ZaraJota y yo estábamos jugando al parchís. Y esta vez no lo digo por presumir: es que es importante para el resto de la historia.
Tampoco hay mucho de lo que presumir: estoy demasiado embarazada para hacer acrobacias, y demasiado cansada para hacer esfuerzos como quitarme el camisón. O mover los brazos para que ZaraJota me lo quite. O lo que sea. Y no queríamos hacer ruido para no despertar a Bebé-chan.
Así que el resultado era bastante para todos los públicos, pero tampoco nos vamos a quejar.
Estábamos en plena partida cuando oí un ruido.
-Creo que la niña está despierta -le dije a ZaraJota, y el me dijo algo así como "sí, sí, lo que sea", y entonces oímos:
-HOLA, MAMÁ.
Y los dos giramos la cabeza y ahí estaba Bebé-chan, parada en mitad de la habitación, todavía medio dormida pero con esa sonrisa satisfecha de hija única que dice "lo sé, lo sé, el mundo es mejor conmigo en él".
-Eh... Hola amorcilla -le dije, como si fuera lo más normal del mundo-, ¿quieres un cao?
-SÍ.
Y entonces me levanté como pude y me la llevé a desayunar, y ZaraJota se fue a darse una ducha; sus motivos tendría, no digo yo que no.
Mientras Bebé-chan se tomaba su cao yo la observé buscando algún signo de que estuviera traumatizada para siempre, pero no parecía afectada en lo más mínimo. De hecho, no parecía que lo que había visto le hubiera llamado la atención en absoluto.
Con lo que ZaraJota y yo hemos sido, y para lo que hemos quedado.
Lo hemos hecho muy bien, me dije. Hemos reaccionado con normalidad, y la nena se lo ha tomado como algo normal. No hay nada de lo que preocuparse.
A no ser.... Todos los lunes en la guarde la seño les pregunta a los niños si han hecho algo especial.
Y resulta que los niños son algo así como personas de verdad, con sus propios recuerdos y vivencias e interpretaciones de la realidad. Y nunca sabes por dónde te van a salir.
A lo mejor ese fin de semana lo has dado todo y la has llevado al zoo, a la piscina y al parque de atracciones, y cuando la seño pregunta si han hecho algo especial le contestan "¡SIIII! ¡HE COMIDO FRANFURKECHU!".
O justo ha sido un fin de semana tranquilo, pero la nena va y cuenta una aventura que no sabes de donde ha salido (ante la duda, han sido los abuelos).
O estás de obras, y dice " HAY UN SEÑOR METIDO EN EL ARMARIO DE MAMÁ", y acabas teniendo una conversación muy incómoda con la seño.
O dice "PAPÁ SE PONE CORONA ANA-ELSA Y CANTA LETIGÓ", y acabas teniendo otra conversación incómoda.
Ahora que lo pienso, desde que Bebé-chan empezó a hablar mantengo muchas conversaciones incómodas.
Total, que aunque parecía que lo que había visto no le había afectado en nada, no sabíamos lo que podía contar al día siguiente, y pensamos que lo mejor era darle algo más interesante para recordar.
-Vámonos a la verbena -le dije a ZaraJota.
Y nos fuimos a la verbena de san Isidro, para darlo todo: jugamos en los columpios, le compramos un globo, y para rematar fuimos a los caballitos.
-Mira, Bebé-chan, ¡caballitos! ¿Quieres subir?
-¡SIIIII!
Pero cuando vio aquello de cerca no le hizo ni fruta gracia y se agarró al cuello de ZaraJota como si quisiera estrangularlo. Ahora que lo pienso, quizá quería estrangularlo.
-¡NO QUERO CABALLITOS! ¡NO GUTA CABALLITOS!
Tuvimos que salir de allí a toda velocidad.
Por la noche me eché con ella en la cama para repetir el ritual de todos los domingos, que establecimos como una forma de control de daños después de tener varias conversaciones incómodas en la guarde.
-¿Te lo has pasado bien este fin de semana con papá y mamá?
-SIII.
-¡Claro! Hemos jugado con una niña...
-¡CON JUDIT!
-No se llama... Da igual. Hemos ido a los columpios...
Pero Bebé-chan se quedó callada.
-¿No te han gustado los columpios?
-NO GUTA CABALLITOS, MAMA.
Ay.
-Ya lo sé, amorcilla.
-TENO SUTO CABALLITOS.
-No pasa nada, lo intentaremos de nuevo cuando seas mayor.
-¡NOOOOO! ¡NO QUERO SER MAYOOO! ¡CABALLITOS SUTOOO!
Entonces se levantó y fue corriendo con ZaraJota.
-PAPÁ, NO QUERO CABALLITOS. CABALLITOS SUTO.
Y se le echó a los brazos y se le hizo una bolita como si pensara que los caballitos iban a venir a por ella en cualquier momento.
-Creo que la hemos traumatizado -me dijo ZaraJota.
-¡Objetivo conseguido!
-¡LORZ!
-¿Qué? ¿No queríamos que se olvidara de ya-sabes-qué? Pues ya está: olvidado.
Al día siguiente lo comenté a la seño y me dijo que lo mejor que podíamos hacer era no mencionarlo, que a la nena se le olvidaría y seguro que la próxima vez que intentáramos montarla en los caballitos le gustaría mucho.
Y eso hicimos.
Pero más tarde, cuando fui a hacer pipí, me encontré una mancha de sangre en las braguitas, que es una cosa que te da mucha alegría cuando NO quieres estar embarazada pero es un poco mierda cuando SÍ.
La Tita del Puerto me dijo que antes de entrar en pánico mirara bien de donde salía la sangre, así que aparqué a Bebé-chan delante de la tele, me fui a mi habitación, me quité los pantalones, e intenté mirar qué tenía por ahí abajo, pero tenía toda la tripa por medio y no veía nada, así que cogí un espejito, pero la tripa seguía en medio, así que me tumbé en la cama a ver, pero la tripa seguía en medio, así que probé a levantar el culete.
Y ahí estaba: en pelota picada, haciendo el pino puente inverso mientras me contorsionaba para ver el espejo que sostenía entre las piernas, cuando oí una vocecita justo al lado de mi oreja.
-MAMÁ, ¿QUÉ HASE?
Bien, me dije, actúa con normalidad y la niña se lo tomará con normalidad.
-Pues verás amorcilla...
-¿SIII?
-¡¡¡NOS VAMOS A LOS CABALLITOS!!!
22 mayo 2015
12 mayo 2015
Chúpame los huevos
¿Os acordáis de los Joder Amor? ¿Y de Ana, su hermana?
Es lo que más echo de menos de mi antiguo piso.
Bueno, hasta ahora.
Porque ahora tengo al niño Chúpame Los Huevos.
El niño Chúpame Los Huevos debe tener unos doce años y mide poco más que un metro, aproximadamente.
Es canijísimo.
Creedme. Yo mido poco más de metro cincuenta; si a mí me parece canijo es que lo es.
El niño Chúpame Los Huevos está casi siempre solo en casa, jugando con la videoconsola. Los fines de semana empieza a jugar sobre las ocho de la mañana, el pobre, que me dan ganas de ir a preguntarle si se ha tomado un colacao aunque sea, que no puede estar sin comer o no va a crecer nunca.
Durante todo el día no hace otra cosa que jugar a videojuegos: a veces me pregunto si no tendrá puesta una sonda para no tener que levantarse. Pero sus esfuerzos no se ven recompensados: a pesar del gran numero de horas que dedica a jugar, al pobre se le da de pena.
-¡JO-DEEEER! -grita-. ¡SI LE HE DADO!
O,
-¡JO-DEEEER! -exclama-. ¡SI YA LO TENÍA!
Y, cada vez que lo matan:
-¡CHUU-PAA-MÉ LOS HUEVOS!
Y lo matan mucho.
De verdad.
Lo matan con tanta frecuencia que hasta la videoconsola ha debido perder todo interés, y lo mata mientras se corta las uñas de los pies.
Así que nos pasamos todos los fines de semana oyendo gritar a intervalos más o menos regulares:
-¡CHUU-PAA-MÉ LOS HUEVOS!
Por la mañana...
-¡CHUU-PAA-MÉ LOS HUEVOS!
Mientras comemos...
-¡CHUU-PAA-MÉ LOS HUEVOS!
En la siesta...
-¡CHUU-PAA-MÉ LOS HUEVOS!
Durante la cena...
-¡CHUU-PAA-MÉ LOS HUEVOS!
Cuando vemos la tele...
-¡CHUU-PAA-MÉ LOS HUEVOS!
Por suerte Bebé-chan solo conoce un tipo de huevos: los HUEVOS COLATE, también conocidos como huevos kinder, y le parece perfectamente normal y razonable que alguien los chupe. Pero aun así cada vez que oímos ¡CHUU-PAA-MÉ LOS HUEVOS!, ZaraJota™ y yo los miramos a los ojos y nos preguntamos cuánto tardará Bebe-chan en ponerse a gritar ¡CHUU-PAA-MÉ LOS HUEVOS! en mitad del parque de bolas.
En fin.
Que ayer a las ocho de la mañana sonó el telefonillo, y contesté pensando que sería alguien que se había equivocado de escalera, cosa que pasa unas cincuenta veces al día y que me hace preguntarme a qué se dedica mi equivalente de otra escalera para tener tantas visitas y a horas tan intempestivas.
Pero esta vez era para mí.
-Buenos días, señora -dijo desde abajo el niño Chúpame Los Huevos-. Soy el vecino de al lado, ¿me puede abrir la puerta, que me he dejado las llaves en casa?
Y os voy a decir una cosa: yo normalmente soy una persona razonable y educada que abre la puerta y saluda a los vecinos y todas esas mierdas, pero eran las ocho de la mañana y estábamos a treinta grados y me acababan de sacar de la ducha para llamarme señora y yo así no puedo.
Así que en vez de decirle:
-Sí, claro.
Le dije:
-¡CHUU-PAA-MÉ LOS HUEVOS!
Estoy deseando que llegue el próximo fin de semana.
Es lo que más echo de menos de mi antiguo piso.
Bueno, hasta ahora.
Porque ahora tengo al niño Chúpame Los Huevos.
El niño Chúpame Los Huevos debe tener unos doce años y mide poco más que un metro, aproximadamente.
Es canijísimo.
Creedme. Yo mido poco más de metro cincuenta; si a mí me parece canijo es que lo es.
El niño Chúpame Los Huevos está casi siempre solo en casa, jugando con la videoconsola. Los fines de semana empieza a jugar sobre las ocho de la mañana, el pobre, que me dan ganas de ir a preguntarle si se ha tomado un colacao aunque sea, que no puede estar sin comer o no va a crecer nunca.
Durante todo el día no hace otra cosa que jugar a videojuegos: a veces me pregunto si no tendrá puesta una sonda para no tener que levantarse. Pero sus esfuerzos no se ven recompensados: a pesar del gran numero de horas que dedica a jugar, al pobre se le da de pena.
-¡JO-DEEEER! -grita-. ¡SI LE HE DADO!
O,
-¡JO-DEEEER! -exclama-. ¡SI YA LO TENÍA!
Y, cada vez que lo matan:
-¡CHUU-PAA-MÉ LOS HUEVOS!
Y lo matan mucho.
De verdad.
Lo matan con tanta frecuencia que hasta la videoconsola ha debido perder todo interés, y lo mata mientras se corta las uñas de los pies.
Así que nos pasamos todos los fines de semana oyendo gritar a intervalos más o menos regulares:
-¡CHUU-PAA-MÉ LOS HUEVOS!
Por la mañana...
-¡CHUU-PAA-MÉ LOS HUEVOS!
Mientras comemos...
-¡CHUU-PAA-MÉ LOS HUEVOS!
En la siesta...
-¡CHUU-PAA-MÉ LOS HUEVOS!
Durante la cena...
-¡CHUU-PAA-MÉ LOS HUEVOS!
Cuando vemos la tele...
-¡CHUU-PAA-MÉ LOS HUEVOS!
Por suerte Bebé-chan solo conoce un tipo de huevos: los HUEVOS COLATE, también conocidos como huevos kinder, y le parece perfectamente normal y razonable que alguien los chupe. Pero aun así cada vez que oímos ¡CHUU-PAA-MÉ LOS HUEVOS!, ZaraJota™ y yo los miramos a los ojos y nos preguntamos cuánto tardará Bebe-chan en ponerse a gritar ¡CHUU-PAA-MÉ LOS HUEVOS! en mitad del parque de bolas.
En fin.
Que ayer a las ocho de la mañana sonó el telefonillo, y contesté pensando que sería alguien que se había equivocado de escalera, cosa que pasa unas cincuenta veces al día y que me hace preguntarme a qué se dedica mi equivalente de otra escalera para tener tantas visitas y a horas tan intempestivas.
Pero esta vez era para mí.
-Buenos días, señora -dijo desde abajo el niño Chúpame Los Huevos-. Soy el vecino de al lado, ¿me puede abrir la puerta, que me he dejado las llaves en casa?
Y os voy a decir una cosa: yo normalmente soy una persona razonable y educada que abre la puerta y saluda a los vecinos y todas esas mierdas, pero eran las ocho de la mañana y estábamos a treinta grados y me acababan de sacar de la ducha para llamarme señora y yo así no puedo.
Así que en vez de decirle:
-Sí, claro.
Le dije:
-¡CHUU-PAA-MÉ LOS HUEVOS!
Estoy deseando que llegue el próximo fin de semana.
07 mayo 2015
La opresión falocéntrica del patriarcado imperante. En mi útero. Porque si hay algo más falocéntrico que un útero, la verdad, no se me ocurre.
Vosotros no lo sabéis porque no suelo hablar del tema, pero cuando estaba embarazada de Bebé-chan potaba sin parar.
Los tres primeros meses fueron los peores: a veces potaba tanto que me desmayaba y me hacía pis encima.
O me desmayaba y cuando intentaba volver a levantarme me golpeaba la cabeza con el lavabo y me caía y me hacía pis encima.
O directamente potaba con tanta fuerza que perdía el control de los esfínteres y me hacía pis encima.
Resumiendo: me duchaba mucho.
Durante en primer mes también tuve mucho sueño; luego se me pasó.
También tuve algún día malo, pero malo de verdad, de meterme en la cama y llorar en bajito, pero fueron muy pocos y como al día siguiente me levantaba con la tripa considerablemente más grande me daba mucha alegría.
Y además, aparte de eso estaba bien.
Muy bien.
Preocupantemente bien.
Tenía muchísima energía. Me levantaba (si es que me había acostado) con ganas de FREGAR. Y de PINTAR. Y de ORDENAR ALFABÉTICAMENTE LOS TRAPOS DE COCINA. Iba a natación y andaba unos tres kilómetros diarios, parte de ellos de noche y en mi casa, pasillo arriba pasillo abajo, porque estaba demasiado llena de energía para DORMIR y no podía hacer gran cosa sin despertar a ZaraJota, que sí estaba dormido... o fingía estarlo.
Porque además de superactiva estaba supersalida.
Normalmente llegaba a casa antes que ZaraJota y me quitaba la ropa y me metía en la cama en pelotas a esperarle. Cada día. Todos los días.
Hasta que día ZaraJota llegó a casa y me vio en pelotas y se echó a llorar y me dijo "por favor, hoy no, no puedo más, solo soy humano, tengo mis limitaciones".
ZaraJota es que es así: de vez en cuando se pone emotivo y le da por los temas trascendentales.
En fin.
Con Bebé-kun todo está siendo diferente.
Las náuseas casi nunca se materializan en potas y las potas casi nunca se materializan en pis, y eso está bien porque tengo la piel muy sensible y si me ducho más de tres veces al día se me irrita.
Además, el número de bragas que me caben es limitado, y no puedo andar echándolas a lavar todo el día, que se me acaban.
Pero aparte de eso estoy muy cansada, y muy apática, y muy apagada.
Y nada salida.
Jo.
Mi madre dice que es porque no es lo mismo el primer embarazo, cuando solo tienes que cuidarte tú y puedes meterte en la cama cuando quieras, que el segundo, cuando tienes un bicho de dos años corriendo por la casa y tú tienes que correr detrás.
Que me joda, vaya.
ZaraJota, en cambio, dice que es porque no es lo mismo el primer embarazo, cuando solo nos mudamos, se nos inundó la casa, nos fuimos a Eurodisney, me presenté a las oposiciones y acabé la escuela oficial de idiomas; que el segundo, cuando solo hemos reformado parcialmente dos habitaciones, pintado toda la casa, cambiado los muebles de Bebé-chan y sacado adelante un #Lorzfunding. De momento.
No estoy muy segura de cuál es su argumento, francamente, pero sospecho que va en la línea del que me joda, también.
Al final un día me encontré muy pero que muy mal y me fui a urgencias, por eso de que hacía mucho que no iba y tal y lo mismo me estaban echando de menos.
-Lo que ocurre -dijo el médico- es que las hormonas del bebé se mezclan con las tuyas y producen un desequilibrio que causa cansancio, pena, desgana...
-¿Que el bebé hace qué?
-Es un niño, ¿verdad?
-Sí, sí.
-Pues ese es el efecto que tienen los hombres.
Pues pronto empieza el pequeño opresor falocéntrico.
Los tres primeros meses fueron los peores: a veces potaba tanto que me desmayaba y me hacía pis encima.
O me desmayaba y cuando intentaba volver a levantarme me golpeaba la cabeza con el lavabo y me caía y me hacía pis encima.
O directamente potaba con tanta fuerza que perdía el control de los esfínteres y me hacía pis encima.
Resumiendo: me duchaba mucho.
Durante en primer mes también tuve mucho sueño; luego se me pasó.
También tuve algún día malo, pero malo de verdad, de meterme en la cama y llorar en bajito, pero fueron muy pocos y como al día siguiente me levantaba con la tripa considerablemente más grande me daba mucha alegría.
Y además, aparte de eso estaba bien.
Muy bien.
Preocupantemente bien.
Tenía muchísima energía. Me levantaba (si es que me había acostado) con ganas de FREGAR. Y de PINTAR. Y de ORDENAR ALFABÉTICAMENTE LOS TRAPOS DE COCINA. Iba a natación y andaba unos tres kilómetros diarios, parte de ellos de noche y en mi casa, pasillo arriba pasillo abajo, porque estaba demasiado llena de energía para DORMIR y no podía hacer gran cosa sin despertar a ZaraJota, que sí estaba dormido... o fingía estarlo.
Porque además de superactiva estaba supersalida.
Normalmente llegaba a casa antes que ZaraJota y me quitaba la ropa y me metía en la cama en pelotas a esperarle. Cada día. Todos los días.
Hasta que día ZaraJota llegó a casa y me vio en pelotas y se echó a llorar y me dijo "por favor, hoy no, no puedo más, solo soy humano, tengo mis limitaciones".
ZaraJota es que es así: de vez en cuando se pone emotivo y le da por los temas trascendentales.
En fin.
Con Bebé-kun todo está siendo diferente.
Las náuseas casi nunca se materializan en potas y las potas casi nunca se materializan en pis, y eso está bien porque tengo la piel muy sensible y si me ducho más de tres veces al día se me irrita.
Además, el número de bragas que me caben es limitado, y no puedo andar echándolas a lavar todo el día, que se me acaban.
Pero aparte de eso estoy muy cansada, y muy apática, y muy apagada.
Y nada salida.
Jo.
Mi madre dice que es porque no es lo mismo el primer embarazo, cuando solo tienes que cuidarte tú y puedes meterte en la cama cuando quieras, que el segundo, cuando tienes un bicho de dos años corriendo por la casa y tú tienes que correr detrás.
Que me joda, vaya.
ZaraJota, en cambio, dice que es porque no es lo mismo el primer embarazo, cuando solo nos mudamos, se nos inundó la casa, nos fuimos a Eurodisney, me presenté a las oposiciones y acabé la escuela oficial de idiomas; que el segundo, cuando solo hemos reformado parcialmente dos habitaciones, pintado toda la casa, cambiado los muebles de Bebé-chan y sacado adelante un #Lorzfunding. De momento.
No estoy muy segura de cuál es su argumento, francamente, pero sospecho que va en la línea del que me joda, también.
Al final un día me encontré muy pero que muy mal y me fui a urgencias, por eso de que hacía mucho que no iba y tal y lo mismo me estaban echando de menos.
-Lo que ocurre -dijo el médico- es que las hormonas del bebé se mezclan con las tuyas y producen un desequilibrio que causa cansancio, pena, desgana...
-¿Que el bebé hace qué?
-Es un niño, ¿verdad?
-Sí, sí.
-Pues ese es el efecto que tienen los hombres.
Pues pronto empieza el pequeño opresor falocéntrico.
01 mayo 2015
Día de la madre 2015: cuestión de estilo
Y no me vengáis con que no es el día de la madre, porque para una madre su día es aquel en el que ha dormido más de cuatro horas seguidas.
Si eres madre o vas a serlo, seguramente te has enfrentado alguna vez a esa terrible pregunta:
¿Lo estoy haciendo mal?
Hoy, por ser el día que es, y porque me siento generosa, voy a sacaros de vuestra angustia y responder a vuestras dudas.
Sí.
La respuesta es sí.
Lo estás haciendo mal.
De hecho, lo estás haciendo TAN mal que cualquier día la Madre Naturaleza™ abrirá sus carnes de piedra para tragarse a toda la civilización, castigándola por lo mal que lo estás haciendo.
Ojo, que no lo digo yo.
Lo dice tu vecina cuando te grita que llevajarniño mu dehpechugao, que vacogé frío. Y la misma vecina, cuando al siguiente te vuelve a gritar que llevajer chiquillo pa criá polloh, con la caló que hase.
Lo dice tu cuñada cuando te pregunta si piensas darle teta al niño hasta que tenga quince años (para una fruta serie que ve y tenía que ser Juego de Tronos). Lo dice la expresión de la gente cuando les explicas que das biberón porque nunca te subió la leche (eres menos mujer por eso Y LO SABES). Y lo dice muy elocuentemente la matrona cuando le explicas que no quieres dar teta y que vas a enchufar al nene al biberón directamente (my boobs, my rules).
Lo dice tu suegra cuando descubre que colechas (no te apures, cuando queremos jugar al parchís usamos tu cama; ahora que sacas el tema, quizá deberías cambiar las sábanas, puede que haya habido un... eh... accidente). Lo dicen tus amigas cuando descubren con horror que mandaste la cuna y lo que habita dentro a la primera oportunidad (el condenado RONCA).
Lo dice tu tía abuela cuando te aconseja que no lo cojas tanto, que se acostumbra; y cinco minutos más tarde cuando te pide que le dejes cogerlo, que hay que ver como eres, que no la dejas cogerlo nunca (que qué?).
Lo dice esa señora que oye llorar a la nena en el bus y te grita que lo que tienes que hacer es darle chupete (lo siento, a mi hija le da arcadas chupar el látex, no como a tu hija la "actriz"). Lo dice ese señor que te pregunta si piensas dejarle el chupete hasta que cumpla quince años (¿por qué? ¿cree que los niños de quince años deberían estar chupando otra cosa?).
Lo dice tu madre cuando empieza "yo a ti nunca" o "yo a ti siempre" (a mí me lo vas a contar).
Lo dice ese señor cuando murmura con desprecio que en sus tiempos no había tantas tonterías (tampoco había ese arsenal de medicamentos, pagados con MIS impuestos, que TÚ te tomas para seguir vivo, así que supongo que estamos empatados, no?).
Lo dicen los ecologistas que se llevan las manos a la cabeza porque usas pañales desechables (tú sabes lo que contamina ESO?) y los ecologistas que se echan las manos a la cabeza porque usas pañales de tela (tú sabes la cantidad de detergentes que se vierten a los ríos con ESO?).
Lo dicen quienes te preguntan por qué tu hija no lleva pendientes, o por qué tu hijo juega con muñecas.
Lo dice tu pareja cuando te pregunta si estás segura de lo que vas a hacer y te dan ganas de gritarle ¡¡¡PUES CLARO QUE NO!!! ¿¿¿QUIÉN TE CREES QUE SOY, LA FRUTA MARÍA MONTESSORI???
Y lo dice tu conciencia, esa mala pécora, cuando pones FRANFURQUECHU para cenar por tercera noche consecutiva, porque llevas una semana trabajando más de doce horas diarias y no has tenido ni un minuto para ir a la compra.
En fin, admitámoslo: somos la generación de mujeres con más formación e información de la historia (tanto en lo profesional como en lo maternal), y ni así damos con la tecla. Así que no sé, lo mismo ha llegado el momento de asumir que "hacerlo bien" con los hijos consiste, simplemente, en quererlos mucho.
Todo lo demás es cuestión de estilo.
Pd. Me dice aquí la Monstrua que la próxima semana hay en Coslada un Encuentro Para Mamás que lo Hacen Mal. Animarse, que tiene muy buena pinta.
Si eres madre o vas a serlo, seguramente te has enfrentado alguna vez a esa terrible pregunta:
¿Lo estoy haciendo mal?
Hoy, por ser el día que es, y porque me siento generosa, voy a sacaros de vuestra angustia y responder a vuestras dudas.
Sí.
La respuesta es sí.
Lo estás haciendo mal.
De hecho, lo estás haciendo TAN mal que cualquier día la Madre Naturaleza™ abrirá sus carnes de piedra para tragarse a toda la civilización, castigándola por lo mal que lo estás haciendo.
Ojo, que no lo digo yo.
Lo dice tu vecina cuando te grita que llevajarniño mu dehpechugao, que vacogé frío. Y la misma vecina, cuando al siguiente te vuelve a gritar que llevajer chiquillo pa criá polloh, con la caló que hase.
Lo dice tu cuñada cuando te pregunta si piensas darle teta al niño hasta que tenga quince años (para una fruta serie que ve y tenía que ser Juego de Tronos). Lo dice la expresión de la gente cuando les explicas que das biberón porque nunca te subió la leche (eres menos mujer por eso Y LO SABES). Y lo dice muy elocuentemente la matrona cuando le explicas que no quieres dar teta y que vas a enchufar al nene al biberón directamente (my boobs, my rules).
Lo dice tu suegra cuando descubre que colechas (no te apures, cuando queremos jugar al parchís usamos tu cama; ahora que sacas el tema, quizá deberías cambiar las sábanas, puede que haya habido un... eh... accidente). Lo dicen tus amigas cuando descubren con horror que mandaste la cuna y lo que habita dentro a la primera oportunidad (el condenado RONCA).
Lo dice tu tía abuela cuando te aconseja que no lo cojas tanto, que se acostumbra; y cinco minutos más tarde cuando te pide que le dejes cogerlo, que hay que ver como eres, que no la dejas cogerlo nunca (que qué?).
Lo dice esa señora que oye llorar a la nena en el bus y te grita que lo que tienes que hacer es darle chupete (lo siento, a mi hija le da arcadas chupar el látex, no como a tu hija la "actriz"). Lo dice ese señor que te pregunta si piensas dejarle el chupete hasta que cumpla quince años (¿por qué? ¿cree que los niños de quince años deberían estar chupando otra cosa?).
Lo dice tu madre cuando empieza "yo a ti nunca" o "yo a ti siempre" (a mí me lo vas a contar).
Lo dice ese señor cuando murmura con desprecio que en sus tiempos no había tantas tonterías (tampoco había ese arsenal de medicamentos, pagados con MIS impuestos, que TÚ te tomas para seguir vivo, así que supongo que estamos empatados, no?).
Lo dicen los ecologistas que se llevan las manos a la cabeza porque usas pañales desechables (tú sabes lo que contamina ESO?) y los ecologistas que se echan las manos a la cabeza porque usas pañales de tela (tú sabes la cantidad de detergentes que se vierten a los ríos con ESO?).
Lo dicen quienes te preguntan por qué tu hija no lleva pendientes, o por qué tu hijo juega con muñecas.
Lo dice tu pareja cuando te pregunta si estás segura de lo que vas a hacer y te dan ganas de gritarle ¡¡¡PUES CLARO QUE NO!!! ¿¿¿QUIÉN TE CREES QUE SOY, LA FRUTA MARÍA MONTESSORI???
Y lo dice tu conciencia, esa mala pécora, cuando pones FRANFURQUECHU para cenar por tercera noche consecutiva, porque llevas una semana trabajando más de doce horas diarias y no has tenido ni un minuto para ir a la compra.
En fin, admitámoslo: somos la generación de mujeres con más formación e información de la historia (tanto en lo profesional como en lo maternal), y ni así damos con la tecla. Así que no sé, lo mismo ha llegado el momento de asumir que "hacerlo bien" con los hijos consiste, simplemente, en quererlos mucho.
Todo lo demás es cuestión de estilo.
Pd. Me dice aquí la Monstrua que la próxima semana hay en Coslada un Encuentro Para Mamás que lo Hacen Mal. Animarse, que tiene muy buena pinta.