26 abril 2013

Gran reserva. Epílogo

Cuando ya estábamos de vuelta en Madrid, Bebé-chan volvió a la guardería.
-¿Qué tal os ha ido en el pueblo?-preguntó la seño. 
-Bueno...
Si tenéis o habéis tenido un bebé ya sabéis que la rutina es el P*T* AMO. 
Los bebés encuentran consuelo y seguridad en la repetición de los hábitos de la vida diaria: comer, dormir, bañarse... todo a la misma hora, en el mismo sitio y con los mismos instrumentos.
Cuando los sacas de la rutina se ponen más nerviosos que un hámster con la jaula limpia. 
Eso no quiere decir que no se lo pasen bien durante el día: sólo que se van a poner de los nervios por la noche, que es mejor momento. 
Yujú. 
Además los bebés absorben las emociones de su alrededor. Si estás estresada, ten por seguro que tu bebé lo va a estar. Si estás relajada, coges al bebé en brazos y se queda sobado mirándote. 
En el pueblo Bebé-chan estuvo muy bien, pero si mezclamos la salida de la rutina, que hizo poco ejercicio, y el estrés de la situación... digamos que el resultado fue lo que los mejores pediatras del mundo denominan "síndrome de cagada la hemos, Luke". Bueno, en realidad, no, pero molarían mucho más si lo hicieran.  
A la vuelta Bebé-chan y yo estábamos con los nervios tiesos. 
-Bueno -le dije a la seño-, si hoy la puedes dejar descansar un poco, mejor. 
La seño le ha preparado a Bebé-chan una Programación Didáctica que ríete tú de los entrenamientos del equipo nacional de natación sincronizada: hacen psicomotricidad, pilates, juegos... de todo. Y Bebé-chan, encantada. Para mí el único problema es que cuando no va a la guarde demanda el mismo ritmo de actividad  y yo no estoy para estos trotes.
-Haré lo que pueda. 
-Verás, es que se ha pasado los cuatro días casi sin poder jugar, y el ambiente no ha sido el más adecuado...
-Mujer, no pasa nada. Los niños se acostumbran a todo.
-Tú no conoces a mi familia: nadie se acostumbra a eso nunca, cómo mucho aprendes a sobrevivir como George en la Jungla. Y este viaje no ha sido de placer, teníamos que arreglar cosas. Cosas desagradables. Y Bebé-chan ha estado ahí, en medio de todo...
-Vaya, lo siento.
-La verdad es que ha sido todo un poco traumático.
-¿Para ella o para ti?
-¡NECESITO UN ABRACITOOOO!

22 abril 2013

Día del libro 2013

Cuando estaba embarazada de cinco meses se me inundó la casa y me puse a mover muebles como una loca para evitar que se mojaran. En medio del frenesí cartero del Titanic me apañé para hacerme mucha pupa en una rodilla.
Mucha, mucha, mucha.
El médico me dijo que, al estar embarazada, no podía recetarme nada más que reposo absoluto.
Y por supuesto, no le hice ni torta caso.
Cuando estaba más o menos de siete meses el obstetra me dijo que Bebé-chan tenía un nosequé en el nosecuántos, y que o me relajaba yo o me relajaban los señores de la bata blanca en el hospital.
Para entonces pesaba unos trescientos kilos, Madrid estaba pasando la tercera o la cuarta ola de calor, y no me quedó más remedio que empezar a pasar al menos una parte del día tirada en la cama.
Más o menos por entonces mi madre me regaló el libro Cómo no ser una drama mamá.
El regalo iba con retintín, como sólo una madre puede hacerlo.
El mensaje explícito del regalo, como ella misma dijo, era:
- Para que veas que todas las madres acabamos haciendo lo mismo.
El mensaje implícito era:
"Ahora que vas a ser madre comprenderás lo que he tenido que pasar".
Y llevaba corolario:
"Si crees que vas a ser mejor madre que yo, vas de culo".
¡LLevaba incluso puntilla!:
"Te voy a estar vigilando. Puede que tarde meses. Puede que tarde años. Pero al final cometerás un error y todo el mundo sabrá que YO TENÍA RAZÓN".
Razón así, en general, como concepto. No os vayáis a creer que era por nada en concreto.
Las madres somos así. Queremos que nos den la razón incluso cuando no hemos dicho nada.
Total, que como no tenía nada mejor que hacer me empecé el libro sin mucho convencimiento. Me gustó tanto que me lo leí en dos tardes... y habría tardado menos si no fuera porque a veces me reía tanto que se me caía, y al menos una vez ZaraJota™ me lo confiscó.
-Esto no puede ser bueno- me dijo-. ¡Que la niña va a salirnos centrifugada!
La cuestión es que, a pesar de las risas, no se me sentí nada identificada. Mi madre no dice cosas como esas (por suerte). Peeeeero dice otras cosas.
Y siempre me he reído de ella por decirlas.
Y siempre me juré que no las diría.
Y ahora que soy madre, adivinad qué: las digo.
Peor aún: empecé a decirlas antes de ser madre, prácticamente desde el primer día de convivencia con ZaraJota™, probablemente porque no hay nada más maternal que doblarle los calzoncillos a otra persona.

Pues eso. Que como hoy es el día del libro, voy a hacer un homenaje al libro que más me ha hecho reír en e último año recopilando las cosas que dice mi madre y que para mi desgracia estoy repitiendo.

Aquí huele a cachorrito.
Cuando éramos pequeños y llegaba la hora del baño, mi madre asomaba a nuestra habitación y decía:
-Venga, al baño, que aquí huele a cachorrito.
En algún momento de la adolescencia la frase evolucionó a:
-A bañarse ya, ¿eh? Que aquí huele a choto.
Todavía sigo sin saber
a) qué es un choto
b) cuándo ha tenido mi madre la oportunidad de oler uno
c) por qué no puede decir, simplemente, "a bañarse ya" y tiene que añadir el comentario zoológico.
"Bebé-chan huele a cachorrito" fue una de las primeras cosas de mi madre que empecé a repetir.
Cuando empezó a comer sólidos la frase evolucionó a "aquí huele a mierda que echa de espaldas".

¿Esto es limpio o sucio?
Tú estás en tu habitación tan feliz. Tu madre entra y no te alteras: crees que está todo en estado de revista.
Pues te equivocas.
Porque las madres tienen una supervista y un superolfato y unas superganas de tenerlo todo escamondao.
Mi madre era capaz de detectar un calcetín debajo de una cómoda. Lo sacaba, lo cogía con la punta de los dedos y estiraba el brazo, como si fuera tóxico, y decía:
-¿Esto es limpio o sucio? Porque como lo tienes aquí tirado, echo un gurruño, vete tú a saber. Que es que yo no sé para qué plancho, si luego lo metes en el armario de cualquier manera.
Porque mi madre plancha los calcetines. Y los trapos de cocina. Y las bragas. Los tangas no, a ver si os pensáis que está loca.
Yo nunca he usado esa frase con Bebé-chan, porque es muy pequeña y total, no me iba a contestar.
Con ZaraJota™ sí que la uso, más o menos un día de cada dos. Es que es un poco desordenado, el chaval.


¿A una madre?
Esta es una frase comodín para cuando hacemos/decimos algo que no le gusta.
-¿A una madre le vas a contestar?
-¿A una madre le vas a decir tonta?
-¿A una madre le vas a dar una patada?
Con el tiempo la frase quedó reducida.
-¿A un madre? -decía, simplemente.
Mi versión es
-¿A mamá se le muerde? -pregunto. Bebé-chan sigue mordiéndome-. Lo tomaré como un sí.


¿Esa mierdicroqueta me vas a dejar?
Ni se te ocurra dejar una croqueta.
Hacer el favor de comeros eso ahora mismo. 
Los restos mortales.  
Si tienes cinco personas a comer y haces comida como para cincuenta, sorprendente pero cierto, suele ocurrir que sobre comida.
Si además, en vez de hacer plato único, haces un poco de cocido, un poco de ensalada, un poco de embutido, un poco de empanadillas, lo normal es que sobre un poco de todo.
Eso a mi madre le sienta fatal.
La pelea suele empezar en la mesa, cuando ve el panorama desolador.
-¿Esa mierdicroqueta me vas a dejar? -me pregunta. No tengo ni idea de por qué me pregunta a mí, si a mí no me gustan las croquetas y si alguna vez me como alguna es por educación-. Ni se te ocurra dejarme una croqueta, que luego tengo la nevera de restitos, un platito de esto, un platito de aquello... todo lleno de restos mortales que no sirven para nada. Ahora mismo te comes esa croqueta, hombre.
Cuando me fui a vivir con ZaraJota™ tuve una brillante idea: si el domingo cocinaba el doble de cantidad, ya tenía la comida del lunes apañada. Me equivoqué. Lo único que conseguía es que sobrara una mierdicroqueta.


Un día de estos revientas. 
Esta frase es de mi abuela y la incluyo porque es el caso opuesto a la anterior.
A mi abuelo le gustaba comer. A lo grande. Podía comerse tres platos de cocido con una barra de pan mojada en sopas, y luego no necesitaba ni siesta ni nada. Lo que sí necesitaba era rematar la comida con una manzana.
-¿Una manzana te vas a comer ahora?-preguntaba/gritaba mi abuela.
-Sí mujer.
-¿Es que no has comido bastante?
-¿Qué pasa, no me puedo comer una manzana?
-Por mí, haz lo que quieras, pero que sepas que un día de estos revientas. Y si crees que me va a importar, vas apañao, porque pienso irme con el inserso de juerga toldía. Pues anda que no se ponen guapas las viudas cuando se libran de los maridos...
Mi abuela remataba el discurso cogiendo la manzana, lanzándola con violencia sobre el frutero, agarrando el frutero y llevándoselo a la cocina sin parar de rezongar.
En cuanto la abuela salía del comedor, el abuelo, que había aguantado el chaparrón sin inmutarse, se giraba hacia mí, que siempre me sentaba a su lado.
-Niña, ve a la cocina y tráeme una manzana, pero que no te vea tu abuela, ¿eh? Y si te ve dile que es para ti.
Esto se repetía en cada comida familiar, para regocijo generalizado, porque si bien todos estábamos de acuerdo en que el abuelo comía demasiado, no acabábamos de entender que la abuela le dejara comerse tres platos de cocido sin rechistar y montara el número por una mísera manzana.
Con los años he también he creado mi propia versión:
ZaraJota™ llega a casa del trabajo con cara de lástima.
-Tengo gusita -dice.
-¿Te hago algo para merendar?
-No, no, ya me hago algo yo.
Entonces se corta una triste y miserable rodaja de fuet.
-¿Esa mierdimerienda te vas a hacer?
-Sí...
- Pues ten cuidado, no vayas a reventar... Y si crees que me va a importar, vas apañao, porque pienso irme con el inserso de juerga toldía. Pues anda que no se ponen guapas las viudas cuando se libran de los maridos...
A estas alturas ZaraJota™ todavía se está preguntando qué tendrá que ver el fuet con el inserso.

Te voy a cambiar por dos de quince
Esta frase es de mi padre.
Cuando mi madre tenía treinta, si mi padre se enfurruñaba con ella le decía:
-¡Te voy a cambiar por dos de quince!
Con los años, mi padre ha ido actualizando la frase, hasta llegar a:
-¡Te voy a cambiar por dos de veinticinco!
A lo que mi madre contesta:
-¡Si hombre! ¿Tú, con dos de veinticinco? Pues anda que nos son largas las de veinticinco de hoy en día. Te iban a dar más vueltas que a un tonto.
-Uy, uy, tienes razón, que yo con mi rodilla chunga ya no estoy para esos trotes.
Ahora cuando Bebé-chan se hace caca, le digo.
-Te voy a cambiar... ¡por dos de tres meses!- y luego añado-. Uy, quita, quita, que pereza...

Es mi vida, flas, flas. 
Esta tiene mérito, porque no es una frase que mi madre me haya pegado a mí, sino al contrario.
Cuando todavía vivíamos todos en casa, y teníamos turnos de trabajo, clase y gimnasio diferentes, mi madre se volvía loca para programar las comidas.
-Hoy voy a hacer paella -anunciaba-. ¿Quién va a venir a comer?
Hermano Mediano y yo decíamos que sí, que no, o todo lo contrario. Hermano Pequeño no decía nada.
-Y tú, ¿qué? -preguntaba mi madre.
Hermano Pequeño suspiraba, ponía los ojos en blanco y se iba de la habitación agitando la lustrosa melenita, flas, flas.
-¿Eso es que sí o que no?- insistía mi madre.
-No sé, mamá, no sé...
-Hombre, tan difícil no será saberlo.
-¡Ya me estás controlando la vida!
-¡Si yo lo único que controlo es que el arroz no se pase!
Con el tiempo mi madre dejó de preguntarle a Hermano Pequeño y empezó a preguntarme a mí.
-¿Sabes si tu hermano viene a comer?
-Es mi vida -constestaba yo, poniendo los ojos en blanco-, flas, flas -añadía, meneando mi lustrosa melenita.
Con el tiempo mi madre interiorizó la frase de tal manera que cuando le digo a Bebé-chan, por ejemplo:
-¿Te vas a dormir o qué?
Mi madre contesta por ella:
-Es mi vida, mamá, flas, flas.


Sois todos mutontos. 
Que tontos son mis hijos.
Mis hijos es que hay que ver los tontos que son.
Estas frases son muy buenas para fomentar nuestra autoestima y además valen para todo.
Imagina que tienes lumbago y tus hijos aprovechan que estás tumbada y sin poder moverte para pintarte cosas en las piernas con rotulador indeleble.
-Sois todos mutontos.
Imagina que estás viendo Gladiator y tus hijos usan el móvil para grabarte roncando.
-Que tontos son mis hijos.
Imagina que tu hija tiene un blog y lo usa para reírse de ti:
Mandar un guasap al grupo "familia":
"Mis hijos hay que ver lo tontos que son".
Acto seguido Hermano Pequeño me manda otro guasap a mí sola:
"¿Qué has escrito ahora?".
Y así todo.
Yo nunca le digo a Bebé-chan que es mutonta, porque eso es malo para su autoestima. A quién si se lo digo es a ZaraJota™, porque total, su autoestima ya no tiene remedio.
-Tu papá es un poco tonto.
-¡No le digas eso! -protesta ZaraJota™.
-Si no se entera...
Hace unos días Bebé-chan estaba entusiasmada diciendo papá:
-Pa-pa, PA, pa... papapa, pA, pa-pa -y de pronto, añadió- TO TO -y luego lo repitió, por si no nos había quedado claro-: pa-pá to-to.
Otra que está condenada a repetir las frases de su madre.








Pd: Que sí, que sí, que el día del libro es mañana, que le he dado a publicar en vez de a guardar otra vez.
Lo que pasa es que esta vez, en lugar de borrarlo como si fuera el community manager de un político cualquiera, lo he dejado. ¡Si hasta he confesado y todo!:

19 abril 2013

Gran Reserva VIII y ya

Previously in Lorz...
Esto es más largo que el día ese del año en el que se atrasa la hora y tú ves que no anochece y piensas, "pues será temprano", y miras el reloj y no es temprano y encima mañana hay que ir a trabajar y te da una pereza que te mueres. 


Mi padre tiene un problema de puntualidad, en concreto, de exceso de la misma.
En realidad no, porque la puntualidad consiste en llegar justo a la hora acordada, mientras que lo que hace mi padre es llegar tres horas antes, y si puede se queda a dormir en la puerta toda la noche para estar el primero, bien tempranito.
Cuando estaba embarazada mi padre me llevaba a hacerme todas las ecografías, análisis y pruebas, y me llevaba tan pronto que a veces nos encontramos el centro médico cerrado, y nos íbamos a desayunar para hacer tiempo... sólo que por lo general yo no podía desayunar porque tenía que hacerme alguna prueba en ayunas, así que le miraba desayunar. Os podéis imaginar la ilusión que me hacía.
Este afán madrugador tiene algún sentido cuando vas al médico, pero lo tiene menos cuando vamos a comer a su casa. Si quedas a las dos, y a las dos menos un minuto no has llegado, te llama.
-¿Dónde andas? -pregunta.
-En el portal de tu casa.
-¿Y por qué no subes?
-Porque me estás llamando al móvil y en el ascensor no hay cobertura.
Después de muchas protestas, conseguimos que dejara de llamarnos. Ahora lo que hace es decirle a mi madre que nos llame.
-Llama a la niña, que son las dos menos veinte y no ha venido.
-Estará de camino.
-A ver si le ha pasado algo, llámala.
-Llámala tú, no ves...
Al final mi madre me llama.
-Filla -mi madre sólo me llama filla cuando sabe que va a decir algo que me va a tocar las narices-. ¿Venís o qué?
-Ya vamos, ya vamos, que hemos quedado a las dos y no son todavía.
-¡HA SIDO TU PADRE!
Con los viajes mi padre entra en punto crítico.
-¿A qué hora salimos? -le pregunto.
-Sobre las ocho.
-O sea: a las siete y media.
-No, mujer, no seas exagerada...sobre las ocho o así.
Al día siguiente a las siete y media está mi padre llamando al telefonillo.
-Pues ahora te esperas que no estoy preparada.
-¿Cómo que no? ¡Si te dije a las ocho!
-¡Pero es que son las siete y media!
-Ya, pero entre que salimos de Madrid y nos metemos en la autovía...
Ah, vale. Que a las ocho salimos del país, no de mi casa. Haberlo aclarado, hombre.
Para ser sincera, al principio mi padre se comportó muy bien.
Antes de irnos le expliqué que la niña tenía sus normas, sus rutinas y sus necesidades, que no entiende de horas ni de autovías y que la única forma de que mantenerla tranquila era manteniéndonos tranquilos los demás. Es decir: que una cosa es ir deprisa y otra ir con prisas, y con un bebé se tiene la una o la otra, pero ambas no porque son mutuamente excluyentes.
El viaje de ida fue muy tranquilo.Salimos muy bien. Cuando Bebé-chan tuvo hambre paramos a desayunar, y mi padre esperó pacientemente a que Bebé-chan se acabara el biberón, estuviera limpia, jugara un ratito para desentumecer el cuerpecillo. Mi padre se mantuvo impasible el ademán, aunque cualquiera que lo conozca se habría dado cuenta de que le picaba el asiento.
A la vuelta anunciaron nieve.
-Pues salimos inmediatamente después de comer, que no nos pille de noche y nevando -anunció mi padre.
Lo que en klingon significa: " a las siete de la mañana os estoy levantando".
Pues a las siete no, pero a las ocho me estaba preguntando si se podía llevar a Bebé-chan para enseñársela a unos amigos.
-¿A estas horas? ¿Esos amigos te caen mal o algo?
-Es que luego se hace tarde y va a nevar y...
Un par de horas más tarde, mi padre volvió a intentarlo.
-¿Está Bebé-chan vestida?
-Eh... sí.
-¡Pues me la llevo!
Antes de que me diera cuenta estaba corriendo pasillo adelante, con Bebé-chan sobre el hombro cual cochinillo mientras gritaba y agitaba los bracitos.
-¡El abrigo! ¡Los zapatos! ¡Que estoy en pijama!-gritaba yo, mientras intentaba alcanzarle.
-¿Tú también vienes?
Hombre, si te parece... que mi padre es capaz de coger a la nieta y volverse a Madrid, y a los demás que nos la pique un pollo. Yo mientras tenga a mi hija no le pierdo de vista ni para ir al baño.
Un par de horas más tarde, después de que mis padres llevaran a Bebé-chan a hacer el Simba por todo el pueblo, mi padre anunció que nos íbamos.
-Que han dicho que va a nevar -nos recordó.
-Pues es que Bebé-chan tiene que comer -le dije.
-¿Ahora?
-Cuando tiene hambre, es una costumbre tontísima que tiene.
-Es que como no me has avisado...
-Come cada tres horas. No sabía que tenía que anunciarlo en el BOE cada vez.
Para cuando Bebé-chan terminó de comer mi padre ya estaba dando saltitos de impaciencia. Mi yo interior, también, porque esto de dar pecho con tu padre intentando calcular mentalmente los centilitros que puede haber en cada teta y lo que puede tardar Bebé-chan en bebérselos, como que te corta el rollo.
-Bueno -dijo al final-. ¿Nos vamos ya o qué?
-Espera un momento, que tengo que cambiarle el pañal.
-¡No me has dicho que la tuvieras que cambiar!
Pues en esto estamos empatados, porque ella tampoco me ha dicho que tuviera que cagar.





PD:
Orden 1234/2013, de 19 de abril, por la que se regula la ingesta y expulsión de alimentos por parte de Bebé-chan.
1.Los bebés en general, y Bebé-chan en particular, tienen la costumbre de comer para subsistir. Lo hacen aproximadamente cada tres o cuatro horas, según su edad, peso, estado de salud y otros condicionantes, entre los que destaca el hambre. 
2.Los bebés, una vez comen, tienden a hacer popó tarde o temprano, generalmente en el momento más inoportuno para la padre, madre, o tutor/es legal/es, sin previo aviso de ningún tipo, salvo en algún caso un ligero rubor facial provocado por el esfuerzo del bebé al apretar. 
3.Una vez el bebé ha hecho pipí o popó es recomendable cambiar el pañal, por el bien del bebé. Si te vas a meter en el coche con las ventanillas subidas y la calefacción puesta también es recomendable cambiar el pañal, por el bien de los demás. 


11 abril 2013

Gran Reserva VII

Previously in Lorz...
Estuve tres días en el pueblo y voy a tardar dos meses en contarlo. 
Creo que empiezo a chochear. A fin de cuentas, ser madre es el primer paso para ser abuela. 

Titapepi está hecha una pupa de arriba a abajo.
Literalmente.
Empezando por los pies (juanetes), pasando por la cadera (Robocop), los riñones (uno está en paro y el otro convocado a huelga), los ojos (ni torta), los oídos (ligera sordera) y además todo lo habitual cuando uno tiene más de setenta años: azúcar, colesterol, ácido úrico...
El estado de pupez es tal que si Terminator la mirara con su escáner ocular (que a pesar de su nombre está en el ojo, no en el culo), le saltarían todas las alarmas y en vez de dispararle le daría un par de palmaditas en la espalda y le diría "ea, ea".
Para mantener ese cuerpo puposo en funcionamiento Titapepi tiene que seguir una dieta estricta, baja en sal, baja en azúcar, baja en grasas... baja en todo lo bueno, vaya. La cosa es tan grave que si se hace una ensalada, no puede echarle tomate (ácido úrico), ni aceitunas (sal), ni maíz (azúcar). Así que se echa un poco de lechuga. Pero poca, ¿eh? Que la lechuga es muy indigesta y muy pesada.
Y así todo.
A pesar de la dificultad, Titapepi sigue su dieta a rajatabla. La idea es que si se porta bien todos los días, pero todos todos, en ocasiones especiales puede hacer un excesito, como chupar un grano de maíz o algo.
No creáis que los hace mucho. Normalmente se reserva para cuando tiene gente en casa.
Y claro, cuando estuvimos en su casa, tenía gente en casa.
Ha quedado claro, ¿no?
Que conste que ella planeaba portarse bien, y que fui yo la que provoqué.
-Niña, ¿tú que quieres cenar esta noche?
Eran las seis de la tarde, pero eso no importa. En mi familia sólo hay una cosa que nos guste más que comer: hablar de comida.
-Pues había pensado que podíamos pedir una pizza. Si no quieres, no, lo que tú digas.
No te vaya a dar un chungo, pensé, que las transaminasas son unas p*t*s traicioneras.
-No, mujer, si a mí me gusta la pizza, y por un día que coma no pasa nada.
-Pues nada, luego la pedimos.
Jo, pensé, pobre Titapepi, ella aquí haciendo esfuerzos heroicos para mantener los triglicéridos controlados y llegamos nosotros y se los descolocamos todos, desde luego... Me daba mucho apuro pensarlo, es que es muy fuerte... Que lo mismo a la pobre ni le apetece ni nada, y sólo se come la pizza por no hacernos el feo.

-Niña, ¿pedimos ya la pizza?-me preguntó más tarde.
-Eh... es que son las siete, igual es un poco pronto, ¿no?
-Sí, igual sí.

Y al rato...
-Niña, creo que voy a pedirla ya, que aquí se lo toman con calma.
-Espero que se lo tomen con mucha calma, porque son las siete y cinco.

Y al rato...
-Niña, ¿ tus padres dónde han ido?
-Creo que están de cañas.
-Tardan mucho, ¿no?
-No sé, se habrán encontrado a alguien.
-Oye, ¿no estarán cenando por ahí? ¡A ver si van a cenar y luego no quieren que pidamos la pizza!

Y al rato...
-Niña, yo he pedido ya la pizza. ¿Con cuatro tendremos bastante?
¡Halaaaaaa!
-Depende, ¿cuántos meses vamos a estar aislados por la nieve?

Y al rato...
-Niña, que la pizza ya está aquí. ¿Tus padres cuando vienen?
-Ni idea.
-¿Tanto se tarda en tomar una caña?
-No creo que se hayan tomado una caña...

Y al rato...
-Niña, que esto se va a enfriar. Yo voy a ir empezando.
Pero por no hacernos el feo, ¿eh? No os vayáis a creer.



Continuará (sólo uno más y ya)...

03 abril 2013

Gran Reserva VI

Previously in Lorz...
No seas vago y léelo tú mismo. Está justo debajo de este.
Que tengo que hacerlo yo todo, c*ñ*. 


Ya que estaba  en el pueblo aproveché le ocasión para quedar con Ephedro.
-¿Quién es Ephedro?-preguntó La Tita del Puerto.
-Un amigo.
-¿Un amigo especial?
-No lo sabes tú bien...
Ephedro nos llevó a Bebé-chan y a mí a comer a un sitio muy bonito. Cuando salimos, sacó una supercámara megamolona, de esas que tienen megapíxeles chorreando por todos lados.
-Ponte, que os hago una foto.
Y me puse, y me hizo una foto.
Y un borracho señor en riesgo de exclusión social que había en la puerta del bar de al lado lo vio con la cámara supermolona, lo confundió con Peter Parker, y le dijo:
- ¡Cucha! ¡Ahme una fotamí!
-¿...?
-¡Enga, mushashooo, ahme una fotooo!
-¿Tú quieréhuna fotooo? -dijo Ephedro, que aprovecha cualquier momento para alardear de que sabe idiomas y mimetizarse con los nativos-. Yo tagu-nafotoo.
Y le hizo una foto.
Y entonces el  borracho señor en riesgo de exclusión social se mosqueó.
-Ehpeeera... ¿tú paquéquiereh una fotoo mía?
-Eh... tú me has pedido que la hiciera -con el shock a Ephedro se le olvidó mimetizarse con los nativos y todo.
-¿Y quévasertú con mi fotoo?
-Nada.
-¿No la puedo veh?
-Si quieres yo te la mando -cara de pasmo del borracho señor en riesgo de exclusión social-. Me das tú dirección y yo te la mando. ¿Tienes correo?
-Claroquetengocorreoo...
-Pues yo te mando la foto a tu dirección.
-¿Túsabeh ondetá mi caasa?
-Dirección de correo electrónico.
-...
-De internet.
-...
-¿Whatsapp?
-...
-¿SMS?
-...
Mira que Ephedro tiene mundo y recursos para todo, ¿eh? Pues por un momento pensé que iba a colapsarse allí mismo.
-Está bien, vamos a hacer una cosa: yo te doy mi tarjeta, viene mi dirección de corre... de internet. Tú busca algún amigo, algún sobrino, alguien, que sepa de internet, y le dices que se ponga en contacto conmigo en esa dirección, ¿vale? Y yo le hago llegar la foto.
Admitámoslo: dicho así sonaba a timo. Y el señor estaba  borracho en riesgo de exclusión social, pero no era tonto.
-¿Quemevah cobrah?
Mientras Ephedro le explicaba al señor que no le iba a cobrar, que sólo quería hacerle llegar la p*t* foto, que encima que le hacía un favor le estaba tocando las narices, a mí y a Bebé-chan se nos acercó otro borracho señor en riesgo de exclusión social.
-¿Queh niñoniñaa?
-Niñaa -m**rd*, pues no se me está pegando el acento y todo.
-Tedi sinqueuroh por eella.
-¿Cinco euros? De eso nada.
-Dieh.
-¡Que no!
-¡Sivahtar mehó comigo que contigoo!
-¡Y UN C*J*N! ¡Ephedro, vámonos, que la niña se está poniendo nerviosa!
-Veh como conmigo ehtá mehó...
-Espera, Lorz, que le estoy explicando a este  borracho señor en riesgo de exclusión social cómo se inventó la imprenta.
-¡QUE NOS VAMOS!
Y nos fuimos. De camino a casa de Tita Pepi, le iba echado la bronca.
-Es que sólo se te ocurre a ti... blablabla... internet... blablabla... negra me tienes... blablabla.
Estábamos en esto cuando se nos cruzó un perrito y Ephedro que es que no aprende, el tío, le hizo una foto.
-¡Arg! -le dije-. ¿Qué no has tenido bastante o qué?
-Si es sólo un perrito -dijo.
No había acabado de decirlo, cuando apareció el dueño del perrito.
Miró a Ephedro.
Miró la supercamara megamolona con los megapíxeles chorreando por todos lados.
-Safotoo cajechoo, ¿pa que eh?
-Para nada -se apresuró a decir Ephedro-, para nada.
-¿No lavahseñáh?
-No, no.
-Hombre, enargún sitioo la pondráh que se veaa. ¿No tienehanquesea un bloh o un feihbu paponehla?
Desde luego, es que no tienen término medio.



Pd:
Cuando llegué a casa de Tita Pepi le conté a mi madre lo que me había pasado.
-Jo, mamá, que me han intentado comprar a Bebé-chan por cinco euros.
-¿Cinco euros? De eso nada. Mi nieta vale por lo menos cincuenta.
Por lo menos.


Continuará...