí había pasado. Ahora tenía un piojo (fenecido) en la mano y no sabía qué hacer con él. Mantuve la mano en alto mientras pensaba a la desesperada. ¿Lo dejo caer? De eso nada, que acabamos de barrer el suelo. ¿Lo pego en la almohada? Total, vamos a tener que lavarla otra vez de todas formas. Pero, ¿y si sigue vivo y vuelve mientras acabamos la conversación? ¡Son muy rápidos estos bichos! Será mejor que lo deje en la mano... la mantendré en alto por si acaso... que ZaraJota no sospeche nada, no vaya a perder la concentración...
-Lorz...
...quizá si canto unas sevillanas...
-Lorz...
...no le parezca tan raro que esté con el brazo en alto mientras hablamos...
-¡LORZ!
-¿Qué?
-¿Qué te pasa? Pareces distraída.
-Nada, que tengo un piojo en la mano, pero no te preocupes, podemos seguir charlando.
-Pe-pero... ¡Yo no puedo concentrarme si estás pensando en el piojo!
Claaaro, ahora será culpa del piojo.
(Mamá en Bulgaria acuñó el término piojus interruptus para esta ocasión).
8. En realidad no estás a lo que estás
Sorprendente pero cierto. Por si todo lo anterior no os ha dado una idea del nivel de concentración necesario, añado: Bebé-kun nació con un poder mutante inesperado. El nene se echaba a llorar cada vez que su padre me tocaba. No hacía falta ni que nos estuviera mirando, ni que estuviera en la misma habitación, a veces no estaba ni en la misma casa: solo con que nos rozáramos se echaba a llorar. A veces ZaraJota me rozaba una teta solo para ver cómo de sensible era el sentido arácnido de Bebé-kun.
Bueno, puede que también le apeteciera tocarme una teta y eso fuera todo lo que podía conseguir.
"Alarma de castidad", lo llamábamos.
Durante los primeros meses de Bebé-kun, la única forma de que ZaraJota y yo mantuviéramos relaciones sexuales era que uno de los dos meciera la cuna de Bebé-kun durante todo el proceso.
No voy a entrar en detalles pero sí os diré que una vez que te acostumbras no distrae tanto como pudiera parecer.
9. El final siempre es insatisfactorio.
Porque el final tendría que ser dormirse plácidamente en pelotas.
Pero no.
Porque tienes niños y tus niños tienen la costumbre de levantarse de madrugada y meterse en tu cama, además de la costumbre de hablar muy alto y decir cosas como "MAMÁ, ¿PORQUÉ PAPÁ Y TÚ ESTÁIS DESNUDOS EN LA CAMAAAA?".
Así que cuando terminas te levantas, te vistes y, según lo que hayas hecho, te lavas las manos por si hay que atender a un niño durante la noche.
Si eso no es cortar el rollo ya me diréis lo que es.
10. De pronto no importa si te apetece tener sexo o no.
Si habéis prestado atención a los 9 puntos anteriores quizá habréis llegado a la conclusión de que no siempre se puede tener sexo cuando se quiere: hay que tener sexo cuando se puede.
A veces es en plan: llevamos levantados desde las seis de la mañana, hemos pintado todo el piso, tenemos un virus intestinal y nos duele la vida... PERO LOS NIÑOS ESTÁN CON LOS ABUELOS Y HOY SE MOJA SÍ O SÍ.
PD: Ya sabéis que no puedo contestar a vuestros comentarios, pero os agradecería que me contarais si vuestra vida materno-sexual es igual de penosa que la mía, por aquello del mal de muchos...
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02 julio 2018
Haciendo el g*l*p*ll*s
Esta semana no puedo actualizar porque he estado muy ocupada haciendo el g*l*p*ll*s.
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