La Vieja y Malvada Bruja se sentía un poco sola últimamente.
Quizá una mascota me haría compañía, pensó, así que se fue a lo más alto de la más alta torre y secuestró a un dragón.
Había allí también una princesa, y no le hubiera importado quedársela también como mascota, pero empezó a hacer muchos aspavientos, y a darle besos y abrazos y a ponerse a sus pies y a agradecerle que la hubiera salvado de tan horrible monstruo. La bruja se lo pensó menor y decidió llevársela, sí, pero para merendar por el camino.
El dragón, que dijo llamarse Molón, se adaptó perfectamente a la vida en la cabaña de la bruja:
El dragón Molón
Se levanta con ilusión
Desayuna cacao
Para hacerse mayor
Va a la guarde muy contento
A aprender un montón
A la hora de comer
Usa siempre tenedor
Termina y duerme una siesta
Tumbadito en su colchón
Por la tarde sale al parque
A jugar con un balón
Va después directo al baño
Con espuma de jabón
Cena mucho y toma leche
Que se bebe de un tirón
Y a la cama, que ya es hora
Ten dulces sueños, mi amor
Me estoy ablandando, piensa la Vieja y Malvada Bruja mientras calienta en el microondas unos restos de princesa que se ha encontrado en la nevera.
31 octubre 2014
25 octubre 2014
La maldición de los calzoncillos
ZaraJota™ tiene unos calzoncillos de Star Wars. Se los trajeron los Reyes Majos de Andalucía hace un par de años, y son muy bonitos: de color negro con cascos de soldado imperial estampados.
Súpersexis.
Los calzoncillos de Star Wars tienen muchas ventajas.
Para empezar, se le quedan muy pegaditos al pompis. También son muy suaves, y entre una cosa y otra, cuando se los pone se le caen los pantalones y los lleva asomando, en plan modelo de lencería de Calvin Klein, si los modelos de Calvin Klein llevaran calzoncillos de Star Wars en vez de... bueno, calzoncillos de Calvin Klein. Pero lo mejor es cuando los usa para dormir, porque son súpersuavitos y es muy relajante tocarle el pompis así como quien no quiere la cosa.
Por desgracia, los calzoncillos de Star Wars también esconden un oscuro secreto.
-Estos calzoncillos están malditos -me dijo un día ZaraJota™-, cuando me los pongo nunca jugamos al parchís.
-Hombre, tienes muchos calzoncillos, no les puede tocar siempre a todos.
-Que no, que no, estos son los únicos con los que nunca hemos jugado al parchís.
-No me lo puedo creer. ¿Hemos jugado al parchís con los calzoncillos de Spiderman?
ZaraJota™ tiene unos calzoncillos de Spiderman. Son rojos y azules y llevan impresa la máscara de Spiderman en... bueno, os ahorro los detalles.
-Sí, hasta con esos. Con todos menos con estos. Hemos estado a punto muchas veces, pero en el último minuto surge algo, y nos quedamos con las ganas, o peor, a medias.
-No puede ser.
-¿Te acuerdas de cuando estábamos jugando al parchís y tu madre se presentó en casa?
-Sí.
-Calzoncillos de Star Wars.
-Jo.
-¿Te acuerdas de cuando estábamos jugando al parchís y Bebé-chan empezó a llorar, y fuiste a calmarla y te devolvió encima, y la soltaste en nuestra cama para cambiarte y volvió a devolver, y la cogí en brazos para que cambiaras las sábanas y volvió a devolver, y acabamos teniendo que pintar todo el piso?
-Sí.
-Calzoncillos de Star Wars.
-Vale, me has convencido: los calzoncillos están malditos.
Aunque lo que de verdad me preocupaba era cómo lo sabía ZaraJota™. ¿Lleva un diario en el que anota cuándo jugamos al parchís y que calzoncillos llevaba puestos? ¿O pone marcas en los calzoncillos?
-Tenemos que romper la maldición -dijo.
Ahora es cuando la cosa se pone ridícula.
Más ridícula, quiero decir.
-¡Hoy tenemos que jugar al parchís! -decía ZaraJota™.
-¿Hoy? Si tenemos diarrea, apenas nos mantenemos en pie, y Bebé-chan ha dormido tres horas de siesta y va a estar dando saltos en la cama hasta el amanecer...
-Lo sé, lo sé, ¡pero llevo puestos los calzoncillos de Star Wars y tenemos que romper la maldición!
O, por el contrario:
-Oye, ZaraJota™, ¿te apetece jugar al parchís un ratito?
-Ni hablar, ¡los calzoncillos de Star Wars están en la lavadora!
Ogino habría estado muy orgulloso de nosotros.
Pues bien, la semana pasada fue el tercer aniversario del musical de El Rey León en Madrid. Como ZaraJota™ fue uno de los 10 primeros en comprar entradas para el día del estreno, la productora tuvo el detalle de invitarnos a asistir a la función. Nos enseñaron el backstage, nos dieron canapés, y al final de la representación, ZaraJota™ subió al escenario para cantar el cumpleaños feliz.
¿Y esto qué tiene que ver?
Absolutamente nada, es solo por presumir.
Para que pudiéramos ir al teatro, Bebé-chan se quedó a dormir en casa de los abuelos.
-Podemos aprovechar para jugar al parchís -le dije a ZaraJota™.
-No lo creo. Seguro que llegamos a casa tarde y cansados.
-Menudo espíritu, chaval.
-Además, llevo puestos los calzoncillos de Star Wars.
Jo.
Al día siguiente, ZaraJota™ estaba pletórico.
-¿Te lo pasaste bien ayer? -le pregunté.
-Mucho, mucho.
-El backstage molaba millones.
-Sí, es una pasada.
-Y lo de subir al escenario, ¿eh?
-Sí, sí, es impresionante, cantar sobre el escenario, con tanta gente aplaudiendo...
-¿Qué fue lo que más te gustó?
ZaraJota™ se lo pensó un momento.
-¡Que rompimos la maldición de los calzoncillos de Star Wars!
Está bien: creo que alguien necesita redefinir sus prioridades...
Súpersexis.
Los calzoncillos de Star Wars tienen muchas ventajas.
Para empezar, se le quedan muy pegaditos al pompis. También son muy suaves, y entre una cosa y otra, cuando se los pone se le caen los pantalones y los lleva asomando, en plan modelo de lencería de Calvin Klein, si los modelos de Calvin Klein llevaran calzoncillos de Star Wars en vez de... bueno, calzoncillos de Calvin Klein. Pero lo mejor es cuando los usa para dormir, porque son súpersuavitos y es muy relajante tocarle el pompis así como quien no quiere la cosa.
Por desgracia, los calzoncillos de Star Wars también esconden un oscuro secreto.
-Estos calzoncillos están malditos -me dijo un día ZaraJota™-, cuando me los pongo nunca jugamos al parchís.
-Hombre, tienes muchos calzoncillos, no les puede tocar siempre a todos.
-Que no, que no, estos son los únicos con los que nunca hemos jugado al parchís.
-No me lo puedo creer. ¿Hemos jugado al parchís con los calzoncillos de Spiderman?
ZaraJota™ tiene unos calzoncillos de Spiderman. Son rojos y azules y llevan impresa la máscara de Spiderman en... bueno, os ahorro los detalles.
-Sí, hasta con esos. Con todos menos con estos. Hemos estado a punto muchas veces, pero en el último minuto surge algo, y nos quedamos con las ganas, o peor, a medias.
-No puede ser.
-¿Te acuerdas de cuando estábamos jugando al parchís y tu madre se presentó en casa?
-Sí.
-Calzoncillos de Star Wars.
-Jo.
-¿Te acuerdas de cuando estábamos jugando al parchís y Bebé-chan empezó a llorar, y fuiste a calmarla y te devolvió encima, y la soltaste en nuestra cama para cambiarte y volvió a devolver, y la cogí en brazos para que cambiaras las sábanas y volvió a devolver, y acabamos teniendo que pintar todo el piso?
-Sí.
-Calzoncillos de Star Wars.
-Vale, me has convencido: los calzoncillos están malditos.
Aunque lo que de verdad me preocupaba era cómo lo sabía ZaraJota™. ¿Lleva un diario en el que anota cuándo jugamos al parchís y que calzoncillos llevaba puestos? ¿O pone marcas en los calzoncillos?
-Tenemos que romper la maldición -dijo.
Ahora es cuando la cosa se pone ridícula.
Más ridícula, quiero decir.
-¡Hoy tenemos que jugar al parchís! -decía ZaraJota™.
-¿Hoy? Si tenemos diarrea, apenas nos mantenemos en pie, y Bebé-chan ha dormido tres horas de siesta y va a estar dando saltos en la cama hasta el amanecer...
-Lo sé, lo sé, ¡pero llevo puestos los calzoncillos de Star Wars y tenemos que romper la maldición!
O, por el contrario:
-Oye, ZaraJota™, ¿te apetece jugar al parchís un ratito?
-Ni hablar, ¡los calzoncillos de Star Wars están en la lavadora!
Ogino habría estado muy orgulloso de nosotros.
Pues bien, la semana pasada fue el tercer aniversario del musical de El Rey León en Madrid. Como ZaraJota™ fue uno de los 10 primeros en comprar entradas para el día del estreno, la productora tuvo el detalle de invitarnos a asistir a la función. Nos enseñaron el backstage, nos dieron canapés, y al final de la representación, ZaraJota™ subió al escenario para cantar el cumpleaños feliz.
¿Y esto qué tiene que ver?
Absolutamente nada, es solo por presumir.
Para que pudiéramos ir al teatro, Bebé-chan se quedó a dormir en casa de los abuelos.
-Podemos aprovechar para jugar al parchís -le dije a ZaraJota™.
-No lo creo. Seguro que llegamos a casa tarde y cansados.
-Menudo espíritu, chaval.
-Además, llevo puestos los calzoncillos de Star Wars.
Jo.
Al día siguiente, ZaraJota™ estaba pletórico.
-¿Te lo pasaste bien ayer? -le pregunté.
-Mucho, mucho.
-El backstage molaba millones.
-Sí, es una pasada.
-Y lo de subir al escenario, ¿eh?
-Sí, sí, es impresionante, cantar sobre el escenario, con tanta gente aplaudiendo...
-¿Qué fue lo que más te gustó?
ZaraJota™ se lo pensó un momento.
-¡Que rompimos la maldición de los calzoncillos de Star Wars!
Está bien: creo que alguien necesita redefinir sus prioridades...
17 octubre 2014
Gazpacho asesino
A Bebé-chan le gustan los peces.
Creo que la culpa es de la Tita del Puerto, que le regaló unos peces de plástico para jugar en la bañera que le encantaron y sigue usando todos los días.
Bebé-chan, no la Tita.
El año pasado estuvimos en Valencia y la llevamos al Oceanogràfic.
La enana apenas se mantenía en pie sobre sus patitas gordezuelas, pero se pegaba al cristal de los acuarios con la boca abierta:
-¡OOOOOH! ¡PEEEES!
Todavía ahora, cuando vamos al supermercado, la pescadería es parada obligatoria:
-¡HOLA PES! -le grita al pescado cuando llegamos-. ¡ADIOS PES! -le grita al pescado cuando nos vamos.
Y hace un mes o así, fui a la tienda de animales para comprar un pez, y me volví con dos, porque el dependiente me dijo que uno solo se estresaría. Luego miró a Bebé-chan, que estaba aporreando el cristal del acuario al grito de "¡UN PES! ¡UN PES!" y añadió que se iban a estresar de todas maneras, y que mejor me llevaba también algo para que se escondieran dentro.
Los peces, uno rojo y otro amarillo, se adaptaron bien a nuestra casa. Parecía que se llevaban bien entre ellos, pero cuando ya habían pasado varios días, el pez amarillo desapareció.
-Qué c*ñ*...
Apareció detrás del filtro,muerto con un billete para Ratónpolis.
En la tienda me habían dicho que tenían garantía, y que si algunose moría se iba a Ratónpolis solo tenía que llevar el cadáver el billete y me darían otro. Pero no podía acercarme a la tienda hasta la semana siguiente.
-¿Qué hago? -le pregunté a Zarajota-, ¿lo congelo hasta que podamos ir?
-¿Los peces se pueden congelar?
-Claro, para el anisakis.
Zarajota votó por no congelar el pez.
-Que no, que no, que me recuerda al gato de tu tía.
~~~~~~~
Flashback
~~~~~~~
Mi tía tenía un gato y se murió.
El gato, no mi tía.
Como tenía un horario de trabajo muy complicado no pudo ocuparse del cadáver de inmediato y claro, ¿qué iba a hacer con un gato muerto en casa tres o cuatro días?
Pues congelarlo.
Luego lo metió en una caja de corcho blanco, porque tenía que coger el tren y no era plan de que el gato de descongelara por el camino.
Se ve que pierden propiedades o algo.
Después de largas peripecias llegó con el gato congelado a Las Vegas, donde lo enterró y después plantó un pino.
Ahora que habéis visualizado a mi tía volando a Estados Unidos para enterrar al gato y después cagarse sobre su tumba, será mejor que aclare que Las Vegas es el nombre de un cortijo y que lo que plantó sobre la tumba fue un arbusto, no un cagarro, que mi tía es muy fina para sus cosas.
~~~~~~~~~
Flashforward
~~~~~~~~~
Debido al trauma de Zarajota tuvimos que tirar al pez por el váter.
-El váter es la entrada a Ratónpolis -dijo Zarajota, sin pensar en que puede llegar el día en que Bebé-chan decida enviar nuestros teléfonos a Ratónpolis.
En cuanto pude fui a la tienda y me compré otro pez rojo. Ya que no los podíamos distinguir por el color les pusimos nombres: Gazpacho (el que ya teníamos) y Flamenquín (el nuevo).
Gazpacho y Flamenquín parecían llevarse bien, aunque a veces Gazpacho golpeaba repetidas veces a Flamenquín hasta que lo arrinconaba para no dejarlo comer pero bueno eso son cosas normales entre colegas, ¿verdad? ¿verdad? ¿VERDAD?
Un día, Flamenquín desapareció.
Lo encontramos más tarde, muerto, debajo de su refugio.
-Gazpacho lo ha matado -dije.
-Anda ya. Se habrá muerto él solo. Los peces tienen esa costumbre.
-Que no, que si se hubiera muerto solo habría aparecido flotando panza arriba. Gazpacho lo ha matado, ¡y luego ha escondido el cadáver!
Ya no compré más peces. Gazpacho parecía feliz estando solo. Muy feliz. MUY MUY MUY feliz.
-¿Ves? -le dije a Zarajota-. No solo los mata: además disfruta.
-Por última vez: los peces de colores no se matan entre ellos.
-Pues a lo mejor era un pez transgénero. Piraña por dentro, pez de colores por fuera, mirándose al espejo sin reconocerse a sí mismo...
-No como tú, que eres tonta por dentro, tonta por fuera, y encima se te ve en la cara perfectamente.
Zarajota es que es así: te lanza indirectas y no sabes cómo interpretarlas.
Pronto descubrimos que, además de un asesino, Gazpacho era un guarro. En filtro no daba abasto y cada pocos días le tenía que limpiar el acuario. Y en una de las veces, Gazpacho se me cayó.
-¡AAAAAAARG! -grité.
-¿QUÉ PASA? -gritó Zarajota.
-¡EL PEZ! ¡EL PEZ! ¡EL PEEEEEEEZ!
El pez se había caído al fregadero, el fregadero estaba lleno de espuma porque acababa de limpiar el acuario y el desagüe no va bien, y no podíamos ver nada.
-¡ECHA AGUA!
Abrí el grifo al máximo para que cayera agua (probablemente caliente), y por fin vimos al pez atascado en la rejilla del desagüe.
-¡CÓGELO!
-¡NO ME ATREVO! ¡PODRÍA HACERLE DAÑO!
-¿MÁS DEL QUE YA LE HAS HECHO?
Ante semejante argumento no me quedó más remedio que coger al pez y devolverlo a la pecera.
El pez parecía estar bien.
Bueno, no. Parecía que le hubieran dado una paliza.
Bueno, no. Se la habíamos dado.
Al principio parecía que nadaba, luego nos dimos cuenta de que solo nadaba en círculos, y acabó nadando en círculos panza arriba.
El espectáculo era lamentable, y pensamos endarle matarile agilizar su viaje a Ratónpolis, pero ninguno de los dos era capaz de sacarlo del agua así, a sangre fría, así que el pobre bicho siguió nadando en círculos cada vez más despacio hasta que paró.
Zarajota se ocupó detirarlo por el váter enviarlo a Ratónpolis.
-Jo, que pena -le dije.
-Lo sé, lo sé.
-Aunque fuera un asesino, yo quería mucho a mi pez.
-¡No era un asesino!
-Mató dos peces.
-Tú has matado uno.
De verdad que es que cuando empieza con insinuaciones soy incapaz de seguirle.
Creo que la culpa es de la Tita del Puerto, que le regaló unos peces de plástico para jugar en la bañera que le encantaron y sigue usando todos los días.
Bebé-chan, no la Tita.
El año pasado estuvimos en Valencia y la llevamos al Oceanogràfic.
La enana apenas se mantenía en pie sobre sus patitas gordezuelas, pero se pegaba al cristal de los acuarios con la boca abierta:
-¡OOOOOH! ¡PEEEES!
Todavía ahora, cuando vamos al supermercado, la pescadería es parada obligatoria:
-¡HOLA PES! -le grita al pescado cuando llegamos-. ¡ADIOS PES! -le grita al pescado cuando nos vamos.
Y hace un mes o así, fui a la tienda de animales para comprar un pez, y me volví con dos, porque el dependiente me dijo que uno solo se estresaría. Luego miró a Bebé-chan, que estaba aporreando el cristal del acuario al grito de "¡UN PES! ¡UN PES!" y añadió que se iban a estresar de todas maneras, y que mejor me llevaba también algo para que se escondieran dentro.
Los peces, uno rojo y otro amarillo, se adaptaron bien a nuestra casa. Parecía que se llevaban bien entre ellos, pero cuando ya habían pasado varios días, el pez amarillo desapareció.
-Qué c*ñ*...
Apareció detrás del filtro,
En la tienda me habían dicho que tenían garantía, y que si alguno
-¿Qué hago? -le pregunté a Zarajota-, ¿lo congelo hasta que podamos ir?
-¿Los peces se pueden congelar?
-Claro, para el anisakis.
Zarajota votó por no congelar el pez.
-Que no, que no, que me recuerda al gato de tu tía.
~~~~~~~
Flashback
~~~~~~~
Mi tía tenía un gato y se murió.
El gato, no mi tía.
Como tenía un horario de trabajo muy complicado no pudo ocuparse del cadáver de inmediato y claro, ¿qué iba a hacer con un gato muerto en casa tres o cuatro días?
Pues congelarlo.
Luego lo metió en una caja de corcho blanco, porque tenía que coger el tren y no era plan de que el gato de descongelara por el camino.
Se ve que pierden propiedades o algo.
Después de largas peripecias llegó con el gato congelado a Las Vegas, donde lo enterró y después plantó un pino.
Ahora que habéis visualizado a mi tía volando a Estados Unidos para enterrar al gato y después cagarse sobre su tumba, será mejor que aclare que Las Vegas es el nombre de un cortijo y que lo que plantó sobre la tumba fue un arbusto, no un cagarro, que mi tía es muy fina para sus cosas.
~~~~~~~~~
Flashforward
~~~~~~~~~
Debido al trauma de Zarajota tuvimos que tirar al pez por el váter.
-El váter es la entrada a Ratónpolis -dijo Zarajota, sin pensar en que puede llegar el día en que Bebé-chan decida enviar nuestros teléfonos a Ratónpolis.
En cuanto pude fui a la tienda y me compré otro pez rojo. Ya que no los podíamos distinguir por el color les pusimos nombres: Gazpacho (el que ya teníamos) y Flamenquín (el nuevo).
Gazpacho y Flamenquín parecían llevarse bien, aunque a veces Gazpacho golpeaba repetidas veces a Flamenquín hasta que lo arrinconaba para no dejarlo comer pero bueno eso son cosas normales entre colegas, ¿verdad? ¿verdad? ¿VERDAD?
Un día, Flamenquín desapareció.
Lo encontramos más tarde, muerto, debajo de su refugio.
-Gazpacho lo ha matado -dije.
-Anda ya. Se habrá muerto él solo. Los peces tienen esa costumbre.
-Que no, que si se hubiera muerto solo habría aparecido flotando panza arriba. Gazpacho lo ha matado, ¡y luego ha escondido el cadáver!
Ya no compré más peces. Gazpacho parecía feliz estando solo. Muy feliz. MUY MUY MUY feliz.
-¿Ves? -le dije a Zarajota-. No solo los mata: además disfruta.
-Por última vez: los peces de colores no se matan entre ellos.
-Pues a lo mejor era un pez transgénero. Piraña por dentro, pez de colores por fuera, mirándose al espejo sin reconocerse a sí mismo...
-No como tú, que eres tonta por dentro, tonta por fuera, y encima se te ve en la cara perfectamente.
Zarajota es que es así: te lanza indirectas y no sabes cómo interpretarlas.
Pronto descubrimos que, además de un asesino, Gazpacho era un guarro. En filtro no daba abasto y cada pocos días le tenía que limpiar el acuario. Y en una de las veces, Gazpacho se me cayó.
-¡AAAAAAARG! -grité.
-¿QUÉ PASA? -gritó Zarajota.
-¡EL PEZ! ¡EL PEZ! ¡EL PEEEEEEEZ!
El pez se había caído al fregadero, el fregadero estaba lleno de espuma porque acababa de limpiar el acuario y el desagüe no va bien, y no podíamos ver nada.
-¡ECHA AGUA!
Abrí el grifo al máximo para que cayera agua (probablemente caliente), y por fin vimos al pez atascado en la rejilla del desagüe.
-¡CÓGELO!
-¡NO ME ATREVO! ¡PODRÍA HACERLE DAÑO!
-¿MÁS DEL QUE YA LE HAS HECHO?
Ante semejante argumento no me quedó más remedio que coger al pez y devolverlo a la pecera.
El pez parecía estar bien.
Bueno, no. Parecía que le hubieran dado una paliza.
Bueno, no. Se la habíamos dado.
Al principio parecía que nadaba, luego nos dimos cuenta de que solo nadaba en círculos, y acabó nadando en círculos panza arriba.
El espectáculo era lamentable, y pensamos en
Zarajota se ocupó de
-Jo, que pena -le dije.
-Lo sé, lo sé.
-Aunque fuera un asesino, yo quería mucho a mi pez.
-¡No era un asesino!
-Mató dos peces.
-Tú has matado uno.
De verdad que es que cuando empieza con insinuaciones soy incapaz de seguirle.
09 octubre 2014
Música en movimiento
A Bebé-chan le gusta tocar la guitarra.
No, empecemos por el principio.
Zarajota tiene una guitarra.
La tiene aunque no sabe tocar la guitarra ni tiene intención de aprender nunca; y la conserva año tras año a pesar de que no sabe tocar la guitarra ni tiene intención de aprender nunca y vivimos en un piso muy pequeño que cada vez se nos queda más pequeño, lo que me ha obligado a tirar mis apuntes de la universidad y vender gran parte de mis libros pero no pasa nada, que tu p*t* guitarra la guardamos, ¿eh?
Sin rencores.
Hace unos meses bajé la guitarra del altillopara tirarla, la saqué de la funda para asegurarme de que estaba dentro cuando la tirara y Bebé-chan la vio.
Se le pusieron los ojos como bolillas, trepó a la cama, se agarró a la guitarra como pudo y rasgó las cuerdas mientras cantaba:
-¡Ooooooh! ¡La-la-laaaa!
Como Zarajota no toca la guitarra (no sé si lo he mencionado antes), solo pudimos encontrar una explicación: que hubiera visto tocar la dichosa guitarra en la guarde.
-No -contestó la seño sin inmutarse lo más mínimo-. Aunque a veces hacemos air guitar.
Me quedé pasmada. Eso es un contenido curricular básico, y lo demás son tonterías.
Así que, en vez de tirar la guitarra, la hemos dejado a la vista de Bebé-chan. Se la damos cuando la pide. Ella se pone muy seria y la aporrea con mucho entusiasmo. Cuando vamos por la calle no se le escapa un músico callejero ni una funda de instrumento, le da lo mismo que sea de violín que de contrabajo.
-¡UNA QUITARRA! ¡UNA QUITARRA! -grita mientras señala, con mucha discreción.
Y ya que Zarajota no sabe tocar (¿lo había dicho antes?), hemos intentado buscar un profesor para la nena, sin mucho éxito, hasta que al final nos recomendaron que nos apuntáramos a clases de música en movimiento, que son clases en las que... bueno, hay música y hay movimiento.
El primer día fui muy ilusionada. Por desgracia, también fui muy tarde: cuando entramos en la clase el resto de papás, mamás y bebés ya estaban sentados en el suelo formando un círculo y haciendo... bueno, música en movimiento.
Hay niños que, cuando están en un lugar desconocido rodeados de personas desconocidas haciendo cosas desconocidas (léase ridículas) se asustan y lloran o se aferran a sus madres. Bebé-chan no. Bebé-chan levanta una ceja. Y esa ceja levantada, en éste caso, significaba: "madre, estoy rodeada de imbéciles, y TÚ eres uno de ellos".
Nos quitamos los zapatos y nos unimos a la clase: yo llena de entusiasmo y Bebé-chan con su ceja levantada. No puedo decir que la nena se lo pasara mal, en realidad participó en todo, muy seria y con la ceja cada vez más arriba, echándome reojos de "mira lo que me estás obligando a hacer", "me avergüenzo de que seas mi madre", y así, hasta que casi al final de la clase, después de cantar, bailar y tocar las maracas, los padres nos volvimos a sentar en el suelo con los churumbeles en las rodillas.
-Y ahora, ¿queréis que hagamos un juego? -dijo la monitora.
Bebé-chan se levantó con gran dignidad y me miró a los ojos.
-NO. NO QUERO. MAMÁ, VAMOS CALLE.
Todavía no sé qué estaba intentando decirme.
No, empecemos por el principio.
Zarajota tiene una guitarra.
La tiene aunque no sabe tocar la guitarra ni tiene intención de aprender nunca; y la conserva año tras año a pesar de que no sabe tocar la guitarra ni tiene intención de aprender nunca y vivimos en un piso muy pequeño que cada vez se nos queda más pequeño, lo que me ha obligado a tirar mis apuntes de la universidad y vender gran parte de mis libros pero no pasa nada, que tu p*t* guitarra la guardamos, ¿eh?
Sin rencores.
Hace unos meses bajé la guitarra del altillo
Se le pusieron los ojos como bolillas, trepó a la cama, se agarró a la guitarra como pudo y rasgó las cuerdas mientras cantaba:
-¡Ooooooh! ¡La-la-laaaa!
Como Zarajota no toca la guitarra (no sé si lo he mencionado antes), solo pudimos encontrar una explicación: que hubiera visto tocar la dichosa guitarra en la guarde.
-No -contestó la seño sin inmutarse lo más mínimo-. Aunque a veces hacemos air guitar.
Me quedé pasmada. Eso es un contenido curricular básico, y lo demás son tonterías.
Así que, en vez de tirar la guitarra, la hemos dejado a la vista de Bebé-chan. Se la damos cuando la pide. Ella se pone muy seria y la aporrea con mucho entusiasmo. Cuando vamos por la calle no se le escapa un músico callejero ni una funda de instrumento, le da lo mismo que sea de violín que de contrabajo.
-¡UNA QUITARRA! ¡UNA QUITARRA! -grita mientras señala, con mucha discreción.
Y ya que Zarajota no sabe tocar (¿lo había dicho antes?), hemos intentado buscar un profesor para la nena, sin mucho éxito, hasta que al final nos recomendaron que nos apuntáramos a clases de música en movimiento, que son clases en las que... bueno, hay música y hay movimiento.
El primer día fui muy ilusionada. Por desgracia, también fui muy tarde: cuando entramos en la clase el resto de papás, mamás y bebés ya estaban sentados en el suelo formando un círculo y haciendo... bueno, música en movimiento.
Hay niños que, cuando están en un lugar desconocido rodeados de personas desconocidas haciendo cosas desconocidas (léase ridículas) se asustan y lloran o se aferran a sus madres. Bebé-chan no. Bebé-chan levanta una ceja. Y esa ceja levantada, en éste caso, significaba: "madre, estoy rodeada de imbéciles, y TÚ eres uno de ellos".
Nos quitamos los zapatos y nos unimos a la clase: yo llena de entusiasmo y Bebé-chan con su ceja levantada. No puedo decir que la nena se lo pasara mal, en realidad participó en todo, muy seria y con la ceja cada vez más arriba, echándome reojos de "mira lo que me estás obligando a hacer", "me avergüenzo de que seas mi madre", y así, hasta que casi al final de la clase, después de cantar, bailar y tocar las maracas, los padres nos volvimos a sentar en el suelo con los churumbeles en las rodillas.
-Y ahora, ¿queréis que hagamos un juego? -dijo la monitora.
Bebé-chan se levantó con gran dignidad y me miró a los ojos.
-NO. NO QUERO. MAMÁ, VAMOS CALLE.
Todavía no sé qué estaba intentando decirme.
01 octubre 2014
#Cumplechan
El asunto del termo era especialmente importante porque se acercaba el cumpleaños de Bebé-chan y los cumpleaños de Bebé-chan están en proceso de convertirse en macrofiestas.
El año pasado, la madre de ZaraJota™, que vive en Barcelona, dijo que venía "porque es el primer cumpleaños, y cumplir un año es muy importante". Pensamos que tenía razón, y organizamos un cumpleaños estilo boda gitana, que empezó el viernes con fiesta en la guarde, continuó el sábado con toda la familia en el musical de El rey león y cena, y rematamos con un día salvaje en Faunia.
-Nunca más -le dije a ZaraJota™-, nunca más.
Pero este año la madre de ZaraJota™ dijo que venía "porque es el segundo cumpleaños, y cumplir dos años es muy importante".
-Nunca más -le dije a ZaraJota™-, nunca más.
Pero este año la madre de ZaraJota™ dijo que venía "porque es el segundo cumpleaños, y cumplir dos años es muy importante".
Empiezo a ver una pauta aquí...
-Pero no esperes gran cosa, ¿eh? -le advertimos-, solo una merienda tranquila, en casa.
Con mi familia, claro, porque la familia de ZaraJota™ vive en Barcelona, que no es que lo hayamos hecho aposta ni nada.
-Vale, vale, si es solo por ver a la niña -contestó la buena mujer.
Una semana antes del mágico evento, llamó la hermana de ZaraJota™.
-Que yo también voy.
-Vale, vale, pero no esperes gran cosa, ¿eh? -le advertimos-, solo una merienda tranquila, en casa.
Lo que pasa es que no estaba tan claro que la merienda fuera a ser tranquila, porque para entonces ya teníamos doce invitados, dos de ellos a pernoctar, cinco sillas y cero agua caliente.
-Nos apañaremos -le dije a ZaraJota™.
Mis padres nos prestaron taburetes, compramos vajilla de plástico y convertimos la merienda en un buffet libre de cucharada y paso atrás.
Y cuando parecíamos tenerlo todo controlado, una tarde, cuando llegué a casa, me encontré a ZaraJota™ sonriendo como un maníaco.
-¿Qué te pasa?
-Nada, ¿tiene que pasarme algo?
-Estás... sonriendo.
-Es que tengo una buena noticia que darte. JA. JA. JA.
-ZaraJota™, me estás asustando.
-Es que ha llamado mi hermano. Que dice que también viene.
-Ay...
-Con su mujer, y las niñas.
-Ay...
Lo siguiente que recuerdo es que ZaraJota™ me estaba dando de bofetadas.
-¡Reacciona, Lorz, reacciona!
-¡Y UNA MIERDA VOY A REACCIONAR! ¡SI ME ESTÁS TOÑANDO POR NO HACER NADA IMAGINA SI VOY Y REACCIONO!
-Es que te has quedado pallá...
-De la impresión. Pero ya está, no pasa nada. Solo somos dieciséis, nos apañaremos.
-Sí, sí, además mi hermano dice que no quiere molestar.
-Si no es molestia.
Es física. En concreto, física espacial.
-Se van a ir a un hotel a dormir.
-Pues ya que están, podían llevarse a tu madre con ellos.
Que no es por quitármela de encima, es que tiene setenta años y no está para dormir en un sofá.
-No, no puede, porque mi madre no sabe que vienen. Mi hermano quiere darle una sorpresa.
-Bueno, pues ya veremos cómo quedamos con ellos.
-No, no, mi hermano dice que no quieren quedar con nosotros. Que quiere que sea una sorpresa.
-Pero hombre, al menos vendrán al cumpleaños de la nena, ¿no?
-Sí, sí, a última hora o así. Es que quieren que sea una sorpresa.
Ya, ya, sorpresa. ¡Este lo que quiere es esconderse!
-Pero no esperes gran cosa, ¿eh? -le advertimos-, solo una merienda tranquila, en casa.
Con mi familia, claro, porque la familia de ZaraJota™ vive en Barcelona, que no es que lo hayamos hecho aposta ni nada.
-Vale, vale, si es solo por ver a la niña -contestó la buena mujer.
Una semana antes del mágico evento, llamó la hermana de ZaraJota™.
-Que yo también voy.
-Vale, vale, pero no esperes gran cosa, ¿eh? -le advertimos-, solo una merienda tranquila, en casa.
Lo que pasa es que no estaba tan claro que la merienda fuera a ser tranquila, porque para entonces ya teníamos doce invitados, dos de ellos a pernoctar, cinco sillas y cero agua caliente.
-Nos apañaremos -le dije a ZaraJota™.
Mis padres nos prestaron taburetes, compramos vajilla de plástico y convertimos la merienda en un buffet libre de cucharada y paso atrás.
Y cuando parecíamos tenerlo todo controlado, una tarde, cuando llegué a casa, me encontré a ZaraJota™ sonriendo como un maníaco.
-¿Qué te pasa?
-Nada, ¿tiene que pasarme algo?
-Estás... sonriendo.
-Es que tengo una buena noticia que darte. JA. JA. JA.
-ZaraJota™, me estás asustando.
-Es que ha llamado mi hermano. Que dice que también viene.
-Ay...
-Con su mujer, y las niñas.
-Ay...
Lo siguiente que recuerdo es que ZaraJota™ me estaba dando de bofetadas.
-¡Reacciona, Lorz, reacciona!
-¡Y UNA MIERDA VOY A REACCIONAR! ¡SI ME ESTÁS TOÑANDO POR NO HACER NADA IMAGINA SI VOY Y REACCIONO!
-Es que te has quedado pallá...
-De la impresión. Pero ya está, no pasa nada. Solo somos dieciséis, nos apañaremos.
-Sí, sí, además mi hermano dice que no quiere molestar.
-Si no es molestia.
Es física. En concreto, física espacial.
-Se van a ir a un hotel a dormir.
-Pues ya que están, podían llevarse a tu madre con ellos.
Que no es por quitármela de encima, es que tiene setenta años y no está para dormir en un sofá.
-No, no puede, porque mi madre no sabe que vienen. Mi hermano quiere darle una sorpresa.
-Bueno, pues ya veremos cómo quedamos con ellos.
-No, no, mi hermano dice que no quieren quedar con nosotros. Que quiere que sea una sorpresa.
-Pero hombre, al menos vendrán al cumpleaños de la nena, ¿no?
-Sí, sí, a última hora o así. Es que quieren que sea una sorpresa.
Ya, ya, sorpresa. ¡Este lo que quiere es esconderse!