14 septiembre 2016

Las vacaciones del horror, 3

Previously in Lorz...
Con un seis y un cuatro.


Los resultados de las pruebas de Bebé-kun iban a tardar un par de semanas, y pensamos que en vez de esperar en Madrid como unos tontos pálidos podíamos esperar en la playa como unos tontos morenos. 
Queríamos ir a un camping en El Puerto de Santa María, así que como es lógico acabamos en Salou. Y de paso, hicimos una paradita en Barcelona, en casa suegra. 
Estábamos una tarde allí viendo una de esas joyas para cinéfilos de las que ponen en antena 3 después del telediario cuando se nos ocurrió subir al castillo de Torre Baró, así, un sábado de agosto a las cuatro de la tarde, lo normal. ←Primera señal del Apocalipsis. 
-En autobús no se tarda nada -me aseguró ZaraJota.
Preparamos a los niños (niño, niña, carrito, bolso, merienda...) y salimos, pero cuando llegamos a la parada del autobús descubrimos que acaba de pasar y que el siguiente tardaría más de media hora. 
Mucho criticar las frecuencias de Madrid, pero en Barcelona también tienen tela, ¿eh?
ZaraJota miró el horario de autobuses, miró el termómetro, nos miró a los niños y a mí, torrándonos, y dijo:
-Pues la verdad es que andando tampoco es tanto... según google maps es poco más de un kilómetro.
-Bueno, pues vamos andando. ←Segunda señal del Apocalipsis.
Lo que a ZaraJota y a google maps se les olvidó mencionar es que es poco más de un kilómetro CUESTA ARRIBA.
De hecho, el trayecto es tan cuesta arriba que en algunos tramos hay escaleras mecánicas.
QUE ESTABAN PARADAS.
-Es que a los niños les gusta jugar a darle al botón de freno -nos explicó una vecina, mientras yo me replanteaba mi postura sobre el maltrato infantil. Mucho.
Subíamos casi a gatas, y en cada esquina preguntábamos a los lugareños.
-¿Por aquí vamos bien para el castillo de Torre Baró?
-Pero... ¿vais andando?
-Sí.
-Pues no vais bien, no. De la cabeza por lo menos no vais bien en absoluto.
A mitad de camino Nena-chan dijo que no podía más.
-No pasa nada -le dije-, tú te subes en el carrito y mamá lleva al hermanito en la mochila. ←Tercera señal del Apocalipsis.
A partir de ese punto ZaraJota tuvo que empujar el carrito con el peso añadido de Nena-chan, mientras que yo tuve que cargar con el peso añadido de Bebé-kun que además ya que tenía mis tetas a mano me bajó la camiseta y se enchufó a la barra libre allí mismo.
Cinco de la tarde. Agosto. Barcelona. Subiendo una cuesta. Con un niño colgado. Dando tenta.
-Tengo mucha sed... -le dije a ZaraJota-, y no he traído agua para mí.
-No pasa nada -me contestó-, al lado del castillo hay un bar.
Por supuesto, cuando llegamos arriba el bar estaba cerrado. ←Cuarta señal del Apocalipsis.
-¿Cómo iba yo a saber que estaba cerrado? -protestó ZaraJota, intuyendo mi ansia asesina por como le miraba. Bueno, por eso y porque me había puesto a afilar un palo.
-Tienes razón. ¿Cómo ibas a saberlo? Ojalá el ser humano hubiera inventado algún aparatito mágico de bolsillo en el que se pudiera consultar todo tipo de información...
-¡Que no es culpa mía que google maps no sepa lo que es una cuestaaaa!
Lo que nos salvó de la destrucción mutua asegurada fue que empezó a llover. ←Quinta señal del Apocalipsis.
Por supuesto no llevábamos paraguas, pero eso era lo de menos: con la lluvia empezó a oler a tierra mojada, primero, y a moras, después.
-Por aquí hay moras... -dije, olisqueando.
Cuando era pequeña mis padres nos facturaban un mes enterito a Blanes con mis abuelos, y justo detrás de su casa había muchísimas zarzamoras que para finales de agosto se ponían a reventar de moras.
Jo, me encantan las moras.
Pensé que a nena-chan le haría tanta ilusión como a mí, así que todavía con el niño colgado y la teta al viento salí disparada hacia la primera zarzamora que vi, y con gran riesgo de mi vida (y la de bebé-kun) conseguí coger una triste mora, más dura que una piedra.
-Mira, nena-chan, una mora.
-¿Como la de Peppa Pig?
-Eh... sí. ¿Quieres comértela?
-No, no se puede comer. Las moras son para hacer pasteles.
-... ¿perdona?
-Peppa no se come las moras. Las coge y las lleva a Granny Pig, y Granny Pig hace un pastel. ¿Le llevamos la mora a mi abuela para que haga un pastel?
Dudé un momento. Por una parte, la idea de ver a la abuela intentando hacer un pastel con una simple mora tenía su gracia. Por otra, no me apetecía hacer todo el camino de vuelta con la mora, cada vez más chuchurría, en la mano.
-No, ¿vale? Si tú no la quieres se la come mamá.
Y me metí la mora en la boca.
-¿No deberías lavarla antes? -terció ZaraJota, que como es de ciudad es un poco tiquismiquis.
-Hombre, es una triste mora. No es como si me fuera a dar cagalera ni nada de eso, ¿verdad? ←El Apocalipsis ha llegado. 


continuará...

8 comentarios:

Tita dijo...

Así que es por tu culpa y tu ansia de mora lo del enterovirus ¿no?

Ya, ya...

(insomne paseanta pasaba por aquí)

viñu dijo...

No mujer, pero si la cagalera, que preveo en las vacaciones del horror IV, no será por una triste mora medio verde, habrá sido por el calor, la falta de hidratación y la mojadura posterior. La mundial le tenías que haber montado a Zarajota.
No nos hagas esperar y cuídate mucho.

Necio Hutopo dijo...

Déjame adivinar el desenlace...

Genín dijo...

Madre mia, cagalera al canto...jajaja
Besos y salud

pseudosocióloga dijo...

Tú has perdido el sentido común, definitivamente.
Nadie, en su sano juicio, sale a esas horas ni se come una mora verde.NADIE.
Los dos, habéis perdido el sentido común.

Tita dijo...

El desenlace debe ser para cagarse

Anónimo dijo...

A ver, que a ZaraJota tantos años en Madrid le han nublado los recuerdos. En Barcelona, en agosto, no funciona nada, ni las escaleras mecánicas, ni hay autobuses, ni abren los bares, menos aún los que están subidos en la punta de una montaña.

Fonsoelegido dijo...

Teniendo en cuenta que los castillos se hacen para que la gente no se suba a ellos, yo diría que cumplió su función perfectamente