31 diciembre 2015

Estimado 2016

Estimado 2016

dos puntos.

Aunque todavía no nos conocemos, tengo la impresión de que vamos a pasar mucho tiempo juntos.
Como un año o así.
Mi madre suele decir que más vale una colorá que cien amarillas, y por eso he pensado que es mejor dejar las cosas claras desde el principio:

No nos toques los cojones, 2016.

Llevamos ¿siete? ¿ocho? años de crisis y estamos un poco jarticos ya. "Refugiado" es la palabra del año. Y hemos descubierto que "cambio climático" significa "cocerse a 50º C durante dos meses" en klingon.
Por poner unos ejemplillos nada más.
Y eso que a mí en 2015 me ha ido bastante bien, hasta me ha tocado la lotería y todo. Bueno, cien euros. Y ya me los he gastado. A lo que voy es que cada cosa estupenda que me ha pasado ha quedado empañada por alguna circunstancia mierder de mi entorno.
Y así no hay manera.

En fin, que tú verás lo que haces. Luego no digas que no te avisé.

23 diciembre 2015

Colacao comunitario

La semana pasada...

no sé ni por dónde empezar.

Se me acabó la baja de maternidad, aunque por suerte todavía me queda un mes largo de vacaciones y cuando me reincorpore al trabajo voy a tener un horario chupi. Creo. De vez en cuando me pellizco para estar segura de que no lo estoy soñando.
Entonces fui al colegio a confirmar que Nena-chan empezaría con el horario ampliado en enero, y me dijeron que no quedaban plazas.
-¡Pero si me dijeron que había plazas ilimitadas!
-Eso era cuando lo organizaba el AMPA, ahora lo organiza el ayuntamiento y como es gratis, las plazas son limitadas. Y claro, como es gratis, se han acabado.
-¿Y no podemos ampliar aunque sea pagando?
-No, no, el ayuntamiento no lo permite porque claro, la gente que tenga que pagar se quejaría.
-¡Pero yo quiero pagar y no me quejo! Bueno, sí me quejo, pero solo porque es parte de mi encanto.
Por suerte, la semana anterior había apuntado a Nena-chan a todas las extraescolares que se me habían ocurrido.
Más o menos.
Había ido a apuntar a Nena-chan, pero me habían dicho que estaban muy liados con los recibos del mes en curso, y que volviera otro día, que había plazas de sobra y podíamos hacerlo con más calma.
Y cuando volví resultó que ya no quedaban plazas.
Así que de pronto me encontré con que se me había acabado la baja, y que no tenía dónde dejar a Nena-chan por las tardes. Menos mal que me quedaban vacaciones, ¿eh?

Por su parte, Bebé-kun tiene que incorporarse a la guardería, pero para eso antes tiene que acostumbrarse al biberón. Y no.
Ya lo hemos probado todo:
Darle el bibe antes de que tenga mucha hambre, para que esté más dispuesto a probar.
Dárselo cuando ya tiene mucha hambre, para que esté desesperado y trague con todo.
Darle el pezón, y hacerle el cambiazo a mitad de toma.
Da igual, la respuesta de Bebé-kun es siempre la misma: que me introduzca el biberón por cualquier de mis orificios. Me deja hasta elegir.

Además, me robaron el móvil con tooooodas las fotos de los niños. Y cuando fui a denunciarlo, un tipo entró en comisaría gritando y agitando los bracitos, y cuando la policía lo paró, se negó a quitarse el abrigo, y casi nos hacemos caca encima del susto. Bueno, Bebé-kun se la hizo, pero no del susto. Es que es un bebé.

Después de todo esto, el viernes por la tarde, sin motivo aparente, tenía un tic en el ojo.
-Mañana yo me llevo a Nena-chan a clase de música y tú te quedas en la camita descansando, ¿vale? -me dijo ZaraJota.
-Vale.
Pero se ve que se le olvidó consultarlo con Bebé-kun: a las seis de la mañana del sábado estaba ya despierto y con ganas de fiesta.
-Ajo. Jijijijijiji. Ajo. Jijijijijijijiji. Brrrrrrrrrrup. Ajo. Jiji. Ajo. Babababababababa. Jijiji.
Me lo llevé al salón.
-A las nueve despierto a ZaraJota -me dije.
Pero a las nueve Bebé-kun estaba comiendo.
-Bueno, supongo que ZaraJota se habrá puesto el despertador.
A las nueve y media, viendo que nadie se movía, fui a despertar a ZaraJota. Entonces Nena-chan inició una guerra de cosquillas y me vi tristemente envuelta en el conflicto. No hubo que lamentar pérdidas mortales, pero cuando por fin cesaron las hostilidades eran las diez muy pasadas, estábamos en pijama, sin desayunar, y la clase empezaba a las once.
-Mierdaaaaaaa...
Nos vestimos a toda velocidad, embutimos los múltiples arreos de música en la mochila, salimos de casa...
-Mamá. tengo hambre.
-Mierdaaaaaaaaaaaa...
Hice un colacao a toda prisa, lo metí en un vasito con tapa y se lo di a la cría.
-Que se lo vaya tomando por el camino -le dije a ZaraJota.
Y abrí la puerta del ascensor y a la niña se que cayó todo el colacao dentro.
Enterito.
Vaya mierda de vaso con tapa, por cierto.
ZaraJota se fue con Nena-chan a clase, y yo dejé a Bebé-kun en el carrito y fregué el ascensor y el descansillo de nuestra planta, mientras pensaba que qué suerte que no se le hubiera caído por la ranura entre el ascensor y el suelo, jajaja, menos mal... porque no ha caído, ¿verdad?
Presa de un horrible presentimiento, cogí al niño en brazos, me metí en el ascensor y bajé un piso. La puerta estaba llena de chorreones de colacao y, cuando la abrí, me goteó colacao calentito en la cabeza.
Ay.
Bajé otro piso. Igual.
Otro. Igual.
Otro... en fin. Os hacéis a la idea.
Subí de nuevo a casa a por una bayeta, momento que aprovechó Bebé-kun para anunciar que hacía por lo menos una hora que no comía y que tenía hambre. Me lo enganché a la teta, me volví a meter en el ascensor, y fui bajando piso a piso, limpiando las puertas por dentro con la bayeta.
Cuando llegué al primero una vecina abrió la puerta.
Me miró. Miró al niño, a la teta y a la bayeta.
Yo le devolví la mirada, intentando poner cara de "hoy es el día internacional de Friega el Ascensor con una Teta al Aire, ¿no lo sabía usted?".
La vecina cerró la puerta sin hacer ningún comentario. Supongo que bajó andando. Vaya, vive en el primero; ya hay que ser vaga para bajar en ascensor, digo yo.
Cuando terminé volví a casa, me cambié de ropa, cambié al nene, y volví a salir, porque tenía que ir a la tienda a recoger mi móvil nuevo. En el banco del portal estaba la vecina de antes, con varias de sus muy mejores amigas octogenarias.
En cuanto me vieron se callaron y se hizo un silencio denso.
Jaja, menos mal. Pensé que estarían hablando de mí, pero no, ni siquiera están hablando, jajaja.
Me miraron. Miraron a Bebé-kun.
-Pues sí, pues sí...
-Ya ven.
Claramente la vecina nos les había contado nada. Apenas.
Menos mal.
Me fui al a tienda pensando que ya no me podía pasar nada más, pero cuando llegué el dependiente estaba en la puerta helándose de frío.
-No te lo vas a creer -me dijo-, he salido a fumar y me he dejado las llaves dentro.
Que va. Yo ya me lo creo todo.

18 diciembre 2015

Los niveles de dificultad

Cuando eres madre no puedes ser friki. Yo creía que sí, y ya me voy dando cuenta de que me había equivocado. Un padre friki, por supuesto; una madre friki, ya menos. Hay leyes que lo prohíben, incluso. ¿Sabéis por qué?

Un friki juega a los videojuegos, especialmente los de matar zombis.
Una madre jamás mataría un zombi, porque los zombis le dan ternurita: sabe que tienen el mismo aspecto que ella cuando se levanta a cambiar un pañal a las tres de la mañana. Es lo que Mamá en Bulgaria llama "mombie".

Un friki adora la ciencia ficción.
Una madre está hasta de oír a los médicos que la salida de los dientes no duele, que las vacunas provocarán una reacción "leve" y que las medicinas tienen "un agradable sabor que a los niños les encanta" y empieza a sospechar que la ciencia tiene una gran parte de ficción.

Un friki tiene una mano mágica.
Una madre también, y aunque su uso está igualmente asociado a la calentura, no la utiliza exactamente igual que el friki.

Un friki tiene siempre a mano su destornillador sónico, aunque no lo usa para nada.
Una madre conserva como oro en paño su termómetro sónico, lo usa a menudo, generalmente para confirmar el diagnóstico de la mano mágica.

Un friki se pasa los sábados por la tarde en la tienda de cómics.
Una madre aprovecha los sábados por la tarde para ir a comprarse ese abrigo que le hace falta, pero en vez de eso acaba comprando una sudadera de Batman, unos calcetines de Frozen y galletas de Peppa Pig, porque sabe que a la niña le van a hacer más ilusión que a ella el abrigo.

Un friki juega al rol.
Una madre puede ser despertador, asistente, enfermera, cocinera, personal shopper, asesor de imagen, peluquera, fontanero, princhesa, bruja, monstruo, pirata, poli bueno, poli malo, y Peppa Pig. A veces de forma simultánea y bilingüe.

Un friki lee cómics.
Una madre lee El pollo Pepe. Una vez. Y otra. Y otra. Y otra. Y OTRA. Lee El Pollo Pepe hasta que comprende lo que sentía Conan dándole vueltas a la puta rueda de molino.

Un friki se disfraza para ir al expofriki.
Una madre se disfraza todos los domingos de lluvia.

Un friki "te dice que la fuerza te acompañe".
Una madre te dice "ve con cuidao, y deja de hacer el tonto, que te vas a caer".

Un friki compra entradas para el estrenos de la nueva de Star Wars: la operación implica aproximadamente cinco minutos y tres clicks, lo que no le impide anunciar al mundo con orgullo que ha "conseguido" entradas para la primera sesión.
Una madre estudia durante días las sesiones, luego cruza los resultados con los horarios de colegio de Nena-chan y los de comida de Bebé-kun para acabar determinando, en un informe de cinco páginas, que la única opción es ir a la matinal del domingo, y saltarse una toma. Para que el nene no pase hambre, la madre pasa semanas sacándose leche con una bomba y congelándola. Por desgracia un día decide hacer una prueba (bueno, tenía que ir al dentista, lo mismo da) y cuando descongela la leche le entra la paranoia y se empeña en que huele mal y la tira por el desagüe del fregadero mientras llora a todo llorar por, ejem, la leche derramada. Entonces decide que a la mierda y que que le den a todo: el día que vaya al cine le dejará a la abuela un biberón de leche artificial. Pero por supuesto, antes hay que hacer una prueba, no vaya a ser que el nene sea alérgico a la leche de fórmula y haya que salirse de la película a mitad para ir al hospital. Unos días antes le da al nene un poco de leche artificial para probar.
El nene la prueba y le sugiere a la madre un lugar donde puede meterse el biberón con todo su contenido. Y que la fuerza le acompañe, si quiere.
Una madre decide entonces que no va a ir a ver la nueva de Star Wars.
Puede que eche una lagrimita o dos.
-Solo es una puta película -dice el padre de la criatura, que se muere de ganas de ir a verla pero ha decidido, galantemente, que si no va la madre no va él.
Y la madre piensa, pues es verdad.
Además, una vez que se para a considerarlo, lo que le hace ilusión de verdad no es VER la película, sino ver la película CON SU FAMILIA. Y si para eso tiene que esperar, digamos, cuatro o cinco años, se espera.
Sabe que va a merecer la pena, por que en el fondo, y a pesar de la legislación vigente, la madre sigue siendo friki.
Lo que pasa es que se le nota menos, porque ha subido varios niveles de dificultad.


15 diciembre 2015

Que vayáis a votar, cojones


A los que os ponéis un lacito rosa, rojo, amarillo o negro,

A los que  donáis sangre,

A los que compartís fotografías de perritos que buscan un hogar,

A los que recolectáis tapones de plástico,

A los que colgáis batas blancas en la barandilla de la terraza,

A los que colaboráis en las campañas de recogida de alimentos, ropa o material escolar,

A los que conducís un coche eléctrico,

A los socios y voluntarios de ongs,

A todos vosotros, 

os digo:
Lo que hacéis es muy bonito. Útil, incluso, a una escala muy pequeña.
Muy, muy pequeña.
A gran escala, sin embargo, las soluciones dependen de una sola cosa: la política, y sus políticos.
¿De verdad creéis que a los políticos les importan vuestros lacitos y vuestros retuits?
Bueno, a lo mejor para colgarse medallas y salir en la foto. Pero a la hora de la verdad, a los políticos sólo les interesa una cosa: nuestro voto.
Si no votamos, ¿para qué se van interesar por nosotros y nuestros problemas? ¿Qué recurso nos queda para negociar?
Nada.

Lo que intento deciros con esto, por si el título no os ha dado ninguna pista, es que votéis.
Por favor.
A la mejor opción, o al mal menor, 
A los viejos o a los nuevos. 
A los que os convenzan con sus ideales o a los que os parezcan estúpidos, aunque inofensivos.
Lo que sea. 

Porque si hay algo seguro es
que la abstención no cura el cáncer,el voto en blanco no otorga becas,
el voto nulo no crea puestos de trabajo, 
y la rodaja de chorizo, por increíble que parezca, no cambia la vida de la gente que rebusca en los contenedores para comer.

Por eso este 20 de diciembre, os lo suplico,  
ejerced vuestro derecho constitucional al voto. 

Cojones .

11 diciembre 2015

Perfectamente normal

¿Os acordáis de cuando Nena-chan tuvo anginas?

La semana pasada fuimos a la fiesta de cumpleaños de una amiguita de Nena-chan porque nos habían invitado porque todavía no nos conocen porque estamos intentando parecer normales.
Sin mucho éxito, dicho sea de paso.
Para los que no hayáis frecuentado este tipo de eventos os voy a explicar como funciona con un ejemplo:
En un capítulo de Las chicas Gilmore, Lorelai coge una bolsa de lechuga precortada, la abre, le echa varios ingredientes y aliño, la cierra sujetándola con el puño y la agita hasta que se convierte en una bola verde, húmeda y pringosa, que devora a toda velocidad metiendo el tenedor directamente en la bolsa. 
Quedaos con esa imagen en la cabeza: la bolsa de lechuga ES el cumpleaños.
Bueno, no exactamente: la lechuga no grita. Pero vaya.
Cuando sacamos de allí a Nena-chan estaba tan cubierta de sudor, kétchup, tarta de chocolate del mercadona y fluidos corporales (nasales, en su mayoría) ajenos que cuando llegamos a casa la metimos directamente en la bañera.
Después, para compensar toda la porquería que había comido, le dimos de cenar ensalada con tomate y mozzarella.
La niña está harta de comer tomate y mozzarella, pero debía andar escasa de defensas, o sobrada de ganas de marcha. Una de las dos. 
-Babá, be dica la dengua -nos dijo después de cenar. 
-Uy, Nena-chan, qué interesante, cuéntaselo a papá, que mamá está haciendo pipí
-Babá, be dica la dengua.
-Lorz, ¿es normal que Nena-chan tenga la cara cubierta de erupciones y la lengua, roja e hinchada, le cuelgue por la comisura de la boca?
-Depende, qué tengo que decir para que me dejes mear en paz?
-¡No estás meando! ¡Te has metido en el baño a echar una microsiesta!
-¡¡¡NO PUEDES DEMOSTRARLO!!!
-¡¡¡CLARO QUE PUEDO!!! ¡¡¡LA NIÑA HA DEJADO LA PUERTA ABIERTA!!!
Maldita la hora en la que instalamos la puerta corredera en el baño. 
-Ed que be dica bucho...
-Venga, vamos a urgencias.
Pensábamos ir los cuatro porque cada vez que vamos nos dan un punto, y después de conseguir la sandwichera, el juego de maletas y el recogemigas de mesa ahora estamos intentando reunir los puntos para el fin de semana en Eurodisney. Pero luego me di cuenta de que era una idea bastante estúpida, incluso para nuestros niveles habituales.
-Ve tú con la niña -le dije a ZaraJota-, y yo me quedo con Bebé-kun.
-¡TÚ LO QUE QUIERES ES DORMIR OTRA VEZ!
-¿CÓMO QUE "OTRA VEZ"? ¡¡¡PARA QUE SEA "OTRA VEZ" TIENE QUE HABER PRIMERO "ALGUNA VEZ"!!!
El pediatra de guardia dijo que era una reacción alérgica, probablemente al tomate, y que no tenía la menor importancia. 
-Hay que darle esto cada ocho horas durante tres días; esto, casa seis horas durante dos; esto, una semana en cada comida; esto, solo si tiene un brote fuerte; esto... -me contó ZaraJota, mientras acumulaba botecitos sobre la mesa del comedor. 
-Pues a no tener importancia requiere más cálculos que el lanzamiento de un cohete. 
-Y me ha dicho que volvamos el miércoles por la tarde, aunque cree que no será necesario. 
Ajá. 
El médico tenía razón: no hacía falta que fuéramos el miércoles por la tarde, porque el miércoles por la mañana...
-Lorz -me dijo ZaraJota-, ¿es normal que los ojos de Nena-chan estén rojos, hinchados, y cubiertos de una costra amarilla?
-Depende, ¿qué hora es?
-Las seis de la mañana.
-¡PERFECTAMENTE NORMAL!¡SIEMPRE LOS TUVO ASÍ Y SIEMPRE LOS TENDRÁ!
-Me tengo que ir a trabajar, ¿puedes llevarla tú a urgencias?
En urgencias nos dijeron que era conjuntivitis. 
Para los que no tengáis hijos, creo que es importante que sepáis que la conjuntivitis es la PEOR enfermedad que puede coger un niño, probablemente peor que el ébola. 
Porque veréis: 
Si pilla un virus intestinal le da por devolver e irse por la patilla. Es una porquería, pero el niño se debilita y solo le apetece estar tumbado viendo dibujos. 
Si tiene fiebre, el niño se debilita y solo le apetece estar tumbado viendo dibujos. 
Si le duele la garganta, no puede hablar, y solo le apetece estar tumbado viendo dibujos
¿Veis a dónde quiero ir a parar?
Cuando tiene conjuntivitis, a no ser que sea grave, el niño se encuentra perfectamente. Tiene la misma energía de siempre, pero no puede ir al colegio para desgastarla porque existe el riesgo de que contagie a otros niños. Y en casa hay que vigilarlo permanentemente para que no se toque los ojos y vaya a peor. 
¿Os acordáis de la bolsa de lechuga de antes?
Pues imaginad que en vez de lechuga lleva dentro una cabra epiléptica: cogéis la bolsa, la agitáis un poco, y luego la abrís en un piso de cincuenta metros cuadrados. Y esperáis tres días. 
Eso es tener un hijo con conjuntivitis. Mientras tanto, Bebé-kun estaba en plena crisis de crecimiento: comía cada dos horas durante el día, y de forma perpetua durante la noche. 
Así que, básicamente, me he pasado la última semana sentada con un bebé en el regazo, mientras la niña-cabra saltaba a mi alrededor como... bueno, como una niña-cabra. 
Viendo el lado positivo, he aprendido a sujetar el móvil entre el niño y la teta, y he visto dos temporadas de Vampire Diaries en tres días.
Esta mañana, por fin, parecía que las cosas habían vuelto a la normalidad (dentro de nuestras posibilidades), y he tenido incluso tiempo de mirarme al espejo. 
-Nena-chan -le he dicho, porque siempre que entro al baño ella entra también-, ¿es normal que mis ojos estén rojos, hinchados y cubiertos de una costra amarilla?
-Si. 
Cuánta razón.


02 diciembre 2015

Un día complicado

Decíamos ayer que la semana pasada Nena-chan estuvo malita con anginas y Bebé-kun penando con los dientes y yo con ambos.
De día se turnaban para llorar y que los cogiera en brazos: cogía a Bebé-kun y lloraba Nena-chan, cogía a Nena-chan y lloraba Bebé-kun, y a veces lloraban los dos y los cogía a los dos. Gracias al sonambulismo que parecen haber heredado ambos, las noches eran igual de interesantes.
El viernes por la tarde, además, fui al dentista.
Cuando llegué allí me preguntó qué tal, porque hacía mucho tiempo que no me veía. 
-Bien, ya he tenido al niño -le dije, señalándome la barriga por si no se había dado cuenta. 
-¡Qué bien, enhorabuena! Espera... ¿le estás dando pecho? 
-Sí, pero me dijeron que no había ningún problema.
-Bueeeenoooo... eso dicen... Prefiero que, por si acaso, te saltes una toma o dos. 
-Eso pensaba, pero justo hoy he sacado mis reservas de leche congelada y las he tenido que tirar porque me olían raro. 
-Qué mala suerte... Bueno, podemos hacer una cosa: pasa a la consulta y veo qué te puedo arreglar sin anestesia. 
Os ahorraré los detalles porque en el fondo os aprecio. 
La cuestión es que al día siguiente estábamos invitados a la inauguración de una librería. Bueno, en realidad no, pero sabíamos que no iban a pedir la invitación en la puerta, así que lo mismo nos daba. 
La inauguración era a las siete. Una pena, tendría que haber sido a las cuatro, que era la hora en la que todavía iba todo bien: niños limpios, comidos y contentos. A las cuatro y cinco, por desgracia, Nena-han hizo eso que hace a veces de cerrar los ojos y roncar. A las cinco decidimos que ya había dormido bastante y empezamos a intentar despertarla, proceso que culminó a las seis de la tarde, cuando Bebé-kun empezó a llorar de hambre. Le enchufé la teta al enano: inmediatamente Nena-chan empezó a llorar porque tenía hambre también. ZaraJota le preparó la merienda para que se la comiera mientras vestíamos a Bebé-kun; luego vestimos a Nena-chan, momento que aprovechó su hermano para hacerse una caca sobaquera. Volvimos a cambiar a Bebé-kun. 
Debían ser las siete pasadas cuando llegamos a la parada de autobús, solo para descubrir que la línea estaba cortada por un partido de fútbol. 
-No pasa nada, a dos manzanas está la parada del 119, que va para el mismo lado -le dije a ZaraJota. 
Caminamos las dos manzanas y miramos la marquesina del bus. 
-Pues por aquí no parece que pase. 
-Uy...
Vale, quizá fueran cuatro manzanas. 
Con los niños en brazos y el bolso cambiador colgando. 
Y frío. 
Cuando por fin llegamos a la parada tuvimos suerte porque justo pasaba un autobús, nos subimos y cuando fui a frotar mi tarjeta... BIP. 
-¿Qué coño...?
La volví a pasar.
BIP.
BIP.
BIP.
-Señora, por más que frote la tarjeta va a seguir estando caducada -me gritó el busero.
Mierda... como llevaba toda la semana sin salir de casa no lo había notado.
Eché mano al bolso para pagar el billete sencillo y entonces me di cuenta de que no llevaba el bolso.
Mierda.
-Eh... ZaraJota, ¿tienes dinero para el bus?
-No, no llevo nada. Espera, sí, creo que tengo las vueltas del pan... ¡Mierda!
-¿Qué pasa?
-Que me han colado diez pesos.
Después de un buen rato haciendo malabarismos en el autobús en marcha con Bebé-kun colgado, conseguí pagar y sentarme.
-Qué bien estamos, ¿verdad? -le dije a Bebé-kun, que me respondió potándome en el escote.
Qué calentito...
Cuando llegamos a la librería estaba llenísima, y la gente empezaba a desparramarse por la acera. Nos encontramos con gente conocida y en algún momento Fanshawe pasó por ahí y pensé que iba a saludar, pero me pareció que dudaba.
Esto es que no se acuerda del nombre, pensé.
-Hola, soy Lorz.
-Eh... ya lo sé, ya nos conocemos.
-Eh... sí.
-Escribiste aquel post, ¿te acuerdas?
-Sí.
-Claaaaro. Claaaaaaro.
Vale, había quedado como una loca otra vez. Por suerte cuando vas con niños siempre tienes alguna excusa para huir.
En este caso, Bebé-kun estaba pidiendo teta.
Me dijeron que estaría más cómoda en el último piso, y cuando subí me encontré a otras mamás en proceso de alimentar a su progenie. Me senté y me coloqué al enano. Al lado mía había una señora dando biberón a su nieto.
-Come muy bien -le estaba diciendo a otra señora. Y en ese preciso instante le retiró el biberón de la boca y el niño... no sé cómo describirlo. Imaginaos que el niño fuera el Vesubio y la señora Pompeya, y de pronto todo estaba cubierto de una lava patrocinada por Nestlé. Pues así.
Bebé-kun me vio reírme por lo bajini y pensó en repetir el chiste potándome de nuevo, pero esta vez falló: en vez de a mí empapó toda su ropita.
Mierda.
Por supuesto todos los aparejos del bebé se habían quedado en la calle, con ZaraJota.
Mierda.
Y entre ZaraJota y yo se interponían varios millones de personas y una mesa con canapés.
Mierda.
Cuando ZaraJota consiguió llegar, arrastrando la bolsa y a la niña. miré alrededor buscando una superficie para cambiar al bebé, pero no encontré ninguna.
-Me parece fatal -le dije a ZaraJota-, ¡tienen todos los libros por medio!
Un alma caritativa despejó una estantería, y así fue como Bebé-kun acabó desnudo en la trastienda de una librería en su fiesta de inauguración.
Ahora que lo pienso, dicho así suena muy mal.
Mientras tanto Nena-chan se estaba portando muy bien y pensé que merecía un premio.
-Escoge un libro, el que quieras -le dije-, que con toda esta gente seguro que lo podemos mangar.
Era broma, ¿vale? Lo que pasa es que mi sentido del humor es tan sofisticado que Nena-chan no lo entiende.
-¡¡¡NOOOOOOOO!!! ¡¡¡NO QUERO MANGAR!!!
-Shhhh... ¡Era broma! ¡Era broma! Mamá lo paga, ¿vale? ¿Te gusta este?
-¡¡¡NO LO TOQUES!!!
Nena-chan me quitó el libro de las manos y fue a leerlo en una esquina, de espaldas a mí, protegiéndolo con su cuerpo.
Ay.
Al final conseguí convencerla de que escogiera un libro y nos fuéramos a pagar.
Entonces Bebé-kun volvió a pedir teta. Claro, como no para de potarla no le cunde nada.
-Vámonos a cenar, anda -le dije a ZaraJota.
Íbamos de camino al restaurante  cuando nos dimos cuenta de que el Chache no venía. EmeA y Scarlett volvieron a buscarle, pero ya se había ido.
-No entiendo nada -dijo ZaraJota-, le dije que se viniera con nosotros.
-Dime, por favor, cuáles fueron tus palabras exactas.
-Yo le dije "luego vamos a cenar por aquí", y él me contestó "yo también" y se fue.
Sin comentarios.
Más o menos entonces nos dimos cuanta de que EmeA y Scarlett se habían traído a cenar a una tía que no conocíamos de nada.
"¿Y esta quién es?", le pregunté a ZaraJota telepáticamente.
"Ni idea"
"¿Será amiga de EmeA?
"No sé, parece que Scarlett la conoce también"
"Mierda, ¿crees que estuvo en su boda?"
"Es posible"
"Joder, joder, joder, si estuvo en la boda SEGURO que nos la presentaron"
"Joder, joder, joder... ¿qué hacemos?"
"Disimular"
Y eso hicimos: durante toda la cena intentamos mantener un equilibrio social de manera que si la conocíamos no pensara que éramos unos bordes, y si no la conocíamos no pensara que nos tomábamos demasiadas confianzas. El resultado debía parecerse bastante a un sociópata bipolar con sonrisa profidén.
Para rematar, algo así como a las diez de la noche se me escapó un grito.
-¿Qué pasa? -me preguntaron todos a la vez.
-¡Que había quedado con Hermano Pequeño!
-¿Cuándo?
-¡HACE UNA HORA!
-Mierda, mierda, mierda, voy a mandarle un mensaje...
Mientras esperábamos que contestara pedimos la cuenta. Y por supuesto, cuando la trajeron nos acordamos de que ZaraJota no traía dinero encima, y yo me había dejado el bolso en casa.
Mierda.
Mientras nos rebuscábamos los bolsillos, EmeA se ofreció amablemente a pagar.
-¡No hace falta! ¡No somos pobres, solo somos muy, muy idiotas!
-Ajá.
Todavía me sentía bastante abochornada cuando me subí al bus y froté la tarjeta.
BIP
-Señora -me gritó el busero-, tiene la tarjeta caducada.
Mierda...
Tenía que haberle pedido a EmeA que me diera también para el bus.



Epílogo.
Hermano Pequeño respondió a mis mensajes de madrugada: "Lo siento, no me acordaba de que habíamos quedado. He tenido un día complicado"
Conozco la sensación.