29 noviembre 2012

El pececito de papá

Un día ZaraJota™ y yo estábamos vistiendo a Bebé-chan después del baño cuando me di cuenta de que no le había preparado la ropita limpia.
-Distráela un momento con algo mientras le busco un pijama, ¿vale? -le dije a ZaraJota™.
-Vale -respondió, y cogió el primer juguete a mano-. Mira Bebé-chan, tengo un pececito... Mira que bonito es...

-... y si lo giras pone huevos de colores, ¿ves? Mira los huevos del pececito...

 -... ¿Quieres cogerlo tú? ¿Sí? A ver cómo coge mi niña el pececito... No, no, Bebé-chan, no, por el ojo no, por los huevos...
ZaraJota™! ¡Suelta ese pez ahora mismo!
-¿Por qué? A la niña le gusta.
-Sí, ya... Lo que me preocupa es que tarde o temprano empezará a hablar, y ya sabes como son los niños, que lo cuentan todo. Y la gente es muy malpensada, ¿eh? Y muy pervertida. La gente está obsesionada con ya-sabes-qué. Seguro que la oyen hablando del pececito y ya sabes lo que van a pensar...
-Eh... No. No lo sé.
-"Después del baño mi papá saca el pececito y yo lo agarro de los huevos".
-Lorz, ¿estás segura de que es la gente la que es muy malpensada?
No, si al final va a ser culpa mía que el pececito sea un guarro.

26 noviembre 2012

La araña

Cuando tienes un bebé tu capacidad intelectual se reduce a la mitad.
Esto es así y punto. 
Es la única explicación razonable que he encontrado para la cantidad de chorradas que les decimos a los bebés (propios y ajenos).
De hecho, ese es el motivo de que los bebés no hablen: para que no puedan contestar a las paridas que les decimos. Porque imagínate la situación: 

-¿Quién es la niña más bonitaaaaaa?
-Y yo que sé, ¿me has visto cara de wikipedia?

O bien... 
-¿Dónde está la princesita de mamá?
-Donde tú me has dejado, estúpida, ¿dónde voy a ir, si no puedo andar?

O..
-¿Qué le pasa a mi bebé?
-¡QUE TENGO HAMBRE, C*Ñ*! ¡QUE PARECES TONTA, CADA TRES HORAS LA MISMA HISTORIA! ¡DAME LA TETA YA Y DÉJATE DE M**RD*S!

Y ya no digo nada de los apelativos cariñosos. Si Bebé-chan pudiera hablar cada vez que la llamo Piojito me llamaría Garrapata y ya la tendríamos liada. Podría pasar. Y sería horrible. Es lo que me le pasa a una amiga con mi su madre, que se llaman afectuosamente Pedorra y Pedorrilla. 
El resultado es que a veces respondo responde al teléfono diciendo "hola Pedorra" y luego resulta que es mi  su suegra, y ya la tenemos tienen liada. 

Volviendo a Bebé-chan, no tardamos en descubrir que no le gusta que le pongan ropa.
Que la despeloten: estupendo.
Que le limpien el culete: sin problema.
Que la bañen: fiesta.
Que la vuelvan a vestir: eso es maltrato y abuso de la autoridad, como poco.
Cuando era un bebé recién nacido frágil y delicado de cuatro kilos nos podíamos apañar, pero antes de llegar al mes ya era imposible a no ser que la tuviéramos distraída. Fue entonces cuando entró en nuestras vidas el móvil de IKEA.
LEKA Móvil IKEA La mirada de tu bebé se tropezará con las figuritas y el diseño del móvil.

A Bebé-chan le fascina tanto este móvil que como me cruce al diseñador un día por la calle le voy a comer los morros hasta que le sangren, no digo más.
Cuando colgamos el móvil lo primero que hicimos fue tumbar a Bebé-chan en el cambiador para presentarle a sus nuevos muy mejores amigos, y de paso cambiarle el pañal, que llevaba un tufo de los que dejan estela.
-Mira, Bebé-chan -le dije-, esto es una mariposa, y te dice "hola, soy la Mariposa Golosa".
Como decía: la capacidad intelectual se reduce a la mitad. Si encima estás usando parte de esa capacidad para cambiar el pañal sin que salpique caca por doquier, ni te cuento.
-Esto es una abeja, y te dice "hola, soy la Abeja Pelleja".
Ya, es horrible. Se admiten sugerencias.
-Esto es una libélula, y te dice "hola, soy la Libélula Crédula".
De este estoy bastante orgullosa y no lo pienso cambiar.
-Esto es una araña, y te dice... te dice...
Ahí me quedé en blanco. Lo único que se me venía a la cabeza era el chiste de la araña:

Va uno y le dice al otro: "¿Sabes qué animal es dos animales a la vez? El gato, porque es gato y araña"
Y el otro le responde: "Ah, como tu suegra, que es zorra y cobra"

El instinto me decía que el chascarrillo no era adecuado para contárselo a Bebé-chan, pero seguía sin ocurrírseme nada y en un momento de desesperación miré a ZaraJota™ en busca de ayuda.
-Y la araña te dice... -empecé y le hice a ZaraJota™ el gesto universal de "échame una mano, prima, que viene mi novio a verme" - te dice...
Pensaba que no lo íbamos a conseguir, hasta que la cara de ZaraJota™ se iluminó en un instante de inspiración.
-La araña te dice... -repetí, para ganar tiempo-, te dice...
-¡¡¡ME LLAMO RAMÓN!!!
Como decía, cuando se tiene un bebé la capacidad intelectual se reduce a la mitad. 

22 noviembre 2012

Los pendientes reales

Cuando nació Bebé-chan, la enfermera nos preguntó si queríamos hacerle los agujeros de los pendientes.
-No -dijo ZaraJota™-. Si le ponemos pendientes ahora cuando tenga trece años querrá ponerse un piercing en el ombligo. Si no le ponemos pendientes, cuando tenga trece se hará los agujeros en la orejas, y le dolerá tanto que se le quitarán las ganas de hacérselos en ningún sitio más.
-No -dije yo-. Los pendientes son una tradición obsoleta propia de una sociedad patriarcal retrógrada en la que las mujeres son meros escaparates para lucir el estatus del marido a través de joyas y ropajes costosos y los padres tienen tal autoridad que pueden mutilar el cuerpo de sus hijos a voluntad.
-A ver si lo he entendido -dijo la enfermera-: os dan miedo las agujas.
Nos ha calao...

Durante los días siguientes, ZaraJota™ y yo aguantamos la presión de la familia, sabiendo que en cuanto saliéramos del hospital cada uno se iría para su casa y las orejas de Bebé-chan estarían a salvo.
Por desgracia no contamos con que el mundo está lleno de viej... ancianas que no son familia.
¡Y están por todas partes!
El primer día que salí de paseo con Bebé-chan no había andado dos metros cuando se me abalanzó una viej... anciana.
-Oooooooh.... que cosa más ricaaaaaaaa... ¿Es niño o niña?
-Niña.
-¿Seguro? No lleva pendientes.
-Precisamente: le cambio el pañal todos los días, y ahí no pende nada.

No le di la mayor importancia, hasta que al día siguiente volvió a pasar:
-¡¡¡QUE NIÑO MÁS MONOOOOOO!!! -gritó la correspondiente viej... anciana, presumiblemente sorda.
-Es una niña.
-¿Seguro? No lleva pendientes.

Y al otro...
-¡Hola guapetón!

Y  al otro...
-¡Hola pequeñito!

Y al otro... Bueno, os hacéis una idea.

La tensión se fue acumulando hasta que un día no pude más.
-Es un niño, ¿no? -preguntó la viej... anciana de turno. Porque es que se turnan, si no yo no me lo explico.
-Sí, es un niño, lo vestimos de fucsia para que de mayor se haga guionista y triunfe en Broadway.
-¿De verdad?
-¡CLARO QUE NO! ¡LLEVA UN MONO FUCSIA! ¡CON CORAZONES! ¡Y EN EL GORRO VA BORDADO "PRINCESITA DE PAPÁ"! ¿CÓMO VA A SER UN NIÑO?
-Bueno -respondió la viej... anciana sin alterarse-, hoy en día los niños pueden vestir como quieran sin verse limitados por los convencionalismos sociales.
Al final va a resultar que la retrógrada soy yo.

19 noviembre 2012

La tribu entera

Hay un proverbio que dice que para educar a un niño hace falta la tribu entera.
Lo que no te dice es que tribu es, ni si va la tribu a tu casa o tienes que buscarla tú, ni si lo cubre la seguridad social o qué.
Bien pensado, es una m**rd* de proverbio, olvidadlo.
La cuestión es que estás tan ricamente en el hospital, donde te lo dan todo hecho, hasta que un día de pronto te dan a tu bebé y te mandan a casa.
Y cuando llegas a casa, el bebé, que se ha pasado los tres días de ingreso hospitalario durmiendo y comiendo como un bendito, empieza a llorar de pronto. A ser posible, a las tres de la mañana, que es una hora muy buena para estas cosas.
Entonces es cuándo te haces La Gran Pregunta:

¿ahora qué hago yo con esto? 

Cuando llega el momento de la verdad ni los libros, ni las clases de preparación al parto, ni todos los consejos no solicitados que has ido recibiendo contra tu voluntad durante el embarazo te sirven de nada.

Entonces es cuando recurres a la tribu.

En las tribus se suele considerar a los viej.. ancianos como a los más sabios. Por eso la primera opción debería ser consultar con las matriarcas de la familia. Pero no lo es. Porque cuando consultas con las matriarcas de la familia te encuentras cosas como esta:
-En mis tiempos teníamos un remedio buenísimo para los cólicos de los bebés -te dice la bisabuela de la criatura un día.
-¿De verdad? -preguntas con lágrimas de emoción en los ojos, porque llevas tres días sin dormir por culpa de los p*t*s cólicos.
-Sí, pruébalo que es infalible. Necesitas tres plumas de dodo, pelos de mamut, puntas de flecha...
...Y una máquina del tiempo, aparentemente.

Por eso cuando tienes un problema lo normal no es acudir a los viej... ancianos de la familia, sino a tu madre.
Algo sabrá la mujer, te dices, a fin de cuentas me ha criado a mí y mira como he salido.
El problema es que luego lo piensas con más calma y cambias el tono de la frase:
¿Algo sabrá la mujer? Sí, sí. Me ha criado a mí... ¡y mira como he salido!
Así que un día te llega tu pobre madre y te dice:
-¿Sabes lo que es buenísimo para los cólicos?
Y ni corta ni perezosa le contestas:
-¡¡¡NI LO SÉ NI ME IMPORTA!!!
Y se lo toma a mal. Las madres son así, se enfadan por cualquier tontería.
Espera, ahora yo también soy una madre... Creo que voy a tener que empezar a replantearme algunos conceptos.

Aparte de la madre propia, también está la madre del padre de la criatura, por lo general denominada suegra. Las suegras también pueden dar buenos consejos.
A fin de cuentas, ellas también han tenido hijos, ¿no?
Y tan mal no han debido salir, cuando te has casado con uno de ellos, ¿no?
El problema es que a las suegras hay que llevarles la contraria por cuestión de principios. Llevar la contraria a la suegra es una costumbre universal que existe desde el principio de los tiempos y cambiarla podría suponer el fin de la civilización tal y como la conocemos.
De todas formas, los consejos de mi suegra tampoco me convencían demasiado.
-En mis tiempos -explicó una vez-, cuando un niño estaba estreñido se le introducía por el ano un tallo de geranio engrasado con aceite de oliva.
-¿Y daba resultado?-pregunté.
-De inmediato.
No me extraña: me imagino al pobre bebé de turno, mirando de reojo al geranio y pensando "será mejor que haga caca pronto, que es el último tallo del geranio y en el resto de las macetas hay cactus".
La costumbre del geranio rectal me pareció tan bestia que un par de días más tarde se la conté a mi madre.
-¡Que barbaridad! -dijo.
-Ya, ya, es que antes se hacían unas cosas...
-Desde luego... ¡si eso se ha hecho toda la vida con perejil!
Nota mental: no volver a comprar perejil, nunca se sabe en que culo puede haber estado.







Editado por alusiones (otra vez):
Vamos a dejarlo claro, que luego vienen los servicios sociales y pasa lo que pasa. 
A Bebe-chan NO le hemos metido nada por el c*l*. 
Durante las clases de preparación al parto, la enfermera nos dijo que si el bebé estaba estreñido se le podía introducir por el recto un bastoncillo de los oídos lubricado con vaselina. Aunque es más higiénico que el perejil tampoco lo hago porque me da mucho repelús; prefiero hacer los ejercicios y los masajitos que nos enseñó una enfermera maravillosa llamada Charo. 
(¡Hola Charo!)
En cualquier caso, Bebé-chan no tiene problemas de estreñimiento, sino de "cólicos", que es como los pediatras dicen "no tengo ni idea, ya se le pasará". 
Los cólicos consisten en que el bebé se pone histérico durante un rato todas las tardes. Como nadie sabe ni lo que son ni por qué, no hay un remedio universal: depende de cada niño. En el caso de Bebé-chan, el remedio consiste en sentarla en el regazo mirando al frente y mecernos en la butaca mientras le canto "Susanita tiene un ratón" en bucle. 
Es la única canción que funciona, probablemente porque lleva anís, que es muy bueno para los gases. 
Sea por lo que sea, Miliki tiene mi agradecimiento eterno.






15 noviembre 2012

Poner a parir XIV (epílogo)

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Depilado de piticlín en seco.


Un día le dije mi madre que tenía que volver al médico.
-¿Cuándo vas a ir?
-El lunes.
-Vaya... el lunes no estoy en Madrid. 
-Puedo ir sola, madre, que ya tengo una edad.
-¿Y la niña?
-La niña también tiene una edad. En este caso, la suya.
-No, que qué haces con la niña. 
-Me la llevo al médico, claro, no la voy a dejar sola en casa.
-¿Y no puedes ir al médico otro día?
-No, tiene que ser el lunes.
-¿Por qué?
-Porque es cuando acabo la cuarentena, y el médico dijo que tenía que volver cuando acabara la cuarentena.
-Pero no hace falta que sea el mismo día que se acaba, ¿no?
-Sí que hace falta.
-Que no.
-Que sí.
-¿Y eso por qué?
-PORQUE ESTAMOS A DOS VELAS, ¿VALE?
Que hay que explicarlo todo, c*ñ*.



PD: Cuando mi madre volvió de viaje me trajo esto de regalo:

12 noviembre 2012

Poner a parir XIII (y casi terminamos)

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Odio a todo el mundo. 

Una semana después de la cesárea volví a la consulta del médico para revisión.
-Muy bien -me dijo-, destápate la tripa que te voy a quitar los puntos. 
-¡Si me dijo que se caerían solos! ¡Que hoy sólo tenía que venir a que me mirara!
-Mentí.
-¡Eso no se hace!
-Es que si te lo llego a decir no vienes.
-Ya, bueno.
Me subí a la camilla y me destapé la tripa.
-M**rd*. 
-¿Qué pasa?
-¿Quién te ha hecho esto?
-Eh... creía que había sido usted.
-Imposible. ¿Esta chapuza, yo? Ni hablar. ¿Qué día fue la cesárea?
-El 21.
-Ah, ves, no fui yo. No, el 21 tenía que hacer unos recados, y me sustituyó otro doctor a mitad de la operación.
Y yo todo el tiempo pensando que llevaban gorros y máscaras por la asepsia. Pues no: es para poder darte el cambiazo y que ni te enteres.
-Jajaja, que alivio... es que menuda chapuza te han hecho aquí, jajaja.
-Pero... ¿es grave? ¿Me voy a morir?
-No, mujer, es que... verás... te vas a reír... te han pegado todo el esparadrapo encima del vello púbico. 
-Creía que me habían rasurado.
-Sí, yo también, jajajaja.
-¿Y ahora qué hacemos?
-Pues nada, mujer... tirar. 
No voy a entrar en detalles, solo diré que quitar ese esparadrapo ha sido la parte más dolorosa de todo el embarazo.
Muy muy doloroso.
Tan doloroso que me estoy planteando hacerme la depilación láser en todo el piticlín, sólo por la remota posibilidad de que me operen otra vez, no digo más.
La parte buena es que después de eso ni me enteré cuando me quitaron los puntos: todavía estaba asimilando la experiencia anterior.
Después el médico me dijo que me podía ir, y me arrastré fuera de la consulta.
-¿Ya está? -preguntó mi madre, que me estaba esperando fuera.
-Sí.
-¿Que tal los puntos? ¿Te ha dolido que te los quitaran?
-No...
-¿Entonces por qué lloras?
Porque se han quedado los puntos y no me han dado el Iphone.


Continuará...

08 noviembre 2012

Poner a parir XII


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A mi madre los partos le quitan el apetito.


Volvemos al presente.
Pero no os olvidéis de la traumática experiencia de mi madre, ¿eh?, que es vital para entender esta historia.

Día C (de Cesárea)
Antes de que el médico empezara a cortar me preguntó si tenía alguna duda.
Yo tenía tres:
-¿Podré ver a la niña cuando la saquéis?
-La verás, y te la pondremos encima un poco para que te conozca, y luego se la llevaremos a su papá.
-Vale. ¿es normal si estoy asustada?
-Por supuesto, es totalmente normal. 
Lágrimas de felicidad acudieron a mis ojos. ¡Estoy haciendo algo normal! ¡M**rd*! ¡No hay nadie aquí para hacer una foto del momento histórico!
-Bien, una cosa más...
-¿Sí?
-¿Cuándo podré comer?
-¿De verdad te preocupa eso AHORA?
-Sí...
-...
-Estoy en ayunas.
-...
-Es la ansiedad, ¿sabe?
-Podrás comer en cuanto seas capaz de levantarte.
-¿Por qué? ¿Vais a poner la comida fuera de mi alcance o qué?
-No es eso. Cuando puedas levantarte significará que se ha pasado el efecto de la epidural y sabremos si todo ha ido bien. Hasta entonces hay peligro de que surja alguna complicación y no podemos darte de comer por si hay que intervenir de nuevo. ¿Entiendes por qué no puedes comer?
-No.
-Ay... Porque yo lo digo y punto.
-Ah.
Haber empezado por ahí.

Cuando llegué a la habitación mi madre... mi madre estaba mirando extasiada a Bebé-chan. Cuando se acordó de que yo también estaba allí, me dijo que me había traído jamondelgüeno.
-¿Quieres un poco ahora?
-No puedo levantarme.
-Mujer, no seas boba, te lo acerco yo.
-No, es que no puedo comer hasta que me levante.
-Ah... pues nada, nos lo llevamos de vuelta a casa y nos lo comemos nosotros, que con lo rico que está me da pena que se reseque.
M**rd*...

Esa misma tarde, una enfermera me preguntó si me sentía con fuerzas para levantarme y, dadas las circunstancias, me levanté de un salto.
-¡Por supuesto! ¡Ahora mismo! ¿Ve? ¡Ya estoy! ¿DÓNDE ESTÁ MI COMIDA?
-Eh... lo siento, no puedes comer hasta que el médico nos de la orden por escrito.
-¿Y para esto me he levantado yo?
-No, mujer, para que podamos hacerte otra exploración.
-Yujú.

Día C+1
El médico apareció a primera hora.
-Hola Lorz, ¿cómo es...
-¿DÓNDE ESTÁ MI COMIDA?
-¿Te sientes capaz de comer?
-¡¡¡COMIDA!!! ¡¡¡COMIDA!!! ¡¡¡COMIDA!!!
-Está bien, ya lo apunto en tu expediente, ¿ves? “Tolera”.
-Bien.

A la hora de comer me trajeron una sopa y una crema de verduras.
Y a la hora de cenar.
Y al día siguiente.
De hecho, en esos días comí tanta crema de verduras que los pedos empezaron a olerme a huerta.
Si me tirara pedos.
Cosa que no hago porque soy una dama frágil y delicada como una florecilla del campo.
En fin.
Lo importante es que después de más de 24 horas en ayunas y con el hambre que da la lactancia, aquello me supo muy rico, pero muy poco.
-Oiga -le dije a la enfermera cuando vino a recoger la bandeja-, ¿cuándo me traen la comida de verdad?
-Esta es la comida. El médico sólo ha autorizado dieta líquida.
Yo lo mato... 
Al poco de haber comido las tripas me hacían ruido. A medida que pasaban las horas, podía sentirlas vibrar.  
En medio de mi desesperación, Scarlett Witch, Be, EmeA, Sark, y El Hombre Malo (lo siento, son muchos enlaces y yo tengo que dar de mamar en unos cinco minutos o así) aparecieron en el hospital con esto:

-¿Qué se dice, Lorz? -me preguntó Zarajota cuando vio que me quedaba mirando la caja fijamente.
-¡C*BR*N*S! ¡H*J*S D* P*T*! ¡OS ODIO!
-No, eso no, lo otro.
-Gracias. C*br*n*s.
Zarajota se apresuró a guardar el chocolate donde no pudiera ni verlo ni olerlo. No fue suficiente: me lo imaginaba ahí escondido, llamándome, susurrándome, burlándose de mí...

Día C+2
Mi padre apareció por la mañana con café y churros. Como olía aquello... Toda la habitación, que digo, ¡todo el pasillo! No, ¡TODO EL HOSPITAL! olía a churros y a café.
-¿Es para mí? -pregunté desde mi lecho del dolor.
-No, que tú no puedes.
-Sólo un poquito.
-Que no.
Y sin cortarse un pelo, mi padre abrió la bandeja de MI cama, y mi madre y él se atiborraron de churros delante de mi hambrienta cara de pasmo.
Eso es violencia estructural, maltrato psicológico y mala baba en general.


Un poco más tarde apareció el médico. Entró en la habitación y olisqueó el ambiente, que seguía con un tufo a café y churros que tiraba de espaldas.
-¿Qué tal estás hoy, Lorz?
-Bien, bien... ¿le puedo hacer una pregunta?
-Aydiosyavieneotravez...
-Aparte de lo que me traen las enfermeras... ¿puedo comer otras cosas?
-...
-Jajaja, al final va a pensar que estoy obsesionada con la comida. 
-Es que lo estás, Lorz, lo estás.
Ya estamos con prejuicios infundados. 


Continuará...



05 noviembre 2012

Poner a parir XI


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Niños, no compréis drogas. Haceros una cesárea y os las darán GRATIS...
Si vuestra madre atina con el botoncito, claro.

Para entender el resto de la historia hace falta un flashback.

15:00 del 25 de agosto de 1980.
Córdoba.
45 ºC a la sombra.
La familia en pleno se dispone a comer cuando mi madre empieza a tener contracciones.
Se plantean si ir al hospital o comerse el cocido que tienen preparado.
En serio.
¿A quién se le ocurre hacer cocido cuando se está a 45 ºC a la sombra?
¿Y dárselo a una embarazada?
¿Querían matarla o qué?
No me extraña que mi madre se pusiera de parto: ¡casi me pongo yo sólo de pensarlo!
En fin, al tema.
Mi madre dice que no va a ninguna parte sin comer y se zampa su plato de cocido con su pringá.
Seguro que hasta mojó sopas y todo, como si la viera. Con lo peligroso que es mojar sopas cuando se está embarazada, que todas las manchas acaban en la tripa.
-Los demás no comimos nada, de los nervios -declaró la Tita del Puerto más tarde-, pero ella se comió el cocido tan tranquila.
Que digo yo que si la parturienta en cuestión estaba tan tranquila, a cuento de qué se ponen nerviosos los demás, pero es que en mi familia se hace todo así, en comandita.
A las cinco de la tarde se fueron para el hospital, y a las siete nací yo.
-Tu madre, tan tranquila -declaró mi abuela más tarde-, ella tiene los hijos como el que se tira un pedo.
Mi madre, en cambio, me dio otra versión:
-Cuando tú naciste lo pasé fatal -me dijo un día.
-Pero... ¡si todo el mundo dice que fue un parto estupendo!
-Claro, claro, nadie se da cuenta de lo que sufrí...
Que mi madre se quejara me preocupó muchísimo, porque mi madre... no sé cómo decirlo... mi madre es muy burra.
Voy a poner sólo un ejemplo: una vez se partió un dedo, se puso una tirita y se arregló para salir, porque “no era para tanto”. Se fue a la calle a por una cerveza y volvió con una escayola... y porque mi padre la obligó a ir al médico, que si no ella tan feliz con su tirita.
Así que si mi madre dice que lo pasó mal en el parto es de verdad, no como esas señoras que tiene hijos sólo para poder quejarse del parto durante el resto de sus vidas.
-¿Qué pasó? -le pregunté- ¿Hubo alguna complicación?
-No, no, todo estupendo, saliste muy rápido... enseguida te tenía en brazos...
-¿Entonces?
-Pues nada, que no me subieron a la habitación hasta las ocho.
-No lo entiendo.
-¡Pues que ya habían repartido la cena, y no me dieron nada de comer hasta el desayuno!
Una experiencia espeluznante, sin duda. 

Continuará...