31 diciembre 2012

Nochevieja 2012

Normalmente en nochevieja siempre aprovecho para hacer balance de año.
Este año ya lo hice cuando nació Bebé-chan, y desde entonces no es que no haya hecho nada interesante, es que lo único que me interesa es Bebé-chan.
La pequeña lo llena todo, porque cuando no estoy directamente cuidando de ella, estoy preparando cosas para ella, o intentando comportarme mejor por ella, porque se ve que los niños hacen lo que hacemos, no lo que les decimos, y ahora me toca dar ejemplo y esas m**rd*s.
No puedo decir que lo esté consiguiendo, pero lo importante es participar, ¿no?
Bueno, eso espero. Creo que será mejor que vaya ahorrando para un buen psiquiatra por si acaso...
Espero que tengáis un feliz año 2013. Salud, dinero y amor y todo eso.
Nos vemos de nuevo el año que viene, con el esperado regreso de los lorzañecos

23 diciembre 2012

El bizcocho navideño II y ya

Previously in Lorz...
-Lorz -dijo mi madre-, he leído lo último que has escrito. 
M**rd*.
-Está bien, dame la colleja.
-No, no... lo digo porque he visto que en los comentarios te han pedido la receta del salmorejo y no has contestado. 
-Ya, es que mi ordenador me da problemas para comentar en blogger, y además Bebé-chan no me deja mucho tiempo para pelearme con el pop-up. 
-Mujer, dile algo, pobre criatura, mira que no haberse comido nunca un buen salmorejo, eso ni es vida ni es nada...
-Vale...

Para hacer salmorejo necesitas:
Pan duro. 
Tomates. 
Un pimiento. 
Un diente de ajo. 
Aceite, un buen chorro.  
Vinagre, un chorrito. 
Sal. 

Las instrucciones son aptas para todos los públicos:
Cortar el pan en trozos y ponerlo en un recipiente con un poco de agua para que se humedezca. 
Pelar el ajo.
Cortar a trozos el resto de los ingredientes (quitándole al pimiento el rabo y las pepitas). 
Mezclarlo todo y triturarlo con la batidora hasta formar una crema uniforme y sin grumos. 
Servir frío y decorado con huevo duro y jamón del güeno picadito por encima. 

El problema del salmorejo no es la ejecución sino la cantidad: depende mucho de lo duro que esté el pan, la madurez y la calidad de los tomates...
Yo lo que hago es empezar con media barra y el resto de los ingredientes menos el tomate, y luego voy añadiendo tomates poco a poco hasta conseguir "el punto". 
Me temo que es cuestión de práctica. 
Espero haber servido de ayuda. 
Y ahora, volvemos de nuevo a la guerra del polvorón. 


La cosa no quedó ahí. El tema del bizcocho para la cena de navidad volvía a salir cada vez que se mencionaba la cena de navidad. Y eso es mucho, ¿eh? Porque en mi familia hablar de comida nos gusta más que comer.
Mucho más.
-Pero a ver -repetía mi madre-, ¿cómo lo vas a hacer?
-Un bizcocho normal sin nada.
-¿Sin chocolate?
-Que sí, que sí, sin chocolate.
-Pero, ¿sin nada?
-Sin nada.
-¿No le irás a echar fresas ni cosas raras de esas?
Yo estaba pensando en echarle un puñado de pasitas, para hacerlo un poco más festivo. Sin confesarlo, taché mentalmente las pasas de la lista.
-Sin nada.
-¿Ni vainilla?
-Sin nada.
-Es que a veces la gente le echa vainilla de esa, y luego todo sabe a industrial-industrial. No le eches nada industrial-industrial, ¿eh?
Por favor que alguien me explique cómo se puede hacer eso, porque hasta los huevos ecológicos de corral los llevan al supermercado en camión. A mí esto de lo industrial-industrial me descolocó tanto que durante un par de segundos estuve tentada de presentarme en la cena de navidad con un cuenco de harina.
-¿Esto qué es? -diría mi madre.
-Tu bizcocho. ¿No lo querías sin nada? Pues devuélveme el cuenco, que me han dicho que los cuencos de plástico son industriales-industriales.
En vez de eso, respiré hondo, y con toda la paciencia que pude reunir, le dije tranquilamente:
-¡SIN NADA, J*D*R, SIN NADA! ¿QUÉ PARTE DE "SIN NADA" NO TE ESTÁ QUEDANDO CLARA? 
Mi madre me miró sin parpadear un par de segundos.
Ya, está, parece que lo está asimilando, pensé.
-Pero... no le echarás chocolate, ¿no?
O puede que no.
-Lo voy a hacer como el de Lala. Exactamente igual. ¿Te parece bien? -le dije al final.
Lala era mi bisabuela, y hacía el mejor bizcocho-normal-sin-nada del mundo mundial.
La receta es para tontos:

Ingredientes:
1 sobre de levadura
4 huevos

Editado: me dicen que son 3 huevos. Ni idea, yo siempre le echo 4 y me sale bien. Bueno, por lo general se quema, pero eso no tiene nada que ver con los huevos. 
Por llegar a una solución de compromiso, digamos que para hacer el bizcocho hay que echarle huevos y, ocasionalmente, el contenido de varios extintores. 

1 yogurt de limón
El envase del yogurt sirve de medida para el resto de ingredientes:
1 vaso de aceite
2 vasos de azúcar
3 vasos de harina


Preparación:
Precalentar el horno.
Mezclar todos los ingredientes a mogollón hasta conseguir una especie de papilla liquidorra.
Engrasar un molde con mantequilla o aceite para que no se pegue.
Verter la papilla liquidorra en el molde.
Meter el molde en el horno sin tirar la masa.
Hornear. En mi horno es bastante con media hora a 200 ºC. No respondo por otros hornos.

El bizcocho de Lala, conocido por el resto de los mortales como "bizcocho de vasito" o "bizcocho de yogurt" está buenísimo, aunque para mi gusto es demasiado simple para postre de navidad. Al final, después de unas negociaciones que ríete tú del proceso de paz de Oriente Medio, mi madre me dio permiso para que lo adornara con un poco de azúcar. Para darle forma al adorno, me fui a un todoacién y me compré un "Surtido de cortagalletas con diseño navidad", que traía:

Una estrella.
 Por la estrella que guió a los Reyes Majos.



Una estrella fugaz.
Por la estrella que guió a los Reyes Majos. Otra vez.



Un oso.
 Porque la navidad es amor, ¿no? Y los osos son amorosos, ¿no? Pues eso.



Un elefante y un hipopótamo.

Porque el Papa ha dicho que en el portal de Belén no había ni mula ni buey, pero de elefantes e hipopótamos no ha dicho nada, ¿no? Para la próxima que especifique.



Y por último, pero no por ello menos importante...
Un útero.
Eh...
Bueno, pues nada...


¡Feliz útero a todos, 
e hipopótamo a los hombres de buena voluntad! 






19 diciembre 2012

El bizcocho navideño I

Hoy me voy a jugar la vida, que lo sepais. Ni Kosovo ni Bosnia: el auténtico periodismo de guerra es escribir sobre mi madre.

 Mi madre cocina muy bien.
 Bien, primero hazle un poco la pelota para que se ablande. 
 Y en navidad hace auténticas maravillas. Hace años se dio cuenta de que no merecía la pena luchar a muerte contra el pavo porque nos atiborrábamos a canapés y el pavo se quedaba entero. Siguiendo la lógica, lo que hizo mi madre fue multiplicar el número y la variedad de canapés, hasta que el plato principal se convirtió en algo que hace por si acaso, pero que invariablemente acaba quedando para comer al día siguiente.
 El arte que se da mi madre con los canapés es legendario. Hace tartaletas de salmorejo, montaditos de solomillo con cebolla caramelizada, tostadas de jamón ibérico con huevo de codorniz, cremas para untar que se inventa ella misma...
Resumiendo: la cena de navidad de mi madre nos deja a todos con las patas temblando. Lo único que falla es el postre.
 -En Navidad hay que comer polvorones -dice mi madre, y planta la bandeja en mitad de la mesa con mucha decisión.
 Los polvorones sólo le gustan a mi abuela. Por desgracia, a la altura del postre mi abuela ya se ha tomado media copita de vio blanco (no necesita más) y está más interesada en cantar villancicos tradicionales que en los polvorones. El resultado es que los polvorones se quedan sin tocar.
 -Yo no sé para qué compro polvorones -dice mi madre-, si luego no os los coméis.
A lo mejor es porque no nos gustan, ¿eh? cosas más raras se han visto.
 Hace años, así como quien no quiere la cosa, empecé a llevar una caja de bombones a la cena de navidad.
-Mujer -decía mi madre-, no hace falta que traigas nada, si ya tenemos polvorones.
 Pues por eso, madre, por eso...
Cada navidad los bombones se acababan, y los polvorones se volvían a quedar enteros.
 -Mis hijos son más tontos -decía mi madre-, no les gusta más que el chocolate.
Si no recuerdo mal, mis hermanos son muy aficionados a las natillas y al arroz con leche, ZaraJota™ a la tarta de queso, y yo a la de manzana. En general creo que nos apuntamos a todo lo dulce, con una única excepción: los p*t*s polvorones.
 El año pasado, aprovechando que mi madre no estaba, di un paso mas en la guerrilla antipolvorón y preparé una tarta sacher. El éxito de la tarta me dio el valor necesario para avanzar en la campaña antipolvorón y anunciarle a mi madre que este año iba a preparar un bizcocho.
-Pero que no sea de chocolate, ¿eh? -me dijo-. Que a mí el chocolate no me gusta.
Pues coma polvorones, madre, coma polvorones.


 Continuará...

15 diciembre 2012

Y yo con estos pelos III

Previously in Lorz...
Yo iba a contar lo que pasó la primera vez que dejé a Bebé-chan con ZaraJota™ para irme a la peluquería. Entonces empezaron a pasarme cosas en las tiendas del barrio y me desvié del tema. Para rematar, esta semana he estado muy malita. Empezó como un resfriado tonto y acabó conmigo en la cama rodeada de gente. Al día siguiente le dije a ZaraJota™ que la próxima vez no dejara entrar tanta gente, que no había manera de dormir. 
-¿Gente? ¿Qué gente? 
No he vuelto a sacar el tema, por si acaso llama a los señores de la bata blanca. 


Bueno, pues ya que he perdido el hilo, que más da: otra historia de compras navideñas.
Entre las compras de este año estaba un libro. Como es un regalo y no quiero estropearle la sorpresa a nadie, lo llamaré "El señor de los pepinos III: el pepino del rey, Edición Especial Coleccionista en Caja Chachi Piruli Juan Pelotillas".

Lo primero que hice fue hablar con Hermano Pequeño, que trabaja en una librería.
-A nosotros nos queda una, pero la Caja Chachi Piruli Juan Pelotillas está un poco dañada.
Hermano Pequeño es de esas personas que son capaces de venderte tus propias bragas y encima convencerte de que te han hecho un favor, por eso cuando dijo "un poco dañada" no me fié mucho y seguí buscando.
Me puse a mirar por internet, sólo para confirmar mi teoría de que las páginas web españolas son una caca de la vaca Paca. En algunas, el título estaba grabado como "El señor de los pepinos III", en otras como "El pepino del Rey", y en ninguna ponía si era la edición tapa blanda, para e-book, o la Especial Coleccionista en Caja Chachi Piruli Juan Pelotillas, con lo cual era imposible saber si era la que yo quería o no.
Al final, encontré una en la que lo ponía todo bien clarito.
Y por si no era bastante, una foto.
Borrosa, sí.
De canto, sí.
Pero una foto, al menos.
En esta página, además, me ofrecían enviarme el libro en 24 horas* por tan sólo 5 € más, y pensé, bueno, venga, va.
Hice toda la compra, marqué envío en 24 horas*, y cuando fui a meter los datos de la tarjeta me fijé en el asterisco. Busqué como una loca el otro asterisco, y lo encontré al pie de página.

*Envío en 24 horas si el libro está disponible. 

Anda ya... ¿Y cuando estará disponible?

*Sin existencias. Disponibilidad prevista en 7-8 días. 

Así que básicamente, pago el envío urgente para que me llegue dentro de una semana, con suerte. Me pregunto por qué la gente no comprará más en esta tienda...
Me cabreé tanto que no lo compré y me rendí a la evidencia: iba a tener que buscar el libro en tiendas físicas. Peor, en grandes superficies físicas. El horror.
Mi primera visita fue a la Cosa del Libro.
-Hola, ¿tienen "El señor de los pepinos III: el pepino del rey, Edición Especial Coleccionista en Caja Chachi Piruli Juan Pelotillas"? -pregunté a la primera amable señorita que se me acercó.
-¿Hay libro de eso?
-Sí.
-Voy a buscarlo.¿Me deletrea "pepino"?
-Se escribe como suena.
-...
-Como la película.
-Ah... Pues no me aparece nada. ¿Sabe el nombre del autor?
Anda ya...
-J.R.R. Pepino.
-Sí, ya veo, pues no nos queda, está agotadísimo.
Jo.

La siguiente parada fue a la FNUC.
-Hola, ¿tienen "El señor de los pepinos III: el pepino del rey, Edición Especial Coleccionista en Caja Chachi Piruli Juan Pelotillas"? -pregunté a una amable señorita que había detrás de un mostrador.
-Voy a mirar si nos queda... que raro, me dice que no existe... voy a probar otra vez... pues no... a ver si lo estoy escribiendo mal... el autor es J.R.R. Berenjena, ¿no?
-No, es J.R.R. Pepino.
-Anda, es verdad, que tonta... jajaja, la próxima vez que veas a tus amigos se lo cuentas, "mira la tonta de la FNUC, que no se entera", jajaja...
-No, mujer, no...
-¿No?
-Pienso tuitearlo en cuanto salga de aquí.
La pobre chica se puso tan colorada que no fui capaz de hacerlo. Un despiste lo tiene cualquiera, y además fue muy amable, buscó y rebuscó el dichoso libro hasta que al final se tuvo que rendir.
-Pues nada, no nos queda.

La siguiente parada fue El Triangulito Verde.
En esta ocasión, la amable señorita supo al instante del libro que se trataba y donde estaba, pero cuando llegamos a la estantería sólo quedaban el I ("La comunidad del pepino") y II ("Los dos pepinos").
-No nos queda -dijo.
-Bueno, no pasa nada. Gracias.
A pesar de no haberlo encontrado me iba muy contenta porque normalmente en esta tienda o no me atienden, o me atienden a patadas, o si se dignan a hacerme caso no sirve de nada porque las amables señoritas no tienen mucha idea de libros. Encontrar a una señorita amable y que supiera de libros era una novedad.
Estaba a punto de salir cuando vi a la señorita volverse hacia otro cliente.
-Oye -le dijo-. Tienes que venir el sábado.
-¿Y eso? -preguntó el cliente en cuestión.
-Porque viene a firmar el autor de El Hobbit.
Vale, olvidad la parte del "que supiera de libros".




Pd: He estado investigando y he descubierto quien iba a firmar. Tengo que disculparme con la señorita, porque se trata de un error muy habitual: ¿quién no ha confundido a Kiko Pérez con Tolkien alguna vez?



Yo no sé si va a continuar esto o qué...

10 diciembre 2012

Y yo con estos pelos II

Previously in Lorz...
Ni idea. Ha sido un puente muy intenso. Teníamos un millón de compromisos, ZaraJota™ acabó poniéndose enfermo, y Bebe-chan decidió que dormir de noche es de cobardes. Para rematar, fuimos a Cortilandia.


Hoy iba a contar una historia que no recuerdo. Por suerte el viernes me ocurrieron una serie de hilarantes anecdotillas.
Como la mañana estaba buena, Bebé-chan y yo salimos a hacer compras de navidad por el barrio, donde tenemos un montón de tiendecitas. Para mi sorpresa, en todas ellas habían colgado en la puerta un decálogo animando a los clientes a apoyar el pequeño comercio. Y yo lo apoyo, ¿eh? Creo que, una vez perdida la costumbre de sentarse a charlar en un banco, las tiendas de barrio son el único sitio donde se hace realmente vida de barrio, y que son muy importantes para la cohesión social y esas cosas que evitan que un barrio se convierta en una ciudad dormitorio.
Bien, pues en la primera tienda que entré iba a tiro hecho, porque lo que quería comprar estaba en el escaparate. No voy a decir qué era, porque es un regalo de navidad, así que para mantener su anonimato lo llamaré "pepino".
Me acerqué al mostrador, y le dije a la dependienta que quería el pepino que tenían en el escaparate.
-Es que sólo me quedan dos tallas.

Lorzconsejo:
Primero: Jamás entenderé la costumbre de las tiendas pequeñas de promocionar artículos de los que no tienen existencias. Es contraproducente, y un desperdicio del espacio del escaparate.
Segundo: No sabes que talla quiero. No sabes si coincide con las que tienes. "Es que" da imagen de reticencia y poca colaboración. De cara a la venta, es mucho más recomendable empezar con "¿de qué talla?", y, si no la tienes para ese modelo, ofrecer alternativas.

-¿Qué tallas son? -pregunté.
-A ti no te van a valer.

Lorzconsejo: Responde a las preguntas del cliente, sobre todo si van en tu beneficio. Si respondes con evasivas, que sean a favor de la venta, no en contra.

-No es para mí.
-Ah, pues tenemos pepinos de la 44 y la 50.
-¿Puedo ver el de 44?
-Claro -y sacó el pepino y me lo puso en las manos.
-Creo que es un poco grande... ¿si no le está lo puedo cambiar?
-No devolvemos el dinero.

Lorconsejo: Es un hecho universalmente conocido que en el pequeño comercio no devuelven el dinero ni aunque se lo hayas prestado tú. No hace falta que insistas en restregarme tus limitaciones, y menos cuando no es eso lo que he preguntado.

-¿Y cambiarlo por otra talla o modelo?
-Pues... ¿vas a tardar mucho?
-Hombre, es que es un regalo de navidad...
-¿Más de una semana?
-Digamos un mes. Aproximadamente hasta el 6 de enero o así. Por decir una fecha.
-Bueno, igual si te hago una nota y te pongo un sello en el ticket...

Lorzconsejo: Si tienes un cartel animando a los clientes a no esperar al último momento para hacer las compras navideñas, que no te extrañe si necesitan un plazo de más de cinco minutos para hacer los cambios.

-Vale, pues me llevo el pepino. ¿Puedo pagar con tarjeta?
-¿No tienes efectivo?

Lorzconsejo: Si no quieres que  te paguen con tarjeta, no pongas en la puerta la pegatina de VISA. Los clientes se confunden.

La siguiente parada fue una zapatería infantil. Mi familia se viste de gala para la cena de navidad, y quería comprarle a Bebé-chan unos zapatitos monísimos y diminutos zapatitos que había en el escaparate.
-Hola -le dije al señor de la tienda-. Quiero unos zapatitos de bebé.
-No tenemos.
-¿Y esos? -pregunté señalando a los del escaparate.
-No son "zapatitos". Son "botitas".

Lorzconsejo: No sé ni por donde empezar. Al parecer en esta tienda  sólo te venden cosas si las llamas por el nombre exacto. Es una suerte que sea una zapatería infantil, porque si llega a ser de zapatillas para la tercera edad se iban a morir de asco.

En la tercera tienda entré y aparqué el carrito de Bebé-chan en un lado.
-¿Le molesta aquí? -pregunté al dependiente.
-No, no, mientras no haga ruido...

Lorzonsejo:
Primero: me refería a si le molestaba el carrito, no la niña.
Segundo: si te molestan los niños, no sé, a lo mejor me equivoco, ¿eh? , pero en mi opinión quizá no deberías poner una tienda de chucherías.

Continuará...


03 diciembre 2012

Y yo con estos pelos I

Yo antes iba a una peluquería que me gustaba mucho, hasta que la cerraron por una historia que no viene al caso.

Bien pensado, casi nada de lo que cuento viene al caso, así que esta es la historia:
Eran tres hermanas que se hicieron peluqueras, juntaron unos ahorrillos y alquilaron una peluquería. La propietaria les dejó el alquiler muy barato porque el local estaba en condiciones desastrosas y las chicas se comprometieron a hacer ellas todos los arreglos. Poco a poco y siempre con permiso de la dueña fueron adecentando el sitio: un año pintaron, otro pusieron aire acondicionado, otro cambiaron el mobiliario y finalmente arreglaron las tuberías.
Cuando acabó su contrato de cinco años, la propietaria les dijo que si querían renovar el alquiler tenían que pagar el doble "porque antes el local era una birria, ahora está reformado y vale más".
Las chicas no podían permitirse la subida porque todavía estaban pagando el préstamo de la obra, perdieron el local y tuvieron que meterse en juicios para recuperar la inversión que habían hecho.
Para cuando ganaron el juicio habían perdido la ilusión y ya estaban trabajando por cuenta ajena en otras peluquerías.
Y luego nos preguntamos por qué el pequeño negocio va tan mal.

Yo me enteré de toda la historia porque cuando fui a pedir cita para el día de mi boda estaban en mitad del juicio, y las chicas me lo contaron entre lagrimones.
Desde entonces no he tenido peluquería fija: cuando me quería cortar el pelo me metía en la primera que me encontrara y ya.
Eso me ha proporcionado numerosas anecdotillas.

Una vez pedí que me depilaran las cejas, y la chica me dijo que lo iba a intentar aunque nunca lo había hecho antes porque ella era la especialista en ingles. Salí de la peluquería con las cejas sangrando y muy agradecida  por no haber pedido que me depilaran las ingles.

En otra peluquería me depiló una señora con un esguince en la mano izquierda. Salí con la ceja derecha mucho más gruesa que la otra.

En otra, la peluquera tuvo que buscar por internet que es un "desfilado". Mantuve los dedos cruzados durante todo el corte, pero oye, la chica lo clavó gracias a Google Imágenes.

En otra, la peluquera, recién llegada de Cuba, tenía tal acento que tuvimos que llamar a su jefe para traducir. Luego me explicó que era su primer día como peluquera y "que esperaba aprender pronto con la práctica". Hasta el día anterior había sido camarera. Me pasé un mes llevando coleta a todas partes.

La mejor fue cuando, justo antes de salir de cuentas, quise hacerme un arreglo, ya sabéis, para estar bien cuando saliera del hospital y estuvieran todos los medios esperando en la puerta. Recorrí todas las peluquerías de mi calle:
En la primera, todas las peluqueras estaban en la puerta fumando. Les pregunté si me podían dar cita y me dijeron que ya estaba cerrado... a las seis y media de la tarde.
En la segunda directamente no me abrieron la puerta. Llamé al timbre y les miré a través del cristal mientras se afanaban en teñir de violeta a las viej...ancianas de rigor... ni caso. Al final me fui.
En la tercera no había clientes, sólo un señor barriendo el suelo.
-¿Tienen hueco para cortarme el pelo?
-No.
-¿Y otro día?
-No.
Normalmente no habría dejado ahí, pero ya me habían expulsado de dos peluquerías y empezaba a pensar que olía mal o algo.
-¿Es broma?
-No, es que la peluquera no está y no sabemos cuándo va a volver.
-Y si no tienen peluquera, ¿para que tienen abierto?
-Para no perder clientes.
Y luego nos preguntamos por qué el pequeño negocio va tan mal.

Continuará...