Este es un aviso importante para todos los #Lorzfunders:
Me da la impresión de que algunos no recibís los mails que envío a través de Verkami.
En algunos casos es porque la cuenta de correo que habéis usado para registraros no es la que usáis habitualmente, y ni la miráis ni nada.
En otro, porque los mails van directos a la carpeta de spam.
Sea como sea, lo que está claro es que los mails no os llegan, así que haciendo una excepción voy a intentar comunicarme desde aquí:
Necesito vuestros datos.
En concreto, estos datos, pero sobretodo, necesitamos saber qué nombre, nick o palabra mágica tenemos que poner en los agradecimientos.
Hasta que no tengamos todos los nombres, nicks o palabras mágicas no podemos seguir adelante con el libro.
Y hasta que no tengamos el resto de los datos no podemos empezar a enviar recompensas.
Lo único que tenéis que hacer es enviarme un correo a lorzagirl@gmail.com.
Gracias por vuestra colaboración.
31 enero 2015
20 enero 2015
BUELA DICE CALLA
De la entrada anterior se desprende que mi abuela se inventó lo de "perder el tiento", que no sé ni de qué me extraño.
Tampoco estoy en posición de criticar porque no le canto a Bebe-chan ni una canción a derechas y le cambio el argumento de los cuentos porque simplemente están todos mal escritos y punto.
El problema es que a la nena está entrando en una edad muy peligrosa porque:
1 ella empieza a acordarse de las cosas
2 los demás empezamos a entender lo que dice
La primera señal de alarma se disparó por culpa de el tito, que cuando estuvimos en su casa nos agasajó con un guiso de carne con patatas que nos dejó con las patas colgando.
Bebé-chan se zampó dos platos (el suyo y el mío) y luego dos helados (el suyo y el mío) y después de aquello cada vez que yo le daba de comer algo que no le apetecía mucho preguntaba por el tito, la pequeña cínica.
Otra señal de alarma sonó una tarde que pasó con los abuelos.
-¿Te lo has pasado bien? -le pregunté cuando fui a buscarla.
-TIIII.
-¿Qué has hecho con los abuelos?
-BUELA DICE "¡CALLA!", BUELO DICE "¡CALLA TÚ!"
Tan pequeñita y ya los tiene calados, pensé.
(Perdonad si ya habéis oído antes la historia, es que no me canso de contarla).
Cuando fuimos a Barcelona una noche preguntó por el pollo Pepe.
-Nos lo hemos dejado en casa, petitona.
No volvió a mencionar el asunto y creímos que se le había olvidado, pero cuando volvimos a Madrid cuatro días más tarde se fue corriendo a la cama, se tumbó, y una vez preparada nos dijo:
-ARA CUENTO POLLO PEPE.
Luego tuvo lugar el incidente de los zapatos.
Bebé-chan tiene muchos vestidos monísimos y zapatitos de charol que no se puede poner casi nunca, porque no le sirven ni para ir a la guardería ni a las clases de música, así que se los encasquetamos todos los domingos para ir a comer a casa de la abuela.
Puede que le hayamos creado un condicionamiento pauloviano de esos, porque ahora oye la palabra "abuela" y se va corriendo a ponerse los zapatos de charol.
Hace unos días se levantó de mal humor y gritando "NO QUERO GUARDE QUIERO BUELA".
-¿Sí? -le dije-. Pues estás de suerte, porque hoy la abuela va a ir a buscarte a la guarde.
Bebé-chan se lo pensó un momento.
-QUERO PATOS BUELA-BUELO.
-No, a la guarde no puedes ir con los zapatos de charol. Te voy a poner las botas.
-QUERO. PATOS. BUELA-BUELO.
-Que no. Botas.
-QUERO PATOS BUELA-BUELO. ARA.
-Mira, Bebé-chan, a la guarde no se puede ir con zapatos de charol, Y PUNTO.
Cuando llegamos a la guarde, la seño miró a Bebé-chan con extrañeza.
-¿Por qué viene con zapatos de charol?
En fin...
Pero lo peor ha sido lo de hoy.
Le hemos enseñado que cuando salimos de casa puede llevar solo UN juguete, y tiene la norma tan interiorizada que todos los días selecciona el juguete con mucho cuidado, y luego me levanta el índice y me grita "MIRA MAMÁ UN GUGUETE CHOLO".
Pero hoy ha cogido dos.
-Bebé-chan, solo un juguete.
-TIIII, CHOLO UNO.
-Llevas dos.
-NOOO... NENA LLEVA UN GUGUETE CHOLO.
-¿Y el otro?
-OTRO LLEVA MAMÁ.
Ahora también sabe de estadística, la enana.
Tampoco estoy en posición de criticar porque no le canto a Bebe-chan ni una canción a derechas y le cambio el argumento de los cuentos porque simplemente están todos mal escritos y punto.
El problema es que a la nena está entrando en una edad muy peligrosa porque:
1 ella empieza a acordarse de las cosas
2 los demás empezamos a entender lo que dice
La primera señal de alarma se disparó por culpa de el tito, que cuando estuvimos en su casa nos agasajó con un guiso de carne con patatas que nos dejó con las patas colgando.
Bebé-chan se zampó dos platos (el suyo y el mío) y luego dos helados (el suyo y el mío) y después de aquello cada vez que yo le daba de comer algo que no le apetecía mucho preguntaba por el tito, la pequeña cínica.
Otra señal de alarma sonó una tarde que pasó con los abuelos.
-¿Te lo has pasado bien? -le pregunté cuando fui a buscarla.
-TIIII.
-¿Qué has hecho con los abuelos?
-BUELA DICE "¡CALLA!", BUELO DICE "¡CALLA TÚ!"
Tan pequeñita y ya los tiene calados, pensé.
(Perdonad si ya habéis oído antes la historia, es que no me canso de contarla).
Cuando fuimos a Barcelona una noche preguntó por el pollo Pepe.
-Nos lo hemos dejado en casa, petitona.
No volvió a mencionar el asunto y creímos que se le había olvidado, pero cuando volvimos a Madrid cuatro días más tarde se fue corriendo a la cama, se tumbó, y una vez preparada nos dijo:
-ARA CUENTO POLLO PEPE.
Luego tuvo lugar el incidente de los zapatos.
Bebé-chan tiene muchos vestidos monísimos y zapatitos de charol que no se puede poner casi nunca, porque no le sirven ni para ir a la guardería ni a las clases de música, así que se los encasquetamos todos los domingos para ir a comer a casa de la abuela.
Puede que le hayamos creado un condicionamiento pauloviano de esos, porque ahora oye la palabra "abuela" y se va corriendo a ponerse los zapatos de charol.
Hace unos días se levantó de mal humor y gritando "NO QUERO GUARDE QUIERO BUELA".
-¿Sí? -le dije-. Pues estás de suerte, porque hoy la abuela va a ir a buscarte a la guarde.
Bebé-chan se lo pensó un momento.
-QUERO PATOS BUELA-BUELO.
-No, a la guarde no puedes ir con los zapatos de charol. Te voy a poner las botas.
-QUERO. PATOS. BUELA-BUELO.
-Que no. Botas.
-QUERO PATOS BUELA-BUELO. ARA.
-Mira, Bebé-chan, a la guarde no se puede ir con zapatos de charol, Y PUNTO.
Cuando llegamos a la guarde, la seño miró a Bebé-chan con extrañeza.
-¿Por qué viene con zapatos de charol?
En fin...
Pero lo peor ha sido lo de hoy.
Le hemos enseñado que cuando salimos de casa puede llevar solo UN juguete, y tiene la norma tan interiorizada que todos los días selecciona el juguete con mucho cuidado, y luego me levanta el índice y me grita "MIRA MAMÁ UN GUGUETE CHOLO".
Pero hoy ha cogido dos.
-Bebé-chan, solo un juguete.
-TIIII, CHOLO UNO.
-Llevas dos.
-NOOO... NENA LLEVA UN GUGUETE CHOLO.
-¿Y el otro?
-OTRO LLEVA MAMÁ.
Ahora también sabe de estadística, la enana.
13 enero 2015
Un cuento de mierda
Cuando era pequeña mi abuela solía contarme un cuento.
Matizo. Cuando era pequeña mi abuela, que probablemente llevaba toda la tarde aguantando a cinco nietos gritones y estaba ya hasta el orto, nos decía:
-¿Queréis que os cuente un cuento?
-¡Sí!
-Pues os voy a contar el cuento de María Sarmiento...
Vamos a hacer esto bien, porque el cuento de María Sarmiento se merece un análisis en profundidad:
Os voy a contar el cuento
de María Sarmiento
Obsérvese con qué valor el poeta abre esta pieza con una ritma consonante, sin miedo a la pesada carga que supondrá en versos futuros.
que fue a cagar y perdió el tiento.
Este verso siempre me ha intrigado: ¿de qué perdió el tiento? Eso es que hizo caca de más o de menos?
Una vez mi abuela me explicó que en su época no había cuarto de baño sino que hacían sus cosas en cuclillas al fondo del patio. "Perder el tiento" es estar en cuclillas y perder el equilibrio... con resultados que no voy a detallar porque lo mismo estáis comiendo.
Y cagó tres pelotillas:
Decepción. Visto el nivelón del cuento yo esperaba que soltara un truño, un ñordo o un mojón, no "tres pelotillas" de mierda (nunca mejor dicho).
una para Juan...
Jajaja, pringao.
otra para Pedro...
Jajaja, otro pringao.
y otra para el que hable primero.
¡Mierdaaa (nunca mejor dicho)! Por muchas veces que mi abuela nos contara el cuento, siempre me llevaba la sorpresa al final:
¡¡¡QUE NO ES UN CUENTO, QUE ES UNA TRAMPA PARA QUE NOS CALLEMOS!!!
¡Será hijafruta, la abuela! ¡Que nos ha distraído con la mierda (nunca mejor dicho) de las pelotillas y el tiento y nos la ha colao bacalao!Ayer
Miraba a mis hermanos y primos en plan "¿habéis visto la hijafruta?" pero claro, no podía decir nada porque si era la primera que hablaba me llevaría la pelotilla... Aunque ahora que lo pienso, siempre me acababa llevando la pelotilla de todas formas, así que no sé por qué no aceptaba lo inevitable y punto.
En fin.
Ayer me encontraba un poco mal y ZaraJota™ me mandó a la cama.
-Yo me ocupo de Bebé-chan -dijo mientras me arropaba. Y se fue.
Volvió en menos de cinco minutos.
-Que no me acordaba de que me tengo que duchar. ¿Puedes vigilar a la nena un rato?
-Claro. Traémela a la cama y le cuento un cuento.
ZaraJota™ se lo pensó.
-¡El de María Sarmiento?
-¡De eso nada!
Que seguro que me vuelve a tocar a mí la pelotilla.
Pd: Ayer pregunté en twitter quién había escuchado este cuento alguna vez y hubo diversidad de opiniones. Se ve qué a más de uno le ha tocado la pelotilla alguna vez XD
Matizo. Cuando era pequeña mi abuela, que probablemente llevaba toda la tarde aguantando a cinco nietos gritones y estaba ya hasta el orto, nos decía:
-¿Queréis que os cuente un cuento?
-¡Sí!
-Pues os voy a contar el cuento de María Sarmiento...
Vamos a hacer esto bien, porque el cuento de María Sarmiento se merece un análisis en profundidad:
Os voy a contar el cuento
de María Sarmiento
Obsérvese con qué valor el poeta abre esta pieza con una ritma consonante, sin miedo a la pesada carga que supondrá en versos futuros.
que fue a cagar y perdió el tiento.
Este verso siempre me ha intrigado: ¿de qué perdió el tiento? Eso es que hizo caca de más o de menos?
Una vez mi abuela me explicó que en su época no había cuarto de baño sino que hacían sus cosas en cuclillas al fondo del patio. "Perder el tiento" es estar en cuclillas y perder el equilibrio... con resultados que no voy a detallar porque lo mismo estáis comiendo.
Y cagó tres pelotillas:
Decepción. Visto el nivelón del cuento yo esperaba que soltara un truño, un ñordo o un mojón, no "tres pelotillas" de mierda (nunca mejor dicho).
una para Juan...
Jajaja, pringao.
otra para Pedro...
Jajaja, otro pringao.
y otra para el que hable primero.
¡Mierdaaa (nunca mejor dicho)! Por muchas veces que mi abuela nos contara el cuento, siempre me llevaba la sorpresa al final:
¡¡¡QUE NO ES UN CUENTO, QUE ES UNA TRAMPA PARA QUE NOS CALLEMOS!!!
¡Será hijafruta, la abuela! ¡Que nos ha distraído con la mierda (nunca mejor dicho) de las pelotillas y el tiento y nos la ha colao bacalao!Ayer
Miraba a mis hermanos y primos en plan "¿habéis visto la hijafruta?" pero claro, no podía decir nada porque si era la primera que hablaba me llevaría la pelotilla... Aunque ahora que lo pienso, siempre me acababa llevando la pelotilla de todas formas, así que no sé por qué no aceptaba lo inevitable y punto.
En fin.
Ayer me encontraba un poco mal y ZaraJota™ me mandó a la cama.
-Yo me ocupo de Bebé-chan -dijo mientras me arropaba. Y se fue.
Volvió en menos de cinco minutos.
-Que no me acordaba de que me tengo que duchar. ¿Puedes vigilar a la nena un rato?
-Claro. Traémela a la cama y le cuento un cuento.
ZaraJota™ se lo pensó.
-¡El de María Sarmiento?
-¡De eso nada!
Que seguro que me vuelve a tocar a mí la pelotilla.
Pd: Ayer pregunté en twitter quién había escuchado este cuento alguna vez y hubo diversidad de opiniones. Se ve qué a más de uno le ha tocado la pelotilla alguna vez XD
06 enero 2015
El roscón de reyes
El domingo pasado toda mi familia se vino a comer a mi casa sin motivo aparente.
Estábamos ya con los postres cuando empezamos a planear la merienda del día de reyes, porque mi familia es así: en cuanto ve que una comida se está terminando empieza a pensar en la siguiente.
-Yo compro el roscón -anunció mi madre-, que el del año pasado estaba malísimo.
-El del año pasado lo compraste tú -le dije, pero en bajito porque no hay que confundir sinceridad con suicidio.
-¿Cómo os gusta?
Mis hermanos y yo nos miramos como de soslayo, porque gustar, lo que se dice gustar, el roscón de reyes no nos gusta a ninguno, y solo nos lo comemos porque mi madre lo compra y luego empieza con "¿para esto compro yo el roscón, para que no os lo comáis?" y nos lo incrusta en el gaznate ayudándose con un palo.
-A mí no me gusta -declaré, pero en bajito porque no hay que confundir sinceridad con suicidio.
-A mí me gusta sin nada -anunció mi madre, y entonces nos dimos cuenta de que ya no servía de nada objetar porque había cogido carrerilla y estaba soltando el discurso de todos los años-, pero claaaaaro, a vosotros os gusta con mucha nata, venga nata, de verdad, que no sé como a la gente le puede gustar con tanta nata...
Obsérvese como de pronto éramos "gente".
-Que no nos gusta.
-O trufa. La manía con la trufa. Claro, como a vosotros os gusta todo bien cubierto de chocolate...
Mi madre cree que nos alimentamos básicamente de chocolate. Que adoramos el chocolate. Que olemos chocolate y nos hacemos pis de gusto encima... Vale, esto último puede que sea cierto.
-La trufa no es chocolate. Y me gusta menos que el roscón. Si cabe.
-Pues yo de trufa no lo compro. Voy a comprar uno sin nata para mí, que no me gusta tanta tontería, y otro con nata para vosotros.
Mi madre es que desde que es terrateniente se ha visto poseída por el espíritu del capitalismo. Vaya: un roscón para ella y otro para compartir entre siete, en fin...
-¿Madre, no crees que es un reparto un poco... desigual? -le dije, pero me ignoró vilmente porque los capitalistas son así.
-Pero con nata de verdad, ¿eh? No CHANTILLÍ de ese.
Mi madre es una optimista de la vida y no conoce el rencor o el odio. Casi. Pero el chantillí siempre saca lo peor de ella. Mis hermanos y yo nos miramos nerviosos. Presentíamos el desastre.
-Lo que prefieras.
-Que te lo venden como nata, y cuando vas a comértelo no es nata, es CHANTILLÍ de ese. Y el CHANTILLÍ no es nata: es CHANTILLÍ. No sabe igual: ni se le parece. Anda que no está malo. Y a la gente le encanta, pero eso no es nata. Y YO LO QUIERO CON NATA.
-¿No habías dicho que el tuyo era sin nada?
Mi madre se quedó desconcertada unos segundos y aproveché para sacar el café y unas galletitas.
Ilusa de mí, entre las galletas había oreos.
A Hermano Pequeño se le iluminó la cara y comentó el elaborado ritual que implica comer oreos: coge una, quita la galleta de un lado, lame el relleno mientras lanza gemidos de puro placer...
-¿Eso que es? -preguntó la Tita del Puerto, que también estaba presente.
-Una oreo.
-Yo no sé cómo os puede gustar eso.
A la Tita del Puerto no le gustan las oreos.
-Más hay para mí.
-Es que los niños ven eso negro y se piensan que es chocolate -intervino mi madre, ajena al hecho de que Hermano Mediano va a cumplir treinta años y a estas alturas ya conoce perfectamente la composición de una oreo.
-Me da igual, está buenísima.
-¿Y lo de dentro qué es?
Hermano Pequeño dio otro lametón y fingió pensarlo durante unos segundos.
-Es... CHANTILLÍ.
Es que Hermano Pequeño todavía confunde sinceridad y suicidio.
Estábamos ya con los postres cuando empezamos a planear la merienda del día de reyes, porque mi familia es así: en cuanto ve que una comida se está terminando empieza a pensar en la siguiente.
-Yo compro el roscón -anunció mi madre-, que el del año pasado estaba malísimo.
-El del año pasado lo compraste tú -le dije, pero en bajito porque no hay que confundir sinceridad con suicidio.
-¿Cómo os gusta?
Mis hermanos y yo nos miramos como de soslayo, porque gustar, lo que se dice gustar, el roscón de reyes no nos gusta a ninguno, y solo nos lo comemos porque mi madre lo compra y luego empieza con "¿para esto compro yo el roscón, para que no os lo comáis?" y nos lo incrusta en el gaznate ayudándose con un palo.
-A mí no me gusta -declaré, pero en bajito porque no hay que confundir sinceridad con suicidio.
-A mí me gusta sin nada -anunció mi madre, y entonces nos dimos cuenta de que ya no servía de nada objetar porque había cogido carrerilla y estaba soltando el discurso de todos los años-, pero claaaaaro, a vosotros os gusta con mucha nata, venga nata, de verdad, que no sé como a la gente le puede gustar con tanta nata...
Obsérvese como de pronto éramos "gente".
-Que no nos gusta.
-O trufa. La manía con la trufa. Claro, como a vosotros os gusta todo bien cubierto de chocolate...
Mi madre cree que nos alimentamos básicamente de chocolate. Que adoramos el chocolate. Que olemos chocolate y nos hacemos pis de gusto encima... Vale, esto último puede que sea cierto.
-La trufa no es chocolate. Y me gusta menos que el roscón. Si cabe.
-Pues yo de trufa no lo compro. Voy a comprar uno sin nata para mí, que no me gusta tanta tontería, y otro con nata para vosotros.
Mi madre es que desde que es terrateniente se ha visto poseída por el espíritu del capitalismo. Vaya: un roscón para ella y otro para compartir entre siete, en fin...
-¿Madre, no crees que es un reparto un poco... desigual? -le dije, pero me ignoró vilmente porque los capitalistas son así.
-Pero con nata de verdad, ¿eh? No CHANTILLÍ de ese.
Mi madre es una optimista de la vida y no conoce el rencor o el odio. Casi. Pero el chantillí siempre saca lo peor de ella. Mis hermanos y yo nos miramos nerviosos. Presentíamos el desastre.
-Lo que prefieras.
-Que te lo venden como nata, y cuando vas a comértelo no es nata, es CHANTILLÍ de ese. Y el CHANTILLÍ no es nata: es CHANTILLÍ. No sabe igual: ni se le parece. Anda que no está malo. Y a la gente le encanta, pero eso no es nata. Y YO LO QUIERO CON NATA.
-¿No habías dicho que el tuyo era sin nada?
Mi madre se quedó desconcertada unos segundos y aproveché para sacar el café y unas galletitas.
Ilusa de mí, entre las galletas había oreos.
A Hermano Pequeño se le iluminó la cara y comentó el elaborado ritual que implica comer oreos: coge una, quita la galleta de un lado, lame el relleno mientras lanza gemidos de puro placer...
-¿Eso que es? -preguntó la Tita del Puerto, que también estaba presente.
-Una oreo.
-Yo no sé cómo os puede gustar eso.
A la Tita del Puerto no le gustan las oreos.
-Más hay para mí.
-Es que los niños ven eso negro y se piensan que es chocolate -intervino mi madre, ajena al hecho de que Hermano Mediano va a cumplir treinta años y a estas alturas ya conoce perfectamente la composición de una oreo.
-Me da igual, está buenísima.
-¿Y lo de dentro qué es?
Hermano Pequeño dio otro lametón y fingió pensarlo durante unos segundos.
-Es... CHANTILLÍ.
Es que Hermano Pequeño todavía confunde sinceridad y suicidio.