12 diciembre 2005

Navidad III

El belén sufre el mismo proceso que el árbol.
Lo pongo, no lo pongo, lo pongo... Cuando éramos pequeños íbamos al campo y volvíamos a casa con musgo, ramitas y barro, mucho barro, y montábamos un belén enorme. Ahora ponemos un belén chiquito, pero no importa, porque el gato se sube y remueve la arena y tira las figuritas y al final hay belén por todo el piso, así que podría decirse que tenemos el único belén expansivo del mundo. Y un gato super jodón, pero eso es otra historia.
Como todos los belenes, eso sí, tiene problemas con la apreciación del tamaño. El gallo es ligeramente más alto que los camellos, el castillo de Herodes cabe dentro del portal, y la mula es tan grande como el buey, y lo mira con ojillos viciosos. Mi madre dice que así se consigue perspectiva. Por lo que he podido deducir la perspectiva consiste en que mis hermanos y yo nos reímos hasta que mi madre nos encolleja y salimos zumbando.


El gallo inicia el ritual de apareamiento con el cerdo.

A mi madre le encanta el belén; es una artistaza y con cuatro ramas, celo y un poco de arena hace maravillas, y entonces se da cuenta de que no ha puesto las luces y tiene que quitarlo todo, poner las luces y volver a colocarlo todo encima, todo esto mientras el resto de la familia "colabora", que en este contexto quiere decir "se burla cruelmente de sus esfuerzos porque saben de antemano que lo de las luces no tiene remedio". Porque a ver, ¿dónde se ha visto que haya una luz roja en mitad del pesebre? ¿Por qué la castañera tiene un aura verde, que parece que vaya a volver a su planeta de un momento a otro? Y sobre todo, ¿quién decidió que las luces del belén debían ser intermitentes? ¿Tan malo era el suministro eléctrico en época romana?

El pato gigante se agazapa tras un meño, esperando que la lavandera se despiste para saltar sobre su yugular. Que le den, que hubiera salido a lavar de día, caramba. Al fondo, un milagro navideño: el cielo fosforescente se arruga.

Volviendo al tema, el problema, al final, siempre es el ángel.
El papelón que hace el pobre, en pleno desierto, encaramado a un abeto, con una pancarta en latín y vestido de moñas. No me extraña que los pastores le miren. Y eso que los pobres ya están curados de espanto, a fin de cuentas llevan a pastorear a las ovejas de noche y al desierto, con la cantidad de hierba que hay alrededor del pueblo.
El caso es que el ángel no para de caerse. Miedo escénico, por lo que se ve.
El primer día confías en que mantenga el equilibrio entre las ramas del abeto que ha surgido milagrosamente en mitad del desierto.
Y se cae.
El segundo día lo atas con un cordel.
Y se cae.
El tercer día pones un poco de pegamento en la base.
Y se cae.
El cuarto día le pones celo.
Y se cae.
Para cuando llega el 24 de diciembre el ángel es una bola de cinta americana que rodea el árbol.
Y el árbol se cae.
Ya sabía yo que un abeto no podía durar mucho en el desierto.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajajajajaaja, lo del angel es cierto, dan ganas de clavarlo a algún sitio verdad? Y hala, como en semana santa, la pasión del angel, jjajajaja.

lorzagirl dijo...

Sí, el muy plasta no para de caerse. Y además, como el Belén es tan pequeño está anunciando el nacimiento al lado del portal... Se ve que es un servicio especial para invidentes.

Anónimo dijo...

Lo que pasa es que no teneis sentido artístico ni espíritu navideño.

peibol dijo...

XDXD ¿Quieres ver un belén auténtico de verdad? ¡El mío!

(Al final de la entrada)

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