30 enero 2016

La OTRA venganza de los Reyes Majos, que tardé casi un mes en descubrir

Es una verdad universalmente conocida 
que los seres humanos no están hechos 
para soportarse sin interrupción 
durante períodos prolongados de tiempo.
Lorz Austen


No me malinterpretéis: si por mí fuera, estaría con los niños siempre. Lo que pasa es que a veces hay que echarse un poco de menos para no echarse de más. 
Esta semana pasada me he reincorporado mi puesto laboral, y ahora todo el mundo me pregunta cómo lo llevo "con los niños y tal".
Pues lo llevo exactamente igual que cuando no trabajaba, solo que ahora estoy obligada, por contrato, a estar en un sitio donde pretenden que pase un bien número de horas sentada. 
La vida a veces es maravillosa.
Es más: en las ocasiones que estoy de pie, ¡nadie espera que me balancee rítmicamente! Por el contrario, si alguien me sorprende en el cuarto de la fotocopiadora balanceándome y tarareando, ¡les parece hasta raro y todo! 
Yo misma me siento rarísima. Por ejemplo: ¿siempre había tenido dos brazos? Estaba convencida de que mi cuerpo de componía de pierna izquierda, niña derecha, brazo derecho y niño izquierdo... Y ahora me miro los brazos y me digo: "Mira, si hay dos. Son tan largos y paralelos... Pueden levantar grandes pesos, aunque ellos mismos son tan ligeros...". 
Otra cosa que he descubierto es que todavía tengo reflejo: entre que llevo meses sin mirarme al espejo y que estoy viendo todas las series de vampiros a mi alcance no estaba segura de tenerlo todavía. Pero ahí está. No es que me alegre especialmente: la primera vez que te miras al espejo después de varios meses de maternidad se produce el Efecto Qué:
Qué pelos llevo.
Qué cara.
Qué tripa. 
Y qué pintas... 
No me puedo creer que haya estado saliendo así a la calle, menos mal que siempre voy con el bebé, que es un escudo deflector estupendo.
Lo del pelo tiene fácil arreglo: te lo rapas y punto. Volverá a crecer, o casi mejor que no crezca, que no estoy para ir mucho a la peluquería.
Lo de la cara es peor: cuando te has pasado cinco meses mirando sin descanso la carita perfecta de un bebé y de pronto miras la propia es difícil no hacer comparaciones. La falta de sueño, de alimentación y de cuidado tampoco ayuda mucho. Por cierto, ¿alguien sabe si es normal que la crema hidratante tenga una capita como de pelusilla verde por encima? Juraría que no estaba ahí cuando me la compré, pero hace tanto tiempo que no estoy segura del todo. 
De la tripa prefiero no hablar. Me siento como esa bolsa de plástico vieja y arrugada que alguien olvidó y flota llevada por el viento, solo que está llena de piedras y en vez de flotar se arrastra penosamente cuesta arriba. Así. Eso sí, para compensar tengo un escote estupendo. Bueno, casi todo el tiempo. A lo largo del día, y según cuántas horas lleve el enano sin comer, mi delantera evoluciona desde "pasita arrugada" hasta "ubre reventona". Calculo que mi mejor momento es a media mañana o así.  
Lo de la ropa ha sido lo peor. Me he pasado los últimos meses alternando vaqueros viejos, en su mayoría con costras de pintura de dedos seca que no se va por mucho que las lave, y camisetas con el cuello cedido y de fácil acceso pectoral. Un par de días antes de reincorporarme al trabajo abrí el armario, esquivé en plan Matrix los murciélagos que salían espantados, y me puse a buscar algo ponible. Después de un rato, mis estándares de calidad se rebajaron a "cualquier cosa que no esté manchada de pintura de dedos y/o fluidos corporales, o al menos que no se note mucho y/o no huela". 
Encontré un único pantalón, y, como no tengo mucho tiempo de andar probándome cosas, me lo llevé a la tienda y compré uno exactamente igual. Pero cuando me lo llevé a casa, no me cabía. 
En serio, ¿cómo es posible? ¡Si era la misma talla y todo! Pues no me entraba ni la punta del pie. 
Volví a la tienda para cambiarlo, y le expliqué a la dependienta lo que pasaba. 
-Es que no lo entiendo -le dije-. ¡Tendrían que ser idénticos! Pero los viejos me caben y los nuevos, no. 
-Buenos, seguramente a medida que tú has ido engordando tus pantalones han ido cediendo. 
Todavía no sé lo que pretendía insinuar. 
Además, estaba preocupada por el tema de los zapatos, básicamente porque llevo mucho tiempo recorriendo el mundo con unas zapatillas viejas y comodísimas, y estaba segura de que el día que las dejara para ponerme otra cosa me iban a doler los pies a lo grande. Por suerte los Reyes Majos ya habían pensado en esa posibilidad, y me habían traído unas zapatillas. 
Comodísimas. 
Bueno. 
Más o menos. 
Por algún extraño motivo, la izquierda era mucho más cómoda que la derecha, que además se me salía todo el rato, como si me estuviera grande. 
Jo, pensaba. Estoy amorfa perdida. No sabía yo que el embarazo te cambiara tanto el cuerpo. ¡Hasta los pies me los ha dejado tontos! 
Al final, un día me harté de que se me saliera la dichosa zapatilla y la cogí para ver si es que se me había movido la plantilla o algo. 
Y no, la plantilla estaba perfectamente bien. 
El resto de la zapatilla, en cambio...


 

21 enero 2016

La venganza de los Reyes Majos

Me imagino que a estas alturas estáis ya todos hasta el potorro de oírme hablar de los biberones de Bebé-kun. 
Yo también.

Como he dicho millones de veces, en mi casa los Reyes Majos vienen el 31 de diciembre. 
Bien pensado, no es mi casa, sino la casa de mis padres. 
Desde que nació Nena-chan he estado intentando convencer a los dichosos Reyes de que traigan los regalos el día que corresponde, pero no hay manera. 
-Es que el 31 de diciembre es el único día que estamos todos -repite mi madre-. Bueno, salvo tu tía, que se va, tu primo, que no viene, tu padre, que al día siguiente madruga, tus hermanos, que salen tarde de trabajar...
El uso que hace mi madre de la palabra "todos" es ocasionalmente preocupante. 
Al final he aceptado caballerosamente la derrota, y he llegado a un acuerdo amistoso: 
dejo a mi familia que reparta sus regalos de reyes cuando le salga de la punta el nabo, y, pase lo que pase, el día 5 me voy con los niños a la cabalgata y a la vuelta, plof, los reyes han dejado en casa alguna cosita para ellos. 
Es como magia. 
Este año, una vez más, los regalos se repartieron en casa de los abuelos el día 31. 
-Creí que iba a ser el día 5 -me dijo Hermano Pequeño-. Me he pedido la tarde libre y todo. 
-Bueno, pues te vienes a la cabalgata con nosotros. 
-Ah -me dijo mi madre-, si Hermano Pequeño va a la cabalgata yo también voy.
-Bueno -le dije a ZaraJota-, si van a venir mi madre y mi hermano más me vale invitar al otro hermano y a mi padre también.
Invitados todos y asistencias confirmadas, me di cuenta de que tenía que avisar a los Reyes Majos de que tenían que traer cositas para más gente. Rápidamente me puse en contacto con ellos por internet, y más rápidamente aún tuve la respuesta por correo electrónico: 

Gracias por realizar su pedido. 
Ha elegido usted entrega urgente 24 horas. 
Fecha estimada de entrega: 26 de enero - 1 de marzo. 

¿Que QUÉ?
¿Más de un mes para recibir los regalos?
¿Es que los traen en camello o qué?
Para entonces Nena-chan ya estaba muy ilusionada con los Reyes Majos, y me daba mucha pena que descubriera que son unos vagos de mierda, así que pensé... por favor, no me juzguéis, que lo hice con muy buena intención... pensé que yo... ay, qué vergüenza... pensé que yo podía comprar los regalos de mi familia y ponerlos bajo el árbol como si los hubieran traído los Reyes. 
Ya está, ya lo he dicho. 
El problema era que los niños ya no tenían colegio ni guardería y, fuera dónde fuera, tenía que ir con ellos. Entonces me acordé de una mamá del colegio. Bueno, y de la guarde. Qué más da, ella ya sabe quién es (¡Hola!). Esta mamá me contó que se había encontrado en una situación parecida, y se había ido de compras con los niños, y que lo hizo tan bien y con tal disimulo que los niños no se enteraron de nada. 
Y pensé que si ella había podido, yo también. ← Quedaos con esta frase, que ha ganado el Premio Internacional a Soy Tontalculo 2016.
Me fui con los niños al centro y compré cuatro chorraditas para mis padres y mis hermanos, y efectivamente los niños no se pisparon de nada en ningún momento. Bueno. No se pisparon de nada hasta fui a salir de la tienda y saltó la alarma, y un amable guardia de seguridad me vació las bolsas una por una delante de los niños. 
Ay. 
No pasa nada, me dije. Son regalos-rollo de adulto. Nena-chan ni se ha fijado. 
Nos fuimos a casa, los empaqueté, los escondí...
El día 5 nos fuimos a la cabalgata de reyes y cuando volvimos... no os lo vais a creer: había un montón de regalos debajo del árbol de navidad. Estaban ahí hasta los que yo había comprado, que si eso no es un milagro navideño ya me dirás.
Yo estaba supernerviosa, y no paraba de mirar a Nena-chan por si ataba cabos, pero no. Habiendo por medio tantos juguetes, ¿para qué iba a fijarse en los regalos-rollo de los adultos?
Efectivamente, la niña no hizo ningún comentario, al menos ese día. Ni al siguiente. Ni al siguiente. Ni al siguiente. De hecho, ya habían pasado dos semanas el día que nos subimos al autobús y un señor saludó a Nena-chan. 
-Hola, bonita, ¿cómo te llamas?
Y entonces, sin mediar provocación alguna, fue Nena-chan y le soltó: 
-Los Reyes Magos me traen muchos guegalos para mí porque yo me porto bien mucho pero a la buela le traen una caja de galletas que compra mamá. 
Mira, niña, si crees que la abuela no se ha portado bien este año dilo claramente. 




13 enero 2016

Como el Hindenburg

Bebé-kun no quiere el biberón. La madre que lo parió, que casualmente soy yo.
Uy, qué bonito me ha quedado, voy a repetirlo con unas palmitas:

La madre que lo parió
Plas, plas
Que casualmente soy yo
Plas, plas
Plas
Plas, plas

Yo componiendo sevillana habría triunfado.

El niño no quiere el biberón y no hay manera. Ya lo hemos probado TODO:
Con mi leche, con leche artificial, con seis modelos de biberón diferentes, uno de ellos con dos tetinas diferentes, dándole la leche ANTES de que tuviera mucha hambre, esperando a dársela a que tuviera mucha hambre, dejándolo solo con su padre durante horas...
Por cierto, gracias a todos por vuestros consejos y el pitorreo (especialmente por el pitorreo, al menos me he reído). Uno de mis favoritos es este, de Jota EmeE (@privateonof):

"Sácate la leche. Métela en un bibe. Ponle a mamar. Mete tu dedo entre el pezón y su lengua. Sustituye el dedo por el bibe. Suerte!"

Es una idea buenísima, y la probamos hace un par de semanas: el resultado es que ahora el nene se engancha a la teta con las uñas para que no le den el cambiazo. Que es pequeño, pero no tonto. Y tiene una mala lecheeeee...
Jajaja, mala leche. hoy estoy que me salgo.

Al final decidimos consultar con el pediatra.
-El niño, que no quiere el biberón -le dije.
-¡Estupendo! La lactancia materna es el mejor regalo: no solo el mejor alimento, sino que estar en el regazo fomenta el vínculo madre-hijo, le da seguridad, les inicia en el lenguaje...
-Es que tengo que reincorporarme al trabajo.
-Pues estás apañada.
-¿Esa es su opinión profesional?
-Bueno, como ya tiene cuatro meses, empieza con las papillas. ¿Qué es, el segundo? Pues ya sabes de qué va el tema.
Cuando eres el segundo la vida es así de dura: no te hace caso ni el pediatra.
Empecé la introducción de alimentos y fenomenal: el niño se lo come TODO. Algunas cosas las prefiere en papilla, y otras en baby guarring, pero en general todo le parece bien, con una única condición: un chupito de teta de vez en cuando.
El pediatra tenía razón: estoy apañada.
ZaraJota, en cambio, no parecía preocupado.
-Si hay algo que he aprendido de la experiencia con Nena-chan, es que la seño de la guardería lo va a conseguir a la primera.
-Ya, se le da muy bien.
-No es por eso: es que los niños son capaces de cualquier cosa con tal de dejar mal a los padres.
Bueno, también.
Pero ZaraJota se equivocaba. Por primera vez en tres años, la seño, y las ganas de dejarnos mal de nuestros hijos, nos fallaron.
El niño se negó a comer, y lo poco que le entró en la boca de pura casualidad lo acabó devolviendo.
Y solo me quedan unos diez días para volver al trabajo.
Estoy MUY apañada.
Así que ayer me planté. Me puse una camiseta de cuello vuelto, metí un biberón en el bolso y me fui a la calle con Bebé-kun.
-Y esto es lo que hay -le dije.
Durante toda la mañana, cada vez que pedía teta, sacaba el biberón del bolso y se lo enchufaba. El niño lo escupía y cerraba la boca apretando los dientes. Bueno, apretando las encías. Era como Yoda, pero en rosita.
A las tres de la tarde el niño y seguíamos con los dientes (y las encías) apretadas. El biberón estaba frío, al niño le sonaban las tripas, y yo tenía las ubres como el Hindenburg. El pequeño mamoncete, que habitualmente pide teta cada dos horas, llevaba seis horas sin comer, y ni siquiera lloraba: se limitaba a mirarme con rencor.
Como decía mi abuelastra: cabechota hahta dechpuéh de muehta.
-Pues no pienso darte teta -le dije-, así que tú verás lo que haces con tu vida.
-¡¡¡BUUUUUUUUUUUUUUUAAAA...
Hay una cosa que nunca te cuentan en los cursos de preparación al parto: los pechos llenos, duelen. Y, sin motivo aparente, cuando el niño llora duelen MÁS. Y si te has saltado varias tomas y tienes la leche acumulada, y además el niño llora...

HINDENBURG. 

-No... pienso... ceder...
-...AAAAAAAAAAAA!!!
-Toma la tetica, toma la tetica rica, ¿te gusta la tetica? Aquí la tienes, mi amor...
Así que básicamente, nos habíamos pasado una mañana entera los dos sufriendo, para nada. Bueno, para nada no; al menos le había dejado claro quien manda aquí.
Él, claro.




Editado: me dice la seño que hoy ha conseguido que se tome casi medio biberón. Plas, plas.

03 enero 2016

El chantaje del rey

Esta es la primera navidad que Nena-chan es realmente consciente de lo que pasa a su alrededor.
Aunque en casa no hemos hablado mucho del tema, sus amigas del colegio se han encargado de explicarle lo esencial de estas fiestas, a saber:

Los Reyes Magos traen regalos en camello.

La niña no tiene idea de lo que es un rey, un mago o un camello, pero sí tiene bastante claro lo que es un regalo.
Más o menos.
Durante las semanas previas a navidad nos pasamos días haciéndole la misma pregunta:
-Y tú, ¿qué le vas a pedir a los reyes magos?
-Regalos.
-Eh... Ya. ¿Qué regalos?
-Muchos.
-Por supuesto, pero ¿muchos qué?
-Regalos -ojos en blanco.
-Claro, pero DENTRO del regalo, ¿qué hay?
-...
-Los Reyes Magos traen REGALOS, y los dejan debajo del ÁRBOL, y entonces los ABRIMOS y...
-No se abren.
-Claro que sí, rompemos el papel y...
-¿Rompemos?
-Claro, rompemos el papel de regalo y...
-¡NOOOO! ¡NO QUERO ROMPER MI REGALOOO!
Ay.
Mi madre lo intentó también, recurriendo a sutiles técnicas de manipulación mental.
-Nena-chan, ¿qué le vas a pedir a los reyes?
-Regalos.
-Eh... ya. Y esos regalos, ¿cómo son?
-De juguetes.
-¿Y qué juguetes son?
-De regalos.
Llegado este punto, mi madre renunció a la sutileza y le colocó a la niña delante el catálogo de Playmobil.
Coñoyá.
-Mira, Nena-chan, mira cuántos juguetes.
-Sí.
-¿Cuál le pedimos a los Reyes Magos?
-Este -mi madre sonrió triunfal, anotando mentalmente el juguete señalado-. Y este. Y este. Y este. Y este. Y este. Y este. Y este...
Para intentar explicarle que la navidad es algo más la llevamos a una exposición de belenes del mundo que hay en Matadero. La niña iba de belén en belén buscando a los Reyes Magos, hasta que de pronto se volvió hacia mí y me dijo:
-Mamá, mira, ahí hay un bebé.
-Sí, suele ocurrir.
Y en el siguiente belén:
-¡Otro bebé!
-Ya.
-Y aquí otro también.
-Lo sé.
-¡Hay bebé en todos!
Ya ves, debe ser la moda ahora.
Por suerte o por desgracia, en mi familia el asunto reyes dura poco, porque los regalos se entregan religiosamente el 31 de diciembre.
No preguntéis, es mejor no saber.
Antes los regalos los repartíamos nosotros mismos, pero casualmente desde que nació Nena-chan todas las navidades vienen los Reyes Magos en persona.
Bueno, en realidad es solo un Rey Mago.
Bueno, en realidad es Hermano Pequeño disfrazado.
No tenemos tanto caché como para que vengan los de verdad.
El año pasado se disfrazó de Melchor, pero este año pensó que Nena-chan podía reconocerlo, así que se disfrazó de Baltasar: se puso la misma túnica, la misma barba blanca, se pintó la cara de negro y se pegó unas cejas blancas a lo Gandalf. Y luego se escondió en el descansillo de la escalera a esperarnos. Con esas pintas. Yo porque me lo esperaba, pero la vecina del sexto se lo encontró a oscuras y se le reinició el marcapasos de la impresión.
Nena-chan se quedó extasiada.
Un Auténtico Rey Mago.
En el descansillo de casa de los abuelos.
Qué. Fuerte.
El Rey Mago le dio a la niña sus regalos y antes de irse, le dijo que si se portaba bien el año que viene le daría más.
Puto chantajista de mierda... quiero decir... mira qué majo.
-Seguro que te traigo muchos, porque te vas a portar muy bien, ¿verdad?
-...
Unos días más tarde estábamos en una tienda de disfraces y Nena-chan vio una diadema con unas antenitas azules. Nena-chan rara vez pide algo cuando estamos de tiendas, pero esa vez me las pidió. Es que eran MONÍSIMAS.
-Mamá, quero esto.
-¿Se lo pedimos a los Reyes Magos?
-No, mejor las paga mamá.
Por si acaso.