Dos trabajos.
Dos niños.
Dos horas de transporte público diarias.
Pero lo que REALMENTE me impide actualizar con más frecuencia es que a pesar de tener mis dos cuentas de gmail perfectamente instaladas, hay días en que Google no reconoce la de lorzagirl@gmail.com y no hay manera de acceder al blog.
Estoy harta de las meriendas del colegio.
Ya está, ya lo he dicho.
Hay veces en las que pienso que nos quedan diez años de colegio con sus correspondientes meriendas y me entra una congojo existencial muy gordo.
Técnicamente, la culpa no es de la merienda.
Es decir, la merienda no tiene la culpa de que mi despertador suene a las 6:30, pero Bebé-kun se aferre a la teta hasta las 7:30, y luego tenga que hacer el desayuno, la merienda y mi tupper a toda prisa, con el niño todavía colgando del pecho y la niña negándose a colaborar.
Y desde luego, la merienda no tiene culpa de que después de todo el esfuerzo, Nena-chan no se la coma.
Y eso que lo he probado todo.
Incluido un aproximado millón de veces que he abierto la nevera en el último momento, he visto que no quedaba nada de fruta, y le he metido en la mochila un zumo (sí, con azúcar) y cuatro galletas (sí, con azúcar).
Ni el otro millón de veces aproximado que, en las mismas circunstancias, le he metido una gelatina de esas de chupar.
Solo soy humana, y además no consigo que me funcione el giratiempos.
Primero le compré unos tupper monísimos (de Frozen) y no se comía la merienda.
-Es que la mamá de Amiga-chan le pone la merienda en una bolsa de PLÁSTICO.
-¡Pero tu tupper mola más que una bolsa de plástico!
-¡Es que le pone una pinza ROSA! ¡Y le escribe COSAS!
Después de dirigirle mentalmente un par de apelativos a la madre de Amiga-chan, renuncié a los tuppers de Frozen. Pero Nena-chan seguía sin comerse la merienda.
-Es que el plátano estaba asqueroso ASQUEROSO -me dijo un día. Viendo el aspecto del plátano, tenía toda la pinta de que "alguien" se hubiera sentado encima.
-Es que la manzana me picaba en la boca -probablemente porque después de pasar ocho horas a una temperatura de 22 ºC en una bolsa de plástico había macerado hasta alcanzar estatus de sidra.
-Es que no queriba pera -eso es de vez en cuando, que tiene un día sincero.
Entonces empecé a ser creativa.
Le cortaba los sandwiches con un cortapastas de figuras.
Le ponía tomatitos cherry con queso picado.
Le hacía dibujos con rotulados en el plátano.
Por cierto, mala idea. Con el calor despinta.
Le hacía bocaditos de galleta integral y queso de untar.
Y, el gran golpe maestro: volví a meterle la merienda en un tupper cuyo principal atractivo era... ¡pertenecer a su hermano!
Vivir para ver.
Cada vez que introducía en el menú algo nuevo funcionaba un par de veces (no consecutivas) y luego volvíamos a las andadas.
-Nena-chan, no te has comido los tomatitos...
-Es que SIEMPRE me pones tomatitos y mis amigas disen que eso no puede ser.
Primero: una vez por semana no es siempre.
Segundo: nos espera una adolescencia terrible.
A la mañana siguiente le pregunté directamente qué quería merendar, porque total, toda resistencia es fútil.
-No lo sé.
-A ver, ¿qué te gusta?
-Lo que tú no me prepares.
-Sí, ya me voy dando cuenta.
Nena-chan se lo pensó un poco.
-Un día mi amiga trajió unos sereales con leche DENTRO. Yo QUIERO.
-Pero entonces te los habré preparado yo y ya nos los querrás, ¿no?*
-...
-Tengo una idea: como estoy casi segura de que la otra niña le pide a su mamá lo mismo que te hago yo a ti, vamos a seguir como hasta ahora y lo compartís.
-¡NOOOOOO! Yo quiero lo mío para mí. Pero que sea lo de ella.
Creo que a partir de ahora voy a optar por el robo organizado de meriendas.
*Efectivamente, cuando le compré los cereales no los quiso.
23 marzo 2017
07 marzo 2017
Más caca. Lo siento. Es que los niños son en parte catalanes.
Hace unos días nos fuimos al pediatra porque hacía mucho que no íbamos Bebé-kun tenía fiebre y el pediatra lo miró por todos lados y nos dijo:
-Este niño está con gripe.
-Ay, pobre, la gripe ahora...
-No, no, ahora no. La semana pasada, está acabando ya. ¿No habéis notado nada?
Y ZaraJota y yo nos miramos en plan somos lo peor, pero yo qué quieres que le haga si el niño no ha tenido ni fiebre ni tos ni un triste moco hasta hoy.
-¿Y no ha tenido diarrea? Este año la gripe viene con diarrea.
Pues podía venir con un cromo de regalo, francamente te lo digo, que tendría más éxito y la gente lo llevaría mejor.
-Pues no.
-Bueno, se habrá librado. Pues nada, está estupendo, vente un día de estos que le ponemos la vacuna de los 18 meses.
Y eso hice. Un par de días más tarde cogí al chiquillo y le dije a ZaraJota que me iba a que lo vacunaran.
-No me llevo ni el bolso de los arreitos, es un momento y estaremos aquí a lado.
Bebé-kun tiene tendencia al estreñimiento, que es una caca (obsérvese el brillante juego de palabras) pero tiene la ventaja de que puedes salir de paseo alegremente con un paquete de toallitas y un pañal acartonado que lleva en mi bolso ni se sabe el tiempo, porque total, ya sabemos que caca, lo que se dice caca, no va a hacer.
Íbamos de camino a la consulta de la enfermera cuando nos cruzamos con el pediatra, y claro, Bebé-kun lo vio y tuvo como un flashback.
"Este año la gripe viene con diarrea... ea... ea..."
Y me dijo:
-Oh-oh.
Y sonó "PPPPPRRRRROPOPOPOPÓ".
Y entonces LO OLÍ.
Me gustaría poder decir que Bebé-kun se había hecho caca, pero aquello no era una caca: era una m**rd* con todas sus letras.
Y en qué cantidades.
Le rebosó por encima del pañal y empapó, líquida y calentita, el body y la camiseta.
Menos mal que le había quitado el abrigo.
Le rebosó por debajo del pañal y chorreó pantalón abajo.
Y luego empapó los calcetines. Y llenó los zapatos. Y empezó a rebosar los zapatos.
Ay.
Llamé a ZaraJota.
-¿Puedes venir al ambulatorio con una muda para Bebé-kun y tres botes de ambientador?
-Acabo de meter a Nena-chan en la bañera.
-¿Eso es que sí o que no?
-Dame quince minutos.
-¿ESO ES QUE SÍ O QUE NO?
Bebé-kun, felizmente aliviado de su angustia interior, correteaba por el ambulatorio dejando estela. Era como un incensario humano, solo que no olía a incienso.
(Olía a caca. Por si os habéis perdido en mi trepidante ritmo narrativo)
Cuando se sentó en el suelo se oyó "chof" y al levantarse dejó una distintiva marca de humedad.
(Un charco de caca, vaya)
No podíamos esperar quince minutos.
Me lo llevé al cambiador y lo desnudé.
Ay, ay, ay.
Tenía caca aproximadamente desde el sobaco hasta las uñas de los pies. La cabeza se había salvado. Bueno, se salvó hasta que se la tocó con la mano llena de caca.
La sudadera también estaba relativamente bien. Bueno, lo estaba hasta que Bebé-kun la pisó con el pie lleno de caca.
Ay, ay, ay...
Os voy a ahorrar los detalles.
Con mucha dificultad (y caca) limpié al niño, le puse el pañal acartonado que llevaba, lo envolví en mi camisa (agradezco a mi oficina que siempre haga tanto frío y me obligue a llevar tres camisetas interiores) y lo dejé en el carrito, junto a la puerta del cuarto cambiador. Volví a entrar y lo limpié todo lo mejor que pude.
Cuando salí, Bebé-kun se había quitado mi camisa y la había tirado al suelo. La criatura estaba en el carrito en todo su esplendor, sonriendo en topless como un pequeño Buda de percentil 3.
-¡Bebé-kun!
Le eché por encima la camisa y la volvió a tirar y al final pensé que a la m**rd* (exactamente) todo, que total, en ese ambulatorio hace siempre muchísimo calor.
Cruzamos la sala de espera, Bebé-kun saludando como en una carroza de samba y yo evitando cuidadosamente el contacto visual con los demás pacientes, y de pronto va una viej... anciana y me dice:
-Pero mujer, ¿cómo llevas al niño así? ¡Que se va a resfriar!
Debe ser la madurez, porque en vez de mandarla a la m**rd* verbalmente la mandé a la m**d* olfativamente, pasándole bien cerquita con el carro.
Me acababa de sentar delante de la consulta de la enfermera cuando salió y nos llamó.
-¡Aquí estamos! -le dije mientras se me escapaban los lagrimones de la emoción.
La enfermera nos miró a los dos. Sobre todo al chiquito.
-¿Ya le has quitado la ropa? Pues sí que tienes ganas de que lo vacune.
Es que somos unos cagaprisas.
Jajaja, me mondo yo sola.
-Este niño está con gripe.
-Ay, pobre, la gripe ahora...
-No, no, ahora no. La semana pasada, está acabando ya. ¿No habéis notado nada?
Y ZaraJota y yo nos miramos en plan somos lo peor, pero yo qué quieres que le haga si el niño no ha tenido ni fiebre ni tos ni un triste moco hasta hoy.
-¿Y no ha tenido diarrea? Este año la gripe viene con diarrea.
Pues podía venir con un cromo de regalo, francamente te lo digo, que tendría más éxito y la gente lo llevaría mejor.
-Pues no.
-Bueno, se habrá librado. Pues nada, está estupendo, vente un día de estos que le ponemos la vacuna de los 18 meses.
Y eso hice. Un par de días más tarde cogí al chiquillo y le dije a ZaraJota que me iba a que lo vacunaran.
-No me llevo ni el bolso de los arreitos, es un momento y estaremos aquí a lado.
Bebé-kun tiene tendencia al estreñimiento, que es una caca (obsérvese el brillante juego de palabras) pero tiene la ventaja de que puedes salir de paseo alegremente con un paquete de toallitas y un pañal acartonado que lleva en mi bolso ni se sabe el tiempo, porque total, ya sabemos que caca, lo que se dice caca, no va a hacer.
Íbamos de camino a la consulta de la enfermera cuando nos cruzamos con el pediatra, y claro, Bebé-kun lo vio y tuvo como un flashback.
"Este año la gripe viene con diarrea... ea... ea..."
Y me dijo:
-Oh-oh.
Y sonó "PPPPPRRRRROPOPOPOPÓ".
Y entonces LO OLÍ.
Me gustaría poder decir que Bebé-kun se había hecho caca, pero aquello no era una caca: era una m**rd* con todas sus letras.
Y en qué cantidades.
Le rebosó por encima del pañal y empapó, líquida y calentita, el body y la camiseta.
Menos mal que le había quitado el abrigo.
Le rebosó por debajo del pañal y chorreó pantalón abajo.
Y luego empapó los calcetines. Y llenó los zapatos. Y empezó a rebosar los zapatos.
Ay.
Llamé a ZaraJota.
-¿Puedes venir al ambulatorio con una muda para Bebé-kun y tres botes de ambientador?
-Acabo de meter a Nena-chan en la bañera.
-¿Eso es que sí o que no?
-Dame quince minutos.
-¿ESO ES QUE SÍ O QUE NO?
Bebé-kun, felizmente aliviado de su angustia interior, correteaba por el ambulatorio dejando estela. Era como un incensario humano, solo que no olía a incienso.
(Olía a caca. Por si os habéis perdido en mi trepidante ritmo narrativo)
Cuando se sentó en el suelo se oyó "chof" y al levantarse dejó una distintiva marca de humedad.
(Un charco de caca, vaya)
No podíamos esperar quince minutos.
Me lo llevé al cambiador y lo desnudé.
Ay, ay, ay.
Tenía caca aproximadamente desde el sobaco hasta las uñas de los pies. La cabeza se había salvado. Bueno, se salvó hasta que se la tocó con la mano llena de caca.
La sudadera también estaba relativamente bien. Bueno, lo estaba hasta que Bebé-kun la pisó con el pie lleno de caca.
Ay, ay, ay...
Os voy a ahorrar los detalles.
Con mucha dificultad (y caca) limpié al niño, le puse el pañal acartonado que llevaba, lo envolví en mi camisa (agradezco a mi oficina que siempre haga tanto frío y me obligue a llevar tres camisetas interiores) y lo dejé en el carrito, junto a la puerta del cuarto cambiador. Volví a entrar y lo limpié todo lo mejor que pude.
Cuando salí, Bebé-kun se había quitado mi camisa y la había tirado al suelo. La criatura estaba en el carrito en todo su esplendor, sonriendo en topless como un pequeño Buda de percentil 3.
-¡Bebé-kun!
Le eché por encima la camisa y la volvió a tirar y al final pensé que a la m**rd* (exactamente) todo, que total, en ese ambulatorio hace siempre muchísimo calor.
Cruzamos la sala de espera, Bebé-kun saludando como en una carroza de samba y yo evitando cuidadosamente el contacto visual con los demás pacientes, y de pronto va una viej... anciana y me dice:
-Pero mujer, ¿cómo llevas al niño así? ¡Que se va a resfriar!
Debe ser la madurez, porque en vez de mandarla a la m**rd* verbalmente la mandé a la m**d* olfativamente, pasándole bien cerquita con el carro.
Me acababa de sentar delante de la consulta de la enfermera cuando salió y nos llamó.
-¡Aquí estamos! -le dije mientras se me escapaban los lagrimones de la emoción.
La enfermera nos miró a los dos. Sobre todo al chiquito.
-¿Ya le has quitado la ropa? Pues sí que tienes ganas de que lo vacune.
Es que somos unos cagaprisas.
Jajaja, me mondo yo sola.